Un Olvido Mortal
Publicado en Jun 30, 2011
Un Olvido Mortal Ya es domingo, día de visitas, claro que desde que mi familia me encerró en éste manicomio supuestamente para curarme de una enfermedad que no tengo o que al menos yo no veo, no ha venido a visitarme, pero yo siempre espero impaciente por que ya deseo salir de aquí, las cosas que pasan aquí en realidad me están volviendo loco, veo cosas que me perturban que no me dejan dormir y además, sé que pueden llegar a hacerme daño o incluso a extinguir mi vida para siempre. Se cierran todas las puertas, ya son las 6 de la tarde, mi compañero de habitación me mira con tristeza y en sus ojos puedo ver que se siente mal porque ha pasado un domingo más sin que nadie venga a visitarme, pero eso ya no importa, después de cuatro misteriosas muertes en éste centro de sanación mental, es evidente que debo preocuparme por otras cosas, después de las 8:30 PM llegan esas palabras tan abrumadoras y que nos llenan de temor a todos nosotros “Apaguen las luces” de pronto todo es obscuridad, tan solo se cuela un trémulo y tenue rayo de luz generado por la luna a través de las altas y pequeñas ventanas que rodean la habitación, mi compañero se cubre todo el cuerpo con la cobija, ni si quiera deja su cabeza fuera de ésta y yo tan solo observo el techo invocando lo que he pensado cada noche desde la primera vez que fui internado aquí “Para que vivir”. A las 3:30 AM un grito ensordecedor y espantoso nos llena a todos dentro del centro de sanación de un escalofrío tan mórbido y helado que nuestros cuerpos yacen pétreos ante cualquier movimiento de ayuda, después de unos cuantos segundos los gritos cesan y se oye una risa proveniente del más obscuro de los mundos de ultratumba, es como si con un solo sonido se lograra estremecer a todo el planeta que decide ignorar su procedencia, los médicos y hombres de seguridad lentamente se acercan a aquella habitación donde ocurrió el hecho, una enfermera se aferra a su camándula mientras reza a un dios que se ocupa de otros asuntos, uno de los hombres de seguridad asoma su cara a la ventana de la puerta de la habitación y en sus ojos se refleja el pánico que produce lo desconocido ante los humanos, el doctor abre la puerta y mientras ve la escena ordena llamar a la policía y manda a cerrar y asegurar todas las puertas y ventanas de aquel centro de sanación mental, mi compañero destapa su cara y me mira con unos ojos de ingenuidad tratando de buscar en mi unas palabras de consuelo para tranquilizarse, pero para su desgracia lo único que pronuncian mis labios suavemente y con mucha tranquilidad son las tres palabras que él jamás querría escuchar “ es nuestro turno”, el vuelve a tapar su cara y yo sigo mirando hacia el techo esperando con ansias mi turno de morir. De pronto escucho un ruido en los ductos de ventilación que recorren las instalaciones de la infraestructura del sanatorio, abro los ojos y veo la escotilla de mi habitación abierta, pero no hay nadie tras ella, así que decido entrar en el ducto para observar, mi compañero me mira y con su cabeza hace un gesto de negación ante mi acto, pero ya es demasiado tarde la intriga se había apoderado de mí, subo y no veo nada, así que empiezo a moverme por todo el ducto, no sé si fue causalidad o el destino quería que yo llegara allí, pero mis ojos se postraron a través de la escotilla sobre la habitación donde ocurrió el asesinato, los policías están haciendo el levantamiento del cadáver, ¿Cuál cadáver? Eso no era un cuerpo humano, tan solo era la piel, no habían órganos no había sangre, tan solo una tremenda y vistosa cortada vertical en toda la espalda así separando su piel y quedando tendido en el suelo como aquellos viejos tapetes de tigres u osos que se ponen en la casa de los cazadores por vocación, una escena definitivamente no acta para cuerdos, pero entonces recordé que si yo estaba allí en ese centro no era precisamente por mi cordura y sonreí levemente con satisfacción, no sé si fue el misterio del asesinato, la forma o el asombro de los policías, solo sé que lo desconocido y misterioso