Lo único que veo es ese velo blanco. Hay un arco de plata de dos metros, espléndidamente esculpido con ornamentos bellos que bailan a un ritmo delicado y que, sin embargo, no llaman mi atención. Lo único que existe para mí, es ese velo.
       ¿Y qué tiene de especial ese velo? Que se mueve, se mueve pero aquí no hay viento, el viento no existe, solo existo yo aquí, detrás de este velo blanco sostenido en un arco de plata. Sólo existo yo, y lo que mueve el velo de la vida.
La única explicación es que tú estás detrás, y que tu respiración es la que mueve el velo. Son tus pulmones, eterna pareja de un baile que toca al ritmo de tu corazón, los que mueven esa tela mística que me intriga. Son tus ojos profundos color de gloria los que atraen mi mirada. Son tus pensamientos que se disuelven en mis preguntas los que capturan toda mi atención. Porque sé quién eres, aunque aún no te he visto. Sé que tú que estás ahí del otro lado, eres el amor. Eres ese fantasma detrás del velo que me prometes mil sonrisas pintadas con el pincel del esfuerzo. Eres el espíritu capaz de sacar a pasear mis lágrimas por la calle de la medianoche. Eres el ente que da sentido a cada respiro que doy. Porque a fin de cuentas lo eres todo, eres la belleza que acaba con la nada y con el sinsentido.
Para que entiendan los que aún no han comprendido: eres la próxima mujer en mi vida.
Eres esa que no conozco, pero que sé que vendrá, porque si no nada tiene sentido. Eres aquella cuyo perfume solo sueño, pero que sé que disfrutaré, porque si tú no existes entonces ya tengo un pie en la tumba. Eres aquella que promete borrar todas mis cicatrices de la piel y dibujarme unas nuevas con sus labios. Porque si no es así, ni siquiera el arte tiene sentido.
Y sigo mirando ese velo, porque aunque sé que estás ahí, no sé cómo eres. Mis días, mis semanas y mis meses se gastan imaginando la textura de tu cabello, las curvas de tus labios, la suavidad de tu cuello, la gloria de tu pecho, la seguridad de tus caderas, el sonido tan tenue que hará tu aliento cuando se estrelle contra el mío el segundo antes de que sepa cuál es el tango que tus labios danzarán con los míos. Y se me van aún más los meses al pensar que eres totalmente distinta de lo que imagino.
Cariño, que condena tan amarga es estar reavivando este deseo cada vez que me digno a pensar, porque a fin de cuentas sólo vuelvo a mirar ese velo de la vida que tanto nos separa. Y aunque aún no conozco tu boca, ni tu voz, ni tu idioma, puedo claramente oír ese primer reclamo tuyo que me dice “¿Por qué no atraviesas el velo?” Y créeme que me desvivo por responderte a gritos, aunque tú tampoco conozcas ni mi boca, ni mi voz, ni mi idioma, que estoy atado por los grilletes del presente, y que saltar al futuro es imposible. No puedo conocerte antes de tiempo, tengo que sufrir esta tortura, tengo que asimilar fuertemente la soledad, o de lo contrario, el deseo que puedo llegar a sentir por ti no será lo suficientemente fuerte como para eliminar los “romances ordinarios” de mi vida. Pues quiero que sepas cariño, que aunque aún no conoces mi carácter, o mi voluntad, o mi filosofía, o mi corazón, puedes estar segura de algo: tú que eres la siguiente, no serás sólo una más. Lo prometo.