AJEDREZ
Publicado en Jun 29, 2009
(Esto fue publicado en mi muro de facebook como nota)
El ajedrez es un juego. Hay juegos que se juegan entre dos participantes o jugadores. Hay juegos que se juegan entre varios participantes en ambos bandos. El ajedrez suele mostrar dos participantes pensativos frente a un tablero que los separa físicamente, pero puede jugarse entre varios participantes, en ambos sectores, si se permite co-pensar la jugada siguiente. Es el caso de los gobiernos en los que se permite y se promueve la existencia de asesores, consejeros, pensantes, estrategas aliados o como quiera llamárselos, por ejemplo. El objetivo del ajedrez es comer al REY del contrincante. Toda la estrategia desarrollada por los jugadores se funda en este precepto. Que involucra la ofensiva, para llegar a ese fin, y la defensa, para impedir que el jugador contrario consiga ese objetivo, es decir, comer nuestro REY antes que nosotros podamos hacerlo con el de él. Un gobierno juega al ajedrez todo el tiempo, mueve peones, arriesga alfiles, se anima a sacar alguna torre y… mueve la dama con mucho cuidado. La dama es la pieza que reúne la capacidad de todas las otras piezas del juego. El REY se mueve en todas direcciones pero… sólo un lugar por vez. El REY es una pieza que, por su importancia, se mueve poco durante el juego. Excepto en etapas finales donde existen pocas piezas en el tablero y la movida del REY es necesaria e imprescindible para evitar ser comido y para agredir con su sola presencia. Los REYES se mueven más hacia el final del juego, siempre es así. Lo curioso del juego es que no es posible ¨hacer trampa¨. En el ajedrez se pierde o se gana porque se hicieron las mejores jugadas – movidas. Claro que el contrincante puede hacernos más fácil la tarea cuando no hace las movidas más favorables para él. Entonces nosotros aprovechamos sus errores y aceleramos el final del juego, jugando sobre la base de los distintos posicionamientos que los errores del opositor van ocasionando en la distribución de las piezas en el tablero. Yo solía leer libros de ajedrez en mi adolescencia. Consisten en la publicación de jugadas famosas de las estrategias desarrolladas por los mejores jugadores. Al reproducir estas jugadas, uno aprende a ubicarse en la mente de los jugadores y realiza una experiencia que podríamos llamar: ¨de ingeniería inversa¨. Porque sobre la base de un juego del pasado, aprendemos a ser lo suficientemente cuidadosos de nuestros movimientos, como también lo necesariamente agresivos, para obtener el triunfo. En esta situación solía jugar al ajedrez con el padre de un amigo de mi niñez. ¨Lito¨ Peretti (médico y el padre de mi amigo) me enseñó, hace muchos años, que para jugar al ajedrez no sólo debía leer a los grandes del juego, sino que debía complementar mi instrucción con ciertas ¨capacidades¨ que no estaban en los libros. El ajedrez se juega contra otro, para vencerlo. Como, por principio, no es posible la trampa, ¨Lito¨ me enseñó que el ajedrez se juega en la vida real, con contrincantes reales. Y que, si el objetivo era ganar, debía conocer la mente humana y sumar a mi intelecto la capacidad de ¨pelear¨ con todas las armas posibles. No entiendo, le decía desde mi ingenuidad adolescente, ¨si no puedo hacer trampas, como voy a aplicar métodos que no son las reglas del ajedrez?¨. Entonces él me dijo: ¨Te voy a enseñar el complemento necesario a tus estudios teóricos sobre el ajedrez, de la mejor manera en que puedo enseñarte, jugando!¨. Pusimos una pequeña mesita en el living de su casa, junto al hogar a leña, colocamos prolijamente las piezas en el tablero y… empezamos a jugar. Cuando quise saber ¨que¨ me había golpeado levemente el pié y me agaché para ver, él movió una pieza de lugar (hizo lo que no se puede hacer en ajedrez: trampa). Cuando me dí cuenta, me dijo que fue un error, y volvió la pieza a su lugar (mientras comía un sándwich de milanesa recién frito, con todo ese olor maravilloso y llenándome de migas la ropa y el tablero). Después de ¨volcar¨ la gaseosa sobre el tablero, permitir que se apagara el fuego del hogar a leña y no encender las luces cuando se escondió el sol… comprendí la lección. Me distrajo de todas las maneras en que se puede distraer a un jugador de ajedrez, sin hacer trampas con las normas escritas, pero usando TODAS las normas que no se escriben en lugar alguno. Esas, que se aprenden con el tiempo, y les permiten sobrevivir a los animales del bosque de los depredadores. Cuando finalmente terminó el partido (no recuerdo quien ganó) le dije: ¨Gracias¨, y me fui a casa. Había aprendido una lección muy importante ese día, aún sigo agradecido con ¨Lito Peretti¨ por aquella lección. Estos recuerdos me remiten a otra curiosidad del ajedrez: Cuando un jugador reconoce que no existe ningún movimiento que salve a su REY de ser comido por su contrincante… el jugador que pierde el juego… hace caer a su REY en símbolo de impotencia y final de juego. Nunca he visto una partida de ajedrez en donde el jugador ganador ¨coma¨ efectivamente al REY contrario. Rasgos de caballerosidad de un juego de mesa tal vez. En la vida ocurren hechos parecidos. No se trata de rendirse en el sentido de cobardía, sino de retirarse, en el sentido de inteligencia y comprensión de la realidad… como en el ajedrez… me expliqué bien… o empiezo de nuevo?... Guillermo Fischnaller
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GAF
Gracias mi amiga de Facebook Graciela Gelabert. Un abrazo grande
Graciela a.gelabert
Mara Marta Eliggi de Cazau
Comparto la opinión de Serena. Me gustó.
Saludos.
Marta
Anna Feuerberg
La vida es un juego de ajedréz. Siempre hay quienes golpean levemente por debajo de la mesa y voltean el vaso de su bebida para apagar la luz y hacer trampa. Sin embargo, la experiencia refleja que si somos capaces de observar más allá de las ilusiones que nos enceguecen, es posible prevenir los movimientos de los embaucadores. Por otra parte, quien persevera con éxito es tenáz pero quien lo hace sin éxito es terco. Una retirada a tiempo, ser flexible y saber cuando y como hacerlo es importante.
En relación al Rey, me gustaría comentarte que hace un par de noches volví a ver la película La Guerra de Troya con Brat Pitt. Me conmovió mucho la escena en la cual el Rey Priamo de Troya, interpretado por el magnífico Lawrence Olivier, desafía la distancia y el campamento enemigo para ir a la tienda de Aquiles a pedirle que le entregue el cadáver de su hijo Héctor para darle un funeral honorable. Eso fue un avance de Rey con movidas de Reina.
Muchos saludos,
Anna
Serena