El Ritual
Publicado en Jun 30, 2011
El Ritual
Oscuridad total a su alrededor, no alcanzaba a ver ni sus propias manos, el ambiente un poco húmedo y con algo de niebla, no sabía dónde se hallaba, trató de calmarse y de reflexionar de lo que pudo haber sucedido, el porqué de encontrarse allí, primero intentó creer que estaba en su habitación, que la niebla y aquella humedad no era más que una consecuencia de haber dejado la ventana abierta, pero inmediatamente, supo que no era posible pues no había razón alguna para aquella oscuridad, pensó que si fuera de noche las luces artificiales darían un trémulo resplandor al techo lleno de estrellitas y afiches, si fuera de día la luz artificial alumbraría con gran intensidad su acogedora morada, -¿Dónde estaba?- Se preguntaba nerviosamente, después de un tiempo, empezó a inspeccionar en su mente, tratando de encontrar un recuerdo, algo que le diera una explicación, una vez que se calmó, fue encontrando imágenes, palabras, sonidos, olores, rostros y de pronto, lo recordó. Un día antes, quizá, la verdad no sabía si había sido un día antes o hace muchos días, no podía dar fe de cuánto tiempo llevaba allí, pero empezó a recordar, una mañana se levantó diferente, era el fin de un gran ciclo, sabía que su tiempo había llegado, que era ya la hora de agradecer a la luna y a aquel dios del bosque, ese roble majestuoso y sabio que se situaba al fondo de un hermoso jardín, éste era demasiado grande y lo adornaba un bello paisaje al atardecer, en una parte de éste se situaba algo parecido a un sarcófago o tal vez una pequeña iglesia, su aspecto era pétreo y lúgubre, su arquitectura en un estilo muy gótico, tenía dos imponentes columnas a cada lado de la fachada, en la punta de cada una de éstas había una cruz, en la mitad una gárgola, el color de toda la obra era gris, su puerta, majestuosa y de gran tamaño, era completamente hecha en hierro, tenía unas figuras, tal vez celtas, en su parte exterior, aquella construcción no tenía ni una sola ventana y la entrada era completamente sellada, por tanto, nunca supo cómo era por dentro, siguió recordando y entre sus imágenes encontró que después de pasar por aquella construcción, se dirigió al roble, sacó un pequeño mantel rojo, adornado por cinco pentagramas, cada uno de estos tenía el nombre en latín que representaban el fuego, el aire, el agua, la tierra y el espíritu, lo tendió sobre el suelo y en seguida tomó de su bolso unas velas negras, una copa plateada, unas semillas, un pequeño y viejo libro celta y un vestido blanco con unos delgados rayos plateados en sus mangas largas y dos grandes rayas celestes que bajaban por todo el vestido como una hermosa cascada de agua cayendo a la nada, de inmediato se lo colocó, encontrándose lista para empezar. Luego de una hora allí, eran las seis y media de la tarde, empezaba el atardecer y la silueta del roble se dibujaba en el cielo como si el mismo Miguel Ángel la trazara con el más fino y delicado pincel, el firmamento era carmesí y las nubes que eran pocas se rellenaban de un color naranja, el sol ya se había ocultado por completo y la noche llegaba a rodear el jardín, después de que la oscuridad cubrió la noche, la luna estaba imponente en el cielo, las estrellas brillaban más que en cualquier otra época y aquella hermosa diosa de la noche iluminaba en la oscuridad de tal manera que se alcanzaba a visualizar todo el jardín, tomó de su bolso un candelabro plateado para tres velas, luego, con una gran sutileza, colocó las velas en el candelabro y las prendió, puso el candelabro sobre el mantel, llenó la copa de una botella de vino que traía en el bolso, después llevó la copa y la botella sobre el mantel, levantó el libro, pronunció tenuemente al viento unas cuantas palabras y lo abrió, se dispuso a leer unas pocas páginas de éste en voz alta, todos los animales nocturnos le hacían un cantico para acompañar su oraciones y ella disfrutaba de ese sonido cada vez más, cogió las semillas y las arrojo al pie del árbol mientras danzaba, la noche le regalaba la más hermosa melodía y ella le correspondía con una danza de agradecimiento, el sonido cada vez era más bello y fuerte, ella a medida que pasaban los minutos sentía como estallaban los sentimientos en su cuerpo y su alma, aquella sensación la excitaba y relajaba, era algo que solo se podía vivir y sentir una vez, sabía que aquella experiencia jamás se repetiría, las horas pasaban y ella no se podía controlar, la música, el vino, el viento que jugaba con ella como si fuese la más bella musa y ella que jugaba con él como si fuese su único amado, como si fueran uno pero a la vez todos, la luna que la observaba y las estrellas que morían por ella, la fueron llevando a un estado tan alto de excitación y exaltación que de pronto llego a un clímax inolvidable, indescriptible y apasionado, luego de este jubilo de sentires, inmediatamente cayó tendida sobre el suave césped del jardín, con una sonrisa tan hermosa y natural que la misma luna perdió su brillo ante tal gesto de placer y satisfacción, sus ojos se empezaron a cerrar, se sentía con sueño y cansada por aquel ritual. Sus oídos captaron un sonido tenue que después se empezó a hacer más y más fuerte hasta el punto en que salió de su trance por el sueño y abrió los ojos, era un aplauso, miro hacia atrás y vio parada al pie de su cabello una dama, de inmediato se levantó -¿quién eres?