Menudo vuelo
Publicado en Mar 18, 2011
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Miguel Gabriel Arias de la Calle: Ya no podía llamarse "hijito de papá" por sus cincuenta trajinados años, pero lo era y lo sabía para su vergüenza obesa, pero sonriente.

Don Zacarías Arias Secas fue el único nieto de Don Celestino Arias Huelva de la Vega, presidente de facto por doce años de la República, resultó uno de los pocos sobrevivientes del clan Arias; durante la guerra civil, casi borraron del mapa su apellido, pero eso es otra historia.

Miguel Arias, sub director no oficial de la Agencia Aduanera Arias S.A. vivía de la cartera paterna: no servía para nada más que para firmar -aparatosamente- los documentos que a las 10 de cada mañana una guapa secretaria le ponía enfrente y que en realidad no acreditaban nada.

El resto del tiempo, este estereotipo urbano se dedicaba a navegar en facebook, quepasa, playboy y loquitas.com.

Su padre, "anciano" lúcido, trabaja en el segundo piso de su edificio. Entra a las ocho y sale a las cuatro de la tarde; pese a sus 77 años, es activo integrante de la "Gran Fraternidad Universal", "La Iglesia del Uno", "Wild Life Foundation" y una docena de instituciones filantrópicas más, practica Tai Chi Chuan en un céntrico salón privado, es vegetariano combatiente, ecologista recalcitrante, mujeriego y tiene vegetales gustos de naturaleza muy privada.

Don Zacarías no suele hablar por meses con su superficial, engorroso y consumista hijo; indudablemente lo quiere (no habría otra explicación para que alguien conocido por su eficiencia, permita en su empresa favorita, a un inútil con sueldo de futbolista de la WEFA). Ese domingo fue una excepción.

Miguel había vuelto a cometer un grueso error al invertir en un cargamento que fue dañado por una huelga en el puerto que eligió -contra varios consejos- como base, necesitaba dinero para que no le ejecuten una boleta de garantía.

En su interior sentía vergüenza ante su padre, no era tan ciego como para no percatarse de su dependencia y reconocía incómodo, lo enfermizo de sus ideas de heredar "a tiempo" lo que le tocaría...

No avisó siquiera que iría.

Llegó a la casa paterna y se sorprendió al ver el peculiar carro de su secretaria (era un Volkswagen deportivo Karman Ghia de color plateado) en la acera.

Acuciado por sus problemas no se le ocurrió pensar en que podría estar invadiendo intimidades y se introdujo en la casa sin siquiera batir palmas o saludar a gritos.

El hecho es que cuando pasó del hall, escuchó claramente ruidos de carreras en la planta alta y una puerta se cerró estrepitosamente, con un gemido femenino de fondo.

Ese momento se despabiló: "¿Padre?" gritó.

Volvió a gritar mientras subía temeroso las gradas "¿Padre?"

La voz de Don Zacarías sonó detrás de la puerta de su dormitorio, enérgica: "Ya te escuché Miguel, te suplico esperes un rato, baja y sírvete en la sala un café colombiano recién destilado..."

"Okey, disculpe, debí avisar..." dijo y bajó las gradas rojo como una manzana avergonzada.

Efectivamente, en la sala estaba dispuesto el servicio con un café estupendo, se sirvió una taza y nervioso nuevamente con su angustia, se levantó con la taza en mano y caminó hacia la cocina tras algo que endulce su bebida.

Fue cuando los vio. Nada sería en su vida igual desde entonces.

Eran seis pastelillos de chocolate granulado con una crema verde que se exhibían impúdicos en una fuente roja...

El café amargo hubiese sido imposible para Miguel sin ese par de pastelillos de impresionante sabor a pistacho, chocolate, almendra y un "no se qué" que seguramente eran de esas delicadezas por las que su padre siempre fue famoso (en realidad poco se había criado con él, dado el temprano divorcio de su difunta madre).

Volvió a la sala y tomó asiento en la poltrona king size de su misterioso padre.

Cerró los ojos y la música de "Father and son" de Cat Stevens le invadió el cerebro. Luego escuchó "My lady D'arbanville" y estaba por escuchar Morning has broken, cuando se dio cuenta que estaba imaginando a Cat Stevens dentro suyo.

