FLUYE LA SOMBRA.-
Publicado en Mar 21, 2012
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¿Nada? ¿En verdad no hay nada?
¿qué fue eso entonces? entonces, eso fue; ¿qué? ¿Un nada que va nadando entre mismas aguas fatuas de aquellas lunfardas tramas, para con otras damas de campaña austera, ansia lacra, compañía ciega y ocio locro? ¿Qué con tan parco trazo, él da el paso ignaro de todo el paisaje? ¿O es solo que de salvaje y urgente; solo le quedó aquel ayer sugerente, en el anclaje de un arrear, con un solo remo, en frígidos remangueos, típicos manoseos, tópicos meneos que rengos solo le hacían caminar anclado al suelo y no levitar ligero y besar al cielo? Peor; todo venéreo y nada sincero. ¿Qué fue eso entonces? entonces, eso fue; ¿qué? El disturbio de la sangre, aún lo invita al convite entre las crápulas de sus escamas que se esparcen a la deriva de su vida nimia, que no es mía, ni suya, pero parece desapercibida de sus orgullos y sus vanidades, es ahora solo la espalda de alguna calca, el negativo de su propia fotografía por la esencia que se encarna como tatuaje a algo que dejó escapar, y se marcó entre sus garras y sus fauces, desorbitando el bombeo del torácico ronroneo muerto de ese músculo que le harta ya el agonizar. Yo lo vi, antes de que terminara así, yo lo vi, ahora recorre nuevamente todos y cada uno de los pasos que acaba de dar con aquello que dejó escapar. Antes de su poética apocatástasis, antes del regreso vuelvo vuelo, sin vulvas ni velas para su desvelo, ahí yo lo contemplé distante en su viaje y su letargo, entre las arácnidas falanges de  aquella mano, la de su acompañante que zurcía una tibia caricia, en un tierno veneno enredando sus cabellos. Sí, yo la vi a ella también, a la que se le fue; alquímica y de mirada hostil, manos arañas que nacen en ceda, gloria en sueños, libertad en vida, alucinación de ojos oblicuos, orgasmo en cuerpos fríos, estimulación del punto G sin necesidad de vaselina. La vi a ella, era una Diosa de Diablas, anti-musa verdadera de Edén adulterado, engendrada y no creada, de la misma naturaleza en que la insanidad fue hecha antes de todo desvarío. Ambos en convivencia parecían difundir la palabra bélica aquella, que deforma la sagrada pronunciación de; Jehová, en seiscientas sesenta y seis poses, en que se puede llegar a escurrir y deformar sus rostros en el gemir más impío que da el hereje y clandestino goce. Sí, ágora tras legua percibo el derrumbe de su equilibrio brío, que se diluye y acrescenta en ese labio mefisto que prosaico, hoy alejado del develo e instinto trino, hizo que él acallara la métrica que quizás no tenga, él no recitó, él se cree poeta en pleno ruego.
Pero hoy él nada se creyó ser, pues él le ladró al espontaneo menester; un recitorgamatrón entre el arrear y el callejón y eso lo aleja de toda descripción ortodoxa y empírica, a ella quizás no le importa su dogma ni su oficio, y a él quizás no le pasa por la mente si es acróbata o un falso poetizo lo que quiere, es sentirla cerca y viva. Lo único que flota entre ambos, es un magnetismo ambiguo de complicidad insaciable ante el inestable hastío del resquicio de las siniestras artes, son prófugos profanos de luces y vestigios edénicos, que negados a sus legados estéticos se encuentran ahora, juntos, en contra del karma y contraste celestico, para escaparse juntos. Yo los vi, a ambos anclados, sin que ellos se sometieran a las riendas, ni a los acoples de sumisa conformidad que mantienen encadenada a la ubicuidad, esa noche ellos estaban en todas partes y en ningún lado, eran uno contra el otro, otro sobre uno, y de ser dos; solo se intuía en una teoría. Tras llegar al tugurio y empezar con el brindis para la ocasión y la cita, ese ejercicio declamante de siempre, que entre la garganta a él le estruja, no le surgió, pues alusivo y cínico digo que yo vi; en su alusiva y cínica forma que solo emergió en un ¡declama-zutra! pegado a su oído, encarnado al tímpano de la anti-musa, sonido