EL GOLEM

Fui lodo desde el comienzo del mundo
y mi nombre se deriva del de Adán;
amasado con el barro del planeta,
Yahvé me infundió su propio aliento
para que fuera semejante a él.

Pero alguien decidió crear un golem
que protegiera a los judíos de Praga
contra una turba de bárbaros cristianos,
que en el siglo XVI deseaba exterminarlos.

Con agua y arcilla de un pozo recién nacido
bendijo su anatomía después de darle forma,
y le insufló vida insertándole en la lengua
una tira de papel con la palabra Shem.
 
Fue un centinela obediente y riguroso
en los oficios domésticos,
de conducta impecable y servicial,
que ahuyentó a los verdugos diariamente
sin descuidar las tareas de la casa.

Un viernes por la noche enloqueció
cuando su creador pasó por alto
retirar el papel al llegar la oscuridad;
sembró el terror en las calles del entorno
hasta que su creador y otros rabinos
pudieron capturarlo, desprender la tira
y llevarlo enjaulado hasta la sinagoga.

Dicen la leyenda y las supersticiones
que el golem sigue oculto y esperando
en lo profundo del templo,
hasta que algún mago
o nuevo Yahvé sobre la Tierra
decida darle vida como antiguamente.

Lo que sería mi condena y mi desgracia.