Vio como en la oscuridad de su interior, podía abrir ventanas como en Windows: Ricky Martin, José Miguel, su esposa, "la vida es un carnaval" de Celia Cruz, "Hustler.com", "Sport.com" y así sucesivamente.

Entre la nube de ventanitas abiertas, decidió quedarse en Cat Stevens "Is not time to make a change, just relax..."

La música lo impulsó entre vientos sutiles ante la fuente roja: poseía un color similar a la del lápiz labial de las mujeres de antaño, su borde era alucinantemente bien logrado, con un contorno de un rojo notablemente de mayor tono que el resto.

Tomó otro pastelillo y se lo engulló como hacen los ñandús cuando encuentran un bollo de alpiste en las áridas pampas patagónicas.

Un pastelillo más y no pudo más que estirarse de gusto, estaban deliciosos.

Se sentó nuevamente y observó una foto antigua de su padre: quedó helado, el parecido era sobrecogedor. Se concentró en las cejas, la frente, el puente nasal, la barbilla, los labios, los orificios nasales, las pupilas, el gesto, el gesto tenía algo extraño...

Se puso a pensarlo, era claro que sus fisonomías eran muy similares, pero el gesto de su padre era muy diferente al suyo; no podía darle nombre a sus sentimientos, se sentía intrigado, un sentimiento casi siniestro lo atravesó por sus espaldas: era algo que hacía de Don Zacarías el "último" de los Arias, los imperiosos Arias, esos que su madre odiaba...

Sus sentimientos eran volátiles para cuando escuchó la voz de su padre detrás suyo:

"Siempre bienvenido mi hijo, pero no se olvide que debe uno anunciarse en todos los casos..."

Dadas las disculpas, Miguel se excusó además por comerse casi todos los pastelillos (su padre pareció sorprenderse bastante por ello) mas al cabo, vomitó su problema: necesitaba un préstamo que podría resultar incobrable.

Su padre lo miraba con extraña curiosidad, parecía buscar algo en su mirada o sus gestos, con paciencia escuchó los problemas y accedió a firmar un cheque, con la condición que deje de actuar irreflexivamente "de una vez por todas".

Miguel abrazó a su padre, contra todo uso o costumbre entre ambos, sentía que algo se había desatado en él y no deseaba retroceder. Con tino y respeto le expreso un reclamo por no haber vivido con el.

"Mira, no se si será oportuno que te diga, que acabas de comerte cuatro pasteles de la principal razón de tu madre para abandonarme cuarenta y tantos años atrás. Ella siempre criticó a los hippies y yo amaba las flores, el amor y Canned heat.

Ella siempre pensó que yo estaba equivocado, imaginó que yo sería mala influencia para ti, exigió que te deje en paz. Eso tu bien lo sabes." Sus ojos eran expresivos pero no revelaban rechazo o rencor.

"Todos estos años en la empresa he visto que tu interés es la quincena, no la empresa, se que la vida nos puso en esta situación, tienes mi apoyo, ¡claro!"  Su mirada era de afecto, pero mucha conmiseración, el orgullo de un padre al ver a su hijo era algo que en ese ambiente, ese momento era igual al cero absoluto

El dolor de sentirse, verse, actuar, pensar y hablar como un grandísimo tonto anuló todo lo que ese momento pensaba y sentía: se percibió solo por segunda vez, luego de medio siglo.

Tornó esquivo la mirada a la foto de su padre décadas atrás, no se agradó, pese a la similitud. Y eso le dolío como nunca: todo hubiese sido amargo en extremo, a partir de tamaño sentimiento, de no mediar el abrazo fuerte y seguro de su padre, que como casi cincuenta años atrás ocurriese, le transmitió seguridad y lugar en este mundo, alejado de su madre inexorablemente.

Al despedirse, su padre le pidió que conduzca con mucha precaución y le llame inmediatamente si se indisponía. Intrigado por esa recomendación, pero obediente, se dirigió a su hogar, donde se sintió invadido de mucho apetito y un sueño reparador lo raptó por casi diez horas.

Aunque solo los probó una vez, a veces se antoja los pastelillos de esa ocasión, pero no se atreve a preguntar por ellos. Intuye que hay muchas cosas que nunca sabrá de su padre, al que respeta hoy más que antes.
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Foto del autor Oscar Ach
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Descripción

Hijito de papa con canas

Palabras Clave: Prejuicios familiares

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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