vivo de las letras carmesí del hibrido lascivo, con el que quizá uno de sus otros yo´s, se transformó en un reptil y le cambió de página, y la acomodó de posición en posición. Yo pude ver y sentir el eco, la resonancia del palpito ávido, de su vena a mi retina, y de la piel lívida de la arácnida a la insania del poeta paria, cuando la anti-musa de su exhalar pasó a la lengua, se podría oler incluso la derretida pierna del poeta con su mirada flácida columpiándose por su saeta y arenga que cada vez era más densa, que cada vez más, se enterraba en ella. Rogándole al rencor que a ella le doliera, él bebía trasgo tras trago hasta no dejar rastro de la verborrea símil a simple verbena, yo lo vi contemplando el rubor de los vapores entre las mejillas de su acompañante, rígida, solemne, sibarita licita e ilícita mostraba filosas sus pupilas malditas. Yo la vi a ella, suspirar en lo oscuro, pensar en voz alta, alterar el transcurso y corromper la palabra sacra. Ellos llegaron como todos, pero volvieron nido, un congal donde beben desde los moros hasta los divinos o semi terrenales, entre díceres de tempestades seminales, él acurrucado a la elocuencia, y ella amordazada a la secuencia de los mórbidos gestos llenos de androginia del hombre mitad bestia que le acontecía, son su arritmia y sus atrocidades, ella entelequia, ella humedades, ella sueños, ella despertares de palabras en él, de esas que la causaron destierros, sí, y yo los podía ver. El poeta acosado y molestado por algún osado mesero irreverente y quizás nada enfermo, por sus movimientos exagerados y efebos, era él, el poeta ¿el hombrecito que se postulaba como la reina del congal, o la princesita que terminaba como el más semental de la cantina? Asediado por sus descaros, o sus féminos actos en disolución con la botella de alcohol y el sostener del cigarro. Su sexo es duda en esos entornes, su rostro es muda presencia para quien le mire y desconoce su procedencia dual.
Él con sus largos cabellos rosaba el viento, con vestimentas de luto, negras telas que le cubrían la desfachatez de su estela, ella segundaba también con el funesto enfoque, colores muertos en sus derroches sin pasarelas para su y sus caminares inciertos. La acompañante, catrina que danzante hacía levitar al boca floja por sus carnes enfundadas en metales de ropa, ocupada para desconectarse del frío, ocupada quizás por intuición para impedir que el híbrido y su insolencia se colaran hasta la última mesa de su cocina íntima, hasta el último cuarto, donde ni ningún sostén le sirva como retén, mientras ella arreaba hacía el wc, él la miraba con un ansia de ansiarle ansiosamente ansiado de ansiar, luego volteaba fijamente al tarro donde sus labios profanos bebieron y acababan de posar. Él imaginaba el trazo tan exacto para medir a la locura en las huellas de esos repliegues musculo membranosos de ella, que sin ataduras podrían llevarlo a los aires con un solo gemido cosmogónico. Ella regresaba, quizás con el descubrimiento y no hecho al azar, de verle a él; su ansiar ansiado ansiosamente de ansiarle con ansia y solo se dedicaba a husmear profundo al tipo que ahí, moribundo le mostraba su licantropa necesidad de aullarle. Yo vi incluso cuando él casi hundiendo la rodilla, le pedía rogando que le dejara mirar a su boca tibia sorberle más a la bebida, calarle más a la nicotina, cada trago y cada fumada, representaban para el poeta vago una múltiple orgasmia que lo llevaban al límite a estirar sus alas. Afuera llovía, mientras yo veía el tumulto que él causaba, que el tipo le sonreía que la mesera le clamaba, pero sus polos unidos resplandecían ante cada latido de su acompañante arácnida, tanto que de sus nombres desconocidos hasta sus historias olvidadas, de vida a vida, solo los dividía un respiro, pareciese una danza bien tramada entre sus almas zafias que lejos del rugir de la urbe, y cerca del crispar de la lluvia, eólicos rumores y murmullos ellos se transmutaban. La letanía consistía