En los argumentos de la noche
te recuestas para encantarme, ángel mío.
Olvido yo los fríos de mis llagas.
Olvido los vahidos que tanto me maltrataron.
Sin las argucias propias del intelecto
y concadenada a un calor emotivo
muerdes los campos verdinegros de mi pecho
sabiendo que mi deseo es enterrarme en ti
y germinar en tu boca de aguas imantadas,
cerca de las repúblicas que han poblado tus cúmulos
y que te han hecho más apetitosas que las manzanas.
Se posa la oscuridad en la almohada que compartimos
mientras a mi se entregan tus partes deletreadas.