Tesalia se ha destacado por dar bellísimas hechiceras y nigromantes.
No hablo de la Tesalia actual, sino de una que vive en los libros sin rima:
La Tesalia de arriba, la ciudad- idea, que tuvo sus orígenes en unas sienes abatidas.
Ella está sembrada de blandas cabeceras negras y de puentes autosostenidos.
Puede encontrase en la telaraña que cuelga de la escoba de la bruja cuando no vuela mucho, o en los cuentos de los niños de color caoba que siempre creen que sus niñeras tienen una gran giba en vez de una alargada naríz.
Yo la encontré por primera vez en las caracolas distraídas del Mar Adriático, mientras buscaba las huellas tempranas de la piedra filosofal: cosas tontas que tenemos los niños de cabeza tardía y que compartimos el cuerpo con los alacranes.
Pero no tarde en perderla, con la tardanza y lentitud que cierra las espiras mentales del adulto.