Ví su aliento como un viento
que fundando rumbos desplegó
mis velas, su punta de flecha
mensaje de un mundo inmaduro.
Pechos a las balas,
los ideales no habitarían
fosas húmedas,
no claudicarían en el apuro
por paraísos terrenales.
Vi su mano una caricia sobre el
lomo del fusil una fria madrugada.
Ya no habría de importar si la
violencia es dulce cuando la
empuña el débil y decadente
cuando el imperio en las sombras
se jacta gendarme de nuestras
vidas.
Dura en su rostro la voluntad
abrió una huella y ya no pudo
retroceder.
Predestinada para morir con
fundamentos y yo temblando
de invierno en un tumba
donde no está.