DESENCANTOS MARINOS
Publicado en Oct 20, 2011
Los mares verdes de algas veleidosas con sus sirenas atrapadas enmudecidas ante las espumas fosforescentes que estallan contra los islotes de los alcatraces. Y el turbio celacanto zambullido entre ruinas sumergidas e infaustos naufragios en las aguas azules de la mustia soledad de las profundidades oceánicas. Oleajes de tardos sargazos con las parsimonias de mar adentro flotan en una sopa cálida al acecho de las naos vencidas, de los cormoranes exhaustos y de los buzos extraviados. Y el tenebroso celacanto nadando en majestuoso silencio en las densas aguas de las planicies abisales reflejado en el terror de los ojos de pulpos, calamares y nautilos. Horizontes de lejanos archipiélagos con sus náufragos momificados por las salmueras se desgranan en las efervescencias de las olas costeando sus arrecifes impávidos. Y el velado celacanto fluye en su nado pausado bajo los peces parvularios de cuerpos blandos y huesos pequeños, de bocas grandes con largos dientes filosos. Un hervidero de anchovetas desesperadas huyendo de los lobos marinos cruza los amplios arcos translucidos de las saladas anchuras de un piélago inmóvil. Y el sombrío celacanto hundido en la capa de penumbras navega a lo largo del negro terciopelo de las aguas de la noche bioiluminado por el escalofrió de sus victimas presuntas. Antiguo leviatanes sagrados surcan las corrientes marinas en eternas migraciones arrastrando las arcillas de los continentes arrasados por las lluvias del monzón o de la Oscilación del Sur. Y el celacanto con su solitaria inmortalidad de fósil viviente se escabulle de los grandes ojos de la extraña fauna abisopelágica por las refracciones sucesivas de los respiraderos hidrotermales. El espejismo superior de la Fata Morgana alarga y eleva las siluetas de islas, acantilados, barcos o témpanos de hielo, que flotan en una ilusión de mar calmo y juegos de aires calientes y aires fríos. Y el celacanto fragmentado por la nieve del mar de los restos en descomposición de los solares habitantes de más arriba se va transmutando en una sigilosa serpiente marina o en un espiralado narval. Monstruosos esqueletos de triturados tritones de Cipango y albos conchales de Escafópodos van urdiendo las coquinas que adornarán los acantilados donde los eunucos cavarán las tumbas de los esotéricos cementerios de sirenas. Y el último celacanto vaga a través de los manantiales de aguas termales que surgen a lo largo de las fracturas de la corteza terrestre, en esas dorsales oceánicas donde se generan los continentes que ha visto nacer y morir una y otra vez desde las enlutadas honduras de sus aguas milenarias.
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