Radiografía de una mente enferma
Publicado en Nov 28, 2011
Radiografía de una mente enferma. Un monstruo, eso es lo que ve en el espejo, un ser ajeno a todo concepto de belleza; pero está enferma. Oye voces dentro de su cabeza, que le murmuran: “gorda, fea”. Estas voces no son más que ecos redundantes dentro de ella, tristes recuerdos que se le incrustaron en la mente. “Monstruo”, se repite. Aquellos niños, con lenguas en forma de daga y palabras venenosas, como cualquier alimaña, marcaron sus primeros años escolares y la sumergieron en este mundo que la tiene prisionera. Allí estaba, mirándose en el espejo, sus ojos derramaban pesadas gotas llenas de asco y miró su mano derecha, herramienta de su salvación mental, y al estar segura introdujo aquellos dedos fríos y largos que como cuchillos afilados se adentraron en lo profundo de su garganta para arrancar y desgarrar aquello que le estorbaba, para vaciar su estómago y así aliviar esa carga. En cada contracción de sus músculos abdominales y en cada arcada sentía que su corazón era oprimido por la mano de un gigante, la cual no se detendría y seguiría apretando hasta verlo estallar. Y eso era lo que ella quería en realidad, acabar con todo de una buena vez. Al terminar se cercioró que no quedase rastro de su vergüenza y pensaba: “¿Y en la cena, qué escusa daré para venir?” Ya no sabía que hacer. Angélica, su madre, algo ya sospechaba, en más de una ocasión había tenido efímeros pensamientos y como todas las madres, tenía aquel sexto sentido que a veces las hace parecer brujas. Sospechaba, pues esas repentinas pérdidas de apetito en contraste con las ansias que observaba cuando se le ponía el plato en la mesa, habrían hecho que de manera fugaz pasara por su mente que su hija no estaba bien. Y el hecho de no querer enfrentarlo había aplazado el momento de hablarle. “Ocho meses ya. Sigo creyendo que soy un asco. Esto no me sirve. He bajado de peso, bueno eso dicen algunas amigas, ¿amigas? ¡Ja!. No sé cuanto más aguante, siento hambre todo el día y esto de vomitar se me hizo una costumbre y más que una costumbre es algo necesario y es que tengo que hacerlo, debo hacerlo.”.- Diario de Sofía; 03.febrero.2009. Y allí estaba otra vez en el comedor, era su comida favorita. Su madre, últimamente había estado haciendo unas delicias que hacían más difíciles las horas de comer. Lentamente llevó el primer bocado a su boca y pensaba: “tengo que vomitar”. Cada cucharada le sabía a veneno y cuando terminó el plato, en su mente seguía repitiéndose: “tengo que vomitar”. En esos momentos quería cerrar los ojos y aparecer en el baño. De pronto, su padre le habla: “Hija, ¿Qué harás para tu cumpleaños”? y ella respondió: “Nada, no quiero nada, sólo quiero quedarme en casa, con ustedes”. Los padres se miraron uno al otro pues Sofía siempre había dicho que para sus quince haría una fiesta grandísima, por lo que el cambio de idea drástico, les sorprendió. Cuando por fin estuvo en el baño, por más que intentaba deshacerse del contenido de su estómago, no logró nada. Era tarde. Y lloró. Se desnudó con rabia y miró al espejo. Lo que ella veía era una joven gorda y monstruosa, por decir algo, pero la realidad ni se aproximaba a eso y claro, ella no lo sabía. Lloraba y cantaba, entre sollozos y risas. Parecía una desquiciada. Se calmó y se quedó en una esquina en posición fetal y allí se durmió hasta que los golpes en la puerta la sobresaltaron y comenzó desesperadamente a arreglar el desastre que había dejado. -Padre: ¿Sofía? ¿Todo bien? -Sofía: (nerviosa) sí, sólo tomo un baño. -Padre: ¡Buenas noches cariño! -Sofía: ¡Buenas noches papi! “Un año y siete meses. Hoy me llevaron a comprar ropa. Me sorprendí al ver que mi talla ahora es “S” y mi madre por otro lado se espantó. Pienso que como seguía usando esa ropa inmensa “XXL” y sumarle la cantidad de abrigos que ocupo, ya no se había dado cuenta. Parece que ahora mi peso es normal, aún así no estoy feliz con mi cuerpo y no pararé. He bajado 24 kilos.”