EL PACTO( 2da parte)
Publicado en Apr 12, 2012
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Porque ese sitio, sombrío, vacío y cerrado, la había marcado para siempre.
          Cuando llegaron, Ana la estaba esperando con el mate listo, como si nada hubiera ocurrido. Ni siquiera le hizo preguntas sobre su paso por ese lugar. Ambos se mostraron alegres con su regreso y nada le hacía sospechar que esos seres, que le demostraban tanto afecto, que la cuidaban y estaban atentos a cualquier cosa que necesitara, eran socios para su destrucción a cambio de una suma de dinero, que ella les hubiera regalado si hubiera podido elegir su suerte.
           Pero lo que a ella no le interesaba a su marido le quitaba el sueño. Por eso, sin darle siquiera un respiro, esa misma noche, él le dio a tomar una pastilla.
          Luego fingió dormir profundamente, mientras ella se debatía en un horrible malestar que la sofocaba. No podía soportarlo, de modo que tratando de no despertar a su esposo, se levantó para abrir la ventana. Se sentía agitada con esas palpitaciones que le quitaban el aire.                     
            Afuera, la luna se abría paso en la espesura gris de una noche de tantas. Pero nada le servía para sentirse bien. Ni su marido, ni el dinero, ni ella misma. Le daba lo mismo vivir o morir. Tenía ganas de arrojarse por el balcón. Pero justo en ese instante, sonó el despertador de Fernando que la llamó a la realidad.
           Eran las seis y ella no había podido dormir, mientras Fernando fingía despertar.
--- ¿Qué ocurre, mi amor? ¿Por qué estás levantada?
--- No he dormido nada.
--- Ven, toma otra pastilla y trata de dormir. Desconectaré el teléfono y el timbre para que nadie te moleste. Yo debo ver a mis pacientes pero regresaré lo antes que pueda. Si necesitas otra, aquí te la dejo, no te harán daño. Cualquier cosa conecta el teléfono y llámame.
--- Está bien. No te preocupes.
           Él sabía que esas pastillas no eran para dormir y que Natalia recurriría a una segunda toma, lo que provocaría el efecto deseado. Se despidió con un beso, no sin antes cerrar las ventanas del cuarto para que no entrara la luz.
         Qué sería de su vida sin Fernando, pensó ella. Y sintió remordimientos por haberlo traicionado con Miguel. Y hasta pensó que su enfermedad era el precio que tendría que pagar por ese desatino.
          Se acostó y apagó el velador para tratar de relajarse. Suspiró profundamente, como le habían enseñado en las pocas clases que había tomado de yoga. Trató de poner
su mente en blanco, pero un escalofrío intenso la recorrió de arriba a abajo.
          Sintió miedo pero esperó un rato. Después de una hora, tomó la otra pastilla para ver si se sentía mejor y esperó, mientras unas frías gotas de transpiración aparecían por su frente. Sus manos estaban húmedas. Se sentía muy mal pero seguía esperando el efecto de la segunda píldora. Pero todo fue inútil. Enseguida tuvo que recurrir a Fernando y le suplicó que viniera. Él vino de inmediato y se quedó a su lado.
---No quería molestarte, perdóname.- le dijo, con tristeza.
---No me molestas, mi amor.
----Sólo te traigo problemas.
---No digas eso.
          Natalia no podía apartar de su mente la idea de que era una pesada carga para él. Se sentía culpable y deseaba morir. Si al menos pudiera tener coraje y saltar por ese balcón, pensó.
          En ese momento, algo le vino a la mente, tenía la certeza de que eran las pastillas las que le hacían mal. Pero no quería decírselo a él para que no creyera que dudaba de su profesionalidad.
           Y esa noche, cuando Fernando se la dio, ella la puso debajo de la lengua y luego la tiró. Se sintió increíblemente mejor y aunque no tenía sueño fingió estar dormida.
              Fernando se durmió a su lado y ella, sigilosamente, salió a la calle. Estaba desesperada, necesitaba caminar, cansarse, caer rendida, extenuada.
              A pesar de la hora y del peligro, no sólo caminó sino que corrió para sentirse viva.
Claro que el efecto del ejercicio y las anfetaminas que se habían acumulado en su cuerpo, no eran una buena combinación. Detuvo el paso porque le faltaba el aire, sintió mareos, su boca estaba seca, sentía náuseas y por fin, se desplomó como una hoja sobre la vereda. Cuando despertó, una ambulancia la llevaba al hospital.
---- ¿Cómo es su nombre? -le preguntó el médico.
Pero no podía recordarlo. Una confusión terrible le anulaba la mente.
--- Está bien. No se esfuerce, señora- le recomendó el profesional.
          Mientras tanto, Fernando no entendía nada de lo que había pasado. Natalia no estaba. Y no tenía ninguna pista. Llamó por teléfono a Ana, para ver si estaba con ella .Pero no estaba allí.
         Llamó a la Clínica psiquiátrica porque quizás se sintió mal y se fue sola. Tampoco la habían visto. Volvió a llamar a Ana.
---No temas, no se ha suicidado- le dijo, ella
----Voy a cortar. Quizás te llame. Avísame cualquier cosa.
---Sí, amor, no te preocupes
No bien colgó, él recibió un llamado del hospital donde le informaban sobre su esposa, quien se había recuperado y necesitaba que la fuera a buscar.                                                                   
        Fernando avisó a Ana y luego rompió muchas vajillas en el interior del departamento, lo que motivó que su vecino, golpeara a su puerta para ver si necesitaba algo.
----No es nada, mi esposa olvidó tomar la medicación y ocurrió lo de siempre -dijo, entreabriendo la puerta, para que observara el desastre.
----- ¿Está en tratamiento?- le preguntó él
--- Sí, pero a veces hay que hacer ajustes y.... le ruego nos disculpe por las molestias.
-- -No, por favor, si necesita algo, llámenos.
--- Muchas gracias, vecino.
          Inmediatamente salió para buscar a Natalia, quien al verlo, lo abrazó fuertemente.
----Creí que si no tomaba las pastillas iba a estar mejor. Pero ya ves, me desmayé en la calle- le dijo
---- Ven, vamos a casa- dijo él, llevándola hacia la puerta.
          Fernando no se olvidó de retirar del hospital un informe médico, que le podía ser útil para sus fines.
----- ¿Para qué quieres ese informe?- le preguntó ella.
---Para que Cornejo lo vea.- respondió él
          Fernando condujo a su mujer hasta el departamento y no bien entraron, ella vio todas las cosas rotas y no entendía nada, pues recordaba haber salido bien.
---- ¿Qué pasó aquí? No entiendo nada -dijo
--- ¿No lo recuerdas?
---No. ¡No lo recuerdo! ¿No vas a decirme que yo?- exclamó, a punto de llorar
--- Cálmate. De nada valen los gritos ni los llantos.
--- ¿Quién hizo esto? ¡Dímelo!
---Tú. Natalia. ¡Tú!
--- ¿Por qué no lo recuerdo? ¿Por qué?- gritó
----No grites, los vecinos van a creer que...
--- ¡Dilo! ¡Dilo, Fernando!
---No quise decir eso
---Claro que quisiste decirlo. ¡Estoy loca! ¿No es cierto?
----Cálmate, por Dios.
---No quiero calmarme. ¡Quiero curarme!
--Mañana veremos a Cornejo. Ahora descansa, por favor- le pidió él
---Quiero ir hoy, Fernando
---Bueno, mi amor, si quieres, iremos ya.
          Natalia se abrazó a él. Estaba temblando y tenía mucho miedo de lo que le estaba pasando. ¿Cómo era posible que hubiera roto todo y no lo recordara? Si ella había escapado estando bien y sin pesadillas. ¿Cuándo había regresado? ¿Por qué cuando estaba en el hospital no recordaba su nombre? Todo estaba muy claro. Ella estaba enferma y debía tratar de curarse. Sintió pena por Fernando y estaba dispuesta a todo, para evitarle el calvario de su enfermedad.
--- Fernando quiero que me lleves a la clínica, ahora mismo, no vale la pena esperar - le pidió
----Natalia creo que, esta vez, la internación será más prolongada. Yo no quiero escatimar gastos para que estés muy bien atendida y deberías dejarme un poder para disponer del dinero por las dudas tú lo necesites- dijo Fernando.
---Sí, mi amor. Estaba pensando en lo mismo. Pasemos por la escribanía, un poder debe ser algo muy sencillo.
---- ¿O prefieres saber primero si te van a internar?
--- Van a internarme. Yo misma le pediré a Cornejo que lo haga y por todo el tiempo que necesite. No quiero volver a casa si no estoy curada, mi amor.
----No digamos en la escribanía que posees una fortuna, sólo que puedo retirar fondos de tu cuenta bancaria
--- Así será, Fernando. De qué me sirve el dinero si no puede devolverme la razón. Voy a preparar un bolso con mis cosas, aunque es muy poco lo que te permiten llevar.
---No te preocupes, cualquier cosa, estaré atento. Sabes que te amo.
--- Ya lo sé, no hay dudas sobre lo que significas para mí, te lo agradezco tanto...
--- Siempre voy a amarte, recuérdalo.
-----Ya lo sé, yo también te amo.- le dijo, mientras lo abrazaba
             Fernando avisó a la escribanía que prepararan el poder y al cabo de una hora, los dos estaban en su estudio formalizando el acto. Luego se dirigieron a la Clínica de
Cornejo, donde él los estaba esperando.
          Todo salía de maravillas para los planes de Fernando, quien tendría a su disposición la fortuna de su esposa, que quedaría encerrada en ese lugar parecido a una cárcel, pero de donde no se salía por buena conducta.
