DE PESCA
Publicado en Feb 09, 2009
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DE PESCA  
 
Al medio de ayer, se alivió Martita, doña Chonita y mis tías no paraban de ir y venir de un lugar a otro; en el patio de la casa, el sol caía a plomo que quemaba los pies, la casa en silencio, y Chonita y mis tías hablaban despacio, el único hombre era yo, y me dejaron en casa, porque me vieron muy chico y dicen que todavía no me da “la calentura” como a mis primos, por eso se los llevaron al campo, a cazar conejos para que no se aburrieran y no molestaran cuando se aliviara  Martita.
Ayer desde muy temprano, antes de que saliera el sol, trajeron a Martita, envuelta en varios chales, para que no la vieran los señores que van al campo, ni las señoras que van al molino. La llevaron directamente a la sala, la pieza más grande de la casa con el altar de los santos al frente, al fondo la cama  en donde se acostó Martita. La pieza estaba en penumbras pues no tiene ventanas. La puerta de madera permanecía cerrada, de cuando en cuando se abría, salía Chonita o mis tías, y la cerraban luego para que no entrara el aire. Al principio todo estaba en calma, en la cocina pusieron un bote con agua para hervir con hierbas de lengua de vaca, ruda, romero y árnica. En otro bote, pusieron agua con pétalos de rosa de castilla, los olores que emanaban de uno y otro bote cubrían la atmósfera de la cocina e incluso del patio, de un aroma especial. Más tarde salió Chonita, algo les dijo a mis tías allí en la cocina, de que Martita se estaba poniendo mal y se apresuraron a poner agua en unas bandejas y tomaron los trapos limpios que ya tenían preparados y los llevaron a la sala. A mi me dejaron jugando en el tejado, solo podía ir a la cocina para echarle leña al clecuil, pero no podía cruzar el patio hacia la sala.
Había un total hermetismo, la enfermedad de Martita, había durado ya algunos meses; recuerdo que cuando estaba sana, salía a la calle y si me encontraba se ponía a jugar conmigo, me tomaba de las manos y me hacía voladoras, girándome sobre el eje de su cuerpo, al mismo tiempo que su vestido se ampliaba como una perinola. Ha veces, nos íbamos a la ciénega a pescar ajolotes y a jugar a las escondidas entre los arbustos. Como ella ya había terminado la primaria, se podía decir que ya estaba grande y ya se podía casar, porque en el pueblo no hay más escuelas; la tarea de ella, era ayudar a los quehaceres del hogar y hacer mandados, como no tenía hermanos ni hermanas, todas las tardes  nos buscaba, a veces para jugar a la pelota o al avión. Uno de esos días, nos fuimos a jugar a la ciénega, y mientras yo me entretenía con mi improvisado arpón de vara de ceniza y punta de maguey, en pescar ajolotes; Martita y mis primos se pusieron a jugar a las escondidas, me pidieron que si veía venir por la vereda a alguien, que gritara ¡aguas! Absorto en mi tarea de picar algún ajolote o acocil, transcurrió el tiempo, no se cuantos minutos u horas, pero era mucho tiempo, porque cuado regresaron, mis primos venían cansados y sudorosos; Martita venía como sonámbula, con las mejillas apagadas, traía las trenzas desatadas, los listones en la mano y restos de pasto en la ropa.
  – ¿No viste a nadie?- preguntó uno de mis primos. - No me fijé- le respondí.
-Vámonos, ya es tarde- dijo el otro. Mientras veían como Martita ya iba muy adelantada, parecía tener prisa.  A partir de entonces Martita, aunque no dejó de jugar con nosotros, la veía distraída; a veces dejaba el juego repentinamente y se iba a su casa. Luego dejó de jugar, salía muy temprano al molino, se metía a su casa y ya no salía, en otras ocasiones nos veía y desde su casa nos saludaba agitando su mano, como un ave que se pierde en el ocaso, pero no se acercaba con nosotros. Fue entonces que me enteré que estaba enferma y que iba a tardar tiempo en sanar, porque la enfermedad era de esas que no se curaban en un día, ni en unas semanas. Chonita vino a la casa y platicó que Martita se enfermó en los baños rusos del pueblo. -Ya ve comadritas, tanta gente que entra- les dijo a mis tías, -y luego los baños de los hombres que están juntos. Allí en el agua caliente pescó la enfermedad. ¿En que otro lugar podría ser, si ella nunca sale? Ni amigos tiene- No se aflija comadre. Respondió mi tía, y agregó. –No se aflija, solo el señor sabe a quienes escoge para hacer su voluntad-. ¿Verdad que si comadre?,  respondió Chonita.
