Me preocupa la sarna transformada en perro, el mundo aniquilado por el verdor del día,
la candela vacilando ante la olla
sin mendrugo alguno,
la mujer cuando bate sombras a la sombra
del chocolate,
el humo del incendio y su manera
de ir al cielo,
el estilo de la mosca para arrojarse 
contra la leche,
el diluvio de rocío volviéndose apocalíptico,
sobre el techo del pétalo,
la prostituta extirpando la lascivia de quien paga,
con el sustento dado a sus hijos,  
el hambriento merendando hollín
en el restaurante del basurero,
el dinero en el bolsillo roto para comprarle
un amuleto a mi escribir,
el anacoreta sintiéndose amenazado,
por la aventura de haber nacido.
Todo esto me preocupa,
mas no tanto como llegar a levantarme
un viernes sin acontecer ese día,
mirar la mañana sucediendo a las diez
de la tarde, ver como los muertos
se levantan de sus tumbas,
se convierten en fantasmas abandonados,
sin saber a donde ir,
me preocupa.