El LTIMO RUGIDO
Publicado en Jan 19, 2011
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    EL ÚLTIMO RUGIDO
 
Se hizo un largo silencio  cuando la Machi del cuel de Purén, dejó  a un costado el cultrún que estaba tocando desde hacía horas y miró a la asamblea con un dejo de preocupación, casi matizado de  incredulidad:
¿Quienes son los hombres que marcharan en busca del puma? Preguntó la anciana
¡Los que estamos ante ti! respondieron al unísono los 25 mocetones que la rodeaban ceremonialmente.
Deberán tener cuidado, mucho cuidado sentenció con  inquieto  metal de preocupación en la voz. Este Pangui de las nieves, es un devorador de hombres, un asesino poderoso,  pero también es una naturaleza mágica, posee la protección de los pillanes, por ello durante cien años ha rehuido las flechas de los cazadores.
No temas venerada curandera, como werkén de la comunidad he seleccionado a los mejores hombres, los más valerosos e inteligentes intervino el padre de Colqui tratando de impedir que el temor se apoderara de sus guerreros.
No dudo de tu decisión querido Ancalaf respondió la Machi, que a pesar de su completa ceguera parecía reconocer a los hombres por la voz de su corazón.
¿Por qué se han empeñado en capturarlo?
Será nuestra ofrenda a los pillanes, deseamos su favor antes de que el invierno caiga con toda su fuerza  sobre nuestra comunidad
¿Será ese el deseo de los pillanes? volvió a preguntar la Machi con tono inquisitivo
  Así lo creemos terminó de decir el padre de Colqui   
Si van a ir en busca de ese monstruo deben saber que los espíritus no toleran que un ser de su antigüedad sea cazado como una bestia ruin y salvaje, quienes lo persigan deberán dar muestras de un alma pura que respetará la ancianidad y no faenarán su carne  sin ofrecerla antes a las estrellas de los cuatro puntos cardinales y no olviden  . . . .Permítanle un último deseo, eso aplacará la furia de los altísimos .
Antes de ponerse de pie y salir de la ruka la poderosa hechicera del Lago Budi tuvo un gesto inesperado que probablemente puso más nerviosos a los aguerridos conas, pero  que, como una mujer que había sido madre de 32 hijos no pudo evitar.Se acercó a cada uno de los escogidos y entrelazó sus manos con las de ella como si quisiera transmitirles un conjuro protector
Hijos míos les ruego que tomen las mayores precauciones.
En los momentos en que los hombres se pusieron de pie y comenzaron a salir de la ruca Colqui  que se hallaba pegado a los muros de la vivienda escuchando la conversación corrió donde estaba su Padre y le imploró que lo dejara participar de la expedición
-Y quién va a cuidar a la mamá inquirió el Padre con timbre desganado
-Mis hermanos menores
-Pero apenas tienen  seis y siete años.
-¡Ya son grandes! Han demostrado que pueden defender a la mamá de moscardones y arañas
El Padre de Colqui sonrió con ternura a su hijo y le respondió:
¿Qué gano con decirte que no?¡ igual lo vas a hacer! Ya anda a despedirte de tu madre. Y dile que no se preocupe, no te voy a despegar los ojos de encima terminó de decir con la más amplia satisfacción
Antes del anochecer los valerosos hombres de la tierra salieron de la aldea en dirección a las cumbres nevadas, allí esperaban encontrar al puma depredador  que serviría para consagrar el inicio de la temporada de caza.Si no lograban  capturar a un animal de estas características los espíritus del Wallmapu serían inflexibles. El hambre como siempre acechaba y los padres de familia tenían la obligación de arriesgar sus vidas en pro de alimentar a su prole. Ascendieron y descendieron tres cerros antes de divisar, por primera vez,  al puma oculto tras un gran matorral junto al cual se desbordaba un estero de cauce estrecho.Las tácticas tradicionales de caza del pueblo mapuche, consistían en sacar a la bestia de su escondite para empujarlo hacia un curso de agua, poco profundo, donde generalmente los felinos se mostraban torpes y en su desesperación, cometían graves errores que propiciaban su captura. Por tanto esta oportunidad  se presentaba como muy auspiciosa, por lo que los guerreros henchidos de valor, no dudaron en descender lentamente hacia el riachuelo.
