La memoria de un elefante
Publicado en Apr 21, 2011
Lorenzo entreabrió los ojos. Una luz muy blanca invadía su campo de visión. Escuchaba sonidos repetidos y susurros cercanos. Movió la cabeza hacia un lado. Una sombra se le acercaba. Oía sus pasos. Oía con la poca audición que le quedaba a los ya cinco años. Sintió la sombra a su lado. La sentía respirar, la sentía mirándolo fijamente. Sintió a la sombra agacharse a su oído, como queriendo contarle algo. Lorenzo odiaba que le contaran secretos. No le gustaban. Sintió el aliento de la persona a su lado. Esta comenzó a susurrar. -Hola Lorenzo. Te salvaste, maldición. Mira. Tengo algo que decirte. Fui yo. Fui yo. Yo incendié tu casa. Yo maté a tus padres. Fue todo obra mía, y de nadie más. -...no...no...no... -Pero tuve una buena razón. Sin embargo, nunca le vas a decir a alguien que fui yo. Ni nunca volverás a oír esta declaración. VARIOS INVIERNOS DESPUÉS El agente privado Mariano López lanzó un largo bostezo. Miró al monitor de la computadora. El protector de pantalla de la hora iba y venía en un vaivén. Movió el mouse. La escena desapareció para mostrar una serie de archivos en el escritorio sobre un fondo negro. -Así que eso quiere. El hombre que tenía enfrente se movió un poco en su silla. -Mire.Solamente quiero saber la verdad. Mariano asintió con la cabeza. -Aha. Y ¿por qué quiere saber la verdad? ¿Acaso la policía no aclaró el asunto? -No._ exclamó el hombre_ Hace poco tiempo que la policía cerró el caso como un accidente doméstico. Yo no estoy seguro de eso. Para mí, incendiaron la casa a propósito. El agente López enarcó las cejas. -¿Y por qué cree eso? -Mi hermana no era tan estúpida como para olvidar llaves de gas abiertas o no darse cuenta de que algo andaba mal. Mi hermana era muy viva. Además, Lorenzo tiene que saber qué pasó. -¿Lorenzo? -Sí. Es mí sobrino. Pero desde que mi hermana falleció quedó a mi cuidado. Es el único que sobrevivió al incendio. -Entonces, hable con él. Le va contar, seguro. El hombre puso cara de duda. -Mmm...No creo.Lorenzo se quedó sordo en el incendio. Una especie de ácido cayó en sus oídos, quemándolo adentro. Antes escuchaba poco, pero después del incendio no escucha nada. Además, Lorenzo es muy reservado. No habla con nosotros_ dijo después de largar un suspiro_ y no creo que tenga amigos. Es un caso peculiar. -¡Ah! Ok. Entiendo. El agente López movió nuevamente el mouse. -Está bien. Veo cómo lo voy a hacer y lo llamo. ¿Ok? -Sí. Perfecto. Perfecto. Gracias, realmente, gracias. -El lunes voy a su casa. Al hombre lo tomó por sorpresa. -¡Ah! Bueno,bueno, Nos... Nos vemos. El agente López asintió a modo de respuesta y volvió su mirada a la computadora. El agente López tocó a la puerta. Al cabo de un tiempo una mujer salió a atender. -Hola. ¿Necesita algo? -Hola señora Arreguinhi. Soy Mariano López y hace unos días hablé con su esposo. -¡Oh! Sí. Me lo dijo. Pase, por favor. El agente López asintió a modo de agradecimiento. -Espéreme acá. Voy a llamar a mi esposo. La señora Arreguinhi salió. El agente López comenzó a mirar las fotos. -¿Cómo está, agente López? -¿Cómo está Eduardo? -Bien, bien. Vamos al living a hablar allá. Comenzaron a caminar hacia el living. A los lados, más fotos. Una vez en el living, se sentaron a charlar, mientras la señora Arreguinhi traía galletitas. -Bueno_ dijo López_ Soy todo oídos. -Bueno... por dónde comenzar_ dijo la señora Arreguinhi mirando hacia un lado_ Seguramente mi esposo le habrá contado lo del incendio y todo aquello. Bueno, a partir de entonces, Lorenzo se quedó a vivir con nosotros. Lorenzo