ALTIVEZ
 
 
Y me miraste fría,
 seria,
severamente.
 
Y entonces condescendiendo,
impusiste nuevamente esas reglas.
 
Aquellas,
las manhadadas, las inútiles.
 
Las que hablan
 de cosas que ni tu crees.
 
Las que pasan por alto
que el amor es voluntad,
como la que ves que te avasalla
y te pone a veces dulce,
a veces tierna,
a veces triste.
 
Las que ignoran la corriente
que te empuja al retorno
a pesar de tu empeño
en resistir,
en continuar empedernidamente
seca y áspera,
dura, autoritaria,
antes de disolver tu ira
en esa sonrisa
que deslumbra y que concentra
la vehemencia,
en el intento de romper
otros recuerdos,
otros sueños.
 
Y te llenas de desencanto
cuando miras
que tu poder es magro
ante la fuerza horrizona
de los hechos que te avasallan
y confunden
hasta el vuelco que te comprime
el pecho.
 
 
 
SAN JERÓNIMO LÍDICE, ENERO 16 DE 2011.