¡Dividámonos en dos grupos! Susurró nerviosamente Ancalaf . . . Los Colipí bajen por el lodazal y traten de rodearlo, los Huentequeo y los LLaitul sígannos.
Los distintos grupos se desplazaron suavemente por la hierba mojada por el rocío matutino, tratando de evitar hasta el más mínimo sonido que alertase al cuadrúpedo que parecía aún dormido.
El menor de los Colipí, de tan sólo 11 años, se adelantó temerariamente, incluso, más que su padre y sus hermanos mayores, y  levantó su lanza  a menos de cinco metros de la presa, iba a clavársela en medio de la frente cuando el  puma lanzando un rugido atronador que estremeció al bosque e hizo huir bandadas de pájaros, lo dejó paralizado y temblando desde la frente a la punta de los pies. Todos huyeron despavoridos pero el werkén antes de huir arrojó su coligue desde más de 20 metros, sobre el animal enfurecido, distrayéndolo del niño que aún no atinaba a esconderse.
La punta afilada del arma rozó la cara del puma, haciéndolo retroceder por un instante, lo que dio el tiempo necesario para que el Papá de Colqui rescatara al pequeño de una muerte segura.
Durante el resto del día,  los férreos mapuches intentaron doblegar al puma en no menos de tres oportunidades, pero cada vez que intentaban a acercársele los repelía con su rugido aterrador que hacía retumbar el bosque desde el cielo hasta las rocas de granito.
 Al caer la tarde los guerreros volvieron a reunirse en una hondonada lejana del arroyo, ahí comentaron lo sucedido.
El Lonco Colipí fue el primero en hablar:
Ancalaf, hijo del venerable Abuelo Pali,  descendientes de tantas generaciones   dignas de pehuenches y mapuches, antes de discutir cualquier estrategia te agradezco el haber salvado la vida de mi hijo, luz de estos ojos y alegría de mi hogar. Lo digo ante ti  y delante de tu hijo para que el orgullo por los actos de su padre  lo acompañe hasta el fin de sus días. Entonces el feroz  combatiente del Linaje de los Colipí, curtido en mil malones y batallas, saltándose las elaboradas reglas del protocolo mapuche, se abrazó a Ancalaf y lo besó como a un hermano.
Ancalaf, aún emocionado por la reacción del Lonco, habló con una voz quebrada de emoción, pero con un pensamiento firme
Nuestra Machi como siempre tenía la razón, este Pangui es un gigante devorador, astuto y voraz, estoy seguro de que nos detectó antes de que llegáramos al riachuelo, su sentido del olfato sumamente desarrollado puede percibirnos aún en medio de la más tupida selva, para cazarlo deberemos estar más atentos que el manque y  ser más bravos que el quique. Creo que esta noche ni siquiera debemos encender fogatas ni delatar nuestra posición de ninguna forma. Nos mantendremos unidos y con una  guardia todo el tiempo, mañana reanudaremos la búsqueda y con el favor de los espíritus lo estaremos descuerando antes de que vuelvan a brillar las estrellas.
Al siguiente día los hombres cansados y adoloridos por una noche de incomodidad y frío, perdieron mucho tiempo y tardaron varias horas en volver a observar al animal, ya era tarde cuando luego de perseguirlo por un largo trecho , lograron cercarlo al borde de una quebrada  el animal no pudo descender el acantilado, el Pangui tan cansado  como sus acosadores, intentó una maniobra desesperada  subiéndose a un montículo de rocas desde donde rugía y movía su cuerpo amenazadoramente, Los mapuches comenzaron a arrojarle piedras y a golpearlo con macanas , incluso Colqui y el pequeño Colipí le acertaron varios tiros con sus boleadoras de cuero de guanaco. Cuando creían que estaba a punto de desfallecer  volvió a saltar del otero y huyó furioso y malherido, internándose en el corazón de la selva cordillerana.