era el único hijo que mi cuñada tuvo. Después de lo que pasó, nadie quería quedarse con Lorenzo, porque quedó sordo. Fuimos nosotros los que lo quisimos desde que nació. Mi cuñada estaba segura de eso, por eso cada tanto lo cuidábamos_ la voz de la señora Arreguinhi se quebró_ Es... Estoy segura que si María viviese estaría or... orgullosa de nosotros. Eduardo comenzó a acariciar la mano de su esposa. -Bueno Julia, tranquila. Luego de un tiempo, enviamos a Lorenzo al colegio de señas. Él sabe hablar así... _ Eduardo agitó las manos de un lugar a otro_ con las manos; pero nosotros no. Entonces, no hay mucha comunicación que digamos. Pero Lorenzo siempre fue cerrado, reservado, un poco antipático cuando uno intenta hablar con él. Más ahora. Con esta edad. Se cierra más. Ya está más grande. Hace tiempo que no tiene diez años. -¿Creen que puedo verlo? Eduardo y su esposa se miraron. -Vamos. Los tres se levantaron. Comenzaron a caminar hacia una ventana que estaba cerca. Allí estaba Lorenzo sentado mirando afuera. Tenía la vista fija hacia fuera. Dio vuelta la cabeza y los miró fijamente. Mariano lo saludó alzando la mano. Lorenzo lo miró nuevamente y giró la cabeza hacia la ventana. Julia bufó. -Así hace siempre. No se puede mantener una conversación normal. -Pe... Nunca intentaron aprender ustedes. -Ojalá, pero no tenemos tiempo. -Ahora el tiempo me lo tengo que sacar yo._ comentó un tanto molesto el agente López. -Es su trabajo, al fin y al cabo. -NO. Mi trabajo es investigar dentro del campo privado. Pero... me gustan los retos. Aprenderé la forma de comunicarme con él. Julia suspiró aliviada. -Oh, gracias. El agente López se alejó de los Arreguinhi y se acercó a Lorenzo. Este continuaba sentado mirando la ventana. El agente López le tocó el hombro. Lorenzo se dio vuelta, mirándolo fijamente y sacándole la mano del hombro. López le dio la señal de bien alzando el pulgar, queriendo darle a saber que lo entendía. Trabajo imposible, él no era sordo. No sabía cómo se sentía. Se alejó de Lorenzo y se acercó a los Arreguinhi. -No va a ser fácil, pero estoy seguro que no podrá guardar un secreto por siempre hasta la tumba. O tal vez sí. Es mejor intentarlo. En estos días estaré pasando de nuevo. Lorenzo vio salir al hombre junto a sus tíos. Una vez que desaparecieron, se levantó y salió al patio trasero. Comenzó a caminar por un pasillo hacia delante, al frente de la casa. Una vez que hubo llegado, observó a sus tíos hablando con ese hombre. Había un matiz raro en ese hombre. Tal vez fuera otro policía encubierto. Ya estaba harto de ver policías y abogados ir y venir. Vio al hombre despedirse de sus tíos e irse. La puerta de entrada se cerró (Lorenzo sintió la vibración contra la pared) lo que significaba que sus tíos habían entrado a la casa. No se darían cuenta de que él faltaba, nunca se daban cuenta si existía o no. Al cabo de unos minutos, Lorenzo se acercó al portón. Miró hacia atrás. No venía ninguno de sus tíos. Abrió la puerta y salió. Comenzó a caminar, mirando hacia los lados. La gente pasaba y lo miraba extrañada. Lorenzo continuó caminando, indiferente. Al cabo de un tiempo, Lorenzo llegó a una casa. Llamó. Nada. Volvió a llamar. Nada. Volvió a llamar y golpeó fuerte las manos. Salió una chica. Era Aldana. -¡Hola Lorenzo! Justo hace poco llegó Demian. ¿Todo bien? -Más o menos. Adentro te cuento. Tengo unas sospechas. -¿Sospechas? ¿De qué? -Ya te cuento. Entraron a la casa. Allí sentados alrededor de una mesa se encontraban Demian, Sara, un lugar donde estaba sentada Aldana, Mario y dos asientos vacíos más. Lorenzo