La sed interminable
Publicado en Dec 07, 2011
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   Antes de tomar miraba el vaso largamente, se quedaba mirándolo fijo, como si no importase nada más, como si el tiempo se detuviese para ello; después sorbía lentamente, como disfrutando el sublime sabor de cada gota de líquido.
   Era un viejo soldado que había andado por los lugares mas impensados, esos adonde nadie suele llegar; eran lugares desolados, lugares de la muerte. Estando en ellos, varias veces creyó no poder salir jamás, pero salió una y otra vez. 
   Había visto a tantos quedar ahí, vio tantos esqueletos, tantos espectros solitarios que pensó estar en otra dimensión, una dimensión de dolor y expiación adonde son confinados quienes tienen deudas con la vida. Sólo así pudo concebir la existencia de semejantes lugares; lugares olvidados de Dios.
   Ya era tarde, la sed le resecaba la boca, levantó el vaso a medio llenar y comenzó impremeditadamente el trance... la mirada perdida en el líquido transparente, el tiempo volvió a detenerse, el mundo paró de girar, la burbuja se hizo más sólida que nunca. El líquido distorsionado y calmo detrás de la piel de cristal lo hipnotizaba y lo perdía de la realidad a su alrededor, transportándolo a otros universos y mostrándole sus secretos más recónditos.
   Esa vez viajó al pasado, a su remota niñez, pudo ver nítidamente el rostro joven de su madre, pudo escuchar su voz; pudo recordar que ella era su posesión más valiosa en aquellos entonces y volvió a sentir el furor de su adoración.
   Ya estando ahí nuevamente, comprendió que a esa tierna edad de ocho años hizo sus primeras vigilias. Volvió a ver al padre y a la madre discutiendo, sentados en lados opuestos de la mesa, podía verlos uno por vez mirando hacia el uno o hacia el otro a través de la hendija de la puerta; vio claramente el gris brillante del marco, la pequeña argolla de bronce que hacía de manija y hasta el claro mostaza con piedritas de las baldosas del piso, volvió a sentir el frío por estar descalzo sobre ellas. Sintió la desesperación al escuchar el anuncio de que una de esas noches mamá se iría para siempre... sintió el apuro por vestirse a oscuras y en silencio, en preparar sus cosas para sobrevivir: su pequeña navaja, su linterna, su lupa, su cantimplora, su pan y galletitas (que había ocultado a la tarde), todo dentro de la valija extra para las cosas de la escuela; sintió la necesidad de ser sigiloso para no ser descubierto, recordó el temor por el ruido de las bolsas de supermercado que se puso en los pies calzados para no manchar las sábanas, sintió la ansiedad hormigueante de la espera simulando estar dormido, sólo así estaría listo a salir tras mamá una de esas noches...
   Su mente no pudo resistir el impacto de volver a vivir esto y saltó instantáneamente años en el tiempo, hacia otro de los universos: sintió escalofríos, el invierno pegaba duro esa noche en el medio de la nada, sintió la humedad de su nariz chorreante, sintió el vapor de su propia respiración bañándole el rostro agrietado, los ojos ciegos en la noche sin luna no lograban ver sino sombras a lo sumo, el viento intenso lo ensordecía de a ratos con sus caprichosas ráfagas y parecía querer derribarlo. Inhaló varias bocanadas de ese frío extremo, lo sintió adueñarse de su pecho, sintió el entumecimiento en todo su cuerpo y de inmediato saltó a otro universo más cercano aún en el tiempo.
   Sintió el fuego en la sangre, el calor lo atontaba, como queriendo noquearlo, una esforzada mueca entrecerraba sus ojos, que apenas podían mantenerse  abiertos en la brillantez del día en el desierto, la boca polvorienta se sentía pastosa, inmunda, la piel bañada en el agua hirviendo de su propia transpiración parecía palpitar, y la ropa pegada a ella hacía más pesada la marcha; a cada rato la pesantez crecía y parecía ser como un diablo asechante, que trataba de seducirlo a quedarse quieto para no llegar a destino. Vio otro espejismo a lo lejos y volvió a este universo del presente.
   Trajo una reflexión de este último viaje: Para quienes hemos andado en desiertos, la sed durará toda la vida.
   Sorbió toda el agua sin detenerse, tenía sed, una sed interminable, como siempre.
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Foto del autor JAVIER DANTE VITOLO
Textos Publicados: 10
Miembro desde: Nov 30, 2011
1 Comentarios 751 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

relato fantstico, no tan fantstico.

Palabras Clave: sed desierto dimensin soldado

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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NORMA ESTELA FERREYRA

Me encantó tu narrativa Javier. Felicitaciones
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January 05, 2013
 

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