la rosa...
Publicado en Jan 13, 2012
Se acercaba el año de 1751 y mi vida en este momento era un caos. A mis duros veinte años recién cumplidos, me sentía extrañamente solo, mis padres atravesaban una situación económica poco agradable, ellos eran mercantiles, muy buenos en su oficio, pero en estos momentos, los señores aristócratas no pensaban en otra cosa que no fuera festejar, se aprovechaban del pueblo y por lo tanto las ventas habían ido en decadencia poco a poco, además de que los impuestos habían subido a niveles extremos. Tenía que pensar, distraerme un poco de esta oscura soledad que sentía en estos momentos, tenía que idear alguna estrategia para no ser uno más.
Un día, poco soleado, decidí salir a pasear, cerca de mi casa había un lugar encantador, pareciese una pradera, por su verde intenso, pero al mismo tiempo era un extenso campo lleno de hermosas rosas. El olor que cundía de él era delicioso, provocaba en mí un manjar de emociones intensas, alegres, pero al mismo tiempo, relajantes. Amaba ese lugar y al parecer no muchos lo conocían ó tal vez nadie lo conociese, ya que siempre que lo visitaba estaba completamente solo. El sol comenzaba a estar en su punto más alto y el calor comenzó a subir, así que decidí echarme a la sombra de un árbol gigantesco que estaba cerca de mí, comenzaba a relajarme, todas mis preocupaciones se estaban yendo muy lejos de mí, ya entraba en el trance entre dormitar y estar conciente del rededor, pero algo turbo mi letargo. Era un joven muchacho, probablemente de la misma edad que yo, este emanaba una esencia de mayor soledad que la mía, se veía incomprendido, aislado, me llamaba tanto la atención su aura, su presencia, pero solo me limite a observarlo. La tarde pasaba lentamente pareciese que aquél joven no se había dado cuenta de mi presencia, para mi suerte, pero poco a poco comencé a observar como él se alejaba con una delicadeza que ni una mujer propiamente dicha, tiene y en un abrir y cerrar de ojos aquél solitario joven desapareció de mi vista. Los días pasaron, yo no podía dejar de pensar en mis problemas, pero tampoco me sacaba de la mente a aquél joven con aquella presencia tan extraña. Así que decidí regresar a aquél lugar tan preciado para mí. Lo busqué con la mirada pero no lo encontré, el sol se ponía cada vez mas intenso así que desanimado fui de nuevo a aquél gran árbol a recostarme y hundirme en mis pensamientos, cuando de repente una vez más pude ver a lo lejos este ser, que a mis ojos era más que un muchacho simple, tal vez esa aura de soledad infinita era la que me hacía pensar aquello. Algo había cambiado pero ¿Qué era?, dentro de mí una vorágine de sentimientos extremos se revolcaba, al fijarme detenidamente en él pude percatarme de que él también me estaba viendo. Mi cuerpo comenzó a debilitarse, mi corazón latía más y más rápido, sentí en mí una conexión instantánea con aquél muchacho, probablemente era la similitud y la empatía que sentía para con él y su soledad, era la frustración de no saber que hacer con la vida misma y al mismo tiempo el querer explotar de una alegría inmensa al encontrar un ser similar a mí. No podía contener esta emoción en mí, tenía tantas ganas de acercarme a él, pero esta vez no tuve oportunidad alguna, el chico se había esfumado como la espuma en el mar. Volví una y otra vez, con la ilusión de encontrarlo, pero todo intento era en vano, empezaba a creer que las oportunidades de verlo una vez más eran nulas. Tal vez mi expresión no había sido muy oportuna, probablemente había pensado que era tan solo un ser vulgar y sin valor alguno. Estaba remotamente confundido, sin palabras, afligido, no sabía que hacer, de verdad quería verlo. Me encontraba nuevamente sentado debajo de aquél gran árbol causante de mi aflicción, pensaba irme de una vez por todas y no regresar a aquél lugar encantado nunca más. Cuando de nuevo esa sensación tan placentera y fría a la vez regreso a mi. Mi corazón estaba tan acelerado, no lo podía controlar, esta emoción se debía a ¿él? Voltee a un lado, al otro, pero nada. No lograba verlo, ¿Entonces porqué este repentino volcar de emociones? Tal vez tan solo eran alucinaciones mías, tenía que calmarme. Vi una sombra repentina detrás del árbol, el aire comenzó a resoplar