en nada más que siniestras comparsas, que hacían simetría en cada pliegue, la fotografía de sus rostros mostraba deseos penados por la biblia, anhelados por la herejía, y turbando más turbados; ambos en sincronía líbica reían. Y yo los vi, y yo los escuché, ella pensaba en voz alta cuando él, incurría lacerando la broma manchado de un dulce, presumiéndose saber bien, asumiéndose que debería hacerse él, él mismo suyo, y ella quedo y sin querer tal vez, delatando que sería ella quien, haría lo que él cínico puso a sumo en suyo. El sabor del cacao y el vino de ese pastelillo que no recuerdo de donde vino, puso al poeta en tela de juicio cuando la arácnida lo mordía con sus labios fríos, ella alteraba el confín del pantalón, y él con el deseonomicón no contuvo y hubo de probarla una y otra vez hasta su impúdico disturbio contener. La noche pronto presagio una distorsión entre el fluir de la piedra, la tierra misma sabía que no podría ser, magos bardos y anti-musas rudas son penuria e insaciable tropel. Pero ambos se lanzaron, acongojados entre el frío que se mezclaba con el carnal latido de sus calores de colores indescifrables, qué inefable ver a dos desvaríos bajo una sombrilla caminar sin pena al castigo divino.
Rompiendo las caléndulas astrales, ella era un mándala de contrastes y él una dualidad andante, andando sobre los pases y paseos de lo vivos que ignoran que el suspiro y el silencio están también vivos. Un beso detiene la tormenta, un roce ruge en las profundidades del abismo, lo convencional llora, la soltura monótona gime, las eras se afligen mientras ella con boca loba le infringe una poción gota a gota, el desinhibe se vuelve la canción de sus huellas que poco a poco flotan y se alejan del piso que los hace presas, del cielo que ansía ser techo, de la noche que quisiera quedarse eterna. Yo lo sentí a él nuevamente imaginando ese poema suelto, jamás inventado que antes de salir le dijo a quemarropa susurrándole al oído; “qué bueno que existen otras bocas, para que tu boca sea tu boca, de tu boca se escucha un llanto que sangra, de tu boca segregan los martirios, es escondite de miles de balas penetrando a un inocente cocido a tiros, de tu boca salen las verdades que nos impiden ser inmortales, de tu boca emerge el vacío, es la pasión y cantina perfecta para el simbolista con sus poemas malditos, esa boca da cabida a los fuegos, al hastío, es la cajita de pandora donde todos los gritos de cualquier pueblo se almacenaron al escuchar la primer campanada del tercer reich, es un tanque de misiles sin órbita, es la risa que se altera al ver en cenizas la iglesia entera por culpa de la guerra, en tu boca yacen jeroglíficos subversivos de los gemidos de Verlaine sometido por un niño, en tu boca se esconden los conjuros de un Rimbaud que ejerce violencia, que penetra con saña y que eyacula con muerte, bendigo a las otras bocas para poder maldecir a la tuya cuando mañana al no tenerte… me comerá vivo si es que me recuerda, si es que lo quiere, si es que me anhela, si es que me siente tanto como a mí me hace desvanecerme y anclarme a ella” Él lo recuerda, y vuelve a beberle, ella luce suave, ella luce perfecta, ella se entrega fugaz al apareamiento de vocales bucales, y él le altera, le aletea, le enerva, le desgasta, y asta tras rastra, hasta ondula su bélica bandera, ella se convierte en la capital de sus derroches, de sus alivios, así sin nada esquivo solo pasa sin que consigo ambos, se den cuenta de lo ocurrido, y ellos laten, se muerden, se adhieren, se conservan, se edenizan, se penetran, se diluyen, se influyen fluyendo con saliva hirviendo y con el frio a tope, él, ella, poeta, alquimia, mitad bestia, arácnida, vagabundo, acompañante, andrógino, anti-musa, todo, todo alrededor de ellos es energía electro-erotizante. Nada lo impide, ellos son centros cetros de brillantes esfuerzos por someter a la simpleza a una simple ironía, alrededor de ellos todo gira, y nada se desvanece. Surgen sacudidas de terras fortes, andantes, minueteos, crescendos, estacatos, erotiem mortems. Queda de recuerdo que el día duró más en su noche, desvelo continuo, continuo y maligno, de benigno, solo está el verso gemido por el poeta torpe que anhela elegancia susurrando;  