- preguntó asustada, aquella dama sonrió mientras la miraba fijamente, -mi nombre es Briana, ¿y tú cómo te llamas?-, preguntó sin vacilar, -me llamo Isobell- le contestó mientras iba saliendo poco a poco de la confusión del momento, -que lindo nombre tienes Isobell- dijo aquella extraña mujer, -observé que hacías un ritual, así que decidí acercarme, pero te vi tan hermosa y concentrada en tu baile que decidí no interrumpirte pues no deseaba que la noche dejara de disfrutar de tal hermosura- … hubo un momento de silencio entre ambas, solo se escuchaban los grillos a lo lejos, -gracias, veo que tú también traes un vestido parecido al mío, ¿acaso conoces sobre todo esto?-, preguntó Isobell, Briana la miró dulcemente mientras le explicaba que ella también venia de descendencia celta y venía a realizar su noveno ritual, que por la reacción que había visto en ella notó que era la primera vez que lo hacía, luego, duraron unas horas dialogando hasta que empezó a salir el sol, decidieron verse otro día para continuar con su charla, se despidieron y cada quien tomo su camino. A la siguiente noche quedaron de verse en aquel mismo jardín, pero ya lejos del roble, pues Briana la había invitado a una ceremonia que le realizarían a la diosa madre. Cuando llegó, se encontró con que había unas gaitas, tambores y flautas, todos iban vestidos para la ocasión y por supuesto llevaban vino e hidromiel, hicieron la celebración, Isobell notó que Briana era la sacerdotisa de aquel clan y que la respetaban mucho, aunque todos quedaron enamorados por la forma en que bailaba a la luna Isobell lo que hizo que se ganara el respeto y la acogida del pequeño clan lunar, conoció a bastantes personas que nunca imaginó que existieran y por una vez en toda su vida, Isobell sentía que era recibida como en una familia, estaba tan alegre que le fue inevitable derramar unas cuantas lágrimas de agradecimiento a la luna. Estaba Isobell en su casa, se preparaba un té de hierbabuena mientras pensaba en todo lo sucedido esa noche, supo que por fin tendría amigos que compartieran lo más importante en su vida, sus creencias y respeto por la naturaleza. Una vez estuvo el té lo bebió y como era su costumbre se fue a dormir a las cinco y treinta de la mañana, cuando empezaba a salir el majestuoso y hermoso sol. Eran ya las seis de la tarde, cuando de pronto tocaron a su puerta, ella abrió y de inmediato reconoció a uno de los del clan, lo invito a pasar mientras le ofrecía algo de té del que había preparado en la mañana, él lo acepto y empezó a dialogar con ella, tomó un pequeño sorbo de té, la miro fijamente mientras le comentaba que estaba muy preocupado por ella, pues no creía que tuviera la experiencia para manejar los asuntos que se manejaban en el clan y que le quería recomendar que se saliera de éste antes de que fuese tarde, Isobell una mujer siempre dada a los retos le dijo que no lo haría, que por fin se encontraba feliz de hallar un grupo como el clan y que jamás se iría de allí, aquel hombre bajó su mirada bebió otro sorbo de té, -creo que natura me ha dado una misión que requiere sacrificios y esa eres tú- le dijo con voz suave y melancólica. Se levantó beso su mano y se fue. Isobell se arregló un poco y salió para su universidad, ella estudiaba lenguas muertas y literatura, era una gran estudiante y no le gustaba faltar a sus clases a no ser que fuera por causa de un ritual, una vez llegó a su aula, se sentó al lado de la ventana, siempre le había gustado hacerse allí pues los arboles le brindaban compañía, estaba muy concentrada mirando hacia afuera, viendo aquellas personas que sufrían día a día, que caminaban sin sentido alguno y que nunca trataban de salir de la rutina, cuando de pronto entre todos éstos observó una persona, llevaba una cogulla, de esas túnicas con capucha, se quedó mirándola fijamente y la señalo, sacó un libro negro y levanto su mano hacia la noche, haciéndole entender que era su blanco, como una especie de enemiga, cuando miró bien aquel libro pudo reconocer un libro de hechicería, tal vez podía ser uno de tantos que perseguían a los de su cultura para eliminarlos, entre los neopaganos se veía mucho estas guerras, ella simplemente le hizo un gesto de desaprobación e invocó a la luna para su protección, eso la tranquilizó un poco. Al salir de su Universidad, reconoció a quien había ido a su casa en la tarde, con quien había dialogado sobre lo del clan, él la llamo mientras le daba a entender que la acompañaría hasta su casa, -pero