más fuerte haciendo de lado las hermosas rosas al rededor mío, sentí un escalofrío inmenso. Cautelosamente fui acercándome, mis pies no parecían estar siendo llevados por mi voluntad, tan solo caminaba por inercia, aunque no miento, tenía miedo, estaba horrorizado. De la nada salio, era él, di un enorme suspiro de alivio, pero me sorprendí bastante al verlo. Sus ojos eran penetrantes, dentro de ellos podía denotar una enorme melancolía y soledad, me sentí totalmente identificado con él, sentí como mi cuerpo comenzó a sentirse débil, probablemente por el mal rato de hace un momento o tal vez era el impacto de su mirada, sentí como si nuestras almas quisieran unirse la una con la otra, lo mire fijamente, no pude evitarlo, mi ser se perdía en la profundidad de sus ojos, al parecer el podía sentir lo mismo que yo, había entre nosotros cierto ambiente familiar y a la vez un tanto nervioso que fue fácil para mi notarlo y sin darnos cuenta nos fuimos acercando poco a poco. - Mi nombre es Teru – dijo con voz suave el joven con esta aura que tanto me atraía - El mío es Haru, perdón por mi descortesía y mi inconveniente curiosidad, pero ¿Qué haces aquí? - Este es mi lugar favorito, mi escondite… Este lugar es el único capaz de hacerme sentir seguro y relajado. Me inspira el olor suave y penetrante de todas estas rosas, la calma del viento al rozar los suaves pétalos de estas hermosas flores me hace soñar. Todo este tiempo he venido aquí a despejarme de todo acontecimiento humano, hasta el día de tu llegada… - Es por eso… ¿Es por eso que después de haberme visto aquél día desapareciste así sin más? - Lo siento mucho, pero tienes que entenderme, no es fácil para mí. Este lugar ha sido mi refugio durante… durante años, no es fácil de aceptar que alguien más venga a perturbar mi tranquilidad y la hermosura de mi paisaje favorito o ¿Tú lo aceptarías así sin más? - Pues creo que no, pero yo ya había estado antes aquí, siento lo mismo que tú al estar aquí, de la misma forma es mi lugar de relajación, mi lugar de descanso y paz. Pero es que tampoco es que creyese que nadie más lo visitara además de mí. Aunque para mi es muy extraño esto que me dices… Yo he venido más veces de las que puedas imaginar y nunca te había visto hasta aquél día. - Yo en ningún momento dije… en ningún momento mencione cuando fue el día que comenzaste a perturbar mi exquisita existencia en este precioso lugar… - Teru permaneció callado por unos instantes, bajo la mirada, pero pude notar como sus ojos comenzaron a dudar, pareciese que escondía algo, más no me atreví a preguntar, aunque el no dejo tiempo a que me formulara ninguna pregunta y rápidamente me dijo: - Se hace tarde, tengo que irme… No dijo más y se fue, no me dio tiempo ni de decirle un adiós. La velocidad con la que desapareció me atemorizo, pareciese que en un abrir y cerrar de ojos se lo hubiese tragado la nada. Estaba muy cansado, alterado, así que no me formule más preguntas y tan solo me fui a la cama. A la mañana siguiente no podía esperar el momento de irme a ese hermoso campo de rosas, mi corazón palpitaba sin cesar, sentí un fugaz remolino dentro de mí, la respiración se me iba, no paraba de suspirar y sonreír. Mi madre se alegro al verme así, no dijo nada, pero lo supe porque a pesar de todos los acontecimientos por los que estábamos pasando ella sonrió al verme y lanzo un enorme suspiro como de felicidad. No tome mucha importancia a esto, tome mi hermoso abrigo el cual poseía el color más hermoso de todos los que pudieran tener en el pueblo y por cierto mi favorito, el color de la sangre y el de mi bebida favorita; el vino y procedí a salir en busca de aquél chico tan misterio y atrayente; Teru. Justo como esperaba, alo lejos pude observarlo, él estaba sentado ahí debajo en el pie del árbol, seguía viéndose distante, distraído. Comencé a caminar muy despacio aunque moría de ganas de estar junto a él, sin embargo me tome mi tiempo para poder observar lo hermoso y elegante que se veía; el viento rozaba su pálido rostro y movía su cabello con la delicadeza que se le otorga a las rosas. Se le veía tan lejano, tan atrayente, pude seguir deleitando mi ingeniosa mirada, pero muy a mi pesar él se percato de mi presencia y no hizo más que sonreír