No pertenezco a nadie...
       y a ningún lado:
por ello puedo fabricar mi camino:
Andar en mis extremidades cerca de Barcelona
o perderme en las íslas que se encienden de noche.
He recorrido de Bariloche a Luxemburgo
buscando recodos donde sembrar abrazos,
pisando valles de lágrimas pulidas
me llevan las potencias del viento migratorio.
Y me declaro todo vagaroso y en errancia
fantasmal entre atelieres y magros arrabales.
Conozco la distancia que se hace a sí misma
y los viajes livianos que hago tras cinturas.
Es pues, mi ordenanza, desceñirme de cláusulas
y embarcarme a la vida que me desmembra en besos.
No pertenezco a nadie, a nada, ni a mi mismo
solo a los mimos rubios de unos besos de cobre.
Circunscrito pues, a unos deseos canales
parto para perderme en labios candorosos.