          Mientras viajaban hacia allí, Natalia sentía una profunda nostalgia que pretendía disimular para que él no advirtiera su sufrimiento. Como si fuera una vidriera, observaba todo desde la ventanilla de su coche.
¡Qué hermoso país!-pensaba. Un lugar donde todos están conectados, donde la gente se palmotea los hombros, se mira a la cara y la amistad no era un simple anhelo sino algo tangible, donde los niños compartían con sus padres los almuerzos y había tiempo para jugar, conversar, visitar a la abuela, preparar la comida, tomar sol y hasta para mirar el cielo. Cosas que no siempre están a mano en otros lugares de la tierra.
         Natalia era una enamorada de su patria y pensaba que era mejor carecer de la tecnología avanzada de los países del "Primer mundo", que carecer de afectos, de las cosas cotidianas, de la manufactura casera. En su Argentina, la gente se conmovía por las pequeñas cosas.                            
        Ella había sido muy feliz cuando niña, en ese barrio porteño donde los besos humedecían la cara. Y donde la yapa del almacenero era cosa de todos los días.
           Recordaba el papelito arrugado donde su mamá le había escrito a Don Pedro, el pedido de almacén y la libreta donde él anotaba  las cuentas, luego venía la yapa o el caramelo que resultaba de alguna negociación. ¡La picardía criolla, era cosa de argentinos!! Y eso no era otra cosa que ternura disfrazada de ventaja. Porque no había cosa más tierna, que levantarse y saludar al vecino con una sonrisa. Nos sobraba el tiempo y nos sobraban ganas para hacerlo. ¡Y qué es la vida sin esas cosas! Nada más que tristezas compartidas.
         Natalia pensaba esas cosas mientras su esposo la conducía a su martirio. Pero ella no lo sabía. La llegada a la Clínica, la llamó a la realidad y sintió, de inmediato, una opresión en el pecho. Pero ella no se dio cuenta de que se trataba de un presentimiento.
          Se quedó allí sin decir nada, tampoco hubo lágrimas, simplemente, se dejó llevar con naturalidad por Cornejo hacia el interior de internado y hasta sonrió, para que su esposo no imaginara que ella podía estar sufriendo.
            El pacto entre Fernando y Cornejo no necesitaba de firmas, sólo de una mirada profunda y cómplice.                                          
          Cornejo, se encargó de decirle a Fernando, en presencia de Natalia, que la primera semana no era conveniente que fuera a visitarla.
         Y luego de firmar unos papeles, él se retiró, con los ojos brillantes de alegría, dispuesto a ir en busca de Ana.
         Natalia fue sometida a muchos estudios y no era informada de los resultados.
          Y a los siete días, fue trasladada a otro pabellón donde se le haría el tratamiento.
         Pero a pesar de que ese sitio era aterrador, ella se sentía confiada en que si colaboraba, no iba a pasar mucho tiempo allí.
         Estaba alojada en un cuarto pequeño que tenía un baño. No tenía ventanas sino respiraderos pequeños y enrejados. Decían que era por su propia seguridad. Adentro había sólo una cama, una luz en la pared y una mesita.
          No bien se retiró Cornejo, una fortachona con uniforme verde entró a su cuarto y abrió la ducha.
---Desvístete. Tengo que bañarte y ponerte esto- le dijo, arrojando sobre la cama una especie de uniforme.
---Yo puedo bañarme sola- protestó ella
--- Aquí no hay excepciones para nadie ¿Sabes? Obedecer es lo que tienes que hacer.
          La mujer acomodó una frazada a los pies de la cama y luego la tomó torpemente de un brazo y la colocó debajo del agua. Luego le ordenó que se secara, se pusiera la ropa y se acostara, después cerró la puerta y desapareció.
         Ella trató de no pensar y se acostó pensando que la rudeza de la enfermera se debía al trato con personas difíciles y peligrosas. Y escuchó una suave música que al parecer se difundía por un circuito interno y se sintió mejor.
            Al rato, la misma enfermera apareció con una jeringa y le colocó una inyección en el brazo. Cuando se retiró, ella ya sentía los párpados pesados.
           Y durmió. Quién sabe cuánto durmió porque de allí en más, sólo tenía conciencia por un breve tiempo, hasta que alguien aparecía con otra jeringa y volvía a dormirla.
           ¡Qué paz! ¡Qué sensación de muerte! Tal vez, ésa era la antesala de su propia gloria. Pero, esa sensación era mejor que todo lo que había estado viviendo.
       Mientras tanto, en un restaurante muy costoso de Buenos Aires, Fernando y Cornejo ultimaban detalles de lo que sería un crimen perfecto.
--- ¿Cómo lo harás, Cornejo?
----Tengo que operarla.
--¿Para qué?
--- Para borrar la evidencia. Si fingimos una enfermedad mental, algún día se podría descubrir que está sana y viviríamos con una espada de Damocles sobre la cabeza. Es más, si no aceptas esa condición te la llevas a casa y listo.-le aclaró Cornejo.
--- Está bien, no te alteres. Pero debe ser dentro de un tiempo, alguien puede sospechar si lo hacemos tan pronto, No te olvides que tiene una fortuna y que yo tengo un poder.
--- Sólo voy a esperar seis meses, no más de eso. No puedo arriesgarme.
--- De acuerdo.
---En ese tiempo me encargaré de que el personal de la Clínica no tenga dudas sobre su enfermedad mental- dijo Cornejo.
---- Todo saldrá bien.
---Cuando la opere, tú vas a ser mi asistente. Te quiero allí.
---- ¿Quieres sellar mi complicidad?-le preguntó Fernando
----Digamos que si cometemos un error, ninguno de los dos se salvará,
----Entiendo que tu bisturí hará el daño necesario, pero ¿Cómo vas a justificar la operación?-preguntó Fernando
----Tendrá un tumor operable. Y algo saldrá mal. Tú traerás de la clínica en donde trabajas radiografías de otra persona y trozos de otro tumor para analizar en el laboratorio.
---- ¿Y el anestesista y los ayudantes?
----Todo lo haremos tú y yo. El anestesista estará donde no pueda ver nada.
----No deben vernos juntos, hasta ese momento.
--- Así es, pero ahora brindemos para sellar el pacto.- propuso Cornejo.
---Salud- dijo Fernando, levantando su copa.
---Por el éxito-brindó Cornejo.
         Ambos habían pactado con el demonio. Y a Natalia, nadie podía protegerla, sólo la misericordia de Dios.
          Con el correr de los días, Fernando se cuidaba de no retirar fondos abultados de la cuenta bancaria para no despertar sospechas Así tenía que ser, por un tiempo, hasta que tuviera la certeza de que nadie podía sospechar de él. Estaba convencido que una vez realizada la cirugía, nadie dudaría de la profesionalidad de Cornejo en el diagnóstico y por eso estaba dispuesto a pagarle el 50% de la fortuna.
      Recién entonces y siempre en forma paulatina, trasladaría los fondos al extranjero, donde se radicaría con Ana, para siempre.
          Mientras tanto, Natalia se deterioraba cada vez más. Sus pesadillas aparecían frecuentemente, como sus palpitaciones y sus ahogos. Estaba pálida, delgada y sus ojos, ya no eran sus ojos, sus manos no eran sus manos y nada de ella, se parecía a ella. Solamente esa soledad que se le metía hasta los huesos y taladraba su cerebro.
          ¿Qué es lo le estaba pasando? ¿Por qué? Se preguntaba cuando podía pensar, en esos momentos de recreo, entre inyección e inyección, cuando trataba de entender lo que le sucedía.
        Tanto había querido un cambio en su vida, que Dios le había jugado una mala carta. Tal vez, lo merecía por no haber sabido valorar lo mucho que había tenido...
         Pero por mucho que sufriera en ese lugar, no estaba dispuesta a renunciar al tratamiento. Al menos, tenía la esperanza de salir un día. Además y desde hacía una semana, todas las mañanas la sacaban al patio por espacio de una hora. Allí pudo conocer a otros enfermos, no peligrosos, según decían los enfermeros.
          Natalia, jamás había imaginado que estaría en un lugar como ese, porque como las demás las personas, consideraba a la locura como algo de otro planeta y de lo cual no se hablaba.
         ¿Quién se preocupaba por ellos? Simplemente, no existían. El ciudadano se preocupa por los discapacitados, por los perros, pero no por los dementes. No existen y listo. Nadie piensa en los locos, como le llamamos, pertenecen a otro mundo, son seres extraterrestres.
         Sin embargo, ella creía que nada sucedía sin motivo. ¿Cuál sería el que la había llevado allí? Seguramente Dios la había puesto en ese lugar para darle un significado a su vida y eso era lo que quería creer.
          Esa mañana, pudo ver el cielo en el patio de recreo. Era el único lugar desde donde podía ver el sol. Allí había plantas, flores y mucha tristeza.
           Una mujer arrullaba imaginariamente a un niño en sus brazos y le cantaba siempre la misma canción de cuna, pero en portugués:
 " Dormi nenei si no bicho beim"
 "Mamái te faiz o leite e papai, tambéin"
      Quien no estuviera atento hubiera pensado que el niño estaba allí. Porque su expresión y sus movimientos eran tan reales, que  nadie lo hubiese dudado. Hasta ella creyó que la criatura estaba en sus brazos hasta que se acercó y pudo apreciar la dimensión de las fantasías de esa mujer. Luego la vio sentarse en el piso, mientras volvía a acunarlo, moviendo permanentemente los brazos. Y así estaba todo el tiempo.