forzadamente. - ¡Hola!... pensé que después de nuestra platica de ayer ya no vendrías - ¿Tendría motivo para ya no hacerlo?, ¿Acaso tus fríos comentarios de ayer fueron una amenaza para ya no tener mi presencia aquí?... Lo siento mucho, pero no pienso… - ¡No! No quise decir eso, me refiero a que creo que fui un poco mal educado, perdón pero es que me acostumbre tanto al hecho de que todos quieren tener amigos y nadie quiere serlo. Que ahora, ahora me he vuelto muy descortés. Y pensé que te había ofendido de cierta manera, ¿No fue así? - No… no te preocupes, creo que… Que estoy acostumbrado… - Lo siento en verdad, no fue mi intención ser grosero- dijo con tono amable, su voz era tan suave, que no podía evitar perderme en ella…La tarde paso rápido o al menos para mi lo fue. Comencé a conocer rasgos, expresiones, miradas y un sin fin de cosas más acerca de Teru que jamás imagine. Y así los días pasaron ligeramente gracias a mi nuevo amado, mi querido Teru. Comencé a hacerme tan cercano a él que ya me resultaba familiar verlo y al parecer me estaba haciendo dependiente de él. No parecía que Teru sintiera lo contrario hacia mi, él comenzaba a ser un poco más tierno y amable, despistado y cariñoso, términos que jamás pensé ni imagine poder ver en él. Ya que en un principio Teru se me hacia sobre humano. Un día como cualquier otro Teru se acerco a mi sigilosamente, me abrazo por la espalda y con sus largos y delicados brazos rodeo mi cuello, una sensación de miedo y seducción mezclados entraron en mi, me sentí absorbido por un momento, mientras mi amado pasaba sus hermosos dedos por mi barbilla, se acerco a mi oído lentamente susurro algo que de momento no pude entender, me dio un beso en la mejilla e indico que lo siguiera. Me condujo por un pasaje del cual no me había percatado antes… Estaba detrás del árbol, de nuestro árbol, ¿Cómo era posible que no lo hubiese visto antes?, el lugar era oscuro y lo rodeaba un montón de marañas de hierba mala y seca, aunque el piso era húmedo y pegajoso, mis preciosas botas se habían llenado de una combinación de lodo con moho, pero para ser sinceros no me importo, tan sólo quería seguir a mi amado, al terminar este horrible pasaje, nos topamos con una luz cegadora pero al mismo tiempo encantadoramente sobre natural, la brisa era fresca y arrulladora, cuando mis ojos comenzaron a acostumbrarse, pude contemplar un hermoso paisaje; era el verde más hermoso e intenso que jamás hubiese visto, había árboles por doquier, las copas eran pomposas en diferentes tonalidades de verde, aunque algunos otros también poseían hojas de un color naranja intenso, aunque no estábamos en otoño, en sus bellas hojas pude percatarme de unas bellas gotas de rocío cristalino, como si apenas hubiese lloviznado, aunque el sol estaba a todo lo que da y no hacía ni un poco de calor, el clima era cálido y acogedor; pero lo que más me sorprendió y lo que más destacaba entre todo aquél bello paisaje fueron las rosas, su aroma me perturbo desde un poco antes de ver la luz, era tan deliciosamente suave y fresco, sus pétalos eran de un rojo intenso, como la sangre y el capullo estaba totalmente abierto sin verse ni un poco marchito, podía notarse a simple vista que la vida cundía bella y placidamente sobre de ellas. Me quedé atónito, no sabía que decir y tampoco entendía el porque Teru me había llevado a tan celestial entorno. -Haru, ven a mi, tengo que decirte algo- Dijo mi querido Teru con delicadeza, mientras me extendía su delicada mano- ¿Sabes?, siempre soñé con este momento, te espere, durante años esperaba con ansía el momento de tu llegada y… Cuando te vi por primera vez, no supe que decir, que hacer, así que decidí ocultarme de ti, entre las sombras lejanas para que no pudieras verme… - ¿A qué te refieres Teru?... - Jamás lo entenderías… - ¡Teru! Sabes que puedes confiar en mi, no por nada he estado a tu lado todo este tiempo, yo… creo que yo me he enamorado de ti… No, no creo, todo este tiempo, desde la primera vez que te vi no he dejado de penar en ti, tú, tu aura, tu esencia, ¡todo tú! Me inspiras temor a veces, he de admitirlo pero cada segundo que paso contigo es tan valioso para mí como ¡mi propia vida! - Es precisamente eso lo que jamás entenderías Haru, yo… Yo también te amo, pero no