JÚPITER
Publicado en Jul 05, 2009
JÚPITER
Soy el hermano mayor de varios planetitas diminutos y reclamo por lo tanto el culto que se debe a las personas importantes. Descontando a nuestro padre, soy el más corpulento del Sistema (dos y media veces el tamaño de todos mis parientes juntos), y alejado de mi progenitor más de cinco unidades astronómicas. No obstante mi gran naturaleza tengo el período de rotación más corto entre los hijos del Sol, aunque el de traslación sí es largo con relación a los mismos. Por poco no destroné a mi padre ni fui gemelo de él; esa y otras consideraciones deben hacerlos pensar en mi suprema autoridad divina. Mis torbellinos sobrepasan los 500 kilómetros por hora, y la gran mancha roja que tengo es el signo de un enorme anticiclón. Por mi consistencia gaseosa giro a diferentes velocidades en varios de mis puntos principales: marcho más lento en los polos, con diferencia de cinco minutos respecto a mi línea ecuatorial. Debido a mi masa gigantesca albergo en mis entrañas entre 50 y 100 millones de atmósferas, y un campo magnético tan denso que supera el de la hermana Tierra. También presento el fenómeno de difundir mayor energía que la recibida de mi padre; talvez por eso se piensa que me parezco a él. El enorme anillo que me adorna (más que anillo, cinturón) es otra de las maravillas con que asombro a los humanos. Mis hijos más robustos son Ío, Calisto, Ganímedes y Europa; el primero tiene mal estómago, pues está siempre vomitando lava y penachos de azufre derretido por sus candentes bocas. Europa, por su parte, tiene un rostro abrillantado y liso, y refleja por esa extraña causa el 60% de la luz que da su abuelo; piensan que su cuerpo está cubierto de agua líquida en lo más recóndito y helada en su corteza externa. Ganímedes, no sólo es el mayor de mi numerosa descendencia, si no el más grande de la familia solar, con un campo magnético que lo hace muy llamativo en su espacioso hábitat. Calisto, el bien lejano y díscolo, no sincroniza sus juegos solitarios en los perídos de traslación, como lo hacen los otros tres o más, quizás por su estructura combinada, compuesta de hielo y roca oscura sobre un rostro picado de viruela. Dejaré para el futuro imprevisible las explicaciones más precisas que dan los científicos atentos acerca de mis altas cualidades y las de mis corpulentos hijos, sin descontar el resto de la prole que ni siquiera he nombrado por discreción familiar. Baste decir que mi prestigio crece y se afianza con el paso de los siglos, incluso en el campo de las mitologías, ellas que contienen siempre muchas cosas de verdad sagrada y una gran dosis de malicia y farsa que abona el predio de la tontería.
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Verano Brisas
Isabel Soriano
Te entendí a la perfección y me gustó la forma en que lo relatas. Sencilla y directa.
Un abrazo.
Wersi