El encuentro
Publicado en Jul 16, 2009
Accidente playero
Se sentó con la ansiedad de su miembro erecto por el gran espectáculo de ese ambiente, la música cachonda y la calentura de su cuerpo adolescente del deseo inmediato de su primera experiencia sexual, inesperadamente, una de las chicas se le acercó por la espalda, cubriendo sus ojos para camuflar el destino traicionero de ese encuentro. Ansioso y glotón, volteo desesperado a ver su presa por el contacto suave afrodisíaco de unas manos desconocidas en un rostro conocido. Abriendo sus ojos brillosos por el deseo, vio a su primer amor de la infancia. Por un instante perdió la respiración por ese encuentro imprevisible, sintiendo latir su corazón en sus oídos, se recuperó de ese sobresalto al observar una piernas largas y unas nalgas moldeadas, pero sobre todo, unos pechos soñadores que no le pedían nada a las mujeres de esas revistas eróticas, además, su piel, quemada por el sol, no necesitaba ningún retoque fotográfico. La invito a sentarse con el deseo de pagar sus servicios para poseerla en ese mismo instante, y ella con toda su plenitud de mujer sintió vergüenza por su cuerpo semidesnudo. Paralizada, intento tapar su desnudez con los brazos cruzados, colocando sus manos entre sus piernas, tampoco se notaba el fuerte palpitar de su corazón, sentimiento escondido por sus hermosos y florecidos senos. Ante él, fue una niña indefensa de grandes ojos negros y pestañas hacia arriba, encontrándose frente a frente con la disyuntiva de ir hacia el privado, o salir de ese local. Con un suave jalón de devoción en unos de sus hombros libres, quiso rescatarla, pero ella le explicó que en ese momento no podía abandonar el local gratuitamente: se tenía que pagar una cierta cuota que las prostitutas del lugar debían ganar cada noche por la renta de su espacio de trabajo. Preguntando por esa cantidad, que por supuesto, era sumamente exorbitante para su billetera, se sintió un pobre desempleado, salió del local, como un macho herido sin poder pagar la libertad de ella. Sin mirar atrás, instintivamente se fue directamente a la playa donde él la había conocido íntimamente por un accidente playero, el cual sería, por años, culpable de la primera apetencia erótica en él. Nadando en el mar, súbitamente se encontraron revolcados por una gran ola, cuando les faltaba el oxigeno y sentían ahogarse entre los remolinos de agua y espuma, por fin, salieron a la orilla de la playa repletos de arena, ella por auxiliarlo no se percato que había perdido la camiseta, mostrando dos elementos redondos simétricos, los cuales serían la inspiración para que él se iniciará desde ese momento en la practica del placer sexual gratuito de los jóvenes: se masturbaba, pensando en ellos y aún casado tiene sueños mojados por ese gran abrazo protector que le permitió posar su nariz y boca sobre esos pequeños pechos blancos, todavía no alcanzados por los rayos del sol y la mordacidad libidinosa de los clientes de ese centro nocturno.
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Carlos Campos Serna
Saludos
oculta
Muy bueno Carlos, saludos de tu amiga Maribel.