DEL ESPEJO Y MI IMAGEN
Publicado en Mar 22, 2012
I
La imagen en el espejo de mi casa es igual a mí, lo curioso es verla un poco deforme, o sino por qué trato de arreglarla más de lo necesario, por qué me miro con insistencia en el cristal, en últimas haciéndome ver ridículo, por qué pierdo la cabeza de tanto echarme vistazos como si fuera un chimpancé admirándose en la fuente de narciso, me será urgente una cirugía plástica o es mi cerebro funcionando como el de un imbécil maniático por la belleza. No obstante reflexiono respecto a la figura de mi cuerpo como algo no deforme, no urge de exagerado arreglo, asimismo pienso: de vez en cuando es bueno y necesario tirarme una canita al aire frente a este vidrio, por ejemplo, yo como mujer, observar con ternura y una pizca de vanidad mi persona, ocurrencia nada equivoca, sin embargo, eso de estar más de los justo frente al espejo me postra en la estupidez… Como hombre, darle una ojeada a mi figura corporal está dentro de los convencionalismos aceptables, además es justo conmigo mismo, porque el milagro de haber nacido lo merece, más no el de llegar al extra límite de mirarme hasta malgastar mis ojos en alguien, según dictamina este acto, no deja entrever ninguna otra virtud, en mi mismo, a la de ser el hazme reír del discernimiento en el espejo. Con cerebro megalómano me admiro en esta tramoya sin fin, no alcanzo a comprender el arribo de los años, sinónimo de arrugas, las cuales flirtearan con mis propios huesos en la antesala de mi nada, he de espantarme, desde la poca luz del rabillo de mi vista, con mi rostro masillado de fealdad. Fanfarronadas de mi cuerpo, apresurado en extinguirse, generadoras de una pérdida de tiempo por lo mucho a realizarse a través de la inteligencia. Ese embelesarme conmigo mismo, como si yo fuera una incorporación de alguna deidad, enrosca mi estolidez sobre mis sentidos, hasta caer en una alucinación donde yo soy un príncipe azul y el horizonte el reino adorándome, hasta la existencia esclarecer la realidad de mi organismo como simple transporte al paraje de mi polvo eres, a la vez mostrando el espejo sin reflejo, porque soy un espectro. II Reflejos atrapados para siempre en el universo de cristal. Allí existe un mundo no revelado, del cual sólo se hace alusión en el tomo XVI, de la enciclopedia ULTRA MUNDOS, página ochocientos cuarenta y tres, del novelista persa Ardaván M`barek Aldesoro, quien afirma haber accedido a tratados apócrifos sobre la versatilidad de infinitos paralelos, de ulteriores existencias en un artilugio habido en la periferia de la casa, de la oficina, dentro de una cartera, en un bolsillo, en el tocador o en un lugar cualquiera, en el agua: El espejo. Orbe misterioso donde se observa la aquiescencia de la vanidad. En uno de los enunciados de dicha obra se lee: “Dentro de esta naturaleza, “instrumento de mirada”, sus habitantes tienen gestos y comportamientos similares a los nuestros. Quizás ellos son los originarios y nosotros la silueta, variante en carne y hueso, respecto a los “seres” del fondo cristalino. Aquí se aloja la realidad de los quintos infiernos. En este lugar perdura el arácnido supremo. El espejo es una telaraña, el orbe externo un insecto para ser devorado por la incidencia de su luz. Allí existe otra dimensión con todos sus equilibrios. Su extensión embauca a través de una de las máximas sincronías del universo. Cualquiera está presto a ser el gran imitador: De pronto la imagen, tal vez quien se mira”. Es decir, aquí todo es principio y fin a la vez. Universos para ser desmenuzados por injerencias matemáticas o por pensamientos objetivos sin atavíos religiosos o filosóficos de ninguna índole. III Cuando nos miramos en el espejo una imagen está lista en la puerta de este singular artefacto. No obstante nunca creemos en la existencia real de una trampa, venida de los subterráneos traslúcidos. Algo, no del todo sobrenatural, apresa. A la ciencia no le ha interesado investigar sobre el engranaje subyacente en la profundidad del espejo, sobre las fuerzas inciertas las cuales hacen imperar otros mundos de manera encubierta. Siempre las imágenes atraviesan un resquicio, ellas cierran la abertura, están confabuladas con quien da las ordenes desde el más allá de este absoluto. La imagen salta con puntualidad de esa dimensión hermética para imitar nuestras posturas, remeda con exactitud, nada se transfigura, la imagen parece más limpia en relación al cuerpo reflejado. No obstante el hecho es la verdad, semblante de la palabra sin tono trivial. Si bien las siluetas tienen su propio lenguaje y entre ellas se entienden desde su esencia silenciosa, con vocablos renovados, el hombre es la máxima expresión de la inteligencia, la imagen no lo es todo aunque la escala de valores turbios y fútiles afirme lo contrario. IV El lago es un espejo, refulgente como agua resplandeciente en el espejo. El hombre es espejo, semejante a un hombre en la llanura: espejo de aire reflejando el pastizal. Espejos de todas las dimensiones saltan a la vista de un rojo presuroso en el espejo. El ego es espejo a imagen y semejanza del hombre en el espejo, el cual es siempre reflejo, jamás el hombre haciendo presencia en el espejo.
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