los saludó a todos. Se sentó cerca de Mario, separado por una silla. -¿Qué tal? ¿Todo tranquilo? -Más o menos. Parece que un policía o abogado vino a casa. -¿Por qué? ¿Qué hiciste? -¡Yo no hice nada! Es por algo que pasó hace muchos años. -¿Qué pasó? Contame_ lo instó Sara. Lorenzo no tenía muchas ganas de hablar. -Dale Lorenzo. Conta. No tengas miedo. -Bueno... Cuando yo tenía cinco años, mi casa se incendió. Papá y mamá estaban adentro._ Aldana se tapó la boca sorprendida_ Murieron los dos. -Para._ dijo Demian_ ¿Con los que vos vivís no son tus padres? -No. Papá y mamá están muertos. -Y vos te salvaste. -Sí. Yo no estaba en casa. Estaba en casa de mis tíos. Pero de pronto, aparecí en casa, que se estaba prendiendo fuego. Vino un bombero y me rescató justo. Pero me quedé un tiempo en el hospital, y después me mandaron a vivir con mis tíos. -¿Tus tíos tienen hijos?_ preguntó Mario -No. Mi tía no puede tener hijos. Está enferma. No puede quedarse embarazada. -Pobre._ dijeron Aldana, Demian y Sara. -Igual te quieren._ agregó Demian. -Claro. Son como tus padres ahora. Vos sos como su hijo, ¿no?_ dijo Mario. -¡¿Qué?! ¡No! No me quieren. Ni son mis padres. Nunca lo fueron ni nunca me quisieron. No. Los chicos pusieron cara de cosa rara. -No importa. Hablemos de otra cosa. Lorenzo miró al grupo. No sabían de qué hablar. Eduardo miró fijamente a Julia. -¡No pudo haber escapado! -Se fue sin hacer ruido. Se fue, Edu, se fue. -¡Pero adónde se va a ir! Justo sonó la puerta. Entró Lorenzo. Los miró fijo a los dos. -¡DÓNDE TE FUISTE!_ gritó Eduardo. -¡Eduardo! No le grites. -¡Yo le gritó lo que quiero! ¡Dónde te metiste! -¡Eduardo! Por favor. Es sordo. No te va a escuchar. -¡Pero no es idiota! Lorenzo comenzó a retirarse. -¡Para! ¡Para! ¡Adónde vas!_ Eduardo lo agarró del hombro. Lorenzo lo miró a los ojos y luego a la mano. Se la sacó con fuerza. A continuación se dio vuelta y se fue. -Edu, aguanta un tiempo. El agente privado nos va contar todo lo que Lorenzo le diga. Tranquilo. -¡Me desquicia! Seguro que lo hace a propósito. Julia bajó la mirada. Negó con la cabeza. Salió hacia la cocina. Lorenzo entró al cuarto. Miró el desorden ordenado que tenía. Busco bajo la cama. Al cabo de unos tanteos, sacó una caja. La abrió. Allí había varios papeles. Revolvió los papeles. Sacó una foto. La miró y sonrió. La foto era de sus padres, juntos y sonrientes. Los ojos se pusieron vidriosos. Hacía tiempo que no sacaba esa foto. La volvió a mirar. Una lágrima cayó sobre ella. Sintió la puerta abrirse. Cerró rápidamente la caja y la tiró bajo la cama. El agente López ingresó al cuarto. Miró a Lorenzo sentado en el borde de la cama. Lo saludó. Lorenzo parecía que había llorado. Se acercó lentamente. Miró hacia uno de los lados. Allí había una especie de biblioteca. Agarró uno de los libros. Le miró la cubierta. Lo volvió a dejar en la biblioteca. Se le cayó. Lorenzo miraba hacia otro lado, ignorándolo por completo. El agente López se sentó a su lado. Lorenzo volvió la mirada. El agente López le sonrió. -¿Cómo estás?