REBELDE
Publicado en Apr 06, 2012
NOTA DE LA AUTORA
Este libro fue escrito, en gran parte, durante la dictadura militar y por las razones que todos conocemos, no pude hacerlo público. Mi madre escondía todo lo que escribía en una lata de galletas, que luego enterraba en el jardín. Y cuando pasó el peligro, ella me los devolvió. Aunque mi rebeldía, nunca tuvo que ver con ideas políticas, sino con la injusticia y la desigualdad de los hombres. Dedico este libro al presidente de Bolivia, EVO MORALES, por representar a nuestra raza originaria Dicen que es rico el que tiene dinero y puede gastar, pero es pobre aquel que nunca tuvo por qué trabajar. Dicen que es bueno moverse con carros por la ciudad, pero es mejor el ser útil al hombre y la sociedad. Mente, brazos, piernas, fuerza, es todo lo que es riqueza.. Dientes sanos, piel caliente, voz cansada, buenas manos, ver temprano al sol naciente y ayudar a nuestro hermano, es todo lo que nos queda cuando nos tapa la tierra, cuando la vida nos deja sin que se pueda comprar. He nacido rebelde y es por eso, que no acepto esta ley que me han impuesto, de admitir a mi igual, desde la cuna, con distinta heredad sin merecerlo. Yo tengo en propiedad y con derecho, la tierra, el trabajo y el dinero, que tanto le han costado a mis abuelos. Y cuando pienso en tantos y en aquéllos, que dejaron sus ganas de ser ellos, para tener tan sólo lo que hicieron, a fuerza de pulmón y con su esfuerzo.. Siento que nada soy y que les debo, porque les hice trampas, sin quererlo, pues nunca fui su igual de nacimiento. He crecido rebelde y es por eso, que no acepto esta ley que me han impuesto, de tener propiedad sobre lo ajeno, si nunca me ha costado ni un esfuerzo. Hombre, escucha ese llanto del niño que en esta tierra, quiere nacer soberano. Trae sus ojos mirando hacia el suelo americano., Quiere beber en el pecho de los indios y los gauchos que murieron por no ser por los hombres subyugados. Trae en su brazo una lanza y una paloma en la mano, su grito se oye de lejos y su voz en castellano, nos dice que es nuestro hermano, que ha de nacer soberano o a de morir al nacer. LA HISTORIA El profesor me había dicho que la historia es el pasado, de los pueblos que han dejado sus hechos en los escritos. Cuando me puse a leer tantos libros que se hicieron, fue cosa de no creer pero a mi, me confundieron. Todos decían lo mismo pero dicho de otro modo. Hablaban de las batallas, de quienes las comandaban, de los hombres de gobierno, de héroes y monumentos, de cómo se divirtieron persiguiendo al pensamiento. De la vida de unos pocos, de los demás, casi nada. Entonces le pregunté de los hechos importantes, de quienes fueron aquéllos que la guerra no eligieron, aquéllos que con sus manos hicieron todo lo bello. Del médico, del enfermero, de la mujer del labriego, que por las noches tejía nostalgias en el silencio. De los muchachos que abrían sus ojos a un mundo nuevo y prefirieron la paz en esta bendita tierra. Pero el pobre profesor, miró los libros que estaban apilados en la mesa y esbozando una sonrisa tan simplemente me dijo: la historia que busca usted, sin dudas, no la escribieron. INDIO Por error te llamaron indio y en esas guerras cruentas te echaron de tu tierra. Te dejaron sin sueños, sin estrellas. Te invadieron el alma desde afuera, te invadieron la casa desde adentro. Y ante el exterminio, de tu linda raza te quedaste quieto, sin palabras, arrinconado y sólo entre los cerros, con tu altiva tristeza, con tu quena. Y tu saber profundo se volvió silencio. El oro de tus templos se hizo iglesias, y tu valentía se volvió pobreza. Por error, negamos, todavía, tu raza y tus derechos. Por error, en el destierro vas muriendo, sin que nadie logre quitarte de los ojos la tristeza SOLDADO DE MALVINAS Soldado que hoy defiendes la bandera nuestra, yo quiero que tú sepas cuanto odio a la guerra, pues yo sé que tu vida vale más que la tierra. Yo sé que tú has dejado tus sueño, tu pureza, y vas engalanado de escasas primaveras, buscando con orgullo defender con fiereza, el trozo de esta patria, que llamamos nuestra. Y digo que llamamos porque en esta