           Otra enferma hablaba muy enojada con alguien mirando hacia el cielo. Natalia pensó que realmente discutía, ya que lo que oía era coherente:
---- "Ya te dije que te vayas. No tienes nada que hacer aquí y mucho menos mirarme con esos ojos que no quiero que me miren. Yo ya voy a ir, no te preocupes, dije que iría y voy a ir. Tienes que tener paciencia. No me molestes aquí, no quiero verte, entiéndelo.
         Cualquier inexperto hubiera mirado hacia el cielo para ver con quién hablaba, como lo hizo Natalia, cuando la oyó por primera vez.
          En eso consistía la locura. Había un mundo que no era real, que era únicamente de la persona que lo veía y lo sentía. Las personas reales no estaban en su mente. Otras veces, ellos mismos eran otros seres y no quienes realmente eran.
           Entre los enfermos mentales, había algunos muy simpáticos como ese hombre a quien todos llamaban " el poeta". Y siempre se subía en algún lugar que tuviera cierta altura, ya sea al borde de un cantero, de un escalón, o trepaba a una silla para recitar poesías, moviendo sus brazos con los ademanes típicos de un niño. Nadie sabía, si él los imaginaba, si los recordaba, si eran suyos o no. Pero los enfermeros solían asomarse o abrir la ventana, porque les gustaba escucharlo. Natalia también  lo hacía con mucha atención cuando él recitaba, como esa mañana cuando decía:
---- "Puedo oír el silencio
ver la oscuridad
arrojarme en el abismo
y sentir el vacío material
Nulo es mi peso
¡Liviandad! No siento frío ni calor
¡Neutralidad!.
No tengo cuerpo pero estoy
en esa fuerza que llamamos NADA.
Anticipo del cuerpo y la materia.
¡LA NADA ES DIOS!
           Natalia estaba muy sorprendida y sentía que ese hombre lograba conmoverla.
         Quizás, porque en esa poesía difícil de interpretar podía vislumbrarse su alma.
          Y aprendió durante esos días, que los hombres llamados "normales" no eran diferentes de los que llamaban dementes. Muchas veces, los normales parecían robots y actuaban como autómatas, en forma violenta o cuanto menos, con torpeza y falta de humanidad. No había nada de "normal" en esos enfermeros y médicos que los trataban a ellos como objetos, como si fueran una cacerola, una cama o un bulto. Los lavaban, los trasladaban, los ataban, sin dirigirle la palabra y sin gestos de compasión. Los enfermeros los llamaban por un número. Todo el personal, semejaba una gran maquinaria que era comandada desde un tablero. Sus engranajes eran perfectos. ¿Pero quién estaba más demente?  Nadie se ocupaba de ellos como seres con espíritu. ¿Pero quien tenía más espiritualidad? ¿Los que estaban adentro o los que estaban afuera?
         Después de un tiempo, ni siquiera los parientes venían a visitarlos. Las celdas semejaban casas habitadas por seres de otro planeta, que se comunicaban por telepatía con seres que nadie conocía, ni podía ver. Pero parecían felices, ya que no advertían las bajezas ni las maldades del mundo exterior y verdadero. Ella era la única que sufría porque tenía conciencia de lo que sucedía a su alrededor.
         Pero su tratamiento parecía complicarse cada vez más y cada día se sentía peor. Y el Dr. Cornejo iba a verla muy poco o casi nada. Claro que traía la medicación preparada y dejaba a las enfermeras las indicaciones precisas.
         En unas semanas, Natalia había perdido la noción del tiempo y no había visto a su marido ni a su amiga y eso le preocupaba. Pero prefirió pensar que no la visitaban por indicación médica. Tenía la certeza de que la medicación la alteraba y como defensa para no ser inyectada con fuertes somníferos, muchas veces, fingía dormir profundamente.
         Pero un día fue descubierta. Fue una tarde, mientras fingía dormir y la enfermera llegó con una persona, a quien llamaba Doctor, pero por su voz, no era Cornejo.
---- Está dormida. No sé si inyectarla o no, doctor-la oyó decir
----No, déjeme la jeringa que yo lo haré - le ordenó él.
          Al retirarse la enfermera, él le tomó la presión y ella entreabrió sus ojos para poder verlo. Era un hombre joven y apuesto. Seguramente, un residente que todos esperaban y de quien había escuchado hablar.
--- Sé que está despierta -le dijo él.
             Al ver que ella no respondía, él insistió:
---- ¿Por qué está fingiendo?
--No puedo abrir los ojos ¿Quién es usted? -dijo ella, haciéndose la confundida
--- Está mintiendo-¿Por qué?
--- No quiero que me inyecten, tengo pesadillas, taquicardias y me falta el aire. Por favor, dígale al Dr. Cornejo que este tratamiento no está dando resultados.
--  Estos son tranquilizantes y nada le puede pasar con esta medicación. No es usted. quien decide lo que es conveniente o no. El Dr. Cornejo es uno de los mejores especialistas del país.- le dijo él
--- ¿Cómo se llama doctor?
----Gonzalo Alasino, Natalia.
--- ¿Usted sabe mi nombre?
---Sí. Eso es lo primero que tenemos que saber de nuestros pacientes. A partir de hoy, yo seré el que me encargaré de usted.
--- Aquí nadie me llama por mi nombre sino por un número - se quejó ella.
.--- Yo siempre voy a hacerlo, pero ahora debe descansar. Voy a inyectarla Natalia, para que pueda dormir.
---- Está bien, Dr. Alasino. Yo confío en usted.
----Gracias. Yo volveré más tarde y la controlaré
        Cuando él se fue, Natalia escuchó gritos y golpes. Lo cual era común en ese lugar donde los tratamientos, muchas veces, requerían del uso de la fuerza. Por momentos, allí todos parecían enajenados, los médicos, las enfermeras, todos.  Además debían ser sordos y mudos, porque nadie respondía a sus preguntas. Había un código siniestro que se aplicaba a todos por igual.
          Tal vez, el doctor Alasino sería diferente, ya que parecía más normal que el resto. Al menos, con él había cruzado dos palabras y la había llamado Natalia. Con qué poco, se conforma la gente cuando carece de todo. Pero pronto sus pensamientos se transformaron en fantasmas que la perseguían. Eso le sucedía enseguida que le colocaban la inyección. Luego venían las terribles pesadillas que la aterrorizaban y la hacían gritar. Ya no era ella, era un monstruo. Y el Cristo de la pared era un demonio que le arrancaba las ropas y le apretaba la garganta para asfixiarla. Y cuando el aire le faltaba, los gritos se hacían atroces, tanto que ese día, una enfermera entró para ver qué le ocurría y ella le pegó hasta dejarla tendida en el piso. Eso le dijeron, porque ella no recordaba nada. Sólo lo supo cuando despertó con un chaleco de fuerza y el Dr. Alasino les pedía que le informaran sobre lo ocurrido.
---Tuvo una crisis - decían las enfermeras- No pudimos dominarla.
-- ¿La inyectaron?
---No, justamente íbamos a hacerlo ahora, doctor.
---Yo lo haré. Traiga la jeringa.
          Las enfermeras obedecieron y él les pidió que se retiraran Cuando se fueron, Natalia comenzó a llorar, mientras un hilo de sangre comenzó a salir de su nariz por efecto de los golpes que había recibido para que pudieran amarrarla.
--¿Qué ocurre Natalia? ¿Se siente mejor?- le preguntó, mientras le pasaba una gasa, para absorberle la sangre.
         Sólo las lágrimas hablaban por ella. No tenía voz ni tenía qué decir que ya no hubiera dicho. Sus pómulos comenzaron a hinchársele y las palabras no podían ser pronunciadas  porque su boca estaba muy golpeada.
        Gonzalo dudó, en ese momento, sobre su elección de ser psiquiatra. Quizás, hubiera tenido que elegir otra especialidad pues ese no era un sitio muy reconfortante y el ver a una mujer joven padecer esos ataques, le provocaba tristeza.
---No llore, Natalia. Voy a desatarla. Prométame que se tranquilizará.
----No puedo prometerle nada. Ya no sé quién soy, ni cómo soy, ni cómo voy a reaccionar ¿Acaso no sabe que estoy loca?- dijo balbuceando.
        Igualmente, él decidió quitarle el chaleco.
--- ¿Se siente mejor?-le preguntó
--- Sí, pero tengo miedo.
---Tengo que atender a otros pacientes, Natalia. Pero volveré.
---- Si se va van a pegarme, doctor Gonzalo.
---- ¿Quiénes?
--- Ellas.-dijo, refiriéndose a las enfermeras
          Gonzalo sabía que esa frase era común entre los enfermos mentales pero no sabía por qué, ella no se parecía a los demás. Cuando lo vio preparar la jeringa, ella le suplicó:
----No me inyecte, le prometo que dormiré. No daré motivos para que se quejen de mí.
--- Está bien, no lo haré. Pero voy a volver para ver si está tranquila.
          Al salir, buscó a la enfermera del sector y le indicó:
---No quiero que la inyecten sin mi consentimiento, pase lo que pase.
-- Es que el Dr.Cornejo. .
---Yo soy quien está a cargo ahora.
--- ¿Y si el doctor, pregunta?
---Le dice que hable conmigo.
----De acuerdo.
          Natalia tenía un fuerte dolor de cabeza pero no dijo nada y cerró los ojos. No quería defraudar al doctor Alasino. Después de todo, qué era un dolor de cabeza si ahora podía pensar, recordar, estar consciente. Pero cómo haría para que él entendiera que esos remedios eran la causa de su malestar. Seguramente, no le creería porque era una demente. O tal vez no. Ni ella misma lo sabía. Hacía tiempo que no sabía nada de ella, ni de su ropa, ni de su casa, ni de su cara, ni del día del mes en que estaba. ¿Y su marido? ¿Y Ana? Qué lejanos los sentía. Qué chiquitos. Qué insignificantes, comparados con su enorme drama.