La puerta de la sala no se abre y ya lleva rato así. De pronto, de entre las gruesas paredes de la sala se cuelan unos gritos apagados de Martita y un ña ña ña, ña ña ña. A los pocos minutos se abre la puerta y sale una de mis tías con un envoltorio, se dirige por la vereda que lleva al viejo pozo, allá por los zapotes. Regresa corriendo se lava las manos en una jícara y regresa a la sala. Chonita sale, va por más agua de olores. El tedio de la mañana se rompe, hay movimiento en la casa. Uno de mis tíos llega de visita, entra al patio, recarga su bicicleta en el embrocado del tejado, se queda en el patio, se sienta en un banco; no me ve, en ese momento en la casa nadie se acuerda de mí. Salen Chonita y una de mis tías, se ven sudorosas, pero contentas. Saludan a mi tío, que pregunta:
-¿Y como está la enfermita?,
-ya se alivió- responde mi tía.
– ¡compró un niño!, compadre; tercia Chonita.
 -¿Cómo la virgen, comadre?
 -¡Como la virgen!-, responde Chonita y rompe a llorar. Mi tía la abraza, mientras ella susurra entre sollozos:
 –Ay comadrita, no se si podré soportar la vergüenza en que me puso esta muchacha-.
 –No Chonita, no piense en los demás, piense en mi ahijada y en el niño,  que es un regalo de dios.
 Chonita se consuela –Verdad que si comadre, le juro que mi Martita no salía  a la calle, ni conoce hombre. Si, si es un regalo de dios.
Mientras me entretengo haciendo un camión con los olotes de las mazorcas, y burritos con palitos de paleta, se pasan el resto del día,  entrando y saliendo a la sala para ver a Martita. Mis primos volvieron ya muy tarde, no cazaron ningún conejo, estaban cansados, cenamos juntos y nos mandaron a dormir temprano, sin que tuviéramos sueño.
Este día me levanté ya tarde, todos estaban distraídos desayunando en la cocina. Aproveché que Chonita salió y sin ninguna vacilación fui a la sala a ver a Martita; estaba allí, con sus mejillas blancas sin brillo, su pelo echo una maraña, me senté a la orilla de la cama. Me sonrió y sin decirme nada, me puso su mano en la cabeza y hundió sus dedos entre mi cabello, apretando mi cabeza. Con el índice derecho en mi boca, le hice señas para que no hablara, le pedí que se aliviara pronto, que se quedara en la casa, hasta después de mi cumpleaños. Que cuando estuviera sana fuéramos a pescar ajolotes a la ciénega. –Ya voy a estar más grande- Le dije, y luego con temor le pregunté.  – ¿Si me da la calentura, tu me puedes...curar? Ella sonrió con más fuerza, de momento sus mejillas adquirieron nuevo brillo.  Los dedos de su mano apretaron con más fuerza mi cabeza. No dijo una palabra, solo movió la cabeza y sonrió de nuevo, se dio la vuelta y abrazó a su bebé. Salí de la sala y me puse a saltar con gran alegría en los cuadros del avión dibujado en el patio.
 
                                                                     GUILLO
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Foto del autor JOEL SAMPERIO TEPALE
Textos Publicados: 13
Miembro desde: Feb 02, 2009
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Descripción

Es un cuento cuyo escenario es una poblacin rural y el despertar a la adolecencia de sus protagonistas.

Palabras Clave: pueblo martita Cuanal Cholula Puebla Mxico San Mateo Cuanal avin pesca.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: joel samperio tepale

Derechos de Autor: joel samperio tepale

Enlace: ameyal13@prodigy.net.mx


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