contienda, ofreces tú la vida y yo heredo la tierra, porque la causa es justa, mas no es justa la guerra. ¿Acaso no comprendes que aquéllos muchachos a los que hoy te enfrentas, dejaron como tú, allá a lo lejos, su ilusión de ser héroes? ¿Y esgrimiendo tus mismos sentimientos y tu mismo valor, levantan su bandera? ¿A quiénes le importan las causas de la guerra? Porque la libertad no es dominio, ni posesión del suelo. Es tener dignidad y eso es quitar fronteras. Es respetar a la vida, pues nada tendrás sin ella. ¡Ni tendrá libertad quien posea la tierra! SABIDURÍA No es sabio el que no conoce la miseria desde abajo. No sabe nada el que cree que sabe porque ha leído, en bibliotecas o en libros y en esas letras de imprenta, quienes gratis han vivido sin saber lo que es hambre, el frío o el sufrimiento, que corroe las entrañas del que no encuentra sustento, del que no sabe de luces, de fiestas ni de canciones. Del que amasa cada día un poco de agua y harina. ¡Qué saben lo que es la vida, los que han vivido de arriba! Él era un gran cóndor, Ella, una calandria. Él era moreno, ella espiga dorada. Él era muy fuerte y ella tan valiente, que un día se unieron para ser bandera de la gente pobre, de niños y viejos, siendo dirigentes. Tomaron las riendas de un carro sin rumbo, Y a punta de látigo domaron las bestias. Trazaron los surcos para que surgiera, de cada cimiento una casa nueva, una y otra escuela. Y sobre estos cielos celestes y blancos, nacieron dos astros para protegernos, de abusos, de miedos, de hambres y pobrezas. Fue dura la doma. No sé cómo hicieron. Pero al fin lograron todo un mundo nuevo. Él vestía uniforme y ella simplemente, lucía en el alma azul transparencia. Él era muy noble, fiel, inteligente. Ella era muy buena, tenaz, arrogante. Y juntos llevaron el carro adelante. Talaron los montes, treparon la cima, y un día dijeron: ESTO ES ARGENTINA. Pero él era un cóndor, volaba tan alto que no se dio cuenta, de que su calandria cantaba ya débil, y una tarde de esas, se quedó sin voz. Murió con el frío en aquel invierno, sin ninguna queja se quedó sin alas, en su juventud. El cóndor muy triste trepó a la montaña, se quedó abrumado con su soledad. No se daba cuenta que abajo quedaban, tantos seres mansos llorando su pena, clamando por ella su inmortalidad. No sabía nada de lobos hambrientos, de ratas, de insectos, que en la primavera, saltaron las cercas y sin darle tiempo ni a sentir sorpresa, destruyeron todo lo nuevo y lo viejo. Los buitres acechan devoran al pueblo. El cóndor se aleja volando más alto dejando solita a su calandria, muerta. Los pájaros negros le arrancan los ojos, devoran su carne y por su fuera poco arrastran su cuerpo de un lugar a otro. El cóndor presiente que a él no le alcanzan. Son ciegos y torpes. No tienen su vuelo. Y se marcha lejos. Él sabe que un día vendrán a buscarle. Porque está seguro que cuando se siembra un verano llega, trayendo cosechas. Él sabe que, a veces, la tierra arrasada germina y florece, y al crecer la hierba los lobos se irán. Y él vendrá de nuevo a amasar el pan. Pero está cansado ya se siente viejo, no tiene más ganas de empezar de nuevo. Se siente tan solo sin esa calandria, que morir prefiere. Y el cóndor se duerme triunfante en la cima y todos lo lloran como antes lo hicieran con esa calandria, pues nadie se olvida que juntos un día hicieron la hazaña de hacer de la nada una patria grande una patria nueva. Pues él era un cóndor y ella, sólo ella. ODA AL INDIO Eras como la luz del mediodía, con el cabello al viento, frente altiva. Tenías por hogar la inmensa tribu, donde la vida era cruel pero sin trampas, donde el hombre era fiel a su palabra. Luego vino el malón de pieles blancas, trayendo sus espadas, sus engaños y arrasaron con todo, hasta la hierba. Y no quedó ni choza, ni mujer, ni niño, que orgullo sintiera por ser indio. Y no quedó piedra que escondiera el oro, donde saciaban el hambre los demonios, con aquellas espadas y tantas cruces, que en el nombre de Dios te degollaban. Y no quedaron más que aquellos ojos, que tan tristes nos miran. Y esa canción que se oye desde lejos, vibrando su dolor desde