     Pero ¿Cuándo y por qué había caído en ese pozo oscuro y sin salida? ¿Qué había ocurrido con esa Natalia que caminaba feliz por la calle, lentamente, como queriendo retratarse en las vidrieras de Buenos Aires?
      Su vida se había convertido en algo pesado, como si un tronco se atara a sus tobillos para no dejarla continuar.                                          
          Tenía ganas de morirse y desaparecer. Pero allí, no podía ni siquiera suicidarse. Pensó en Gonzalo ¿Quién era él? ¿Un ángel de la guarda, que Dios le enviaba?
       La mayor parte del tiempo, Natalia permanecía con los ojos cerrados fingiendo dormir. Pero su dolor de cabeza había desaparecido y se sentía normal, sin esas inyecciones. ¿Y si el Dr. Cornejo quería enloquecerla de verdad? ¿Pero por qué? ¿Por qué no dormía si lo que le inyectaban eran tranquilizantes? ¿Y si no lo eran? ¿Si alguien los cambiaba? ¿O si confundían la medicación con la de otro paciente?
           Su cabeza parecía una máquina de pensamientos absurdos. Pero de una cosa estaba segura, los remedios le hacían mal y ella tenía que hacérselo entender a alguien                 ¿Y su marido? ¿Por qué no venía a verla? ¿Qué estaba pasando? Pero lo que fuera que pasara, no importaba. Ella estaba condenada a estar allí y no podía escapar.
               Una enfermera la despertó, o creyó despertarla, para que comiera un plato de arroz. Ella comió todo, pues tenía que alimentarse para poder huir. Debía haber un modo y lo encontraría. Cuando terminó de almorzar, le ordenaron salir al patio y sintió alivio. Allí podría ver a los otros enfermos. Esos seres a los que no podían apresar porque se habían ido. Ya no estaban allí.
               El sol parecía una bendición cayendo de lleno sobre su rostro amoratado. Y esta vez, un personaje nuevo llegó al escenario para hacer su función unipersonal. Vestía la ropa de color celeste, no amarilla como los demás. Y eso significaba, que era un interno peligroso. A su lado estaba siempre un guardia. El hombre pasó muy cerca de ella y un escalofrío la recorrió entera. Sus ojos negros y su mirada dura le daban un aspecto muy extraño.
--- No tema- le dijo el guardia, al pasar junto a ella.
Pero el enfermo se detuvo y la miró fijamente.
--- ¿Quién eres?-le preguntó
---Natalia  ¿Y tú?
--- Soy filósofo- dijo
--¿Eres filósofo?
--- ¿Tú no?
---No-dijo, dubitativa.
----Entonces tú no eres nada.
---No sé.-dijo ella.
          El se sentó a su lado, bajo la atenta mirada del guardia. Pero ella no sintió miedo, porque parecía un hombre normal.
--- ¿Hace mucho que estás aquí?- le preguntó Natalia
---Mucho- dijo y se quedó mirando un punto.
--- ¿Qué miras?
---A ellos, yo los maté. Pero ahora están bien ¿Los ves?
--- ¿Quiénes son?-preguntó Natalia
---Mis padres, él se llama Juan y ella Ester.
--- ¿Porqué los mataste?
---No sé, no tengo memoria. Sólo puedo pensar, no recordar-dijo
---- ¿En qué piensas?
---- En el infierno
--- ¿En cuál infierno?
-----En éste. ¿O acaso no ves adónde estás?
--- ¿Y cómo se sale de aquí?
---- No puedes salir. Pero puedes hacer que nadie te vea
El filósofo, estaba explicándole, precisamente, lo que era la locura. O sea una persona que sale del mundo a través de un escape mental.
       Pero el recreo había terminado y a todos les ordenaron entrar.
          Gonzalo llegó y le hizo controles de presión, le miró las pupilas y le hizo preguntas
---- ¿Te sientes mejor Natalia?
----Sí, estuve en el patio con el filósofo -le comentó- ¿Es peligroso?
---- Hasta hace poco, lo era. Pero ahora, está muy controlado con la medicación.
--- ¿Es verdad que mató a sus padres?
----No, él cree que lo hizo. Murieron en un accidente cuando iban a buscarlo a la escuela. Pero no debo hablar de esto, porque es confidencial.
         Pero al verlo cargar la jeringa, Natalia sufrió una terrible decepción.
---Doctor, no me inyecte. - le suplicó - Ahora estoy segura que alguien quiere volverme loca.
---Sí, seguramente el Dr. Cornejo- le dijo como quien sigue una broma
---Por favor, no lo haga.
---Son las indicaciones y debo hacerlo.
---- Creí que era diferente pero es como todos. Y pensar que creí que me lo enviaba Dios -le reprochó
         El Dr. Alasino la inyectó sin titubear y ella repitió:
----Es como todos. ¡Como todos! ¿Me oye?
         Las pesadillas volvieron a repetirse y esa noche se sintió muy mal. Sus gritos se oían por toda la clínica y Gonzalo acudió de inmediato. Ella no podía tener esa reacción, con un tranquilizante. ¿O acaso no era eso?  Alasino se propuso investigar lo que estaba pasando. Pero nada dijo, mucho menos a ella.
         Lo primero que lo hizo sospechar, fue que la medicación de Natalia venía siempre preparada en la jeringa y no se podía saber qué era. Pero debía ser muy cuidadoso para que nadie se diera cuenta de sus dudas.
        Esa misma noche, se llevó un tubo con el contenido de la jeringa, que estaba destinada a Natalia, para hacerla analizar en el laboratorio de un amigo y en su lugar, le inyectó un tranquilizante que había traído expresamente.
         La sorpresa fue alarmante. Natalia había dormido toda la noche y sin pesadillas.
          ¿Pero quién haría una cosa así? Las cosas no estaban claras. Pero tal vez, no era Cornejo quien trataba de perjudicar a Natalia. ¿Pero quién? ¿Y por qué?
           Cuando esa mañana fue a verla, ella no lo miraba ni le dirigía la palabra pues estaba disgustada. No imaginaba que él estaba investigando su caso.
         Cuando le hablaba, ella no le contestaba y lo miraba con rabia. Luego cerró los ojos y estiró el brazo para que le pusiera el medicamento con un ademán de resignación.                    A él le dolió que ella no confiara más en él, pero se sentía en paz con su conciencia, ya que estaba haciendo lo correcto
         Le inyectó un tranquilizante que él mismo había preparado y se marchó. Ella nuevamente se durmió profundamente y las pesadillas no volvieron.
         El Dr. Alasino estaba realmente desconcertado, no sabía si hablar con Cornejo de ese tema. Y mientras lo decidía, se encerró en la biblioteca y encendió un cigarrillo.
           Necesitaba pensar si debía quedarse todas las noches para seguir de cerca el caso y controlar a Natalia. Tenía que hallar un pretexto convincente, tanto para Cornejo como para su esposa. Aunque de antemano sabía que no tendría problemas con ella, pues en general, se veían muy poco. Sus ocupaciones los mantenían separados mucho tiempo y por eso iban los fines de semana a su casa en El Tigre.
         Ella era odontóloga y no tenían hijos, a pesar de que se había casado hacía diez años. Y aunque nada alteraba la paz matrimonial, a veces, dudaba si eso podía llamarse felicidad De cualquier modo, él no podía quejarse porque era libre para dedicarse a su profesión, al igual que ella y eso lo hacía sentir dichoso.
        Pensó en Natalia. Ella se había aferrado a él con uñas y dientes, pero  se sentía defraudada. A él le costaba verla como una paciente más, porque había algo en esa mujer que lo conmovía. Recordó su rostro hinchado y amoratado y se estremeció. Sintió la necesidad de protegerla y no sabía por qué no podía quitarla de sus pensamientos. Era como una obsesión, aunque no estaba seguro de que existiera un complot en su contra. Si fuera así, sería un horror.
          Era una mujer joven, bella y frágil. No entendía quién querría hacerle daño. Seguramente, se trataría de una equivocación.
            Mientras tanto, en otro lugar de Buenos Aires, Fernando y Ana, no podían disfrutar plenamente de su libertad Tenían que cuidarse para no despertar cualquier sospecha que pudiera arruinar sus planes.
           Él dormía en su departamento y ella en el suyo. Los vecinos no debían notar nada que les llamara la atención Tampoco podía retirar dinero. Debían vivir y hacer lo que acostumbraban. Fernando, trabajaba como siempre y se mostraba muy triste ante sus amigos cuando le preguntaban sobre su mujer. Y había alquilado un departamento en Olivos, para que sus encuentros con Ana, no tuvieran testigos.
          Una tarde, Ana aguardaba la llegada de Fernando, frente al ventanal que daba al río, mientras el crepúsculo se despedía a lo grande, con destellos dorados y granas, que asomaban detrás de cada nube, de cada edificio, de cada embarcación anclada en el  muelle. Y cuando él llegó, ella le reprochó la tardanza, mientras lo abrazaba.
---No es fácil llegar aquí, a esta hora, el tráfico... -se disculpó él
---- Estoy cansada de esconderme.- protestó
---Ten paciencia. Sólo serán unos meses.
---- ¿Y si se escapa? ¿Has pensado en ello?- dijo, alterada.
---- Nadie ha escapado de allí.-le aseguró él
----Tengo miedo. Deberían provocarle un paro cardíaco y listo.
---- Eso sería peligroso. Una muerte siempre requiere de autopsia y eso es mucho más complicado. Una operación, en cambio, sólo se investiga si los familiares lo quieren. ¿Y sabes quién es, el único que puede pedir eso?