creo que tu amor se compare con él mío y… Tengo miedo de herirte, la más mínima idea de eso me perturba, yo no soy lo que tú crees. - Sigo sin entenderte, ¿Puedes explicarme por favor?, ¿De que va todo esto?, ¿Por qué me has traído aquí?, ¡¿Qué es todo esto?! ¡Exijo una respuesta ahora! - Haru, de verdad, de verdad ¿Quieres saberlo?, yo no quisiera que por algún error mío te alejaras de mi - De verdad quiero saberlo y créeme que nada ni nadie me podrá alejar nunca de ti, ni el más esperpento de los horrores podría lograrlo, lo juro por lo único que me queda en esta vida. Mi alma, mi ser… - Tú lo has pedido y bien, te complaceré, pero sin devoción. Hubo un tiempo, mucho antes de que tu llegaras, en el que no había nada más preciado para mi que este hermoso lugar, como te dije antes aquí he pasado todos mis tormentos, este es el verdadero lugar de mis lamentos, pero, un día a lo lejos pude percatarme de algo inusual, una silueta, un olor, un sonido, algo estaba fuera de lo común, pero ¿Qué era?, mi curiosidad me llevó hasta ti, te observe sigilosamente, posado debajo de mi hermoso árbol, estabas solo, pensando, observando nada más que tu alrededor, desde ese momento percibí en ti lo mismo que hubo en mi un día, la misma mirada fría, inerte, solitaria, pude percatar en esos hermosos ojos la puerta a los más recónditos paramos de la oscuridad, te adore, inexplicablemente te ame desde ese primer encuentro secreto, te observe un par de minutos más y luego mi miedo y mi trastornante misantropía hicieron que huyera. Los días pasaron lentamente, cada día se me hacía eterno, sólo esperaba poder verte desde la oscuridad, amarte a lo lejos, pero, luego sin darme cuenta aparecí ante ti, pensé que no me verías, pero me quedé estupefacto y quieto cuando note tu mirada sobre mi y luego no supe que hacer, huí en la primera oportunidad que vi. Torpemente me lamente una y otra vez haber hecho eso tan inoportuno, pero mi ser clamaba por ti, quería poder oír tu voz desde más cerca y ver esos ojos tuyos, tener un encuentro de miradas por unos instantes y tal vez egoístamente de mi parte volví a aparecerme ante ti… El resto de la historia lo sabes y… - Espera, espera un momento, no estoy entendiendo, ¿Cómo es posible que hayas visto mi mirada a lo lejos?, ¿Cómo viste mi silueta entre ese pasadizo oscuro, cómo me escuchaste?, nada de lo que estas diciendo suena coherente ¿Sabes?, siempre he sabido que eres muy misterioso, no tengo palabras para describir como te veo, pero, podrías explicarme mejor todo antes de que saque conclusiones erróneas ¿por favor amado mío? - Haru, es a lo que iba, yo… Yo me identifico tanto contigo y ahora, ahora ya no puedo ocultártelo más, sé y siento que debo decirte esto, aunque con temor, mi corazón me lo pide… Soy un ser el cual admira y ama la belleza inmortal, la forma física y espiritual de una rosa y creo que esta demás que te lo diga - De hecho… - En la rosa veo ¡tanta vida! Una hermosura en la que no importa el tiempo, siempre se queda en los recuerdos, en nuestros corazones, desde joven yo guisé poder perdurar toda la vida como ellas, estar en la mente y el corazón de alguien más y, que a pesar del tiempo pudiese conservar tal belleza majestuosa que tanto caracteriza a las rosas en los recuerdos de cada uno de los seres vivos en este planeta, y ¿Sabes? Después de muchos esfuerzos lo logré… - ¿A qué te refieres?- dije atemorizado, pero a la vez entusiasmado con las palabras de Teru - ¿Podrías venir y admirar esa belleza a mi lado? - Por supuesto que lo haría, por algo estoy aquí ¿No crees? - Tienes razón, por algo estás aquí… Teru me abrazo muy fuertemente, sentí sus labios sobre los míos, en un beso clandestino en el cual mis sentidos dejaban de actuar lógicamente y por actuar me refiero a un placer más allá de lo que nunca pudieron haber imaginado mis ingenuos sentidos… - ¡Oh, Haru, amado mío!, ven conmigo y comparte esta eterna inmortalidad; mi tan amada y odiada inmortalidad perpetua hasta el fin de los tiempos… No recuerdo nada más, el tiempo fue absorbido por una mórbida esencia alrededor mío y heme aquí, ahora, actuando como un ser igual a ti, igual a él, los siglos no pasan por mi ¿O es que acaso lo notáis?
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