me excitaba de una manera que ningún placer lo podía hacer, quería ver más, quizá quien cometiese los crímenes me conocía muy bien y fue por eso que me regalo el don de poder observar dejando la escotilla de mi habitación abierta, oh que dulce regalo pensé mientras volvía a mi habitación. Abro los ojos y ya es de día, mi compañero me observa y con su mirada me refleja que lo que yo hice anoche no estaba bien, pero yo solo me levanto lo miro y le digo unas cuantas palabras para tranquilizarlo, abren las puertas y salimos a darnos una ducha y a desayunar, el ambiente es muy pesado, los enfermeros están aterrorizados, hay unos cuantos policías observando el área de juegos y la sala de televisión, pero solo una persona refleja una alegría en su rostro que logra tranquilizar a muchos de nosotros, es aquel viejo amigo de 74 años de edad, de los cuales ha pasado 40 años aquí, el maniaco John Smith, ya nadie lo llama por su nombre, todos le dicen el maniaco, por qué, no lo sé, cuando yo llegué aquí ya se apodaba así, de pronto se me acerca y me dice, él está aquí, sí, todos creen que es un demonio o fantasma, incluso los tontos policías dicen que es un asesino en serie, pero no, es él, ha venido a salvarnos, a llevarnos a su reino para que juguemos con él, es así y por eso estoy tan alegre porque ésta noche es mi turno de partir con él, yo lo miro y tan solo le digo unas pocas palabras que asombran al resto de los internados “me alegro por ti”. Pero, después de unas horas viendo aquellos estúpidos programas de hoy en día, me surgió una duda, ¿Quién es ÉL?, porque el maniaco lo mencionó, acaso sabe algo que el resto no, así que me pare del sillón y me acerque a la mesa donde se encontraba, al instante que me vio me invitó a una partida de ajedrez, mientras jugábamos le pregunte aquella duda que empezaba a dar vueltas en mi cabeza y que tenía que resolver, él no quería responder, su excusa era que si me decía entonces no vendría ésta noche a visitarlo, pero que me iba a dar tan solo una pista, a lo que me dijo que era quien yo menos me podría imaginar, pero que sin duda alguna era un enviado del cielo, porque siempre antes de matar a su víctima les tenía que dar algo único en el mundo, ¿algo único en el mundo? Le pregunte a lo que respondió que sí, la próxima vez fíjate en las caras de todos los que han muerto y les veras reflejada una sonrisa que tan solo un ser especial podría dibujar allí, y yo le dije, creo que entonces por mí nunca vendrá, pues no creo que nadie logre dibujar una sonrisa en mi rostro, ni si quiera mi propia familia y el maniaco me mira sonríe y me dice, quizás si o quizás no…jaque mate. Se levantó y se fue, yo me quede allí sentado sin saber qué hacer ni que pensar, pero en ese momento una enfermera dijo que era hora de almorzar así que me levante y me dirigí al comedor. En el comedor, busque de nuevo asiento al lado del maniaco John y le pregunte ¿pero cómo saber cuándo viene por uno? Dime, ¿Por qué dices tú que vendrá hoy por ti? Y me dijo, porque ya son siete días de completa alegría, cuando pasas mucho tiempo feliz por algo, el día que viene por ti te deja un regalo para que lo disfrutes por tan solo ese día y hoy cuando desperté ese regalo estaba sobre mi cama, algo que siempre quise antes de llegar aquí, es más, es la razón principal del porque me internaron, mis ganas de cosas invaluables me llevaron a actos que jamás imagine y hoy, me regalo esto, mientras sacaba de su bolsillo algo envuelto en un papel, pero aquel papel estaba manchado por algo que parecía sangre, cuando lo desenvolvió me causo un gran asombro, era un corazón humano, cuando vio mi rostro me dijo, hoy aprendí que en la vida tan solo existe una cosa invaluable, el amor, es ese sentimiento el que bombea la energía a nuestros cuerpos y corazones para darnos pie de seguir viviendo, por fin después de mucho buscar encontré el objeto más valioso para el ser humano, el corazón y es para mí la mayor alegría del mundo saberlo, por eso sé que viene hoy por mí. De nuevo son las 8:30 PM y vuelven aquellas palabras que nadie quiere