--- Esta espera me pone muy nerviosa. Tengo miedo de que un día se aparezca y me mire a la cara.
----Nada de eso ocurrirá, mi amor.
Fernando estaba harto de los berrinches de Ana, quien como amante había sido fantástica pero ahora se había convertido en una mujer histérica y miedosa. Pero no podía retroceder. Estaba atado a ella para siempre. Por otra parte, sus relaciones ya no eran las mismas. La conciencia de su criminalidad ensombrecía el deseo de estar juntos. El fantasma de Natalia marchitaba los lirios de la pasión y su recuerdo rondaba por todos los rincones. Él temía que su relación con Ana se volviera un calvario pero era mejor pensar que todo pasaría cuando la cirugía se concretara.
         Natalia seguía sin querer mirarle la cara a Gonzalo. Cada vez que iba a verla cerraba los ojos y no respondía a sus preguntas. Era su modo de castigarlo y a la vez de llamar su atención.
---Natalia, despierte. -le dijo él
----Natalia, deje de fingir- le insistió
     Como continuaba en esa actitud, Gonzalo continuó:
----Quiero que sepa que creo en usted. y que estoy investigando su caso.- le dijo de una sola vez.
       Entonces Natalia abrió los ojos y lo miró incrédula.
----Necesito que me dé pistas- le pidió
--Dr. Alasino, yo sabía que no iba a fallarme - dijo emocionada.
--- Quiero que me dé todos sus datos. Misteriosamente, en su historia clínica, figuran direcciones donde hay oficinas públicas.
        Natalia le dio todos los datos, su dirección, su teléfono, el nombre de su marido, de su amiga y él los anotó en una libreta.
---Dígame, doctor ¿Las visitas están prohibidas para mí?- le preguntó ella
---No, Natalia, no consta en su historia clínica.
----Tengo esposo y una amiga. ¿Por qué no vienen a verme?
-----No quiero que hable de esto con nadie. Quiero que finja dormir, para que no la inyecten.
---Así será, quédese tranquilo. ¿Volverá?
---Sí, Natalia. Estaré aquí más tarde. Hasta luego
---Hasta luego
         Cuando cerró la puerta, ella se sintió contenta de que Gonzalo le hubiera creído. Pensó que ahora tenía una oportunidad para poder salir de allí y retomar su vida. Pero ¿Qué había pasado con Ana? ¿Y con Fernando? Todo era muy raro. Pero sus pensamientos, se vieron interrumpidos porque desde el pasillo se oía la voz inconfundible del poeta, que recitaba:
--- ¡Nace el hambre!
Y con él las luchas infinitas.
Los vencedores devoran a los vencidos
pero fácilmente la memoria olvida
Se sienten dueños de la tierra.
y pelean a muerte por la vida.
El hombre vence en este mundo.
Avanza sobre el verde.
¡Contamina!
Y el pecado se hereda
Ya no habrá vencedores ni vencidos
en la última guerra
Ya no habrá......nada.
¡Nada!
       Natalia había escuchado, cada palabra. ¿Quién podía decir que era un "demente" quien las pronunciaba? ¿Acaso eran suyos esos pensamientos? Nadie lo sabía. Ni siquiera él mismo. ¿Quién puede saber lo que ocurre en la mente de un "loco"?
           Sin embargo, ellos parecían disfrutar de ese mundo que les pertenecía. Ninguno parecía advertir en qué lugar estaban, ni siquiera sabían que estaban prisioneros. ¿O no lo estaban? Tal vez, si les abrieran las puertas no intentarían salir.
          Pero, Natalia se sentía morir allí. Quizás era su razón, la que la hacía sufrir.
           Entonces ¿De qué valía tener conciencia de todo si no le servía al hombre para hacerlo feliz?
          Y mientras ella, daba riendas sueltas a sus pensamientos, Gonzalo no podía apartarla de su mente. ¿Por qué le resultaba tan especial, con esos ojos profundos y transparentes que lo miraban con desesperación, con miedo, con agradecimiento?
          Tenía que hacer algo y lo haría. Tomó la guía telefónica para verificar los datos que ella le había dado sobre su esposo, su domicilio y de su amiga. Verificó los números  telefónicos, los marcó y antes de que atendieran, colgó. No tenía sentido ese llamado, de modo que salió buscando una confitería cercana para poder meditar, para ordenar sus ideas cuidadosamente.
        Entró dispuesto a tomar un café, sin sospechar que Cornejo estaba allí conversando con otro hombre. Al verlo, lo saludó de lejos. Sin embargo, desde allí  advirtió la sorpresa de su colega al verlo.
          Momentos después el hombre se despedía apresuradamente y mientras lo hacía, pasó por la ventana que estaba justo enfrente y Gonzalo pudo ver claramente sus facciones. No lo había visto jamás, seguramente, era un amigo. Fue entonces, cuando Pedro Cornejo, se acercó a él.
--- ¿Qué hace por aquí, Doctor Alasino?- le preguntó.
----Vine a despejarme un poco. No esperaba encontrarlo.
---- ¿Estaba trabajando a esta hora?- le preguntó, extrañado
---No ¿Por qué lo dice?
----Por el guardapolvo. ¿No debería estar en su casa con su esposa?
-----Sí, pero vine hace un rato para estudiar en la biblioteca. En casa, no puedo concentrarme. Pero, siéntese. Le invito otro café.
----Con gusto- dijo y se sentó en frente de él.
--- ¿Desea café u otra cosa?
--- Café con crema. Hay que cuidarse el estómago- dijo sonriente.
---- Es cierto.
---- ¿Qué estaba estudiando?
---En realidad todavía no empecé. Justamente preferí tomar un café antes de ir a la clínica- le explicó.
--- ¿Le gusta trabajar allí?
---Sí, me gusta mucho.
--- ¿Le dan trabajo mis pacientes?
---Ya estoy acostumbrándome. Los primeros días, fueron difíciles.
--- ¿Y la 4109? ¿Cómo la ve Alasino?- dijo, refiriéndose a Natalia-
---No recuerdo quien es.- volvió a mentir
---Es una señora de alrededor de 40, bien parecida, de cabellos rizados- le dijo él
---Ah sí, la que está siempre muy alterada- comentó Gonzalo
---- Manténgala sedada.
---Yo hago eso. Pero es como si la medicación le hiciera el efecto contrario- le comentó
--- A veces, suele ocurrir.
--- ¿Qué le suministra Dr. Cornejo? He notado que siempre su jeringa viene preparada.
---- ¿Me está cuestionando, Doctor?
---No, de ninguna manera. Sólo quiero saber sobre los medicamentos para aprender a usarlos y dosificarlos.
---No recuerdo lo que le indico a cada uno de mis pacientes.-le dijo de mala forma
---- Discúlpeme, no quise molestarlo
---No lo hizo, es que estoy muy cansado. Mejor iré a descansar - dijo mientras se levantaba para retirarse.
          Gonzalo supo que algo escondía. No había podido disimular su disgusto por su interés en el caso. Y también se dio cuenta de que no debió haberle hecho ese comentario.
         Se quedó un rato más, fumando un cigarrillo y luego decidió ir a ver a Natalia, pero al entrar a su celda, vio que Cornejo también estaba allí.
----Hoy es día de encuentros, doctor- le dijo él, al verlo llegar.
--- Vine a buscarlo. Necesito las llaves de la biblioteca. Las enfermeras me dijeron dónde estaba usted.- le mintió Gonzalo
---Están sobre mi escritorio en un llavero de cuero.
----Gracias, doctor- dijo y se retiró
         Por suerte había logrado engañarlo al igual que Natalia, que simulaba dormir profundamente. No obstante, Cornejo la examinó con detenimiento. Estaba bastante deteriorada con respecto al día de su llegada.                              
        Ordenó entonces que le dieran más comida, necesitaba que estuviera fuerte para poder operarla.
         En ese instante, Natalia fingió despertar para poder hablar con Cornejo.
--- ¿Es usted, Dr. Cornejo? -dijo, con voz pesada
--- Sí. Natalia.
----Quiero irme a casa. Ya me siento bien.
----No puedo. Le prometí a su esposo que volvería curada y así será.
--- ¿Por qué no viene a verme?
---Hoy estuvo preguntando si podía visitarla. Pero le pedí que por ahora, no lo hiciera. Usted. se ve muy delgada y puede impresionarse.
--- ¿Cuándo va a terminar esto, doctor?
---Depende de su colaboración
---- ¡Quiero salir de aquí! ¡No aguanto más!- gritó, al darse cuenta de sus evasivas
---- Ese no es el camino para salir de aquí- le advirtió él
-- -¡Dígame que estoy presa! ¡Reconózcalo! - le gritó ella
---Eso no ayudará, Natalia.
--- -¡Auxilio! ¡Alguien tiene que ayudarme! ¡Auxilio!-gritó ella
           Cornejo le hizo colocar una inyección mientras la miraba con cierto placer. Ella tuvo la certeza de que ese hombre no le permitiría escapar de allí. Que era parte de su desgracia. Y dos lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.
          Cuando se retiró y al cabo de unos minutos comenzaran sus terribles pesadillas.  Sus gritos se oían por todos los rincones de la Clínica, inclusive desde la biblioteca, en donde Alasino permanecía sin poder hacer nada. No quería despertar sospechas. Por suerte, después de unas horas, ella se calmó y Gonzalo pudo dormir un rato, en la habitación de guardia.
        Era temprano cuando Gonzalo escuchó que alguien golpeaba a la puerta. Al abrir se encontró con Pedro Cornejo, que lo invitaba a desayunar.
--- Gracias, pero pensaba salir para desayunar- trató de disculparse.
