Angustia matutina
Publicado en May 06, 2011
Lo cierto es que ya hace horas que amaneció y ella sigue en cama, media dormida, media asustada aún, media deprimida, no sabe que hacer, otra vez él la ha amenazado. Las imágenes de palizas anteriores se repiten en su mente, el terror se apodera de su cuerpo, como una trampa la paraliza y la amedrenta, tiembla, palidece, siente que le falta el aire, que desfallece, la idea de morir recobra valor, y lo desea, sí, desea la muerte con fervor, cómo un delicioso brebaje de liberación, porque ve en ella la única salida de ésta miserable vida. Ya no sabe que creer, que hacer, se siente pérdida, se da asco, se sienta tan sola en la vida, llora, llora desgarradoramente, porque se haya olvidada, desprotegida, humillada, ultrajada por aquel a quien se entregara con pasión, aquel a quien le entregó los mejores años de su vida. Dos hijas tuvo con aquella bestia se dice ahora, cómo fui tan tonta, piensa en los consejos de su madre, recuerda la última conversación “tú siempre con tus cosas, mamá, te traiga quien te traiga, le vas a encontrar algo, Ignacio es un hombre maravilloso, me trata como una muñeca…” “no sé hija, ojalá me equivoque, pero ese hombre esconde algo…no sé como explicártelo, llámalo intuición de madre”…hay mamita si yo te hubiera escuchado, y si supieras lo que éste hombre me ha hecho, no lo soportarías, ni menos papá, por eso he callado, por eso no he pedido ayuda, incluso la vez que me encontró en el suelo la metiche de mi vecina…tuve que decirle que me había tropezado, claro que ella se dio cuenta que mentía, pues mi nariz y mis labios rotos estaban inflamados y no había alcanzado a ponerme hielo, como lo hacía otras veces, antes de que llegaran las niñas. Mis niñitas, sólo ellas me mantienen viva, debo protegerlas de ese demente, quizás que pudiera hacerles en mi ausencia. Debo levantarme y meterme luego a la ducha para que la Lucia no se de cuenta de nada, esa mujer es tan callada, pero su mirada me hace tanto daño, pese a su condición de mujer de pueblo, me demuestra que vale más que yo, no por nada sigue sola cuidando de sus tres hijos, y por sobre todo ningún hombre nunca la ha tocado. En cambio yo criada en los mejores colegios de monjas, viviendo en éste condominio, con estudios, preparada, con viajes a Europa, no he sido capaz de hacerme respetar, no he sido suficientemente mujer para impedirlo. Me siento ahogada en ésta jaula de oro, sin poder salir, porque no sabría que hacer con mi vida, cuantas veces he estado tomándome un café en el mall, en aparente libertad, y siento el collar que me apresa, el que me tira y me devuelve a la jaula, me devuelve a su dominio, a su pertenencia, si porque eso soy, algo que le pertenece, una cosa más de colección, entre tantas que posee, algo para mostrar al resto, como uno de sus trofeos. La mujer se levantó y contempló su desnudez en el espejo, aún se conservaba, aún podía ser deseable ante la mirada de los hombres, pero por dentro estaba hecha trizas, sentía que hedía a pestilencia, estaba condenada a resignarse a ésta vida, porque su ser interior no valía, su esencia se había desintegrado desde el primer momento que ese hombre le puso una mano encima. El arrepentimiento no se hizo esperar, y un viaje a Machu Pichu, fue el antídoto para que ella nuevamente creyera en él. Después vino el primer embarazo, todo parecía volver a la normalidad, hasta que ella pensó en sacar un magíster en economía. Las clases, los compañeros de Universidad, fueron el detonante esta vez, para que aquel celópata descargara su ira una vez más.
