La manzana en la oscuridad
Publicado en Dec 07, 2011
(...) La señora se secó el sudor de la cara y miró fugazmente aquella frente estrecha, aquellos cabellos crespos. De nuevo en la cara de él se había restaurado la tranquila estupidez humana, aquella opaca solidez obtusa que es nuestra gran fuerza. Los dos se miraron en el vacío de los ojos. Sin dolor, uno pareció preguntar al otro: quién eres? Al mirarse, uno no captaba lo principal del otro y, sin embargo, era otra vez contra eso principal contra lo que luchaban. Hasta que, de puro vacíos, los ojos empezaron a llenarse y se hicieron individuales, y uno ya no estaba aprisionado por la absorción del otro. Entonces se miraron francamente, como tocados por el mismo sentimiento: "vamos a ser francos porque la vida es corta". Pero se miraron sólo francamente, sin nada que decir más que esto: la extrema franqueza. Después desviaron los ojos sin pena, de común acuerdo, experimentados, y de nuevo esperaron un instante para que la fanqueza, que nunca tiene palabras, tuviese tiempo de pasar, y ellos pudieran seguir viviendo.
Clarice Lispector
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