---No, de ninguna manera, lo espero en mi despacho- le pidió.
      Alasino sabía que algo se traía entre manos. Pero no sabía qué era, lo supo cuando estaban desayunando.
----Tengo buenas noticias para usted -le dijo, simplemente.
----No entiendo, Pedro.
----Quiero nombrarlo jefe de guardia del pabellón A - le dijo
        Gonzalo se quedó sin palabras. Llevaba poco tiempo allí y no había hecho mérito suficiente para ese ofrecimiento de Cornejo.
--- ¿Y a qué se debe esta propuesta?- le preguntó
---- No es una propuesta es una decisión que no puede ser rechazada. Lo necesito allí.
--- ¡Cómo la voy a rechazar! -exclamó él, al ver que se trataba de una orden.
---- Allí estará mejor. Trasládese ahora, doctor- le ordenó
--- ¿Y mis pacientes anteriores?
---No se preocupe. Designaré a otro profesional
----Bueno. Comenzaré con el traslado de mis cosas- le propuso, retirándose de allí.
           Ahora sí, él tenía la certeza de que quería sacarlo del caso de Natalia. Estaba seguro de que su ascenso obedecía a otras razones. Su autoritarismo era muy visible.
             ¿Pero por qué? ¿Qué pasaba con esa mujer? Ahora más que nunca quería averiguarlo.
           Y aunque tenía muchas ganas de verla, no lo hizo porque no era conveniente.
           Desde el patio, se podía escuchar otra vez, la voz del poeta, que recitaba:
" Azul es la tristeza. me consta
azul, como lágrimas calladas
azul, pero del otro.
.azul resquebrajado.
cuarteado como el alma
que enmudece.
como un remanso azul
cada mañana"
           Gonzalo sonrió. Había cierta ternura en aquel hombre, que ponía belleza en un sitio como ése, destinado a las tristezas. Y sin estar consciente de ello, él lograba llevar a todos un poco de alegría. Y en ese instante, pensó que hasta la locura podía ser maravillosa.
         Eran casi las catorce horas, cuando Gonzalo terminó de acomodar todo, en su nueva residencia.
         En esa parte del edificio, todo parecía más normal, había plantas, música funcional y la construcción era más moderna. Debería haberse alegrado por el traslado, pero no era así.
          Cuando llegó a su casa tenía una sensación de amargura y de desilusión, pero su esposa Claudia lo recibió con alegría.
---Te veo demacrado. No deberías trabajar tanto, Gonzalo -le sugirió ella
---Sin embargo, hoy me ascendieron y deberé trabajar mucho más en mi nuevo cargo.-le comentó
---- ¡Qué suerte! Deberías estar contento y te veo malhumorado ¿Acaso hay algo que yo no sepa?
---- No deseo hablar de mi trabajo. Estoy cansado.
----Hace casi dos días que no nos vemos y no tolero que vengas con ese mal humor-protestó.
----No tendrás que tolerarlo, yo puedo dormir en la Clínica- dijo tratando de salir.
---No seas tan terco ¿Es que ya no me quieres?
---A veces, siento que no- dijo él.
--- ¿Y si te muestro lo que preparé para ti?- le dijo, mientras abría la heladera.
--- ¿Torta helada? -le preguntó él
---Sí. -dijo, sacándola del interior del refrigerador
---Eres la esposa perfecta- exclamó y la abrazó.
Su casa parecía un remanso comparada con el Instituto. Allí no escuchaba gritos, ni veía seres con los ojos desorbitados ni fijos.
        Se acostaron a dormir durante la siesta y ella ni siquiera intentó un acercamiento íntimo. Hacía mucho tiempo que la relación entre ellos había cambiado, transformándose en una formalidad insoportable.
          Cuando se levantaron, tomaron el té y hablaron de sus proyectos personales
---- He pensado en hacer un viaje, con Marta- le dijo Claudia.
---No te lo pierdas ¿Adónde irán?
---A Brasil. Saldremos el lunes próximo.
---Me parece bien.
--- ¿No vienes?
-----Yo necesitaría relajarme pero no puedo ir con ustedes, acabo de ser nombrado jefe de guardia- dijo mirando la hora.
--- ¿Tienes que salir? - le preguntó ella, al advertirlo
---Sí, debo ir al laboratorio de un amigo para retirar unos análisis
--- ¿-Es que en el psiquiátrico no hay laboratorio?- preguntó extrañada
---- Sí, pero éstos son especiales y allí no los hacen.
         Se despidieron en la puerta, ya que Claudia también se dirigía a su trabajo.
        Mientras caminaba a buscar su auto, pensó en que los análisis del medicamento de Natalia eran la base de su investigación. Pero su amigo, no había llegado al laboratorio y tuvo que irse a la Clínica.
          Cuando llegó, se cruzó con Cornejo en un corredor, quien lo saludó con amabilidad y hasta buscó conversación.
---- ¿Estás cómodo en tu nuevo lugar?- le preguntó él
--- Sí, muy cómodo, pero iba a pedirte que me permitieras estudiar el caso 1513 con mayor profundidad.
------ ¿Cuál es ése?
------ Es ese hombre al que llaman "El filósofo"
---Sí, por supuesto. Todo está en la historia clínica y si tienes dudas, pregúntame- le dijo Cornejo, mientras entraba a su consultorio
         Otra vez, Gonzalo había mentido interesarse en un paciente para que Cornejo no sospechara su verdadero interés. Tenía que permanecer allí hasta que él se convenciera de que sólo pretendía aprender sobre los casos y acceder a las historias Clínicas.
          En ese momento, Natalia salía al patio a su acostumbrado recreo. Y Gonzalo la veía desde la ventana de su nuevo cuarto. Ella se sentó en un banco debajo de un árbol para mirar todo lo que la rodeaba. Se maravillaba, observando la simpleza de ciertas cosas que, por lo general, suelen pasar inadvertidas.
           Delante de ella, una mujer regaba el jardín simulando tener una manguera en una mano y con la otra,  enrulaba un mechón de su largo cabello. Y un poco más allá, una más joven, ovillaba hilo con la imaginación. Pero lo que asombraba a Natalia era que las veías realizar movimientos tan perfectos y estaban tan concentradas en esos actos que parecía realmente que realmente existía la manguera y el ovillo.
         Eso ocurría porque las alucinaciones les hacían ver realmente los objetos. Ellos no los imaginaban sino que los veían.
          Todo era tan raro en ese sitio, los enfermeros, los médicos,  todos le parecían dementes. Hasta Alasino, que de pronto aparecía, le prometía cosas y luego desaparecía, sin explicaciones. Nada era de extrañar en ese lugar, donde los más normales parecían ser  los "enfermos"
          ¿O acaso allí todos terminan siendo locos?
          Y pensó que si seguía allí, pronto se volvería una demente como ellos. Tenía que huir porque nadie la curaría ni la sacaría de ese lugar. ¿Pero cómo se escaparía? Las paredes tenían como cuatro metros de altura. El edificio era una verdadera fortaleza, lleno de rejas y alarmas.
             Estaba convencida de que el Doctor Gonzalo no la ayudaría y tal vez, nunca volvería a verlo.
            Se sentía muy sola, en esa dura y casi imposible tarea de sobrevivir, pero no tenía otra salida. y tampoco iba a rendirse.
           En ese instante, el "filósofo" se sentó junto a ella y no pudo evitar sentirse contenta. Cada vez que lo veía podía comunicarse con alguien que no quería hacerle daño y eso ya era un motivo para sonreír.
----Dime filósofo, ¿Qué es la vida? - le preguntó
             Él no la miró. Parecía no haberla escuchado. O quizás estaba de mal humor. Permaneció callado un largo rato, pero cuando menos esperaba, él le dijo en un perfecto francés:
----La vie, cest la vie.......
            Ella no podía entender cómo funcionaba su cerebro porque no sólo la había escuchado sino que había entendido muy bien su pregunta. Pensó que antes de ser un enfermo mental debió haber tenido mucha cultura por el uso del francés y por sus pensamientos.
          Y en ese momento, lo escuchó decir, espaciando las frases como si tuviera que pensarlas antes de pronunciarlas:
-----"La vida es una maravilla sin razón.....
Una agonía. ¿Para qué?....
Si es un instante apenas, que se va.....
brutal complicación que se nos da.
por casualidad...
Caprichosa coincidencia del deseo
O del  amor
¡Qué sé yo!
Cementerios de dudas sin respuestas.....
montañas de respuestas para una duda.....
¡Y cuánta confusión para una sola mente!
             Natalia lo escuchaba con placer. Hasta su silencio parecía profundo. Hacía pausas. Era como si su mente necesitara recargarse para poder continuar.
             De pronto, parecía que no estaba con ella, que no la veía y su mirada se fijaba en un punto lejano. Pero ella sabía que él la veía. Tal vez, dentro de su mente.
Luego él continuó diciendo:
----"¿Adónde van los cuerpos que gimen...
que palpitan...?
¿ Con quién se van?.....¿Por qué?....
¿Acaso puedes responder, animal con razón?
Ser pensante... como dicen los que saben.
¿ Cómo saben los hombres, verdad?.....
¡Y cuánto piensan!....
¡Mentira!
Sólo les gusta definir..... encasillar...
colocar cada cosa en su lugar
con su nombre y su título.....
Rotulemos entonces
es más fácil,
simplifiquemos,
es más cómodo.
Conjuguemos en plural
y nos evitaremos ser uno
entre tanta gente
que no nos deja un lugar
para el asombro.....
Aceptemos todo como está
para no quedar afuera de la especie.....
No hay nada en qué pensar.
todo está planificado....
esto es normal.....
esto está bien
nos dirán los demás....
y sólo transitar nos está permitido.....