una quena. CUBA Hay un ave desovando sobre el agua del Caribe, que ha nacido sobre el lomo de una larga cordillera, que es la cresta reluciente de la bravura de América. Es verde y de gran linaje y son muy fuertes sus patas. Tiene por pico una espada que ha de clavarse cual lanza, en el pecho de aquel que quiere ser tan libre como un cóndor, que con sus alas al viento, abre sus ojos al mundo para anidar sus polluelos , que irán a surcar el cielo hacia el Este y el Oeste, en un majestuoso vuelo. Es un sol cuando amanece dando luz a un continente, tiene perfume de cocos, tiene su sangre caliente, es una alondra que canta canciones desesperadas, porque ha nacido de un huevo que se ha empollado en los sueños de una nación, que sin dueños, se engendra en suelo cubano. El "CHE" Con la dulzura de tus ojos mansos y el corazón enrabiado en la garganta, echaste a correr tus sueños desempolvando el coraje. Te dolía la miseria en la piel de los otros y no soportabas la crueldad de tanta indiferencia. Y los niños con hambre te nublaron los ojos, las mujeres con miedo te encendieron la sangre, la impotencia del hombre la tristeza del viejo, te volvieron guerrero. Y ya no quisiste ser doctor quisiste ser "EL CHE", el cóndor de la libertad de la justicia y la igualdad. Pero no te bastaron las ganas y tomaste las armas, para luchar por todos, por los unos y por los otros. Muchos te siguieron. Tantos fueron ,que todavía siguen alzando tu bandera. Pero te vencieron, Guevara. Te mataron como a un perro. Eso dijeron ellos. Fuiste trofeo y botín de guerra. Deberías estar muerto. ¿No lo crees? Porque ya te enterraron. Ya destruyeron tus insignias. ¿Por qué sigues viviendo, todavía, en cada pecho que sufre y se rebela? ¿Por qué sigue brillando la estrella que lucías en esa boina negra? ¿Por qué sigue flameando tu bandera? Tendrías que estar muerto, Guevara. Y deberías saber que los muertos ya no pueden ganar batallas. Al menos, eso creyeron ellos. ¡Eso creyeron! NI LLORAR PUEDEN LOS MUERTOS (Escrito para el pueblo de México en el terremoto de 1985.) Está temblando la tierra bajo el sol americano, quiere nutrir sus entrañas con la sangre de un hermano. Entre montañas de escombros ha sepultado sus sueños, porque "está lejos del cielo y muy cerca está el demonio". Como dicen los que saben las causas de su miseria. Ya no cantan los mariachis, ni llorar pueden los muertos, pero está vivo el silencio en la gente que ha quedado, sepultando los recuerdos. Pero aquí están nuestras manos, hijo altivo del azteca. Hay que enterrar a los muertos. Hay que quitar las cenizas. Hay que sembrar esta tierra con semillas de valientes, para que crezca la hierba sobre sus cuerpos calientes. Porque "están lejos del cielo" Dios ha querido tenerlos, "Porque está cerca el demonio" por eso, se fueron ellos LATINOAMÉRICA Sea mi grito un lamento que penetra en el cerebro, de aquellos que no quisieron ni supieron, usar sus alas. Sea mi frase un puñal, que se ha de hundir en el pecho, de aquéllos que no se cansan de someter a los pueblos. Mi fuerza está en la palabra y lo que digo en mis versos se escuchará desde lejos por esos hombres valientes, de indios, gauchos, obreros, que con coraje pelean y no doblan las rodillas ante el paso del sajón. Que mi voz se vuelva grito, o tal vez, una canción que derribe las murallas de miseria y de dolor. Latinoamérica ruge como un bravío león. QUÉDATE CONMIGO. Una estampida de potros se abre paso entre los montes. Y una llama se ha encendido en la selva como un brote, para anudarle los brazos a ese pulpo agazapado, que quiere llevar lo nuestro y envasarlo en sus latas. Suenan clarines de furia. Sopla el viento en la montaña. Y un dragón flota en los mares con la bandera cubana. Por eso, no te vayas Latino americano, Porque juntos vamos a darles batalla CRECER DE IGUAL A IGUAL Tambores hablan sin voz en valles y cordilleras y se oyen muy despacito en el campo y en la pradera. Se escucha claro el lamento Tienen hambre los negritos, los hijos de los labriegos, los hermanos del obrero y las madres de los minero y algunos no se avergüenzan en declararse sus dueños. Tambores