LA MINGA DE LAS TONINAS
Publicado en Feb 11, 2011
LA MINGA DE LAS TONINAS En nuestros brazos está la firmeza de las montañas La insistencia del viento y la rudeza del mar En nuestro corazón anidan los deseos de los pillanes Y laten con fuerza de volcanes las historias de serpientes y chamanes En nuestros ojos está la vista de los manques y la rapidez de los abejorros Sobre nuestra mirada nada se oculta ni las nubes ni los sueños Este hogar llegará a su destino Porque es fruto de amor sincero Aunque todos los mapuches deban titar y tirar . . . Hasta el cansancio Porque es fruto de amor sincero Nada nos detendrá Porque es fruto de amor sincero Ni el acantilado o el lodazal Porque es fruto de amor sincero Cruzaremos los cerros y el mar Porque es fruto de amor sincero Porque es fruto de amor sincero Porque es fruto de amor sincero En cada envión de fuerza, cuando las cuerdas y los músculos de animales y hombres se tensaban al máximo, confluían la energía y la fe, el canto letárgico y los sonidos de la naturaleza, derramando sobre el wallmapu una invasión de poesía traducida en acción, una exhortación a la existencia reflejada en el trabajo y el compañerismo. Era la minga, una de las más antiguas costumbres de la gente de aquel entonces, creada originalmente por los sabios williches del sur, había sido adoptada, desde tiempos inmemoriales por los distintos pueblos de los cuatro puntos cardinales de la tierra... Consistía en aunar esfuerzos para alcanzar un objetivo común, por ejemplo:cuando una pareja deseaba unir sus vidas en matrimonio o una familia necesitaba cambiar de lugar su casa, las comunidades llamaban a sus hombres para ayudar en la tarea colectiva recolectando, trabajando una tierra, desmalezando un bosque o transportando una ruka por tierra o a través de océanos y lagos. En esta oportunidad se trataba de trasladar la ruka de dos jóvenes recién casados, provenientes de un valle lejano, que querían empezar su vida familiar en un isla que se ubicaba en la desembocadura del mar , donde esperaban explotar una vasta extensión de sembradíos de calabazas y papas. La entereza de los novios y una hermosa historia de amor habían movilizado los esfuerzos de la totalidad del los hombres del Lago Budi, tampoco era un esfuerzo que no encerrara una deliciosa recompensa. Al final de las mingas, las familias favorecidas ofrecían una enorme fiesta donde se asaban prodigiosas cantidades de carne de huemul y guanacos salvajes, bien regadas por interminables cuencos de chicha de maíz , celebraciones que podían durar horas, días o semanas.Pero ahora la faena no sería fácil: En primer lugar había que mover la ruka por un vasto territorio abrupto de bosques y quebradas, para ello se tendrían que derribar cientos de árboles sobre cuyos troncos recortados y encerados con miel se deslizaría la vivienda de tres toneladas luego deberían arrojarla al mar para ser tirada por , a lo menos, seis barcazas que seguirían técnicas ancestrales de navegación,. Sólo contaban con la experiencia de sus ancianos, la voluntad de sus conas y el apoyo de los enormes guanacos domesticados. Sería una hazaña que involucraría tanto al saber como al destino. Donde cualquier falla podría significar una tragedia. La minga se inició con el talado de treinta araucarias milenarias y ciento diecinueve arbustos menores, las hachas de pedernal y los mazos reforzados trabajaron hasta que las primeras estrellas tachonaron el vasto piélago del universo. Tres días después se pudo comenzar a mover la ruka, se debieron emplear ciento cuarenta guanacos adultos enjaezados y alimentados antes del amanecer.El viaje por las explanadas y las praderas fue relativamente fácil, incluso cómodo para los mingueros que no dejaban de cantar y sonreír mientras conducían a sus nobles anímales. Al bajar una cuesta pedregosa y resquebrajada que separaba la planicie del último tramo de las tierras bajas que circundaban la playa, el terreno abrupto de selva húmeda, salpicado de enormes lajas fue excepcionalmente dificultoso, cada minguero debió cubrir con improvisadas botas de hojas de helecho las patas de los animales que se hallaban enrojecidas por los constantes golpes. Finalmente ahí estaba el océano y las barcazas que realizarían la hazaña de trasladar una ruca sobre un mar de olas embravecidas Colqui se hallaba en la segunda barcaza junto a su