Caminos difusos, vastos corredores
laberintos echados encima de un contorno.
Silencio en espiral que gira sin sus luces
agujeros de sombra tras una puerta muerta.
Son las 3 y madruga en las horas del mundo:
Las cosas tienen peso, respiración, distancia.
En cada recobeco largas exclamaciones
extendidas de pronto  como números pródigos.
Los entes se deslizan y caen en su umbra
y el minuto se encarga de su hachazo metódico.
Todos los vapores caen en mi cabaña
y mi cuerpo palpita resonando en su sangre.
Un manto de reflejos ha arropado mi cuarto
y va llenando todo con un sopor sombrío.
Las constelaciones se asoman a mirarme
mientras algunos limbos aún se reproducen:
Yo sueño con el ala del gorrión y la pértiga rota
hélices vesperales y canarios dolidos:
Sobre un páramo blanco las cosas se debaten
y en cada cual discurre su silencio sin eco.