En el centro de la cama estamos
como los caracoles: apegados al cuerpo.
Me besas y me muerdes en el medio del cuarto
penetrando mi piel con mordiscos mojados.
Es tu melena aquello bello que me latiga.
Es tu respiración la que secó mis lágrimas.
Es tu cuerpo de vaho aquel que me rodea
y me hace sentir locuras inginales.
Vaciando nuestras sombras en esta hora insólita
solos nos sometemos a vivir en las flamas.
únicamente la vida para llenar tus brazos.
ünicamente mis manos para frotar tus senos.
Los reflejos nos miran pasando en sus barcazas
y en la fogosidad de nuestra pasión se inflaman.
Ardo y ardes en mí y nuestra piel destella
mientras vamos volviéndonos caricias y arabescos.