¡Loco, te gritarán!
si te sales del sitio adonde estás.
¡Qué porquería es ser uno mismo!
           Y luego hizo silencio. Un largo silencio, que parecía no tener fin.  Y como si recién la descubriera, la miró y le dijo:
----No le digas a nadie de qué hablamos.
--- ¿Qué temes?
---Que entiendan - dijo
          Cuando se alejó, Natalia sonrió. Él le resultaba muy agradable. En su demencia, manifestaba su belleza interior y ella, al verlo, siempre se sentía mejor.
           Ya en la soledad de su habitación, Natalia volvió a sentir miedo de perder la poca razón que le quedaba.
           Y aunque esa noche se quedara sin cena, ella debía fingir que estaba dormida, porque era la única manera de evitar que le inyectaran el medicamento. Y así lo hizo, aunque sin éxito, porque el nuevo residente siguió las instrucciones de Cornejo y lo mismo le colocó la maldita inyección.
            Las pesadillas no tardaron en regresar. Comenzó a sentir ese sudor frío y las infaltables taquicardias, que la acompañaron por el resto de la noche. Por la mañana, se sentía morir y ya no tenía fuerzas para resistir. Pero la muerte tampoco parecía estar de su lado.
              Gonzalo estaba dedicado al tratamiento y estudio de sus nuevos pacientes, pero se dirigió al archivo, tratando de ver la historia clínica de Natalia.
             Cuando cruzó el patio, sintió el aroma a la tierra mojada que había dejado el reciente riego y su infancia se le hizo presente en su memoria. Recordó cuando chapoteaba en los charcos por las calles de Buenos Aires, donde navegaban los barcos de papel que su abuelo le había enseñado a fabricar, al igual que esos barriletes pegoteados de engrudo que nunca podían volar.
             Pero no había tiempo para esos lejanos recuerdos, de modo que al llegar al archivo, encontró la historia de Natalia, que no tenía ningún agregado que él desconociera. De modo que la dejó en su sitio y decidió continuar con otras tareas.
           Si Pedro había querido mantenerlo ocupado, lo había logrado. Se sentía agobiado con sus nuevas obligaciones y no tenía tiempo de pensar en nada.
         Mientras tanto, Cornejo creía que lo mejor, era acelerar la marcha de lo pactado con Fernando Monteros.                           
           De modo que esa misma noche, pidió a los enfermeros que llevaran a Natalia a rayos.
--- ¿Adónde me llevan?- le preguntó ella al ver que la subían en una camilla.
--- A rayos. El Doctor Cornejo la espera.
--- ¿Para qué?- dijo, mientras era conducida por el pasillo
          En ese momento llegaban a rayos y el Dr. Cornejo le dijo:
---Quiero saber más sobre sus pesadillas, Natalia.
-----Ya le dije que son las inyecciones las que me hacen sentir mal
         Cornejo no respondió y él mismo le tomó las placas para luego devolverla a su cuarto.
           Ella estaba cada vez más confundida. ¿Qué investigaban? Porque estaba segura de que la locura no se detectaba con radiografías.
          Pero a la mañana siguiente, todas sus dudas se disiparon cuando Cornejo se apersonó ante ella.
----- ¿Qué pasa Dr. Cornejo? ¿Para qué me tomó las radiografías?
---- Tienes un tumor en el cerebro y tenemos que operarte de urgencia Eso es lo que le produce las pesadillas, no las inyecciones.- le aseguró él
--- ¡No! ¡No es cierto! ¡Usted quiere matarme! ¡Socorro! ¡Socorro! - gritó ella
           Una enfermera terminó con su crisis colocándole un chaleco de fuerzas.
              Mientras tanto, Gonzalo Alasino, había sido llamado por su amigo desde su laboratorio, para ser informado de los análisis que le solicitara sobre las drogas que contenían las inyecciones. Allí se enteró de que no eran calmantes ni somníferos, sino que se trataba de una droga que solía usarse antiguamente como anestésico y que producía palpitaciones y alucinaciones. Se enteró también de que el uso de esa sustancia estaba prohibida desde hacía más de 10 años porque producía adicción y en caso de abstinencia, se producían fuertes reacciones, como crisis nerviosas.
--- Quiero que me busques todo lo referente a ese medicamento- le pidió a su amigo
---Te buscaré lo que pueda.
---Gracias.
---Si necesitas algo más, ya sabes que puedes contar conmigo
----Te lo agradezco.
          Cuando salió del laboratorio, Gonzalo sentía una rabia tan intensa que no lo dejaba respirar. Pensó en ir a la policía pero luego descartó la idea porque era su palabra contra la de Cornejo. Y era fácil saber quien saldría victorioso.
         Tenía que hablar con Natalia pero sería peligroso que lo descubrieran. ¿Y si hablaba con el marido? Pero luego decidió que no, porque podía ser parte en este  asunto.
          Por fin, decidió irse a su casa. Necesitaba poner distancia para no cometer una locura. No bien llegó decidió tomar una ducha y se tiró en la cama. Claudia no estaba en la casa y a esa hora él, generalmente, estaba en la clínica. En ese momento, sonó el teléfono y no llegó a tiempo para atender antes que lo hiciera el contestador automático.
          No obstante, oyó el mensaje. Era de un hombre que decía:
----Tengo los pasajes, llámame.
          Gonzalo, escuchó el tono de ese mensaje y pensó que algo raro había en él.  Ya que el que hablaba no parecía ser un agente de viaje. Recordó que su mujer le había hablado de un viajar con su amiga Marta. Y se quedó más tranquilo ya que para ellas serían esos pasajes del mensaje telefónico.
          Recogió su ropa del baño y secó el piso. Luego se fue al cuarto de huéspedes para poder pensar sin la molestia del teléfono. Pero en ese instante escuchó la puerta que se abría y los pasos inconfundibles de su mujer. Sin que ella notara su presencia, él la observó entrar y poner el contestador para escuchar el mensaje que había quedado grabado. Luego marcó un número y la escuchó decir:
---Sí, mi amor, yo ya lo borré, no te preocupes, él a esta hora está en la Clínica.
          Gonzalo no lo podía creer. Se sintió un estúpido, pero todavía tenía la esperanza de estar equivocado y que estuviera hablando con Marta.
         Pero aún le aguardaba otra sorpresa. Porque ella hablaría por teléfono con Marta y le diría:
--- Le dije a Gonzalo que voy a ir contigo a Brasil, de modo que desconecta el teléfono la semana que viene. Aunque no creo que te llame porque está muy ocupado.
Luego de escuchar a Marta, ella agregó:
----Sí, iré con él. Te hablaré cuando regrese.
         Tuvo deseos de abofetearla pero se contuvo. Sólo se presentó frente a ella y dijo:
--- ¿Quién es él?
          Claudia se quedó lívida, como si esperara que él sacara una pistola y la vaciara en su pecho. Luego comenzó a balbucear...
--- Estás confundido, yo......
---Te equivocas. Por primera vez veo todo tal cual es. Y no me importa. Ni me duele. Acabo de descubrir que ya no te amo. Quizás, nunca te amé. Es extraño, pero me siento liberado.
---Perdóname, Gonzalo, hace tiempo que debimos hablar.
-- ¿Perdonarte? ¡No siento nada, Claudia! ¡Nada!
---Prepararé mis cosas y me iré.-dijo ella
---No te olvides nada, porque no quiero verte nunca más.
          Por más que Gonzalo no lo admitiera, le había dolido en su orgullo. ¿Quién puede decir que no siente nada frente a un engaño? Aún sin amarla, estaba decepcionado. Hasta ese instante, hubiera jurado que su esposa era una excelente mujer y que su matrimonio era normal a pesar del desgaste que con los años, sobreviene en las relaciones. Pero era verdad que su matrimonio no le importaba y hasta sintió alivio por quebrantar esa monotonía en que ambos habían caído.
         Era la traición, la mentira, el engaño, lo que dolía como una bofetada. Era eso, ni más ni menos, lo que lo hacía sentir vulnerable, algo que hasta ese instante, no había sentido jamás. Y sabía que ahora, le iba a resultar imposible fiarse de alguna mujer.
          Sin proponérselo pensó en Natalia, ella le atraía, le despertaba ternura, deseos de protegerla y una necesidad de estar pendiente de todo lo que pudiera afectarle.
           ¿Pero qué sentimiento era ése? ¿Lástima?
          Seguro que no. Había algo en ella que despertaba su pasión, no podía mentirse. En los últimos tiempos él ni siquiera quería volver a su casa sólo quería quedarse en la Clínica y no por interés científico.
          ¿Qué le estaba pasando? ¿Y con una paciente?
          No era ético y debía sacarse esos pensamientos de la cabeza. ¿Pero que le había sucedido con su mujer?
         Lo tenía claro y no le daría más vueltas al asunto, lo único que tenía era su amor propio herido y no debía preocuparse demasiado, pues el tiempo se encargaría de cerrar las heridas.
           Ahora, su vida tenía que cambiar, se dedicaría más a la medicina y los fines de semana iría a su cabaña en El Tigre.
          Pescar era un hobby que había abandonado hacía tiempo y que iba a retomar ahora que la vida le regalaba un recreo. Necesitaba tomarse unos días y con esa idea regresó a la Clínica.
         Una vez allí, intentó ver a Cornejo pero le informaron que había salido y que no regresaría por unas horas. Entonces, aprovechó para ver la historia clínica de Natalia. Y  se encontró con la novedad de unas radiografías que daban cuenta de un tumor cerebral. Las observó detenidamente y constató que no había ningún error. Allí constaba que en breve se realizaría una operación. Eso explicaba todo, sus dolores de cabeza, la utilización del anestésico que le suministraban y se quedó perplejo.
