Monólogo de un poeta viejo
Publicado en Apr 20, 2011
Cada momento del presente es una raíz del futuro, más prolongado el momento más profunda la raíz. Invertí mi juventud en memorables borracheras, fui de mujer en mujer, protagonicé peleas que todavía son interesante tema de conversación en los bares, aplastando los años, uno por uno con mi voluntad anárquica, ¡Ah, a cuántos no humillé! ¡A cuántos no hice sentir mal con mi egoísmo y mis comentarios sangrones! ¡Cuántas veces no me reí al respecto! Recuerdo orgulloso cuando le escupí en la cara al Diablo y apagué las llamas del infierno con mis orines. Fui el único oso que Ártemis no pudo atrapar. ¡Todas las damas que seduje! ¡De todas las clases sociales y culturales! Doctoras, meseras, abogadas, dependientas, artistas ¡Vaya! ¡Llega a mi mente la ocasión en la que me cogí a una policía en la estación! ¡Qué años tan maravillosos! ¡Qué épocas tan perfectas! ¡Y qué bizarras y surreales parecen ahora que las recuerdo! ¡Yo! ¡Un hombre sin educación! ¡Un hombre sin modales! ¡Un hombre sin dinero! Pude haber enamorado a una viuda rica hace mucho pero el dinero no me importa, el dinero es el más innecesario de todos los males y ni siquiera es el más exquisito, el dinero no puede comprar esa vez en la que una poetisa y yo destruimos el rock, lo descuartizamos, pisamos su sangre y tiramos los restos por un barranco. ¡Qué dinero puede comprar experiencias! Pasaron meses en los que mi mano desconoció el tacto de una moneda o de un billete, y durante todo ese tiempo fui feliz, porque las caras en el dinero crean necesidades, susurran y nos dicen que necesitamos esto y aquello, yo sólo escuchaba dos susurros: El de los borrachos advirtiéndome que me calmara o que me iba a partir la madre y el de las mujeres llamándome Don Juan y amor de mi vida. En mi lista de deseos no hay ninguno no esté tachado. Al consultar mi mente no encuentro más que la felicidad delirante haciendo gala de su presencia en mi pasado. Ocupo mi tiempo en ver de nuevo esos años transcurrir en mi mente… fumo un cigarro y río nostálgicamente cuando a mí llegan oportunos los recuerdos de las amistades que derrumbé como pirámides de naipes. Un vez me metí a una fiesta de XV’s años, bailé con la festejada, me comí la mitad del pastel e insulté al papá antes de que se dieran cuenta de que yo no era primo de nadie y me sacaran a patadas y a insultos. Las botellas de vino que bebí de un sorbo. Las canciones de amor con versos falsos bajo la luna. Todas las noches de insomnio en las que al mirar por la ventana veía la luz del sol y el día aguardando allá afuera, esperando paciente por más víctimas que devorar, insaciable es la vida de almas confundidas y deprimidas. Desorbitado en la oscuridad, tratando de ver con las manos. No basta con abrir los ojos para poder ver la realidad con todos sus encantos y horrores codiciosos. En numerosas ocasiones confundí el ladrido de un perro con la tos de un enfermo. Caminé sobre brazas ardientes en rituales del medio oriente. Fui testigo de la densa tensión silenciosa producida por una familia iraní al descubrir a su único hijo masturbándose. Le dieron un látigo y quedé anonadado cuando vi que comenzó a flagelarse, yo pensé que era un presente, para que lo usara de juguete sexual con la prostituta que le esperaba en la puerta, hijo mío, ya eres un hombre. La cara de la realidad es mitad verdad y mitad mentira.
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