Raza y Racismo: genes que no discriminan
Publicado en Dec 04, 2011
En la historia de la humanidad, hemos presenciado hechos históricos tan deplorables como lamentables de discriminación por causa de raza. El caso ampliamente conocido del Nazismo en Alemania, en los años 30, donde a partir de filosofías sin fundamentos de la época, se fomentaron concepciones de diferenciación racial y superioridad de la raza aria, que terminó en el genocidio de millones de judíos, además de gitanos, homosexuales y extranjeros. Sorprendentemente, 3 años después de que el mundo se quedara estupefacto ante la magnitud de la tragedia de la Segunda Guerra, surge en Suráfrica el Apartheid, régimen de segregación racial, donde se aisló a las personas negras de la minoría blanca, años de terror donde los derechos humanos fueron en extremo vulnerados. No yendo tan lejos, en nuestro continente, en Estados Unidos, figuras importantes como Martin Luther King y Malcolm X, defensores de los afrodescendientes en EU, que venían siendo discriminados racial, social y políticamente, asesinados por el activismo que ejercían, nos permite ver la dimensión de la catástrofe que ha ocasionado la existencia de ese concepto tan sencillo y a la vez complejo de la raza y racismo, y nos plantea cuestionamientos acerca de lo que ello implica. La raza es una invención humana, de concepción moderna, desarrollada principalmente en el siglo XIX, cuando paradójicamente se desarrollaban las teorías ilustracionistas, que propendían por la igualdad. Hoy día cobra mucha fuerza afirmar que científicamente no existen criterios válidos para insistir en la división en razas de la especie humana, conclusión a la que han arribado los más recientes estudios, sobre los árboles filogenéticos, de los poliformisos nucleares y del ADN, mitocondrial. Quiere decir ello, que desde el punto de vista genético, no existe diferenciación entre los seres humanos, más allá de las características externas, de lo perceptible a través de la vista, color de piel, de ojos, tipo de cabello, etc. No obstante, no puede desconocerse que la ciencia, o la pseudociencia, de finales del siglo XVII y todo el siglo XIX, entregaron argumentos para la concepción de la raza, como ideología, entre ellos pueden destacarse al anatomista holandés, Peter Camper (1722 – 1789), los alemanes, Carl G. Larus y Gustav F Klen, entre los científicos individuales, pero también importantes Sociedades científicas Europeas, se hicieron partícipes de la elaboración de esas concepciones, como el caso de la Sociedad Etnológica de Paris en 1839, La Sociedad Etnológica de Londres, en 1843 y La Sociedad Antropológica Londinense en 1863. Vertientes científicas, que desembocaron en las bases ideológicas de los fenómenos de avallasamiento, que con la bandera de la existencia de las razas superiores “raza blanca o raza aria”, arrasaron con las denominadas razas inferiores “judíos, negros, indios,” por nombrar algunos. Cuando escuchamos la expresión “raza blanca”, inmediatamente la asociamos con piel clara, cabello rubio, ojos celestes, Alemania o Estados Unidos. Como lo dijimos en párrafos precedentes, ese concepto erróneo se ha cimentado, en la observancia de lo exterior, lo visual, lo físico, lo que salta por los ojos y que con el pasar de los años ha sido estereotipado. En nuestra infinita ignorancia humana, llegamos a pensar que “algo”, ahora interno, es lo que provoca esas cualidades particulares de los otros. La Genética y la Biología actual, en su afán de reinvidicar el verdadero espíritu de la ciencia, que es permitir que la humanidad, se redescubra y avance en el conocimiento, han dado su veredicto, que a nuestro parecer es contundente: todos los seres humanos somos iguales, no hay, genéticamente algo que nos diferencie y nos haga distintos a los demás; nuestra composición genética, es universal, como lo son los derechos humanos, aplica a todos por igual y no distingue, los genes no discriminan. De esta manera, en busca de ese gen diferente, particular, “extraño” o “extravagante”, no se ha encontrado evidencias reales de las diferencia, más que los mismos genes, en las mismas posiciones cromosómicas, que codifican para las mismas proteínas. ¿Cómo es que podemos ser tan “diferentes”, cómo pueden haber personas blancas, otras negras, algunas con el pelo lacio, otros rizado y encrespado, unos con nariz chata, otros aguileña, y demás características, si somos todos iguales?. Es una pregunta interesante, que, nuevamente, la Genética actuando como suprema fuente de sabiduría, ha resuelto. En esencia, esto se justifica en la expresión génica, teoría biológica que sustenta que los mismos genes, se expresan de manera diferente de un individuo a otro, la forma en cómo éstos son traducidos a proteínas, que resulta en la expresión de características fenotípicas peculiares. Ahora, otra cuestión que ha causado que ese concepto de raza se haya arraigado tan fuertemente en la cultura humana, radica en el hecho de que vemos un patrón general, es decir, partimos de que existen grupos de personas que poseen características similares, y distinguibles de otras. Quizá, si por individuo humano existiera un color, una forma de nariz, un tipo de pelo exclusivo, no se hubiese diseminado ese concepto de raza, como se ve hasta nuestros días, todos nos aceptaríamos en nuestra diferencia única. En algunos casos, encontramos que grupos de poblaciones, que por lo general tienen ascendencia, lugar de origen, formas de vida