T.
Publicado en Dec 13, 2011
Éramos dos, al menos así lo recuerdo hoy;contaba nuestros miembros y siempre me resultaban en pares.
Ese día, te esperaba con ansias, ganas renovadas de algo que a veces me recordaba lo que éramos:Dos. No llamaste, no podías, la parca maldita te había dado de frente, te había arrastrado por lo gris de las calles que solías recorrer sobre tus ruedas aladas...no llegaste, no supiste de mis ansias. Cerebro, neuronas, sinapsis, derrame, muerte...nunca antes deseé saber menos de biología como en ese momento, sólo pensaba en gritarte, decirte que te pusieras de pie, que abrieras los ojos y nos fuéramos a la casa, esa casa, nuestra casa. Pasó un tiempo, aquel obscuro invierno casi completo, para que entendiera que dejábamos de ser dos; tú, en esa cama, ajena, alta, blanca, lejana; y yo, en la mía, ex-nuestra, fría, inmensa y cada vez más sólo mía. Un día dejaste de ser un nombre, un paciente y te convertiste en "el cuerpo de", me golpeó inesperadamente , no podía creerlo, entenderlo,aceptarlo, ni cuando sentí tu corazón detenerse en el beso lloroso que le daba a tu pecho, ni cuando tu piel dejó de ser tibia para dar paso a la dureza y frialdad que no conocía en tí. Tú, te escindiste de mi yo, de un nosotros que había llenado mis días de anhelos, ansias, sueños de mujer que crecía junto al hombre en el que te ayudaba a convertir. Y quedé parada frente a un trozo de cemento con tu nombre; crecían acá y allá unas briznas de hierba , pero no había vida más para tí, ya no eras un tú, al menos ese tú que acostumbrabas ser: libre, veloz, parte de un nosotros;y me convertí en ella, una ella sola, estéril de ansias y resignada a un mundo sin un tú.Tú. Tú.
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