5.- Pecados sin confesar
Publicado en Feb 13, 2012
Giulio Tovalto debía tener alrededor de cuarenta y pico de años, pero la gente rumoraba que daba la apariencia de ser más joven. Era famoso en la comarca por ser uno de los confesores más visitados por los fieles y se destacaba por ser un hombre de vida austera y sacrificada. Se le consideraba un asceta, un hombre santo que estaba completamente dedicado a la oración.
Había entrado a la orden de los dominicos y había profesado con ellos, aunque de muy joven había participado con los misioneros salesianos en diversas partes del mundo. Isaac se había despertado muy temprano ese día y había rezado los oficios con cierta celeridad. Deseaba ser el primero en confesarse con el misterioso monje, pues los días que duraba allí de visita estaba siempre abarrotado de personas que buscaban el sacramento. Era muy temprano, alrededor de las seis de la mañana. El sol apenas vislumbraba por los vitrales de la capilla y había una penumbra gris en el recinto. Isaac inclinó la cabeza a manera de reverencia y se arrodilló en la ventana del confesionario, mientras una aprehensiva ansiedad rondaba en su corazón. Escuchó la voz de Tovalto, al otro lado de la ventana, que era calma y muy apacible. Le pidió la jaculatoria y luego le preguntó sobre sus pecados. Era raro estar muy cerca de él, prácticamente a unos pocos centímetros y no ver su rostro, el cuál Isaac creía conocer. - Acúsome padre de no hacer mis deberes con la diligencia necesaria, de olvidar por momentos mis oraciones, de no estudiar matemáticas para el examen de la semana pasada y no haber barrido ayer el segundo patio. Un extraño silencio siguió a su confesión, que le pareció una eternidad. Luego, la voz apacible le preguntó. - ¿Es todo? - Sí, padre. La voz pareció ser volverse extremadamente amable. - Una conducta ejemplar la tuya, me parece. ¿Te gustaría ser monje, Isaac? El chico se echó a temblar. ¿Cómo sabía Tovalto su nombre? - Sí, padre. - ¿Por qué? - Es mi vocación. Tovalto volvió a callar unos minutos y luego continuó. - Es extraño... porque a pesar de tus oraciones y tu obstinada obediencia, Dios no ocupa mucho tu atención. Isaac no supo qué responder. Nunca había reflexionado tal cosa, pero posiblemente era cierto. Su interés por permanecer en el convento obedecía más a una necesidad de vivir en algún lugar que su inclinación por la vida monástica. Además, Tovalto parecía leer sus pensamientos, algo que él mismo no podía conseguir en ese momento, a pesar de que lo había adquirido recientemente. - Sé que te molesta- le respondió el monje, que efectivamente le leía la mente -no sabes cómo utilizar el don que recién has descubierto. Ya lo lograrás, se toma un poco de tiempo. Y como Isaac callara, volvió a hablar: - Lo consideraría un pecado más que no confesaste, Isaac. ¿Por qué le ocultas a tu guía espiritual esas voces que oyes? ¿Por qué no le mencionaste lo que pasó realmente el día que viste a Eleazar convaleciente? - Usted estaba allí- le dijo Isaac -usted sabe lo que sucedió... - Yo estaba allí,- dijo el monje -aunque no soy la persona que viste junto a Eleazar Adeba. - Pero... - Es una lástima- le interrumpió Tovalto, -"sancti infidelitas", "sanctus qui non credere..." Esperaba más de ti muchacho. Pero eres ordinario, demasiado para mi gusto. - Padre... ¿qué quiere decir? - Muchas cosas que ahora no entiendes. Por ahora, sólo quiero pedirte una cosa: deja de espiarme. - Padre ¿Qué le sucedía a Eleazar Adeba? ¿Puede usted decírmelo? Pero Tovalto pronunció la penitencia y dio la bendición. Isaac inclinó la cabeza y se levantó. No estaba contento con el resultado. No había logrado leer un solo pensamiento de aquel hombre, pero estaba seguro de que era un ser perverso. Tenía que desenmascararlo de alguna manera. Isaías lo encontró en el receso, bastante contrariado. - ¿Y bien? - Ni siquiera pude verle la cara- se quejó Isaac -pero no cabe duda de que adivina el pensamiento y me conoce más de lo que creí. El tipo no es un monje, es un brujo. - Pues yo tengo algo más que confirma tu teoría. Eleazar Adeba se encuentra en la enfermería, está gravemente enfermo. - ¿Cuándo sucedió? - Hoy en la mañana despertó con fiebre muy alta. Aún no saben qué es lo que tiene. Y la frase en latín que me comentaste de tu primer sueño ¿Recuerdas? - No fue exactamente un sueño: "Da mihi animas, caetera tolle" - ¡Ésa! Escuché que es la frase favorita de Giulio Tovalto y es atribuida a San Juan Bosco. Significa: "Dame almas y llévate lo demás" Un terrible escalofrío avisó a Isaac que algo más grave estaba por suceder. - Debemos buscar a Eleazar- le dijo a su amigo.
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María Ester Rinaldi
Tratarè de recordar al autor.
Interesante el aporte de Isaìas.
Aquí está Elvira
bett
Excelente
Bett
Aquí está Elvira
LAPIZ ESCRIBE
Aquí está Elvira
MAVAL
espero que estés bien y pasándola mejor en todo este tiempo
veo que tienes una historia nueva...
ya me daré tiempo con calma de leerla...
por lo pronto te dejo mi abrazo grande!
Aquí está Elvira
MAVAL
voy aqui ya...que tal?
me gustó el cariz que toma el relato...
seguimos leyendo!
Aquí está Elvira