en común, se “parecen mucho entre sí”, esto ocurre, por la frecuencia de la forma de expresión de un gen. Así, frecuencias altas, generan una expresión generalizada, que se manifiesta en una multiplicidad de individuos. Aún así, cabe la aclaración, tampoco esto nos aleja o nos diferencia, pues tenemos origen común, y por tanto, relaciones genéticas inquebrantable. No se justifica todavía hoy, a la luz de tantos descubrimientos y afirmación científicas, que exista entre los seres humanos, hermanos todos, hijos del mismo padre, “Adán Cromosómico” y la misma madre, “Eva mitocondrial”, resentimientos engendrados en el pasado, producto de esa diferencia de “razas”, que como ya hemos dicho, no es más que una construcción social grandiosamente destructiva y excluyente. No se ha encontrado mayor provecho a esa clasificación de los seres humanos, por el contrario, ha generado grietas profundas en las relaciones entre los diferentes grupos humanos, que deberían ser armónicas, y que todavía hoy parecen irrenconciliables. Aunque sin parecer desalentadores, consideramos que el esfuerzo reciente de la ciencia por rebatir las falsas teorías alusivas a la existencia de las razas, entre los diferentes grupos humanos, no ha tenido un efecto significativo, en el aniquilamiento generalizado del racismo. Éste, continúa alimentando y originando fenómenos como la discriminación racial, presente considerablemente en muchos países del mundo, tendencia a la que no ha escapado incluso nuestro país Colombia. Si bien las conquistas en materia de Derechos humanos, ha influido sustancialmente en la inclusión de normas de carácter constitucional, que buscan contrarrestar las funestas consecuencias de la discriminación, al proclamar que todos somos iguales ante la ley y el estado, y ha ido mucho mas allá, insertando normas que aplican la discriminación positiva a favor de las minorías, no ha sido suficiente para la eliminación de estas prácticas. El racismo está incrustado muy profundamente en nuestros corazones, aunque hoy, muy pocos avalentonados se reconocen como racistas, la realidad es que aquellos que no lo hacen, caen a diario en prácticas racistas. Colombia, y especialmente los colombianos, hoy tenemos conciencia de que producto de la colonización española, que trajo consigo la esclavitud africana, a convivir con nuestros pobladores originarios, “los indios”, se produjo un fenómeno de mestizaje entre las tres mal llamadas “razas” blanca – negra – indígena que dio origen a la gran mayoría de colombianos de la postcolonia. No resulta entonces coherente, con esta anterior idea, que hoy se vea al negro y al indio, como seres inferiores, y que esa repulsión, nos haya llevado a que hoy se encuentren condenados a la pobreza, al analfabetismo, al punto de ser casi considerados, como individuos de tercera, los cuales estadísticamente está probado que se ubican en los estratos sociales más bajos, tienen menos posibilidades de acceder a los servicios públicos, incluido los de educación, que tienen menos posibilidades de obtener cargos importantes en todas las esferas de la sociedad, y hasta tienen menores ingresos en el campo laboral, comparados con trabajadores de otras "razas", especialmente, la blanca. En mi caso particular, por pertenecer a la "raza" negra, no he escapado a manifestaciones de racismo; ellas no han tenido la entidad tal, como para influir en mi carácter, en parte gracias a que económicamente no he tenido inconvenientes, y el trabajo honesto de mi familia me ha alejado de la pobreza y de las zonas deprimidas, permitiéndome acceder a educación de primera calidad, en iguales condiciones a los de otras "razas". Pero soy consciente que, con igual suerte no cuentan todas las personas negras o indígenas, que día a día tiene que convivir con que se les niegue posibilidades de acceder, por ejemplo, a lugares públicos como restaurantes, y que tengan que reinvidicar sus derechos a través de mecanismos como las tutelas, que otras oportunidades sean considerados desaseados, malolientes por naturalezas, incultos, ignorantes, sólo teniendo como criterio el color de la piel. Hay evidencias de cambio, como la elección del primer presidente negro de la nación más influyente del mundo que es el caso de Estados Unidos con Barak Obama, la promoción del primer general negro en Colombia, la primera ministra negra de la historia en el paso gobierno presidencia, inclusive la elección del primer gobernador negro de mi departamento, Cesar. Éstos, son solo casos que muy importantes que dan una esperanza, aunque no significa que exista un cambio sustancial, cuando todavía vemos que, las personas blancas, son llamadas por sus nombres: Laura, Fabio, Ernesto, la señora, el señor, el niño, la niña; mientras que las persona de color, solo somos el negro, la negra, la negrita, o en caso mucho más deporables, el simio, el mono, etc. Es necesario que algunos hombres despierten de ese sueño egoísta, de ese anhelo de superioridad , por lo menos sentirse, porque hemos visto, la historia nos lo dice, desde los tiempos de la Antigüedad, no ha sido productivo y sólo ha causado perjuicios y daños. Si tan sólo aceptáramos que somos tremendamente diversos, y que esa diversidad es un tesoro que debemos aprovechar todos, en conjunto, y que además, es bella, porque así lo considero, es sorprendemente majestuosa, a la vista impresiona y nos muestra que como seres humanos somos amplios, ricos.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|