hablan bajito, susurrantes y en secreto, esperando a que amanezca un sol nuevo en esta tierra, que acorrale al enemigo entre sus propias cadenas. Cuba resiste y resiste, Venezuela le acompaña, Bolivia no se amilana y los demás lo reclaman. Van desplegando sus alas en el suelo americano, porque queremos ser libres y crecer de igual a igual. ÓYEME Oye, campesino del amor, de la pobreza y la resignación. Deja lo sembrado y ven, pues no recogerás el trigo, este verano. Oye, campesino del hambre y del perdón. ¡Alza tu voz y grita! No permitas que te humillen Que te exploten, ni te manden. Levanta tu cabeza y ven, a mirar este nuevo amanecer, donde aparece erguido el hombre frente a Dios, para decirle al fin, que se cansó de todo y nunca más, pagará con miseria el precio de la paz. PARTICIPAR Me han dicho que yo soy, tan libre como aquel que pasa junto a mi, sin saludarme. Que puedo yo tener, también igual que él, dinero o estudiar, pensar o trabajar. Que puedo hasta elegir, votar o gobernar. En fin, participar, en mi destino. Mas cuando yo nací, mi cuna no era igual a la del vecino. Lo mismo trabajé, mi tierra yo arrendé, mi casa construí, mis granos coseché. Y cuando recogí los frutos que sembré, siempre alguien se llevó los beneficios. Cansado ya de andar, me vine a la ciudad. Aquí pude estudiar, ¿Y saben qué aprendí? Primero, a no soñar. Después, a no `pensar. Y cuando quise hablar más me valió callar, porque a la libertad, la tiene el otro igual, de echarte como perro a la miseria. Por eso, yo elegí callar y soportar. En fin, participar, con mi silencio. DEMONIOS Qué libertad más limitada tengo yo, frente a otros hombres, en esta selva cruel, donde la gente, se trepa a las espaldas de los débiles. Qué fortaleza frágil la de nuestros pueblos, que doblan sus rodillas frente a aquéllos, que se llevan sus frutos, por la fuerza. Qué negocio más vil, tienen algunos, para hacer de la guerra el instrumento, para probar sus armas y vendernos, por si esto fuera poco, los remedios. A qué clase de monstruos pertenecen, los que en nombre de la paz, siembran la muerte y en nombre del progreso, la miseria. Qué mentira tan grande han inventado quienes creen aún que el ser humano es imagen de Dios o semejante. Qué ignorancia, Señor, tenemos todos al creernos tan libres, de algún modo, mientras vivan en el mundo, estos demonios. TÚ PUEDES Ponte de pie, hombre de América del Sur del hambre y el sudor, hombre de América Central del fuego y del dolor, que empuñas tu miseria con fuerza y con valor. Siente tu estirpe, la sangre de tu raza. Tú puedes, tú debes, dejar de ser tan manso con quienes te humillan, te ultrajan y te venden, sin tener tu coraje ni tu cuerpo sano. Levántate, hombre de América del sur del hambre y del sudor. Hombre de América central del fuego y del dolor. ¡Tú no tienes amo! LOS GORRIONES Y EL CÓNDOR (Dedicado a Fidel) Como el ave fénix de entre las cenizas, se eleva el cóndor por las callejuelas azules del cielo. Solitario transita su aparente calma, planea majestuoso en su soberbio vuelo, anidando polluelos en las cumbres más altas. Los gorriones abajo, pelean por migajas, adonde él no asienta ni siquiera sus patas. En el pasto o las ramas se arrancan el plumaje, peleando por semillas en las casas ajenas. El ojo de aquel cóndor no se pierde detalles, ni ignora tales hechos, pero no se lanzará nunca por ellos al acecho. Sus cuerpos son muy frágiles para sus patas fuertes. El cóndor cuando vuela levanta su cabeza, planeando sobre aquellos que nunca le verán. Sus ojos están ciegos y el vuelo es colosal. Y qué pueden esperar esos pequeños seres, si el cóndor que es un cóndor ignora, todavía, por qué se sacan plumas entre ellos, los gorriones. EL DESERTOR --Hay que defender la patria, Gritó el milico exaltado, mientras formaba a la tropa Sin darle una explicación. --¿Y quién es el enemigo? Le preguntó aquel soldado, con el rostro desencajado por la rabia y la confusión. No era fácil, sin embargo, brindarle alguna razón, de esa guerra que la gente por ser la lucha entre hermanos, la llama revolución. --No es hora de dar respuestas, le dijo malhumorado. ¡Forme