8.- Desesperada huída
Publicado en Mar 30, 2012
Evrart esquivó un enorme bastón que estuvo a punto de mandarlo al suelo. Cayó por las escaleras, y rodó entre los escombros.
Trató de levantarse, pero en eso unos fuertes puños de acero lo levantaron en vilo desde el suelo y su espalda golpeó estrepitosamente contra la pared. - ¿Qué haces aquí? ¿Por qué me sigues? Evrart trató de explicarse, pero la voz no salía de su garganta. Aquel ser era terrible, era enorme y fuerte como un toro a pesar de su aspecto macilento. Además estaba muy enojado. Había cierta indignación en sus verdes ojos, que lanzaban chispas contra Evrart. Sintió aquel odio recalcitrante en todo su ser, mientras intentaba en vano, zafarse de tan incómoda situación. Doherty arrojó al joven al piso y le propinó una patada en el estómago. Evrart ya no pudo levantarse. No estaba acostumbrado a pelear y tenía poco o nada de práctica en cuestión de lucha. Sentía un escozor en el vientre y la cabeza le daba vueltas. Escuchó entonces una voz que le pareció muy familiar. - ¡Padre! Aquel corpulento y atemorizante ser se volvió y le olvidó de pronto. Evrart lo vio alejarse hacia la cocina de aquella casa. Escuchó sus pesados pasos y su imagen se fue apagando en su mente, pues se estaba desmayando. Hizo un intento por incorporarse, pero acabó desvaneciéndose por completo. No supo cuánto tiempo permaneció así. Pero al despertar todavía era de noche y su teléfono celular tenía varias llamadas perdidas. Se trataba de Christine, pero era alrededor de las cuatro de la madrugada y dudó en devolverle la llamada. En la casa había un silencio inquietante. Nadie se había ocupado de él, pues estaba en la misma posición en que se había quedado al caer. Comprobó que los golpes le dolían mucho, sobre todo en el estómago. Entonces vio algo que lo sobresaltó. Había un enorme charco de sangre al pie de la escalera y un largo cuchillo junto a éste. Evrart no sabía qué hacer. Su instinto le pedía salir corriendo, pero por otro lado había escuchado otra voz aparte de Elias Doherty antes de perder el conocimiento. Aprehensivo, subió la escalera para revisar las habitaciones. Había muebles desordenados por todas partes, algunos estaban destrozados. Nada parecían haberse llevado de esa casa. Todas las pertenencias parecían estar en el mismo lugar, como si estuviera habitada por fantasmas. Al parecer, Elias Doherty se había marchado. Bajó inquieto, y observó el cuchillo sobre el piso. Era grande, y parte de la utilería de la cocina. Pensó que sería una gran imprudencia tomarlo, así que prefirió salir de allí de una vez por todas. Entonces se percató de que la puerta principal por donde había entrado, estaba cerrada con llave. Nervioso, regresó hacia la cocina para buscar una puerta trasera, la cual también encontró cerrada. Recordó que había una ventana abierta en una de las habitaciones. Subió y volvió a recorrerlas una a una. Al fin encontró la recámara principal, donde la ventana estaba abierta y dejaba pasar el frío viento de la madrugada. Inspeccionó hacia afuera y encontró que debía encaramarse en un fresno si quería bajar de allí, ya que la altura era considerable. Entonces escuchó una voz detrás de él. - Sería incómodo salir por allí. Evrart se volvió sorprendido. Geraldine había salido de quién sabe dónde. Sonreía, aunque se veía visiblemente decaída y agotada. Bajo la blusa se podía adivinar una enorme venda que le rodeaba el torso, con rastros de sangre bajo el brazo izquierdo. Evrart la tomó por los hombros, sin poderlo creer. - ¡Geraldine! ¿Qué haces aquí...? ¿Te encuentras bien? La joven se mostró un tanto esquiva. Siguió sonriendo como si aquel fuera un encuentro cotidiano en la calle. - Creo que estoy viva de milagro. Aunque aún no estoy a salvo. - Salgamos de aquí, entonces. El problema es que todo está cerrado. Geraldine sacó con dificultad unas llaves bajo su brazo lastimado. - Solíamos vivir aquí- dijo, -lo más conveniente es salir por la puerta trasera. Evrart la siguió a través de aquel tenebroso lugar. No se imaginaba a la familia habitando semejante caserón. Geraldine introdujo la llave en la cerradura y la hizo girar. De pronto, pareció estar a punto de caer desfallecida. Evrart la tomó entre sus brazos, arropándola. - Necesitas ir a un hospital... - No- dijo ella, con voz débil -en realidad no estoy tan grave. Pero quiero pedirte un gran favor. - Dímelo. - Necesito ocultarme en tu casa. Mi familia no debe saber dónde encontrarme, pues aún corro peligro ¿Podrías hacerme ese favor?
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Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
El...vi...ra
María Ester Rinaldi
La atracciòn que siente Evr por geraldine ahora cobra màs fuerzas al saberla tan golpeada y sufrida,
por supuesto que el sentimiento de protecciòn ayuda a que la relaciòn entre ambos sea mas fuerte,
Què pasarà?
MMMM... continuemos, por favor!!!!
El...vi...ra
Saludos Marité!
bett
Querida amiga, espero la continuación.....No me tengas copn la duda mucho tiempo.....
Bett
El...vi...ra
Un misterio el maltrato de su padre todavía...
Creo que les gustará la continuación.
Abrazos!