Carta a mi mate
Publicado en Jul 10, 2009
Carta a mi mate
Compañero de todos los días, amigo, ¿qué haces mientras tu hierba está seca? ¿En qué te entretienes mientras el agua templada no moja tus pies? Me pregunto si percibes el sabor a mediodía o el exquisito azul del verano. Pensarán que estoy loco, y tienen razón. Soy Carlos Pérez Aguirre: el mejor matero de Argentina. Hace veinte años me escapé de la prisión, sí...donde encierran a los locos, y, seamos sinceros, a algunos muy cuerdos también. ¿Recuerdas lo fácil que fue escapar? Busqué en mi colección de equipos de mate justo ese conjunto, justo esa pareja de termo y calabaza tan simpática. La limpié, lustré y hasta perfumé y luego se la di al guardia de mi celda. Asombrado ante mi obsequio comenzó su propia ronda, saboreando cada silbido de mate. Sabía cebar bien. Sus mates eran espumosos, la hierba no se quemaba, el agua estaba a la temperatura justa. Cuando advertí que sus pensamientos volaban muy lejos de su cabeza, me trepé por la ventana cerciorándome que nadie me viera, pero al instante cerré la persiana. Bajé de la pared, salí con la excusa de ir al baño y allí observé a través de una rendija cómo mis compañeros planeaban fugarse. Por dentro yo pensé "Si tan solo te tuvieran, Matienzo" Nadie estaba vigilando y un rumor de siesta calentaba mis oídos. Uno a uno iban deshilvanando las ideas de una larga, larga tela, pero ningún punto convenía. Los pájaros que vivían cerca de nuestro lugar caminaban por el cielo, esta vez, sin ningún temor. Las nubes de lluvia ese día no querían salir a trabajar. Rápidamente decidí ir al comedor. El guardia seguía tomando mate y me convidó uno, uno...demasiado amargo. Seguí caminando. Ya mis compañeros de cordura se encontraban deshilvanando otras telas, recostados en sus camas, y tú, no habías formado parte de su ronda. Mientras, los locos de uniforme vigilaban. Regresé a mi celda e inicié el ritual de escape. Hierba en mano, pava llena y bombilla en boca, volví a pensar cuál era la mejor manera de salir. Las ideas se agolpaban en mi mente como perros hambrientos. Entre mate y mate, nuevas ideas iban surgiendo. Entre palabra y palabra, las iba descartando. Calenté más agua en mi pava. En ese momento mi casco inteligente despedía tanto humo como ella. Entre tanto, el termo del guardia había quedado vacío y la hierba, lavada. Se dispuso a calentar más agua, y cuando volvió...yo no estaba. Todavía no entiendo por qué me llaman loco. Yo salí, ellos aún están. Yo estoy fuera, ellos dentro. Yo elegí mi camino, a ellos se lo trazaron. Yo elijo tomar mate. Ellos, no eligen compañía. Mate amigo, tú sabes mi secreto. Sabes cómo logré escaparme. No lo reveles a nadie, aunque te den hierbas serranas que tanto te gustan. Por favor, aunque te den cedrón, burro o menta, tu postre preferido, no cedas. Te ruego mate amigo, no reveles mi secreto. Hemos pasado muchas tardes juntos, te he cuidado y curado como a un hijo. Si me traicionas ya no tendrás a Carlos Pérez Aguirre: el mejor matero de Argentina. Te cebarán entonces con malas hierbas, te golpearán y...ya no serás mate espumoso, serás mate lágrima. Por eso te pido, por última vez, quédate conmigo, que todavía estoy cuerdo.
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jose ali
Mercedes
MAVAL
que escuchaba de mis abuelos junto a un fogón...
como de la aventura , como de la sabiduría vieja
que a través de un elemento físico inyecta personificación real
y cobra sentido en el saber humano que nos hace seres extraordinarios en la creación
y como somos capaces de buscar aquellos elementos que nos permitan
existir en bien a pesar de las situaciones difíciles en que nos han puesto en la vida...
en algún momento ...
Muy bueno , felicitaciones.
Maval.-
Mercedes