no hay nada más bello que un hombre y una mujer atrapados bajo la lluvia, es cuando las palabras mueren y el silencio renace, las múltiples gotas caen con tanta fuerza, que es seguro que se vuelvan notas de lo que uno quiere decir y suena a una musical pieza del deseo que calla ante el roce, no hay nada más hermoso que un hombre y una mujer… siendo presas del anhelo que solo la lluvia puede entender y cubrir con su orquestal lagrimeo”  Y la despedida se hace cruel, y la realidad se yergue otra vez, y la necesidad y la poesía se vuelven calles vacías, olores ocultos que solo pocos perciben entre la agonía de los que sonámbulos conocen ante toda penuria, y son los que caminan y saben del sabor que hay más allá de la media noche. Bohemias manos arraigadas en futuros inciertos y en pesadumbres de pasados olvidados, y el poeta se siente bello, y la arácnida se cierne atenebra, y yo los veo perderse, y los veo encontrarse luego, los veo despedirse y saludarse de nuevo. Y él termina aquí, otra vez, recorriendo cada paso que dieron después de salir de beber, después de conocerse una vez, después de quedarse con el anhelo de su piel. Ella se fue dejando puntos suspensivos en el cursivo derroche del mitad bestia, con la magia en el aire y la insalubre humanidad que le aterra. Y por eso el vuelve a buscar otra vez esos paseos que acaba de tener, porque tiene miedo de que haya sido solo una de esas alucinaciones por tanto beber, se mete a otra cantina y le dicen y le incitan y le añoran, pero no se queda con la palabra infiel. Ella le dijo de la belleza y le reconoció el desangre y él se dice; “¿de qué me sirve a mí una simpleza estando aquí con otras que ignoran mi hambre?” Una mujer se le acerca, cuando otras tres ya se fueron, “quiero algo sincero, algo bello, algo frágil, algo delicado y sensible, aquí solo vienen los turbios y feos ¿qué hace un fantasma bebiendo en este cuchitril solo y sin miedo?” Y él se aterra, la comerciante nocturna y venérea le hacen lanzarse en plena fuga otra vez, a buscarse entre esas calles solitarias, donde arrió del ala de una arácnida, el no se siente completo, a altas horas de la mañana me busca, a mí, sigue teniendo miedo de que solo haya sido así, una alucinación por tanto andar bebiendo, y me busca, y me encuentra tejido en la pared de aquel beso bajo la sombrilla, justo en el momento en el que su saliva le dio cese al viento y final a la tormenta, y le confieso, mirándolo directo, que se adhiera a mí otra vez, si quiere un testigo fiel que le susurre en la mañana que no delira, si quiere un cómplice que de fe y que tenga la historia en la pupila para cuando él quiera abrir la libreta y crear el poema, que no quede como otra alusiva imagen de lo que él necesita. Y me observa, aliviado, justo en esa pared… donde el beso aquel, me privo de su humanidad y de su silueta, y es que rastros de mí se tatuaron en ese muro, y me desencarné de él justo cuando descubrí que su sombra y yo, la suya, la mía, la nuestra la de ella y la de él, o séase yo; éramos uno solo.        
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Foto del autor Hoz Leudnadez
Textos Publicados: 220
Miembro desde: Jul 06, 2009
1 Comentarios 1143 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

relato surrealista neo barroco híbrido!!

Palabras Clave: arácnida

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Derechos de Autor: hoz léudnadez safecrative


Comentarios (1)add comment
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Rita Lugones

Magnifico como siempre.

un abrazo y una flor para ti, mi niño.

Rita
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March 21, 2012
 

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