Fin del quejido ( Prosa )
Publicado en Apr 04, 2011
Fin del quejido, fin de la agonía, fin del llanto, hasta aquí llegamos y nada más vemos. El hombre pierde su condición humana y se acopla a la sombra, se derriba por el hueco de sí mismo y lo que fue su alma lo acompaña como atado a algún lugar sin fondo ni sonido.Muerte por enfermedad o por bala, el zumbido tortuoso de la agonía escalando páramos de raíces y mostrandose desnudo sobre los inframundos.Astillas por todas partes, rostros desencajados en una mueca endógena: Nadie tiene prisa, no hay sitio de salida.
Y el ser que comienza un peregrinaje a mundos contraídos que quizá apenas están viendo su primer advenimiento. Un sitio negro y plomizo donde ser enterrado en una cálima calmada. La relajación de los esfínteres en el vacío, el despueblo de los uréteres, el río que se construye del fluir incesante de la cadaverina, hasta que el cadáver se vuelve roca polimórfica: No se escuchan secreteos. Las ansias han pasado y con ella las premuras de las necesidades. No se necesita de ningún fruto ni de las virtudes engañosas del agua. Regimientos de gusanos avanzan desde adentro como marabuntas desencadenadas, listas para arrasar y martirizar lo que queda de los restos.Aquel que tuvo estilo o fue de estirpe se pierde entre las circunstancias y su rostro se borra del conglomerado de los pómulos briosos. La nada acompaña a este instante en que se componen responsos y hombres graves hacen alguno que otro magnificat. Y los horizontes pasan a tener formas de losas: Se ha muerto en el baldío, se vive en el sueño plácido del espectro. No más valses ni comportamientos ligeros ni fatuos conciliábulos: El hombre se hace uno con la densidad de la piedra y ya no posee más de dos metros de cuadrada mortandad.
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