Textale

NO ESTAMOS LOCOS

Publicado en Mar 31, 2012

Durante 86 años trató de abrir la puerta. El vecindario dice no saber nada respecto a esta mujer. Nadie conoce su aspecto físico. Digo mujer porque se escuchan gritos femeninos vociferando su pronto suicidio. Los residentes del barrio ya se acostumbraron a sus amenazas. Ayer cuando la observé por primera vez detrás del vidrio me hizo el ademán de acercarme. Me aproximé. En sus labios leí palabras las cuales me rogaban entrar. Con la llave de mi auto abrí sin ningún inconveniente el portón de su casa. Entre. Le di un abrazo. Dialogamos sobre poesía. De Umberto Senegal devorando con sus cinco sentidos la existencia. De extravíos en el campo. Del agua cristalina rozando la llave oxidada. Del sol en el estanque dorando los gusanos del helecho. Del peregrinar diario de la anciana de cabellera despeinada. De la moneda de cinco centavos en el suelo. Al despedirme después de varias semanas de plática sin tomar asiento me recriminó por haberla dejado con el almuerzo servido desde hace 66 años. Señaló hacia el comedor un plato servido con sancocho lamoso y un jugo el cual emitía olor a guayaba putrefacta. Cuando salí corriendo escuché un eco profiriendo vocablos de amor. Te amo resumían. Hasta ahora no recuerdo haberla visto antes. De algo si estoy seguro: ni ella ni yo estamos locos lo confirma su manera inteligente de inducir la conversación y mi pensamiento despejado cuando recuerdo este desconcertante suceso.

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