soldado y dé vuelta! Le dijo el uniformado. Con su voz muy angustiada, sin moverse y bien parado, volvió el muchacho a la carga, sin apartar la mirada. --Si he de morir por algo, denme al menos el derecho, de conocer el por qué. Respóndame qué es la patria, que yo en verdad, no lo sé. --La patria es esta bandera, esta tierra, este lugar, donde nació nuestro pueblo, dijo a punto de gritar el hombre que engalanaba, sus grados de General. --Es eso lo que no entiendo, dijo insistiendo el soldado, Que vengan todos sus dueños a defender lo que es de ellos. Pues a mi no me han dejado, ni un sitio en el cementerio. Diga Usted, mi General, Si la patria no comprende a los que vamos a enfrentar. --Pase soldado al despacho, respondió sin vacilar. Allí pronto Usted sabrá las razones que yo tengo, para hacerlo fusilar. Siguió su marcha la tropa, tratando de no pensar, qué sería del soldado que se atrevió a preguntar. Y se hizo largo el momento, de esperar a que llegara, un Oficial a informarle que un Tribunal se formaba. No se vio miedo en su cara cuando le hicieron sentar, y desertor, le llamaban los que lo iban a juzgar. Pero al hacer su defensa él les volvió a preguntar, si la causa que esgrimían no era razón suficiente, para que fueran al frente los milicos de carrera. ---¿Quiénes señor General, dónde están los enemigos? O es que usted me va a enseñar cuáles son nuestros amigos? Si me hablan de libertad, opresores y oprimidos. Y al que no está de su lado, lo tratan de subversivo. ¿Por qué intereses pelean levantando mi bandera, los que tienen el poder desde adentro y desde afuera? Yo no tengo su cultura pero alcanzo a comprender, que esclavos somos del hambre, de la miseria, el trabajo, y que a mi modo de ver no es libre nunca el de abajo. Y me hablan de democracia, de los derechos humanos y a mi me da mucha gracia lo que entienden mis hermanos, que creen que por votar, no existe la dictadura, y porque pueden hablar han ganado algún lugar en esta vieja estructura, que se llama sociedad y que las grandes potencias disputan en propiedad. Proceda Ud. General y mándeme a fusilar, que yo tengo mis motivos para no ir a pelear. CUESTA CREER Cuesta creer que no estoy loca, cuando pienso en todo lo que nos pasa en estos tiempos del qué me importa, del taparnos los oídos y los ojos. Tal vez sea el miedo, qué otra cosa. Por eso este encierro. Esta adicción a tantas cosas. A la computadora, al celular, a la tele. que nos privan del viento, del sol, de la luna sobre el lago, del mar y sus crepúsculos. Cuesta creer que no estoy loca, cuando pienso en todo lo que nos pasa en estos tiempos robóticos. Por eso, cuando veo, con estos ojos de mi cerebro, lo que está más allá del teclado digital y del control remoto, siento que mi casa está en calle donde el sol me acaricia y la brisa me levanta el pelo para decirme al oído que la vida no es virtual, que está allí, en esos labios que besan, en el roce de las manos, en ese abrazo que me das tan fuerte, cuando me ves. Qué sería de mí, amor, si no hubieras llegado a mis brazos justo a tiempo, cuando empezaba a querer escaparme de este mundo, donde millones de niños mueren de hambre, sin que a nadie le importe. Donde los que mandan matan y hay países enteros que desaparecen bajo sus garras, como Irak o Libia, Palestina o Haití, qué importa cuál, si no hay nadie que grite o se rebele. Qué sería de mí, amor, si no hubieras venido a rescatarme con tu dulzura y tu paz, con esos ojos de mirada suave y esas manos fuertes que acarician mi pelo, como nadie. Con sólo mirarte me enseñaste que vivir vale la pena a pesar del odio, de la indiferencia, del horror y la sinrazón de quienes nos envenenan desde la tierra hasta el alma, se llevan nuestras riquezas y nos dejan sin dignidad. Cuesta creer que no estoy loca cuando pienso en todo lo que nos pasa. Porque quiero gritar por todos, quiero pelear al menos, con las palabras. Qué sería de mí, amor, si no hubieras llegado a mis brazos, si no me embriagara en tus labios, para olvidarme un momento que está temblando la tierra, sucumbiendo a sangre y fuego.
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