DILOGO INTERIOR I
Publicado en Aug 27, 2011
DIALOGO INTERIOR I
Desde que te conocí no quería hablarte de amor, me pareció siempre una perdida de tiempo. Tu sabes que me costó trabajo decirte que te quería. ¿Tres o seis meses me tardé en decirte algo que no sentía? Literalmente no sentía tu piel ni tus besos, ni tus caricias… ¿Como es que podría haber sentido el deseo de poseerte, si ni te había tocado? Y así pasó un medio año más, fingiendo ambos un amor inexistente, un amor que no tenía sustento ni en tus besos reales, ni en tus caricias, ni en la verdadera penetración. Pero luego, al sentir la necesidad de tenerte entre mis brazos te dije que iría a tu valle pero tu te negaste a verme en la esquina do habitó Ruben Darío, o en la capital de tu reino. Y empecé a desesperarme, a exigirte la realidad tangible y tu a negarte no se por qué razones malhadadas y desde entonces hemos discrepado, discutido agriamente, tu aferrada a un sueño volatil, alejado de la realidad y yo empecinado en tocarte, en tenerte entre mis brazos, en acariciarte larga, suave, dulcemente. Y ahora vivimos entre silencios y enojos, entre empecinamientos y deseos, tu me alegas que no fluyes conmigo y yo insisto literalmente en agarrarte en asirte firmemente con mis garras para amarte, para comerte a besos para poseerte y penetrarte. Para ser un único cuerpo. Para vivir abrazados, insertos el uno con la otra, y no estar solos en este universo frío, obscuro, infinito. Para tornar esta boda seria, en medio de su algarabía, en una sonriente entrega, real, no fingida, intensa, no retenida, fluyendo como el río de tu valle, no en un cauce medio seco donde yo espero, cual piedra que por milenios ha dejado de rodar porque no está en el hilo de la realidad de una agua fresca que la inunde, que la empuje, que la redondee, que la acerque al rumor retumbante de una vida entrecortada por caricias, por una perpetua compenetración para evitar la soledad e hijos que prolonguen la vida de la especie. SAN JERÓNIMO LÍDICE, AGOSTO 27 DE 2011.
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