Corta historia de desamor -7_Final
Publicado en Jul 19, 2009
Desperté con la pistola en la mano, había sangre alrededor. Me sacudí la cabeza tratando de recordar algo. Pero había un vacío, un hoyo de tiempo y espacio y ni sabía donde estaba exactamente. Una sensación como de fatalidad me empezó a inundar. Medio mareado busqué algo a que aferrarme para ponerme de pie mientras miraba las cosas tratando de encontrar algo que me dijera donde mierda estaba… y de quien era la sangre…
Lo único claro era que no era mía. Al menos eso pude saber cuando me hube tocado por todos lados. Busqué una ventana para iluminar la pieza y en medio de la búsqueda tropecé con algo, cayendo al piso junto al cadáver frío de una mujer… Fue como caer dos veces. Era ella, desnuda, medio cubierta con una sabana enrojecida. Hermosa, blanca… delgada… muerta. Fría e insensible ahora como antes… ida como en un sueño de morfina y lsd… y yo ahí, a medio metro suyo temblando de miedo, rabia y confusión… era yo… ¿Era yo su asesino? Dejé la pistola a un lado… no era la mía,… era la que ella me había pasado esa noche… esa noche de sábado… Llovía esa noche… Llovía… Y hacia tanto frio cuando la abracé a la salida del metro Sta. Lucia… Me besó… pero fue un beso de miedo… un beso desesperado de una niña a su violador… Como una araña a la que le arrancan las patas una por una y se aferra con las últimas dos a los dedos del infeliz que la ultraja… Temblaba esa noche… y toda la alegría que había en mi se fue desvaneciendo como sangre bajo la lluvia… Sangre… Su sangre… Demasiada sangre… Demasiada para ser de un disparo si no era en su cabeza o su estomago… Me tomó de la mano como amantes en un tren fugitivo y me guió por las calles grises y mojadas por un laberinto de avenidas y luces y en una pieza de un motel barato matamos las ganas que nos consumían desesperadamente, como dos niños que temen ser descubiertos… como dos amantes que calman las ansias con sexo y drogas… Su cuerpo suave, blanco y perfumado contra el mío, saciando sus ganas de un macho, se agitaba sin parar, cambiando, mutando, drenando mis propias ganar, arrancándome de mi mismo jadeo tras jadeo… beso tras beso, mordida tras mordida, grito tras grito… Recorrimos cada espacio de ese cuartucho consumiéndonos en nuestro propio fuego, arrojando manotazos de ansias y gritos de histeria flagelante de deseos siendo saciados, olvidándonos de lo que había allá afuera, de la lluvia, de las calles, de la vida ajena, volviéndonos uno constante y ansiosamente… La muerte camina entre nosotros, como una sombra invisible… como un susurro entre los gritos, como un niño perdido entre otros niños perdidos, no nos damos cuenta de que está ahí, respirándonos en la nuca, riendo de nuestra estúpida indiferencia a ella… porqué sabe que más temprano que tarde caeremos en la cuenta de sus zapatos y no habrá un mas tarde, no podremos decirle vuelve mañana, le abono una parte… simplemente vendrá y sabrás que es para siempre… deja de lado las fantasías del paraíso y el infierno, no hay un más allá, no hay un reino divino, no hay nada más allá de ella, no queda de ti más que huesos y carne que se pudrirán en una tumba que nadie visitara… pero vivimos sin recordar, sin querer ver más allá de nuestra propia estupidez… Y llega, y llega… y llega… y no hay nada más allá de la tumba que gusanos y pudrición de intestinos y miembros… Mi cabeza seguía perdida entre cantos de la calle y días borrosos… No era mi pieza… la pieza de hotel barato donde vivía hacia como 3 años… no era un motel… me paré tratando de recordar… buscando algo que echarme a la boca… y algo saltó en mi cabeza… La sonrisa de ese tal Marcelo al abrirme la puerta… Un cheque que cobré hacia como 3 días… 3 días… Era domingo… El cheque era de ella para mí… 3 millones. Un regalo… Una sentencia… Un hasta luego… Me dijo que lo dejara. Que no lo matara… ¿Pero cuando me lo dijo…? Ese hueón abriendo una puerta… me recibía… No… Yo había golpeado la puerta… Sentí ganas de llorar… y lo hice… como un perro al que han atropellado a la orilla del camino y luego pateado… Lloré como un niño al ser violado por su padre… como un imbécil ante un altar pidiendo justicia divina… Hermosa… Blanca… Impura… Perfecta… Ahora muerta como todo lo demás… Hijo de puta… Destapé su cadáver aguantando las ganas de vomitar, la rabia y el dolor… Miré bien su otrora hermoso cuerpo, todo tajeado, dos cortes en el cuello, unas puñaladas en el vientre… Mi