ATAVISMOS ESENCIALES
Publicado en Feb 28, 2011
Fue numeral como los signos inscritos en las tablillas de arcilla mesopotámica y las piedras pulidas de los ábacos romanos, tenía la apariencia de insecto nocturno con sus élitros congelados en un canto sin más armonía que sonidos y silencios que se diluía entre los susurros de las grandes bestias dormidas y la vocinglería de los grillos escondidos de la luna en los intersticios de los semiderruidos muros de la mastaba. Sus huellas en las suaves arenas de los barjanes semejaban los orificios de los cangrejos violinistas y podían permanecer por semanas marcando sus idas y venidas en sus espirales caóticas, pero eran borradas apenas aparecía la primera brisa premonitoria del siroco. Entonces se refugiaba en los embelecos de los densos cañaverales fósiles de los travertinos que rodeaban la gran laguna seca con su limo amarillo y los huesitos de saltarín del fango trazando un alfabeto de miles de letras distintas sobre el incoherente vitral definido por las grietas de barro. Algunos monjes que lo vieron a la luz escandalosa de algún plenilunio o bajo la fosforescencia arsenical de los cristales fibrosos y romboédricos de willemita, creyeron erróneamente de que era un simple granate por su forma dodecaédrica y por la variedad de colores que presentaba según la hora de la noche en que se le observara, desde púrpura, rojo, naranja, amarillo, verde, castaño, café y negro al incoloro. El azul, el único color que faltaba se encontró finalmente en un espécimen visto al término de un eclipse solar cambiando de color de azul a rosa rojizo. Se cree que con luz diurna, su color puede tener tonalidades grises, castaños claros y oscuros o verdes y raras veces azules y con luz incandescente, el color cambia a rojizo o rosa purpúreo. Pero nadie hasta ahora ha podido ver uno en la claridad del día, ni de noche iluminado por el haz de una linterna, y tampoco se ha atrapado alguno para verlo bajo la estricta luz de una lámpara. Alguien ha aventurado la teoría de que son solo huesos carpianos de babuino o astrágalos o escafoides de homínidos primitivos enanos. Este origen óseo ha sido desvirtuado por el fragmento de cola reseco que se encontró como estructura vestigial de algo que se creyó era uno de sus embriones nonatos. Las certezas son escasas: es numeral, con apariencia de insecto, sus huellas son simples orificios, suele vivir en travertinos, tiene forma dodecaédrica y puede presentar una gran variedad de colores; púrpura, rojo, rosa, naranja, amarillo, verde, castaño, café, azul, negro y también incoloro. Y peor aun, ni siquiera se sabe si es algo vivo o solo una bizarra cristalización de sales primordiales. Quizás todo no sea más que delirios, alucinaciones, distorsiones y fugas. Carencias o engaños. Ahora bien, este mismo texto es una ilusión, y el lector puede obviar su trabada lectura apelando simplemente al sentido común e iniciar su lectura por esta ultima frase. Vale.
Nota justificatoria.- “En lo que escribe hay dos textos. El texto I es reactivo, movido por indignaciones, temores, réplicas interiores, pequeñas paranoias, defensas, escenas. El texto II es activo, movido por el placer. Pero al irse escribiendo, corrigiendo, al irse plegando a la ficción del Estilo, el texto I se hace a su vez activo; entonces pierde su piel reactiva, que sólo subsiste por placas (en pequeños paréntesis).” “Activo/reactivo” en Roland Barthes par Rolamd Barthes. Editions du Seuil, 1975.
Página 1 / 1
|
Laura Alejandra Garca Tavera