AQUELARRE
Publicado en Mar 30, 2012
Conozco al felino desbocándose a través de sus ojos,
para luego del acecho gravitar su ferocidad en coloquio de mansa paloma. Conozco del mordisco y la trampa agitándolo. Conozco la sed, la esperanza, la angustia y la trinchera del alma. Conozco la telaraña tejida de sombras nocturnas y el recuerdo dejado por el hombre al seguir acribillado desde el balcón del tiempo. Conozco el crochet de luz y el mantel de nubes tendido sobre el comedor del día. Conozco del rocío y la vaca vegetal, donde se amamanta mi asombro. Conozco del andar, de la meta alejándose, del mundo empolvado en llagas. Conozco de ropa tendida en el alambre, de la vanidad y la mano vacía de una migaja de Dios. Conozco del no regreso, de la fruta madura recibida por las entrañas de la sed, por manos angustiadas de un transeúnte de siglos. Conozco de lo incierto de la carne, del hueso relamido por el grito; de oídos diluyéndose en asombro, ante el discurrir de la vida y desahuciados alimentando su fe con salmuera de zopilotes. Todos saben qué conozco, mas ignoran del conciliábulo gozado por mi sangre, cuando encarno los fantasmas de la poesía.
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