Entre tus longitudes taciturnas
bien puede incorporarse el miserere.
Tener, cualquiera, lugar para dormir
incorporándose a la márgen de tus poros.
Tus extremidades sirven de escarpadura
a todos esos que escalan con sus dedos.
Sirves por igual al servil y al bárbaro
pues en tu cuerpo alcanzan paces sin artificios.
Eres como río tendido que se anega y ondea
de la misma simplicidad de una querida forma.
Yo he soñado contigo y tu terciopelo místico
que dicen, das a los hombres que te encuentran de mañana.