Lo mire atentamente mientras dormía.
Su pecho estaba desnudo ante mis incrédulos ojos, ¿Cómo era posible que este ser humano tan hermoso fuera mío?, su semblante se mostraba tranquilo, apacible, como si los sueños le mostraran cosas que èl deseaba ver.
Su respiración era acompasada, a veces suspiraba entre sueños.
La luz de la luna se filtraba por las cortinas e iluminaba su figura sin tacha mientras que yo estaba a oscuras, la amante del sol no me alumbraría a mi esta noche. Ella solamente cubriría con su brillantes a aquellos merecedores de ella y, en esos momentos, él parecía un Dios enviado para hacerme morir de amor, un Dios tan imponente que me dejaba a oscuras.
De pronto, se removió entre las sabanas y cambio de posición, de costado y extendió la mano sobre la colcha. Contuve la respiración, me estaba buscando a mi. El hombre mas bello del mundo me buscaba en sueños; no me movi de donde estaba, la quietud de la noche se rompería incluso si yo respiraba muy fuerte y aquella fantasía celestial de esfumaría ante mis ojos.
Al parecer mi ausencia lo hizo confundirse y movió su brazo de arriba abajo con el ceño fruncido, pero aún asi me dedique a observale totalmente hipnotizada.
Resultaba extraño que, después de haberlo escuchado decir miles de veces que me amaba aun tenia la necesidad de constatarlo.
Finalmente se rindió en su intento de encontrarme y abrió los ojos, me sentí morir cuando leí en ellos una muda angustia, quizás no era buena idea hacerle eso mientras dormía. Parpadeo varias veces y finalmente me encontró sentada en las sombras, la angustia fue remplazada por el alivio y se sentó en la cama.
-¿Dónde te habías metido?
Le sonreí con nostalgia y me incorporé. Ahora la luna también me iluminaba a mi.
-No tenia sueño- me encogí de hombros y me senté a su lado. El corazón me golpeo las costillas con rudeza como si quisiera acentuar mi adoración hacia el.
-¿Y por que no me lo dijiste? Casi me da un infarto cuando no te encontré- bajo la cabeza y suspiro, no pude mas y me deje caer a su costado, su contacto me dejo aturdida, el reaccionó ante mi gesto y tomo una de mis manos entra las suyas y la apretó fuertemente como si quisiera retenerme ahí para siempre.
Nos quedamos en silencio un rato hasta que los párpados se me cerraron de golpe y me quede adormilada en su brazo. Lentamente, para no despertarme me acomodo en la cama y me cubrió con las sabanas, me dormí antes de que terminara de arroparme.
A la mañana siguiente fui yo la que lo busque entre las sabanas y no lo encontré. Me incorpore rápidamente y lo hallé profundamente dormido en la silla donde yo había estado la noche anterior. Ahora era èl quien me había estado contemplando lo que restó de la noche.