.- Diario de Sofía; 02.septiembre.2010 Por la tarde del 23 de noviembre una madre lloraba desconsolada en los brazos de un marido, que hace el intento de contenerla. Digo el intento, porque también era un padre y también sufría. Angélica tenía entre sus manos una carpeta, llena de hojas y no sabía si era un castigo encontrarse con esto o un consuelo, pero con ambas ideas se sentía una mala madre por no haberse atrevido a hablar con su hija, por no haber seguido sus instintos, por no haber entendido ese lenguaje no verbal de Sofía pero lleno de mensajes subliminales que pedían a gritos su ayuda… La última hoja escrita por Sofía decía: “Diario, un año y nueve meses. No me siento bien, hace un tiempo que me siento decaída, no tengo ánimo ni ganas de nada. Algo anda mal. Record 30 kilos y sumando. Pero yo ya no quiero más, siento que no soy parte de nada… “Diario de Sofía; 10. Noviembre. 2010 En la noche del cumpleaños de Sofía, sus padres quisieron sorprenderla organizándole una fiesta sorpresa. Cada uno se encargó de algo. La madre por su lado hizo un pastel delicioso y compró el vestido más hermoso, aquel soñado por Sofía y el padre de las invitaciones de los más cercanos. Cuando Sofía llegó a la casa quedó sorprendida y se emocionó al ver como lucía en ella ese vestido rosa que le obsequió su madre; bajó ansiosa para saludar a sus amigos y familiares que ya habían llegado y en la mesa devoró todo lo que pudo, como si no hubiese comido nunca. Se sentía normal y sobre todo tranquila, sin esa voz en su interior estorbándole. Abrió los regalos y repartió el pastel, que había quedado delicioso, y luego de despedir a los invitados, se fue a su cuarto, un momento crucial. Estaba tan satisfecha que por su mente comenzó a resonar esa vocecilla: “¡vomita! ¡Asquerosa!”. Tocaba su cabeza con las dos manos, no quería escuchar aquello. Pero esto la superaba. Corrió al baño, se arrodilló frente al inodoro y comenzó su ritual, pero no podía. Entró en una especie de crisis. Sofía estaba llorando, esta vez sin arrodillarse, sólo doblo su espalda para acercar su boca y así presionar su estómago, introdujo los dedos, bajó la lengua y comenzaron las contracciones abdominales y no paró; vomitó todo. De repente ya no había más, salía de ella una mucosidad transparente y se dio cuenta que no podía parar. Todo se hizo oscuro de pronto, ella solo sintió un gran dolor en su pecho y cayó al piso. Luego de una o dos horas su madre comenzó a impacientarse al ver que su hija, no salía del baño; tuvo un algo, que le invadió su corazón, y sintió que algo no andaba bien. Se dirigió al baño rápidamente y golpeó la puerta varias veces y al no oír respuesta gritó a su marido para que le ayudase a abrir; él golpeó con fuerza la puerta con su hombro y logró abrirla. Y allí quedaron, ambos… sin saber que hacer. El cuerpo de su hija yacía boca abajo y cuando el padre la volteó en un intento de auxilio, vieron que en su boca y en el piso había un líquido viscoso... se había ahogado en su propio vomito. Sofía había muerto, llena de miedos e inseguridades, había muerto sin saber lo bella que era y sin haber conocido la maravilla de la vida. __________________________________________________ Es lo primero que publico en este sitio, lo hago porque acá uno puede recivir y entregar sabiduría y mi objetivo aquí es mejorar. Acepto criticas pero constructivas. Bendiciones Mágicas.
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ariel
el unico pero es muy dificil contar una historia y mantener la pulcridad hermosa que buscas, quizas te acomode la poesia , inconsientemente buscas que todo sea poesia.y no la narativa.
En mi opinion, tienes talento, pero me imagino que tu manera de escribir es algunas veces tan abrumadora que sin querer daña lo que cuentas. Nunca olvides que un buen contador de cuentos buscar contar algo sin ser reconocido.
la mejor de las suertes
Makarena Nicolle Pinares Puebla
Un abrazo.
PD: ¿Por qué daña? ...