_ preguntó en ASL_ Lindo día. Lorenzo lo miró. Dio vuelta la mirada. Negó con la cabeza. -¡Diablos! No es este el idioma. Es otro. Lo tocó. Lorenzo ni lo miró, pero le sacó la mano de encima. El agente López se le acercó y se le puso enfrente. -Esperame._ le dijo a la vez hablando y con una seña inventada_ Dame tiempo. Salió de la habitación, dejando a Lorenzo solo. El agente López puso en el buscador de Internet :Idioma de señas- Argentina Millones de páginas. Buscó en una en particular. Allí había varios sordos que enseñaban señas por Internet. Comenzó a mirar el alfabeto. Empezó a practicarlas. Era un tanto difícil. Luego de unas cuantas frustraciones, empezó a tomarle la mano. Pasaron varias semanas. El agente López ya podía manejarse un poco en señas. Mientras caminaba hacia la casa de los Arreguinhi, iba practicando las señas. Llamó. En un momento, apareció Julia Arreguinhi. -Hola agente. Pase. El agente López pasó. -¿Dónde está Lorenzo? La señora Arreguinhi fijó la mirada hacia un lado. El agente miró. Lorenzo estaba sentado enfrente de la ventana, mirando a la nada en particular. El agente se le acercó. Lo llamó golpeando la ventana frente a él. Lorenzo volvió la mirada. -Hola_ le dijo_ Antes vine a hablarte con las señas equivocadas. Perdón. Yo quiero comunicarme con vos. Es importante para mí. Lo que vos sabes es muy importante. Lorenzo bajó la mirada. -La policía ya avisó que fue de pronto. Un caño de gas se rompió y mamá prendió un fósforo. Todo estalló. Fue sin querer. Nadie incendió la casa._ dijo Lorenzo dando una mirada hacia una foto. -Pero yo no creo que fue así._ dijo el agente López_ Tengo mis dudas. -Ya la policía dijo lo que pasó._ Lorenzo volvió la mirada. -Uff._ dijo el agente López en voz alta._ ¿Qué tengo que hacer? Apareció la señora Arreguinhi. -¿Todo bien? -Más o menos_ dijo el agente bajando la cabeza_ No quiere decirme nada. -A ver si yo puedo. La señora Arreguinhi se acercó a Lorenzo. Lo tocó con dulzura. -Hijo. El agente quiere ayudarte. Contale lo que sabes. Él quiere ayudarte. Te quiero. Hacelo por mí, por favor. Lorenzo le sacó la mano de encima, mirándola casi con odio. Se fue rápidamente. La señora Arreguinhi comenzó a llorar. -Él sabe. ¡¿Por qué es tan terco?! -Yo creo que es una verdad muy dura, que tal vez los afecte a usted y a su esposo. O a él. Por eso capaz no diga nada. No sé. Su mente es muy rara. Estoy seguro. La señora Arreguinhi lo miró fijamente. -Inténtelo. Por favor. Yo quiero saber qué pasó. -Yo también quiero saber qué pasó. Acá hay algo raro. Sonó la puerta. La señora Arreguinhi salió. Un instante después entró Eduardo Arreguinhi. -Hola agente López. -Hola Eduardo. Sé que acaba de llegar, pero podemos salir un rato. ¿Puede ser? El señor Arreguinhi lo miró con sorpresa. Luego miró a su esposa. -Está bien. Voy. Salieron. -Lindo día. ¿No? Eduardo dio una mueca a modo de respuesta. -Lorenzo sabe. Pero se agarra de lo que dijo la policía. No quiere agregar nada. -No me extraña. Suele hacer eso. -Tiene que intentar hablar como sea con él. -Es un trabajo imposible. ¿Tiene hijos? -No ¿Acaso usted los tiene? Por lo que sé, Lorenzo no es su hijo. Eduardo bajó la mirada. Llegaron a la plaza. Esperaron para cruzar. Cruzaron y caminaron hacia unos bancos. Se sentaron. La gente pasaba de aquí para allá. Allí cerca estaba un grupo de sordos. -Los ve, ¿no? -Sí_ dijo Eduardo alzando el mentón con arrogancia_ ¿Qué tienen? -Tiene que aprender a hablar con él. Así puede preguntarle qué pasó aquel día. Igual sepa que usted está bajo mi sospecha. -¿Acaso Lorenzo le insinuó algo? -No_ dijo el agente con indiferencia_ Es mi trabajo sospechar de todos, incluso de Lorenzo, aunque tenía cinco años. Miraron al grupo, el cual charlaba y reía. -Aprenda, si es que lo quiere de verdad. El agente se retiró, dejándolo solo. Lorenzo miró a los lados. Nadie en al casa. Golpeó la mesa con fuerza. Él sabía que la policía se había equivocado. Pero el miedo lo paralizaba. No podía decir la verdad. Su vida corría peligro. En ese momento, entró su tía. La miró fijamente. Su tía se dio vuelta, pero Lorenzo se le acercó. La tomó del hombro con suavidad. Su tía se dio vuelta. Le pidió como pudo que lo siguiera. Su tía lo siguió hasta la mesa del comedor. Allí había unas galletitas. Lorenzo le dijo que se sentara. Su tía primero no lo entendió, pero Lugo se sentó. Lorenzo comenzó a buscar un papel y una lapicera. Una vez con ellas, se sentó. Le escribió un mensaje. -No tengas miedo. -¿Por qué?