EL TELEVISOR
Publicado en Mar 10, 2012
EL TELEVISOR
Si prende me lo quedo yo, le dije a una de mis primas, cuando baje al sótano de la casa de mi abuela, el día en que por fin decidimos venderla, el día que por fin nos convencimos de que ya no estaba más con nosotros. La más chica de mis primas, soltó una carcajada cuando le dije que lo iba a hacer funcionar, que era solamente el tubo de rayos catódicos lo que estaba roto, que el resto funcionaba a pesar de los años transcurridos. “No has cambiado en nada”, me dijo, mientas subía hacia el vestíbulo. Nadie puso reparos en que yo me quedara con el televisor, sabían de mi habilidad para arreglar artefactos viejos y en desuso. Además, a ellas les había tocado la mejor tajada del reparto de las cosas de la abuela, ya que a ellas les dejó sus alhajas hasta con nombre y apellido. Tenían el privilegio de ser mujeres. Antes de irse cada uno para sus comarcas, nos juntamos en el living a tomar el té recordando viejos tiempos, aquellos en que todo nos parecía mejor, aquellos a los que algunos ingenuamente queríamos volver. Encendimos la totalidad de las luces como lo hacía la abuela cuando nos recibía los domingos en el comedor. Alguien mencionó por ahí que lo que hicimos fue lo mejor y que esta casa sin la abuela ya no tenía sentido, que iba a ser como un museo vacio, visitado solo por fantasmas trasnochados. Después de despedirnos, escudriñé entre los escombros de mis recuerdos, y le eché un vistazo a la casa, queriendo, quizás, robarme celosamente la última imagen para mí. Luego, una de mis primas me llevó a casa y me ayudó a bajar el pesado televisor. Lo deposité en el galpón hasta encontrar un tiempo libre para arreglarlo. Pero mi ansiedad pudo más y esa misma noche me fui al galpón a tratar de reparar el televisor; esperé el momento en que todos los de mi familia estuviesen dormidos. Logré con un gran esfuerzo que encendiera, pero de ahí a poder ver alguna imagen había un largo trecho. Revolviendo entre mis pertrechos encontré una vieja antena que me fue de gran utilidad. Algo de sonido, apenas como un zumbido, despedían los parlantes, pero el tubo estaba definitivamente quemado. Al otro día conseguí un tubo y lo cambié y le arreglé un par de válvulas. La curiosidad me carcomió mientras pensaba que fue en ese televisor que vimos al hombre en la luna, los goles de Pelé y la guerra de Vietnam. Lo dejé de nuevo en el galpón y me entregué a la expectativa del oscuro silencio de la noche. Lo encendí, y esperé cómodamente sentado el milagro de la televisión. Las imágenes demoraron en venir, pero a medida que transcurrían los segundos, las siluetas de unos rostros se insinuaban como si surgieran del fondo del mar. Era una pareja en lo que parecía ser un programa periodístico de algún canal de aire, pero ocurrida por lo menos cuarenta años atrás. Reconocí las caras y pensé en la casualidad de ver un programa sobre la historia de la tv justo en este viejo televisor! Cambié de canal para ver el funcionamiento del tubo con alguna imagen más moderna pero cuando sintonicé otra frecuencia me encontré con una comedia de los años sesenta. Por si eso fuera poco, seguí mudando de canales y en todos había programas de esa época, hasta los mensajes publicitarios eran de la partida. Algo extraño estaba aconteciendo, quizás alguien me había tendido una broma. Para ello debía investigar dentro del televisor. Lo desarmé nuevamente pero no vi nada raro; nada fuera de lo común en cualquier televisor. Todo parecía estar en su lugar, salvo yo que no sabía en qué tiempo estaba viviendo. Me entretuve al azar viendo Las Calles de San Francisco, y algún programa cómico que me trajo muchos recuerdos. No entendía que sucedía ¿Era la antena tan poderosa que podía viajar en el tiempo? Sea lo que fuere, me agradaba ver lo que despedía el viejo tubo. Pero había algo más en esas bellas imágenes que parecían transformarlo todo, algo que no lograba comprender y que solo entendí, cuando al final de la noche, sintonicé el informativo y vi el discurso que dio Kenedy en el centro de la ciudad de Dallas el 22 de noviembre de 1963 a las 13 hs, pocos minutos después de atravesar airoso la Plaza Delaey….. GABRIEL FALCONI .
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gabriel falconi
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Stella Maris Sanhueza
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gabriel falconi
MAVAL
acabo d eleer esta historia y me ha gustado muchísimo, en realidad logras armar una belleza de relato de misterio y retrospección...
que de la vida nos hemos dejado atrás y bien vale la pena recordar aquellas cosas que significaron algo en nuestra vida y sobretodo del mundo...
interesante sin dudas ...reflexivo por lo demas...
la guardaré en mis lecturas de calidad...
te dejo un abrazo cordial
que estés bien!
Maval