escuchar, excepto ésta vez por dos personas, el maniaco John y yo, “apaguen las luces” mi compañero, vuelve y me mira y se cubre de nuevo de pies a cabeza con su cobija, yo estoy ansioso por escuchar aquellos gritos que emergen en medio de la noche para subir por la escotilla hacia los ductos y ver en la habitación del maniaco John los sucesos que ocurrirán, el asombro de los policías y doctores, de pronto llegó el momento, escuche aquel grito de dolor y placer, ese grito que por un momento volvía cuerdos a los locos y locos a los cuerdos, en ese momento salte de mi cama y me dirigí por el ducto de ventilación hacia la alcoba de John y cuando llegue, lo vi, todos desconcertados, ni una sola pista, ni un solo rastro, tan solo la felicidad en la cara del cadáver pero ésta vez, el cuerpo tenía el doble de órganos de lo normal, dos corazones, cuatro pulmones, etc. Pero hubo algo que me causo mucha intriga, su compañero miraba con un terror infinito hacia el techo sin querer bajar la mirada, y de pronto mi mirada se cruzó con la de él, no sé qué le paso pero cuando vio mis ojos sonrió y se tranquilizó, y cuando uno de los policías dijo, cuantos más asesinatos habrán, yo respondí en voz baja, “espero que muchos” y volví a sonreír, que satisfacción me causaba observar esto, podría pasar toda mi vida haciéndolo, volví a mi habitación y ésta vez me dormí con una alegría rebosante en mi rostro. Amanece y aquellos internos que logran abrir sus ojos una vez más quieren vivir ese día como si fuese el último, el pánico y el terror ya se ha posado sobre las instalaciones de la institución y hasta los suicidas quieren vivir, nadie quiere dormir, nadie quiere la noche, solo desean encontrar a quien comete los crímenes para volver a la vida cotidiana, donde los doctores son los temidos victimarios y no un ente que nadie conoce, las enfermeras todas han pedido ya su traslado y ningún doctor quiere mandar a la habitación a ningún interno, se ha convertido en un circo maniaco, lúgubre y terrible para todos, bueno, al menos para la mayoría, porque yo he disfrutado cada segundo desde que observo los rostros de todos, en sus caras se refleja su apego por la vida, su miedo a lo desconocido, es hermoso, ahora entiendo por qué los asesinos en serie no pueden dejar de cometer crímenes, es ese olor de la sangre, esa confusión que genera a todos la misteriosa muerte, ese sufrimiento en la victima lo que motiva a seguir cometiendo el mismo delito una y otra vez, yo creo que soy feliz desde esto, ya no me importa mi familia, ni mis amigos, tan solo tengo aprecio por quien me ha dejado observar esto, quizá alguien que noto mi sufrimiento, decidió que era hora de que fuese feliz. Ésta es ya la séptima noche desde que he podido observar cada asesinato, soy tan feliz, quien será el próximo, quizá un doctor, el director u otro enfermo mental, ya hace dos horas que se han apagado las luces, miro a mi compañero y como siempre cubierto por completo, a veces me pregunto cómo hará para dormir así, debe ser sofocante, de pronto me percate que sobre mi nochero había una nota, vaya descuido, ha de estar ahí desde la mañana, así que tome la nota y me moví hacia la única parte de la habitación donde la luna da un poco de luz, la abrí lentamente y me sorprendí, la carta tenia escrito con sangre las siguientes palabras que me asustaron sobremanera “Espero que te hayas divertido, porque ya es tu turno.” Mire hacia la escotilla y la encontré cerrada, estaba tan asustado que caí en cuenta que hasta yo tenía un poco de amor por la vida, que no quería morir ahora que había encontrado un motivo para vivir, así que lo único que se me ocurrió fue despertar a mi compañero para que me ayudara, bueno, no creo que fuese de mucha ayuda pues era sordomudo, si me asesinaban como iba a expresarse, como iba a contar quien fue o al menos como fue, pero ¿qué iba a hacer?, de pronto pensé que ya algo se me ocurriría me acerqué a su cama y levante la cobija, y lo que vi me asombro más que cualquier otra cosa en el mundo, no había nadie, tan solo encontré unas almohadas de forma tal