_ preguntó su tía. -Voy a decir la verdad. -¿A mí? Gracias_ dijo su tía conmocionada. Lorenzo negó con la cabeza. -Mi vida corre peligro. Se lo voy a decir al hombre que viene. -¿Al agente?_ Lorenzo asintió. -Es por mamá y papá. Su tía se quebró y lo abrazó. Lorenzo cerró los ojos. El agente López se acercó. Nadie en la casa. Miró hacia los lados. Fue hacia el cuarto de Lorenzo. Entró disimuladamente. Había el mismo desorden. Comenzó a revolver las cosas. Movió la cama. Miró debajo de esta. -¿Qué es eso? Había una especie de caja. La sacó. Abrió y observó su contenido. Varios papeles. Los ojeó. Movió un poco y encontró una foto. Cuando la vio se dio cuenta de que eran sus padres. -Con que ellos son. Movió un poco más y encontró otra foto. Estos eran los Arreguinhi. Pero la cara de Eduardo estaba marcada con una cruz. -¿Por qué? ¿Qué... El agente abrió la boca. Ya comenzaba a entender una verdad muy cruda. Lorenzo miraba el jardín. Estaba parado con las manos en los bolsillos. En ese momento, una piedra pasó a su lado. Lorenzo miró hacia atrás. Allí estaba su tío. -¿Qué haces acá? Lorenzo no contestó. Antes bien, miró hacia los lados, con preocupación. -¿Vos le dijiste algo al agente? Lorenzo continuaba esquivando la mirada. -No te hagas del tonto. Sé que lees perfecto los labios. ¿Qué le dijiste? Lorenzo seguía sin mirarlo. -Sea lo que sea que dijiste, es mentira. Si yo maté a tus papás fue porque tu tía quería un hijo, y hacer los trámites para adoptar son muy largos. No lo hice con maldad. Lorenzo miraba hacia detrás con preocupación. -No vas a escapar... Pensé que nunca lo ibas a contar... Por eso te dije lo que te dije en el hospital. Créeme que fue muy difícil echarte el ácido en el oído, y que después parezca que había sido en el incendio. Igual... tu tía pensó que alguien te raptó de acá porque alguien quería matar a toda tu familia, vos incluido... Je... Hasta dudo de mí... Pero ahora no va a saber quién fue. No se lo vas a decir a nadie, ¿entendiste? Lorenzo seguía sin mirarlo. -¡¿Entendiste?! Se le echó encima. Pero justo otra persona se lo sacó de encima. El agente y su tío comenzaron a luchar. -¡Llama a la policía!_ dijo el agente. Lorenzo comenzó a correr. Llamó a su tía. -¡Policía! _ le dijo con señas. -¡Ay! No te entiendo. Lorenzo escribió en la pared grande POLICÍA. -¿Qué los llame?_ Lorenzo asintió. Suspiró aliviado y se tiró en una silla. Se cubrió la cabeza con las manos. Miró a su tía que hablaba rápido por teléfono. No entendía nada de lo que decía. Lorenzo se acomodó la corbata. Le quedaba muy molesta. Entró su tía. -A ver. Para que te ayudo_ le dijo mediante señas. -Gracias. Le acomodó la corbata. -Te ves bien. Lindo. -Gracias. Vos también. ¿A qué hora nos vamos? -Más o menos a las dos. -¿Por qué hizo eso el tío? -Estaba mal. No importa. Ahora yo soy tu única mamá y papá ahora. Lorenzo sonrió. -Te quiero._ le dijo. Su tía bajo la mirada. -A las cuatro empieza el juicio. Lorenzo asintió. Su tía se retiró. Lorenzo miró hacia uno de los lados. Sacó la caja de debajo de la cama. La abrió y sacó la foto de sus padres. Sonrió y le dio un beso a cada uno. Se levantó y salió de la habitación.
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