Adivina que
Publicado en Apr 01, 2011
(Trilogía: 2ª parte)
Nada hacía prever que ese viernes sería diferente de tantos otros que pasaba con mis amigos, en el viejo bar Black Horse Inn, donde la cerveza que se vendía en Estocolmo era la mejor. De pronto ingresó esa muchacha que trastornaría no sólo mi noche. De larga cabellera, cutis blanco, ojos penetrantes, labios pecadores, comenzó a llamar mi atención mientras les bailaba al grupo de degeneretes que venían con ella, y que se aprovechaban de cualquier excusa, por toquetearla, sin que ella pusiera objeción alguna. ¿me pregunté una y otra vez que hacía con ellos? ya que era demasiado joven para ellos, incluso nuestro grupo era mucho más joven que ellos…lo cierto que cuando me retiraba me la topé en la escalera de acceso al bar. Estaba sentada apoyada contra la pared, pensé que estaba esperando a alguien. Al pasar al lado, me preguntó -¿tienes fuego?, no fumo le contesté sin mirarla…no me refería a ese fuego…eso me desconcertó y me dí vuelta…entonces me dibujó esa sonrisa seductora y exclamó - eso nunca falla - ustedes los hombres son tan predecibles, ven siéntate a mi lado me ordenó con ternura…era realmente una felina, y pronto caí en sus redes…sin darme cuenta, me vi invitándola a mi departamento y en el dormitorio, fui más bien seducido que seductor. El sol se colaba por entremedio de las cortinas, mi compañera había desaparecido de mi cama, pero al despertarme noté que otras cosas desaparecieron con ella. Fue así como el día lunes, recibí un llamado a mi teléfono directo y me encontré con su voz que me preguntaba ¿adivina que?, luego te dice algo (….), la sangre se me heló, ¿quién te habló de ello?, bueno para que veas, que no sólo soy buena para la cama, no por nada soy periodista y trabajo en el periódico “…..” donde tengo una columna, y una noticia como ésta, sería una bomba; ¿qué es lo que quieres? – pregunté sintiéndome perdido…lo demás es de saber. Me costó una gran suma callar esa historia. Y aunque seguí yendo al bar con los muchachos, nunca más la vi, ni nadie supo de su existencia, ni de mi triste secreto.
Página 1 / 1
|
Emme
Saludos, Emme.
Esteban Valenzuela Harrington
De eso se trata, de que el lector le dé su propio final
Saludos,
Esteban
Daniel Florentino Lpez
Buena moraleja
Un abrazo
Daniel
Esteban Valenzuela Harrington
Es siempre agradable recibir un comentario de tu parte.
Saludos,
Esteban