antes debemos hacer una parada en un sitio- le dijo de manera misteriosa, Isobell acepto sin ningún reproche, en el camino él empezó a hablar sobre sus estudios y que le parecía muy interesante lo que ella hacía, también se presentó, su nombre era Alan, le contó que ya hace 15 años que practicaba la brujería y hechicería, que era un apasionado por la alquimia, dialogaron un buen tiempo y llegaron a un lugar, la invito a pasar, la presentó ante todos como su amiga, saludo rápidamente y se fue, pero no salieron por donde entraron si no por una puerta oculta que daba a otra calle, -es mejor tomar otro camino- le dijo sutilmente, la acompañó a su casa y una vez allí le recordó que no estaba segura, que si lo necesitaba podría contar con él sin importar la hora. Esa misma noche Briana llegó a su casa, se sentaron y hablaron un poco, Briana se levantó y le dijo que le prepararía una bebida especial que quería darle a probar, Isobell se sintió muy honrada y con el mayor de los gustos aceptó, mientras Briana preparaba la bebida, por esas cosas del destino, notó que dentro de su mochila había un libro que no era de ella, así que lo tomó y lo empezó a mirar, cuando lo abrió en la primera página se encontró con un texto escrito, “Quiero que leas con mucha atención la página 113, pero ten cuidado de que nadie se dé cuenta de lo que estás leyendo, porque yo no te lo puedo decir, pues de pronto podrían escucharnos. ALAN” Isobell fue directamente a esa página, allí hablaban sobre las sacerdotisas y los sacerdotes, subrayado encontró que para ascender y dirigir un mayor clan debían tener por lo menos diez rituales realizados, pero el ritual número diez no debía ser un ritual común, pues en éste se debía ofrecer a la noche un alma joven que no tuviese demasiado conocimiento de los hechizos, rápidamente recordó que Briana pronto realizaría su ritual número diez, esto la puso un poco alerta, pero decidió seguir como si nada, Briana ya había hecho la bebida e invitó a Isobell, se sentaron a la mesa, brindaron mientras bebían aquel dulce elixir, después de diez minutos, Isobell empezó a sentir demasiado sueño, y sin más preámbulos cayó dormida sobre la mesa. Cuando abrió los ojos se encontraba atada de manos por unas frías y metálicas cadenas, mientras que Briana preparaba un estilo de templo para un sacrificio, de inmediato Isobell supo que en ese ritual ella iba a ser quien fuese sacrificada, decidió no gritar ni forcejear las cadenas, comprendió que ya no podía hacer nada, la luz de las velas era trémula y se veía muy poco, solo lograba ver el templo, a Briana y al candelabro colgado del techo rústico y pétreo, cuando Briana empezó a decir las palabras de iniciación, un fuerte viento apago las velas del candelabro y todo quedó a oscuras, se escucharon unos fuertes gritos y se sentía que varias personas corrían a su alrededor, de pronto un silencio aterrador inundó aquel sitio, Isobell volvió a caer dormida lentamente. Eso era lo que recordaba, por más que tratara de retroceder en su mente solo recuerda hasta aquellos gritos y como todo quedó a oscuras, así que decidió no esforzarse más por recordar, sabía que no lo iba a poder hacer, no sabía cuánto tiempo llevaba allí, solo quería que alguien la ayudase, decidió gritar, gritó muy fuerte, pero tan solo el eco contestaba a sus gritos de ayuda, creyó que ya todo estaba perdido, pensó que iba a morir allí, no había más por hacer y cuando ya se estaba viendo derrotada, alguien le hablo muy suavemente, -pensé que nunca ibas a hablar, por fin te encuentro- Isobell de inmediato reconoció esa voz, era su amigo Alan, le preguntó instantáneamente, -¿Qué fue lo que pasó?, ¿dónde estamos?- Alan suspiró -estamos en la capilla que queda en el jardín, donde se halla el roble- le contestó pausadamente, le dijo que él sabía lo que iba a pasar y había logrado matar a quienes estaban en el ritual del sacrifico, pero que lastimosamente a él también lo habían herido y que no creía que fuese a aguantar más, le dijo que cuando él la soltara caminara hacia adelante hasta encontrar la puerta y que la empujara duro y una vez estuviese afuera, sin mirar atrás cerrara y dañara la llave para que nunca más nadie volviese a tratar de abrir, pues así estaría seguro que si alguien quedó vivo, no la fuesen a buscar, la soltó de las cadenas y ella realizó paso a paso lo que Alan le pidió. Una vez que salió se dirigió lentamente hacia el roble, allí la estaba esperando uno de los grandes sacerdotes de todos los clanes, ella lo saludo y entregándole la llave le dijo, son cuatro almas con demasiado conocimiento las que han muerto allí, creo que ahora si merezco ser una de las grandes sacerdotisas, pues mi plan salió a la perfección y nadie sospechó ni podrá sospechar jamás nada, el sacerdote le dio una túnica con un papel, el cual se otorgaba a las sacerdotisas con mayores sacrificios. FIN Camilo Henao Valencia
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