cabeza relampagueó de nuevo… ese hueón sonriendo al abrir la puerta, sonrisa malsana, nerviosa, que pase… pasa no mas… Luego todo se nublaba tras un flagelante dolor en la cabeza… Hijo de puta… Miré la pistola, estaba cargada… la había alcanzado a sacar cuando la vi tirada en el suelo de su pieza… luego todo se volvió negro… La pistola estaba cargada… eso era lo único importante entonces… lo único que me importó al salir a la calle bajo ese aguacero y frio de esa tarde de domingo… Ahora si… ahora lo iba a matar… Hermosa… como una mentira bien contada… Su risa… su voz al oído… mi salida… mi expiación… Nada hermoso permanece. Siempre se derrumba, se extingue, se apaga, se roba o se mata… Nada hermoso es para siempre… Pero quería una salida. Quería expiación… quería levantarme una mañana sin resaca, sin mirar al del espejo y querer apuñalarlo porque me mostraba lo que no quería… “olvídate de esto”… me decía cada vez que el ritual terminaba, y quedábamos en eso… luego esa llamada desesperada… La lluvia me mojaba entero. Todavía tenía vacios en mi cabeza, pero también tenía una pistola conmigo. No necesitaba más excusa. En la puerta me intentaron frenar unos hueónes con pinta de guardias, pero al ver la pistola en mi mano se echaron para atrás… ya en el hall se oían los gritos de aleluya y alabado sea… adentro una multitud de imbéciles con terno y corbata gritaban enfervorizados levantando las manos al aire como queriendo alcanzar limones fantasmas desde un árbol de espinos ensangrentados… No estaba bien… Me apuraba mucho… Pero ya me importaba una mierda la paciencia… Dolor… Gritos en el aire a un dios inexistente… Dolor… Alabanzas hipócritas que abalaban siglos de guerras y matanzas… Debía verme fuera de foco… pero esos hueones parásitos estaban demasiado metidos en sus propios traumas y locuras como para notarme mucho… Y he ahí que el señor encontró a su presa, hincada, con la cara entre las manos, rezándole al otro señor (el inventado) llorando como un maricón, y he ahí que el señor sonrió y supo que eso era bueno… - Párate conchetumadre… - le dije dándole una patada. Algunos miraron, otros se aglomeraron alrededor, y el infeliz me miró.- ya, mierda… Cuando vio la pistola en mi mano se decidió a obedecer como el cordero de mierda que era… Había tanta luz en ese lugar de mierda… Incluso en el rincón donde iba la cañería del gas cuando entré… que casi no pude creer que nadie me viera sacar la perilla suelta que iba de la cañería al calefactor y que se quedó soltando el gas con ganas… Algunos quisieron intervenir, pero al ver la pistola se echaron para atrás… alguien llamaba a los pacos… así que saqué a esa bolsa de mierda de ahí lo más rápido posible llevándomelo por entre las calles vacías… - la cagaste, culiao… – le dije… y vi que el maricón estaba llorando… - sí, hermano, si… pero esa… - cállate mierda… no te pregunté ni una hueá… - ella me obligó… - me dijo mirándome con su mejor cara de cordero degollado. Lo empujé por las calles. Atrás se oían las sirenas de los bomberos, él se volteo a mirar… y le di con la pistola en el hocico… - ¿Qué vas a hacer? Escupía sangre entre frase y frase, pero no dejé que se detuviera. Lo llevé por entre las calles, dejando varias cuadras atrás la puta iglesia que a esas horas si no estaba en llamas lo iba a estar, y llegamos a un parque mal iluminado, y entre unos juegos oxidados y rotos lo obligué a arrodillarse. Él infeliz lloraba. Yo prendí un cigarro mientras dejaba que su miedo me alegrara un poco la noche. - vas a conocer a dios. – le dije. Su llanto desesperado me daba más rabia. Pero no había tiempo, no quería que hubiera tiempo tampoco para hueás. - las manos en la nuca, mierda. – le grité mientras le ponía el cañón en la cabeza. Ojos claros. Linda sonrisa. Un cuerpo perfecto, como dibujado a mano… Y su pelo por la mañana era incluso más bonito que de noche… - no. Por favor… Por amor a dios… - me dijo. El disparo silenció por un segundo las calles, la lluvia dejó de caer y vi el rostro de ella en medio de la bruma…
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Darth Klauss Demon
inocencio rex
francamente, genial.
lo único que lamento es mi nostalgia incurable por el papel: me hubiese encantado haber encontrado este texto y fascinarme, como lo he hecho, en la página 53 de un buen libro.
klauss, para estar a tono con estas epocas de histeria, me declaro fan de tus escritos. de nuevo gracias y te mando un abrazo trasandino.