que formaban la figura de alguien bajo la cobija, de mi salió un suspiro de decepción pero a la vez de aclaración, claro, quien más podía ser, era mi compañero el asesino, por eso la escotilla estaba abierta, por ahí salía todas las noches y volvía cuando ya estaba dormido, no puede ser, ¿ hora qué haré?, de pronto sentí un dolor que nunca había sentido, no tuve tiempo de voltear a mirar, pero sabía que era él, estaba acuchillándome quizá, sentía como rasgaba poco a poco mi piel, no grite, no hice nada, solo trate de imaginar a mi familia, deseando que todo estuviese bien, ese sería mi último recuerdo antes de morir, todo se nublo lentamente y mis ojos se apagaron. Abrí los ojos, y no pude notar donde estaba, solo sentía un inmenso dolor en mi espalda, de pronto llego una enfermera y grito “despertó, despertó” los doctores me miraron y dijeron, que bueno, has despertado, miraremos como están tus síntomas, yo no entendía nada, no sabía qué hacer, cuando un doctor se me acerca y me dice, “vaya que tienes suerte” después de dos días quizá pude salir del hospital donde estaba pues tenía que ir a la policía para unas preguntas que deseaban hacerme, una vez allí me sentaron y empezó el interrogatorio, ¿sabes quién eres? Si, claro que lo sé, ¿Por qué no te mato? No lo sé ¿Sabes cuáles fueron sus últimas palabras? A lo que sonreí y le dije, creo que ningunas porque era sordomudo y el policía me miro y me dijo “no, no lo era” entonces quien era, en verdad deseas saberlo, pero por supuesto, era tu único pariente y tú jamás lo reconociste, después de tanto investigar encontramos que fuiste tú quien lo interno allá, después la culpa te mato y te hiciste pasar por loco para internarte allí y pedirle perdón, pero jamás lo hiciste, algo paso contigo y queremos saber que, no lo sé y mi familia, mis hijos, mi esposa, que paso con ellos, no tienes, nunca has tenido, recuerdas que tú abandonaste todo por una oferta de dinero, hasta a tu hermano, el que creías sordomudo, a lo que respondí agitadamente, no, no puede ser y de pronto volvieron a mi mente todos esos recuerdos, mi hermano, pero por supuesto, que he hecho soy un monstruo, ¿y que le paso a él, está bien? No lo creo, te iba a asesinar pero por alguna razón no lo hizo y se suicidó, dejo éste sobre, creo que es para ti. Me fui para mi apartamento, los doctores me habían dado de alta tanto en el hospital como en el centro de rehabilitación, abrí el sobre, y allí estaban plasmadas las letras que más me habían conmovido en mi vida “Hermano mío, no sabes cuánto te quiero, tuve que asesinar a muchas personas para no hacértelo a ti, para evitar mi rabia cada vez que te veía, pero logre encontrar una forma de que no sospecharan de mí, aunque la verdad quien más me ayudo fue una enfermera a la cual le agradaba demasiado, ella siempre limpio la escena antes de que llegara la policía, pero eso es algo que no contaré más, pues lo importantes que quiero que sepas es que la noche que no me pude contener, cuando por fin descubrí que te habías olvidado de mí y que era imposible que me recordaras ya, decidí matarte, pero cuando estaba apuñalando tu espalda, sacaste debajo de la almohada una foto, una foto que nunca te había visto y la tomaste fuerte en tu mano, fue cundo la vi, éramos nosotros dos de niños con mamá, eso me conmovió, me partió el corazón y no lo pude hacer, no olvides cuanto te quise y espero que seas muy feliz.” De pronto supe todo, fue tan grande la culpa que sentí por haber internado a mi hermano allí que mi cerebro suprimió su recuerdo, y aquella foto que yo creía eran mi esposa y mis hijos, éramos él y yo con mamá, no sabes cuánto lo siento exclamé. Durante varias horas se escucharon los lamentos de un hombre, de pronto en medio de la noche sin luna, se escuchó en el edificio “Apaguen las luces” y un fuerte disparo sonó, cuando la policía llego encontró a un hombre que se había suicidado y tenía una foto en sus manos, por detrás de ésta decía, “Perdón, mi querido hermano, ya pronto nos veremos” FIN Camilo Andrés Henao
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