Camas separadas por un tiempo, no fueron lo suficientemente efectivas, y una noche de reconciliación volvió a embarazarse, dejando de nuevo sus estudios congelados para la satisfacción de Ignacio, que volvió a comportarse como un dulce galán, atento y cariñoso padre de familia. Pero las cosas duraron sólo los primeros meses, llegadas tardes, alcohol en las venas, y su embarazo no fue impedimento para que él la castigara nuevamente. Aquella noche, sintió que su cuerpo se partía en mil pedazos, que había sido finalmente despojada de la pertenencia de su propio ser. Toco fondo. Cayó en cama y se sumió en una depresión escondida tras el embarazo. “Que está muy débil por la guagua”, “que la llevaremos a la casa en la playa”, nada podía traerla de vuelta, caía y caía en el pozo de la miseria y la degradación. Él se alejó al parecer a causa de una amante, ya no importaba, nada importaba, moría, lentamente moría. No tuvo leche para amantar a su nena, tampoco le importó. Fue internada por depresión post parto. El tiempo andaba a paso cancino por su lado, mientras desde su silla de ruedas veía como se le escapaba lo último que le quedaba de vida. Entonces vino la terapia, apareció el doctor Gutiérrez que fue su tabla de salvación y quien la derivó con Hernán el sicólogo de la clínica donde estaba internada. Un año más tarde, salía como una mujer renovada, dándose una segunda oportunidad. Se refugió en su papel de madre y todo se acomodaba a la normalidad. Incluso al parecer la relación extramarital que llevaba él estaba adquiriendo tal estabilidad que decidieron separar dormitorios. Todo hubiese continuado así, si aquel amigo de la infancia no le hubiese escrito a su correo y le mandara su libro de poemas con dedicación y todo que Ignacio encontró en su velador anoche. Lo había recibido hacía un mes atrás y el hecho de mantenerlo oculto todo éste tiempo no hizo más que encender la mecha de los celos, que terminó haciéndole perder el control al punto de abalanzarse sobre ella y amezarla de forma desmedida. Aún tenía en sus hombros las marcas de sus manos opresoras, como también en sus muñecas delgadas. El agua de la ducha corría por su cuerpo, entre lágrimas, quería lavarse la pena de su piel, de su alma, de su corazón, de su vientre, pero iba haciéndose más pequeña, más insignificante, más lastimosa. Con la bata cubriendo su cuerpo se sentó en la cama, y leyó uno de los poemas de amor, disfrutó de cada verso, pero la pena le brotaba a flor de piel, por darse cuenta que nunca fue y sería amada de esa forma. Se dirigió al balcón con el libro en la mano, el sol le besó calidamente, miró el pasto del jardín y pensó en saltar, cuando la voz de Lucía le sacó de su letargo. Señora, le traía el desayuno –dijo la mujer con tono mesurado. Gracias, deje la bandeja sobre la cama por favor Lucía. Señora va a ser un lindo día, no se olvide que hoy es el acto del día de la madre y ya se le está haciendo tarde, y las niñitas no se lo perdonarían. Esas palabras calaron profundamente en su interior. Tienes razón Lucía, ellas no me lo perdonarían – respondió. No me lo perdonarían, no me lo perdonarían, se repetía, mientras buscaba que ponerse. *****
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Fairy
Fairy
Abrazo
Sachy
Emme
Como siempre tus textos impecables, realmente eres muy talentoso me alegra haberte encontrado entre toda esta gente. Saludos, Emme.
Esteban Valenzuela Harrington
Tú siempre tan sensible, sorry lo que menos quiero es hacerte llorar. Pero para que veas que no todo lo que escribo es tan malo, te invito a leer un texto que se llaman Afrodisíacas las pulgas? que publiqué un tiempo atrás, al menos para ver si ese te hace reír, y así no sentirme tan mal contigo.
un abrazo,
Esteban
Fairy
Un gran abrazo
Sachy
Esteban Valenzuela Harrington
La verdad es que es una realidad más habitual de lo que uno cree, y ciertamente toca todos los estratos sociales, lo que pasa es que en la clase baja, está tan inserto que casi se toma como normal, y nadie se admira, en tanto en un estrato más alto, se esconde, a pesar que cada toma más fuerza, lamentablemente, muchas mujeres prefieren callar por no perder esa buena vida, si es que se le puede llamar buena vida.
Saludos,
Esteban
Juana de Arco :)
Una cruda realidad que muchas mujeres viven independientemente de su status social.
Un abrazo
Rita