Cansados y hambrientos los guerreros de la tierra reiniciaron la  cacería al amanecer, pero el animal parecía estar siempre un paso delante de sus perseguidores. Había que tomar una decisión: Ancalaf pensó que los hombres ya no podían más y que deberían regresar al aillerehue con las manos vacías.  Acongojado, dejó caer la lanza, se sentó en  el suelo con las piernas cruzadas y se tapó la vista con las manos como si no quisiese ser testigo de la decisión que el mismo debía tomar. Colqui que comprendía la  tristeza de su padre, quiso acompañarlo  y  se acercó a él  sin hacer el menor ruido, entreteniéndose con una pequeña culebra que pululaba entre las piedras buscando un tibio rayo de sol.
¡Colqui, me has dado una idea! Dijo el Werkén poniéndose de pie.
Iremos a hablar con las grandes culebras de la selva, las culebras cambian su piel frecuentemente, usaremos estas caparazones silenciosas para acercarnos al puma sin que advierta nuestros pasos y cuando estemos cerca…. terminó de decir con una sonrisa iluminada por mil colores.
El werkén dejó a un grupo custodiando el lugar donde se ocultaba el felino y se encaminó junto a los otros para ir en busca de las hijas de Cai Cai y Tren Tren, las buscaron en las junglas hasta encontrar a una numerosa familia de éstas bebiendo el sumo del fruto del copihue, su néctar preferido.
      Las culebras del bosque se compadecieron de los hombres del wallmapu y les
      Indicaron inmediatamente donde podían encontrar cientos de estas pieles en desuso,
      Los guerreros, trabajaron durante horas, fabricando enormes vestimentas de piel de culebra con los cuales se cubrieron, y ya preparados y armados hasta los dientes comenzaron a deslizarse hacia una caverna donde había buscado refugio el puma. El plan funcionó a la perfección: el animal ni siquiera se dio cuenta de los guerreros que se acercaban hasta verse rodeado por media docena de hombres que lo acosaban con antorchas y flechas con punta de pedernal. El puma salió de la cueva desesperadamente, cayendo por una ladera que iba a dar directamente a las aguas de un pequeño lago que se entendía en torno a unos cañaverales. Los hombres bajaron a toda velocidad arrojándole piedras y macanas, el animal trató de escapar pero las heridas de la caída y los golpes que le propinaban a cada momento lo hicieron detenerse en una horilla del humedal. Los cazadores al verlo cercado y al borde de la muerte quisieron hablarle  con el lenguaje sagrado que compartían los hombres y animales del universo mapundungún: Colipí el poeta de la comunidad  tuvo el honor de dirigir el discurso:
-Venerado León de la Cordillera, tu vida se extinguirá en estas manos; pero quiero que sepas que en nuestros corazones tu espíritu indomable  seguirá existiendo. 
Donde no existe el odio, tampoco puede existir la muerte o el olvido. 
-Tengo un último deseo dijo el puma con voz engargolada
-Puedes pedir lo que quieras respondió Colipí
-Quiero escuchar mi último rugido.
-Hazlo
-El animal aspiró una  inmensa bocanada de aire y con las últimas fuerzas de sus pulmones lanzó un rugido que estremeció el vientre del mar y el estómago de las montañas.
Luego de eso los conas más aguerridos lanzaron sus lanzas hasta que el gigantesco puma dejo de moverse y murió
Los hombres construyeron una cama de troncos y sobre ella lo subieron a pesar de su gran peso. Se sentían extenuados, pero felices. Este sería un invierno de gran prosperidad.
                
 
 
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Foto del autor pedro pablo gac becerra
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Descripción

ES UN RELATO FANTSTICO BASADO EN LA HERMOSA MITOLOGA DEL PUEBLO MAPUCHE

Palabras Clave: EL ULTIMO RUGIDO

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasa



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