Burlescas ocurrencias de un albatros llamado amor.
Publicado en Jun 16, 2011
Quizá comenzó como una simple búsqueda de un nuevo y fresco capricho. Capital mayúscula comienzo de aquel amor, una carrera de a dos con nuestras calles como pista y la esquina como línea de meta. Y de premio la luna, tan hermosa e histerica como la mujer que es, que ni siquiera se presentó aquella noche. Una excusa de danzas y lluvias para llevar a cabo aquel inicio tan mágico e irreal, terminó siendo un clásico y un hito en la historia de nuestros corazones, o al menos el mío. Y nuestras manos que se encontraron y nuestros brazos que no podían soltarse y nuestras bocas enfadadas con el reloj que te llamaba a tu rutina y anulado mi sentido de supervivencia, me separé de vos olvidandome una parte de mi ser que al final jamás pude recuperar.
Luego fue tiempo, fueron meses, fue pasión, fue pelea, fue amor y desamor y no tanto amor, y amor de veras, y amor de mentira, y amor que era odio y odio que nunca era amor, cartas y otra carta, y amor que existió y no existió. Luego montaña rusa, vacaciones, amor, menos amor, pelea, cuervos y buitres y drogas y mujeres y hombres. Y mucha locura y entrega, descubrimiento, perdon, mas odio que nunca. Menos amor que jamás, mas amor que el de dos humanos, menos que el de dos infelices. Y el dolor, tanto que no se puede explicar. Y la verdad, tanta que no se puede reproducir. Y el odio, tanto que no lo puedo entender. Antiguos habían predicho, sabios lo habían confirmado y luego un mentiroso se llenó de dinero con aquel veintiuno que fue fin de un mundo al menos. Y el rencor no vino a cenar ni se quedó a dormir, y Barrett que suena en unos auriculares, lejos de aquellas miradas que no sirven en la vida real ¿Real? ¿Vida? Qué conceptos che, qué conceptos que manejamos con tanta soltura que cualquiera podría adivinar que sabemos de qué carajo estamos hablando. O quizá muerte e impuestos y cornamentas, tan inevitables como una mermelada untada en un pan y aplastada contra el suelo, luego de una vil caida seguida por un giro que indudablemente había sido pronosticado por la ley de la mala onda. Pero es mas facil, siempre será mas facil hablar de muerte en lugar de vida. Es decir, ¿Qué tan facil es vivir? ¿Qué tan facil es morir? Nada facil, demasiado facil en respectivo orden. Uno necesita solo de un gatillo, una cuerda, una pastilla de más, un salto, un filo. El otro precisa de tiempo, de amor, de amigos, de enemigos, de familia, de ganas, de sexo, de dinero, de alimento, de música, de cine, teatro, agua, celulares y falsa conciencia burguesa de pantuflas y café caliente. Y la desición esta vez, fue terminar con muerte y no con vida. Era mas eficiente y menos confuso. Tan lineal como tremendo, un puf! y a otra cosa mariposa.
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