padre -Utilicen todas las cuerdas vociferó Leftraru Ancalaf, ahora lancen las piedras al agua para que sirvan de lastre. La maniobra resultó sumamente embarazosa la ruka que llevaba gran cantidad de muebles y artefactos en su interior estuvo a punto de desarmarse, de ocurrir aquello el curso torrentoso del río la destruiría en pocos minutos. -Vuelvan a amarrar los puntales, cuando estén bien amarradas volveremos a iniciar el movimiento -Pero papito musitó Colqui en tono de súplica las cuerdas están mojadas -Vuelvan a amarrarlos recalcó Leftraru que se notaba extremadamente nervioso La ruka no se movía, parecía anclada por una montaña de sargazos invisibles y malévolos Finalmente se movió pero una de sus paredes comenzó a inclinarse peligrosamente -No es posible murmuró Leftraru, pero no dejó que nadie, salvo su hijo escuchara su pensamiento -Que diez hombres vayan a sostener ese muro -¡Papá! -¡Fuerza! :::::::: -¡Fuerza! En nuestros brazos está la firmeza de las montañas La insistencia del viento y la rudeza del mar En nuestro corazón anidan los deseos de los pillanes Y laten con fuerza de volcanes las historias de serpientes y chamanes En nuestros ojos está la vista de los manques y la rapidez de los abejorros Sobre nuestra mirada nada se oculta ni las nubes ni los sueños ¡Fuerza ¡ Este hogar llegará a su destino Porque es fruto de amor sincero Aunque todos los mapuches deban titar y tirar Hasta el cansancio Porque es fruto de amor sincero ¡Fuerza ¡ Nada nos detendrá Porque es fruto de amor sincero Ni el acantilado o el lodazal Porque es fruto de amor sincero Cruzaremos los cerros y el mar Porque es fruto de amor sincero Porque es fruto de amor sincero Porque es fruto de amor sincero -Pillanes del cielo y de la Tierra, no dejen que la ruca se siga inclinando, musitó Ancalaf con voz entrecortada -Por favor se los ruego el amor de estos jóvenes no merece iniciarse con tan sombrío presagio Los hombres ya no podían seguir sosteniendo los gruesos maderos con los que trataban de impulsar la ruca. Era obvio que esta era una batalla perdida. De pronto una convulsión de nubes se arremolinó sobre las cabezas de los mingueros, agitando violentamente la superficie del mar con portentosas ráfagas de viento , atemorizados y confusos creyeron que se trataba de una terrible tormenta que se disponía a caer con inestimable poder , sorpresivamente de la misteriosa bruma salieron flotando una decena de toninas overas, los tiernos y juguetones delfines del sur del mundo que comenzaron a danzar sobre las olas. Los delfines agrupados en tríos, se deslizaron bajo la ruca y tomaron los cuatro extremos de la vivienda, soportando sobre sus cuerpos la pesada carga que no podían sobrellevar los mingueros. Las toninas arrastraron la ruca hasta dejarla en la isla, luego se devolvieron ordenadamente como si siguieran un plan, cuidadosamente elaborado, los marineros mapuches trataron de detenerlas para agradecerles este gesto extraordinario pero se despidieron grácil mente, moviendo sus aletas a la distancia, Les oyeron decir que debían seguir su camino porque ansiaban reunirse con una familia de sus primos, los delfines narices de botella, que a esta hora ya debían estar surcando los mares australes. Aún atónitos pero felices los bingueros del Lago Budi desembarcaron en la ínsula, tres horas o cuatro horas después estaban todos reunidos frente a un enorme curanto cubierto con hojas de nalca y piedras calientes que habían preparado las mujeres de la familia de la novia los hombres bebieron y comieron hasta hartarse mientras contaban historias y exageraban hasta el infinito la prodigiosa ayuda que mañana contarían a sus esposas e hijos. Relatos que serían conocidos por generaciones a través de los años y los siglos. Un hombre y una mujer de la gente de la tierra podían ahora empezar sus vidas con gratitud y esperanza. La luna que ya comenzaba a clarear en el firmamento era un signo inequívoco de que el orden de las cosas seguiría su curso inalterable en la patagonia fantástica. Finalmente al caer la noche Leftraru , se quedó mirando a Colqui y, aunque ya era un hombre de 11 años, abrazó a su hijo y lo besó en la frente mientras dormía como si soñará en el lejano día en que éste se uniría a una joven y bella princesa mapuche buscando una isla encantada.
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