Tenemos Casamiento.
Publicado en Mar 11, 2012
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Llega el parte del matrimonio de Sebita y la Maca. Cuarenta y cinco días antes del acontecimiento tomamos conocimiento y vamos preparando presupuestos y mirando el ternito para ver si todavía podemos usarlo (la última vez fue para el matrimonio de no me acuerdo quién y de eso ya hace dos años); y descubrimos que el maldito se encogió desde esa vez a pesar de que deberíamos ser sinceros y reconocer que lo que creció fue nuestra ponchera por lo cual tendremos que comprar uno nuevo pero, ¿cómo vamos a comprar un terno sin comprar camisa y corbata? Si ya no tienes ni una camisa decente, viejo, y métale, pero ¿y zapatos? Mírate los zapatos, viejo, parecen chancletas. Y métale, que para eso somos cliente premium de Falabella, y ternito, zapatitos, camisita, corbatita hasta quedar listos y problema solucionado. ¿Solucionado? ¡Qué esperanza! Si todavía falta la princesa (N. de la R. Princesa es solamente una forma de decir) la cual durante ese mes y medio que transcurre inicia su campaña de estudio de imagen hasta terminar comprando un vestido caro, pero de los caros caros, que le deja ver algo de pierna y de espalda, semi ceñido y que nos hace recordar esas pretéritas líneas ya desdibujadas que la contorneaban a la doncella cuando era doncella y un tío le apodaba cariñosamente La Bicicleta debido a sus delgadeces hoy ya extinguidas por obra de natura. En fin...¿cómo voy a ir yo con pinta nueva y ella no? Y zapatos, cartera, tapado (al jetón se le ocurrió casarse en otoño), aros, ropa interior y, el día del acontecimiento, una jornada casi completa donde las engañadoras de mujeres (N. de la R. El autor se refiere al salón de belleza pues considera que a ese salón llegan mujeres ilusionadas y salen mujeres engañadas que creen que salen más lindas que cuando entraron cuando lo único que pasa es que salen peinadas, depiladas y maquilladas pero más lindas...) y ese día no se almuerza y se nos viene volando la hora de ir a la iglesia y perdemos un buen tiempo discutiendo y tratando de encontrar el parte de matrimonio que se nos había perdido para ver dónde es la cosa y listo, partimos a la iglesia con las ventanas del auto cerradas para que no se le deshagan los cachirulos a la princesa con el viento, a pesar de que, excepcionalmente, hace un calor de los mil demonios; llegamos tomados de la mano y saludamos a familiares y amistades notando el suscrito que no solo la vieja de uno ha metamorfoseado para convertirse en maniquí sino que todas, unas más que otras, vienen llegando del salón anteriormente citado y que en las vísperas también han desfilado por las casas de modas para vestir vestidos, tules, chales, tapados y escotes con el fin de lucir relucientes y deslumbrantes, encontrándonos de repente entre un mosaico de viejas altas, bajas, guatonas, feas, no tan feas, morenas, rubias teñidas y naturales, más teñidas que naturales y de un cuanto hay en este tan prolífero universo humano y todas con un lugar común: con atuendos de Sharon Stone pero sin serlo. Besos, conversaciones y miradas escudriñadoras entre las damas mientras que entre los varones se conversa pero las miradas escudriñan escotes y piernas ajenos de la manera más angelical posible pues no podemos olvidarnos que estamos en la casa de Dios y a Dios se le tiene que tener miedo.
De la ceremonia no vamos a hablar mucho porque es de lo que más se escribe cuando se hace crónica de estos acontecimiento; solamente destacar que cuando el cura habla no podemos evitar acordarnos del Coco Legrand y su parodia acerca de la acústica en las iglesias y contar que cuando el novio da el sí sentimos una especie de culpabilidad por no advertirle que mejor no dé el paso que no puede evitar dar porque es la ley de la vida. Tampoco nos referiremos in extenso a la fiesta por la misma razón. Se brinda, se conversa, se come, se baila, se toma y cuando los tragos se van a la cabeza de algunos comienzan a desaparecer corbatas y a escucharse garabatos pero todo dentro de la compostura que demanda un acontecimiento tan magno.
Y nos vamos cada uno para su casa, cada uno con su propia vieja taimada porque el perla se mareó y seguro no será capaz de renovar, al llegar a la casa, los momentos románticos con que ellas soñaron cuando los novios estaban en el altar o bailaban el trillado vals de Strauss, aunque fuera como tributo a lo bien que cada una de ellas piensa que lució esa noche. Lo que pasa es que el varón, en los pocos momentos de lucidez que le van quedando en esa jornada, ya comienza a imaginarse en su mente cómo lo va a hacer para pagar los créditos contraídos entre sastrería, zapatería, casa de modas, regalo, etc. por causa del bendito del Seba.
donbaldomero.
P.S. Yelpajaróndelcuraledicealnovioquepuedebesaralanoviasindarsecuentaquelano
viayatieneencargo.
 
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Foto del autor donbaldomero.
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Descripción

Una humorada acerca de los casamientos.

Palabras Clave: Casamiento saln de belleza matrimonio.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Humor



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Rita Lugones

jajajjajaa muy bueno!

saludos

Rita
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March 11, 2012
 

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