          Tenía ganas de correr a su lado y abrazarla, ella había tenido razón, no estaba loca y tampoco Cornejo quería matarla. Así que se sintió preocupado y aliviado al darse cuenta de que su colega no era lo que él creía. Sintió deseos de ir adonde estaba Natalia. Pero quizás ella no supiera nada sobre lo que le estaba ocurriendo. Primero hablaría con Cornejo. Aunque no valía la pena volver sobre el caso, todo se podía saber por la Historia clínica y allí había una esperanza. La cirugía podría resultar exitosa y ella volvería con su marido, antes de lo esperado. Y aunque no tenía derechos eso le molestaba.
         Caminó en dirección a su celda para verla pero luego lo descartó. Ya tenía bastantes problemas como para agregarse otros. Al fin de cuentas, tenía que sacarla de su mente. Él estaba decepcionado de las mujeres y ella era también una mujer.
           Cuando Cornejo llegó esa mañana, él le comunicó que se ausentaría por unos días y notó que esa idea no le disgustó. Le pareció extraño, ya que había muchas cosas que resolver en la guardia y esperaba alguna resistencia de su parte. Pero no quiso pensar nada más, salvo que Cornejo era un hombre impredecible.
           Por su parte, Natalia se sentía calmada. Y esa tarde, salió al patio donde se encontró con su compañero de tertulias, en el banco donde ella acostumbraba a sentarse.
           "El filósofo" parecía estar esperándola porque cuando la vio, sus ojos parecieron llenarse de luz. Muchas veces, él parecía un hombre común.
--- ¿Dónde estabas?- le preguntó, sin mirarla
---- Encerrada, como tú. -le dijo ella
---Ellos no entienden
--- ¿Quiénes son ellos?-
Y él agregó:
---- ¡Cómo les gustan las matemáticas!
---- ¿Las matemáticas? -preguntó ella
----- Les gusta sumar..... multiplicar ... dividir
----- ¿A quienes?
----- Y siempre sacan diferencias......
Los negros y los blancos...
Los buenos y los malos.....
Los unos y los otros -...
Él seguía hablando como si no la escuchara y lo hacía en forma entrecortada,
como arrancando cada palabra de su cerebro.
---Les encanta clasificar.....
Lo negro con lo negro.....
Lo lindo con lo lindo......
Lo malo con lo malo.....
y al fin de cuentas....
tan sólo un paso hay
en la continuidad de los opuestos....
Entre lo bueno y lo malo.....
entre lo cuerdo, lo normal .
y la locura......
          Natalia trataba de entender. Y pensó que Sócrates podía haber sido un loco como él. Y hasta lo imaginaba por las calles de Grecia, hablando como si estuviera pensando en voz alta, ignorando a los que pasaban a su lado. O quizás "el filósofo" era un hombre que recordaba una vida anterior y por eso hablaba como si estuviera recordando.
             Pero quién podía definir a la locura. ¿O acaso sería otro grado de la evolución del hombre? ¿Qué había de peligroso en ese hombre que estaba a su lado?
            Pero era mejor seguir escuchándolo, de modo que prestó atención cuando decía:
------Nada ha escapado a la razón.....
ni siquiera Dios.....
           Luego hizo silencio, mientras perdía su vista en algún paisaje de su mundo. Y después, continuó:
----Todo está planificado....
existe una palabra para cada cosa
y frases que parecen lógicas.......
Tantas definiciones archivadas en textos
y en memorias
¡Cuánto saben los hombres! ¿Verdad?
Y cuánto ignoran....
Pero no nos desanimemos.....
porque el sufrimiento.....
se nos escapó de las definiciones
y al fin somos.....
el último eslabón de las especies....
Únicos.......en todo el universo.
Traducido a nuestra lengua....
los mejores.....
Sólo nos falta un escalón
y hubiéramos sido... ¡Dios!
eso es lo que somos,
humildemente.. .
Pero cuánto lloran
todavía los hombres.
¿Pero quién es Dios?
¿Existe?
A veces diremos que sí
otras, que no
Y mientras tanto
ya lo hemos definido
él es como nosotros.
pero... perfecto.
¡Mentira!....
jamás podría ser
como nosotros
Estamos indefensos.
¿No lo crees?
y la razón no nos alcanza
para ser los mejores.
Supongamos
sólo supongamos
que somos un animal
que tiene miedo.
Mucho miedo.
Y como tememos a Dios
inventamos una palabra
que llamamos fe.
y por las dudas Él exista
rezamos.
¡Cómo rezamos, los hombres!
¡Mentira!
---Supongamos.....sólo supongamos
que el miedo se vuelve perversión
¡Que es el demonio!
Y como tememos no saber
¡Sabemos todo!
¡Nacida está nuestra soberbia!
Y como tememos a nuestros miedos
tenemos el coraje de seguir viviendo
Supongamos... sólo supongamos
que somos tan sólo desconcierto
que nos sentimos inseguros
entre lo que ignoramos.
tememos ... y dudamos
y para no sufrir......
nos sentimos casi Dios
¡Qué atrevimiento!
Pero no nos desanimemos
sólo estábamos suponiendo
          Era la hora de regresar a las celdas y aunque Natalia hubiera preferido seguir escuchándolo, una enfermera la tomó del brazo para obligarla a retirarse. El guardia quiso hacer lo mismo con él, pero se resistió, mientras continuaba:
------nada es tan verdadero....ni tan falso
y lo azul... es azul... según los ojos
La inteligencia acomoda
hay pobres y otra cosa
hay locos y no tanto
hay negros y otra raza
Un sabio es el que sabe
¿Qué cosa?
¡Qué sé yo!
tal vez, el que ha leído
¡Quién sabe!
El que estudia, sabe más
¡No tanto!
No todo es tan verdadero
Ni tan falso.
          En ese punto se calló. Natalia ya no estaba allí y él no deseaba continuar, de modo que los enfermeros se encargaron de llevarlo a su celda.
         Cosas extrañas sucedían en la mente de esos seres y Natalia era la única que podía darse cuenta de todo lo que allí ocurría. Y se preguntaba adónde estaba el límite
entre lo normal y la locura. ¿Dónde empezaba y dónde terminaba una cosa y la otra? No podía saberlo. Acababa de escuchar el razonamiento de un loco. Y le había parecido de una sabiduría y profundidad increíble.
         Para ella, la gente que estaba afuera de esas paredes, transitando por las calles de Buenos Aires, no era menos demente ni peligrosa que la que estaba allí.
         Y estaba segura de que si algún día lograba escapar, recordaría a esos seres tan especiales y no a los que se creían "normales" y que pasaban por la vida sin trascender, sin dejar huellas.
          Pensó que el mundo era demasiado vulgar para entender a esos seres diferentes. Nadie se daba cuenta de que ellos sólo se habían desconectado voluntariamente y no deseaban volver. Y eso resultaba incomprensible para el resto de la raza humana. Y por eso eran considerados inadaptados y eran perseguidos por la incomprensión de sus iguales.
          Mientras tanto, Gonzalo disfrutaba de su cabaña en El Tigre ala que  había decidido arreglar un poco. Estaba bastante deteriorada debido a que pasaba mucho tiempo sin ser habitada. Decidió pintarla y al cabo de tres días, estaba como nueva.
          Cambió los muebles de lugar y compró algunos adornos para cambiar la decoración, ya que todo le hacía recordar a Claudia. Y lo consiguió. Sólo entonces pudo dedicarse a la pesca
           Pasó unos días maravillosos y en soledad, meditó acerca de la conveniencia de vender esa cabaña y su departamento de la Capital para comprar una quinta en Moreno.
No quería continuar en los sitios donde antes había estado y por otra parte, siempre le habían gustado los ambientes campestres. Un anhelo largamente postergado por causa de su ex mujer, a quien no le gustaba la vida fuera del circuito urbano.
          Pero ahora, sólo tenía que pensar en él y en lo que lo hacía feliz. Debía ser egoísta y concentrarse en sí mismo. Siempre había procurado dar satisfacción a los demás, sin pensar en los sacrificios que debía hacer para conseguirlo. Lo cual es bueno, pero no como él lo hacía, tratando de conseguir el afecto de las personas y donde él siempre estaba excluido. Sus gustos y preferencias no habían contado hasta hoy, pero estaba dispuesto a dirigir la atención a sí mismo.
         Le encantaba el contacto con la tierra y la naturaleza, porque siempre había algo de primitivo que permanecía en la memoria de los hombres. Y hasta podría estar dispuesto a dejar la medicina para cultivar la tierra aunque era prematuro pensar eso.
          Cuando después de unos días de relax regresó a la Clínica, lo primero que hizo fue comprar el periódico y marcar unos avisos sobre inmuebles en Moreno. Estaba decidido a comprar  la quinta para dar un vuelco a su vida y por la tarde, salió a visitar las inmobiliarias, dispuesto a encontrar lo que buscaba. Pero en su primer intento no encontró nada. Volvió a la guardia y sin saber qué hacer se dispuso a leer un poco sobre los casos que tenía que tratar. Tenía deseos de ver a Natalia pero se contuvo. Tenía que desconectarse de ella. ¿Pero podría?
         Desde la ventana de su cuarto de residencia, escuchaba al poeta que recitaba a viva voz:
---- "Dicen que en primavera
las mariposas mueren de amor.
Que el gran bonete las tiene
guardadas en un cajón.
Que cuando soplan los vientos
del Este se va el dolor
de la muñeca que azul vestía
y de paseo, se me enfermó.
Dicen que Antón Pirulero
ya no entiende más su juego
y una niña se ha perdido
en el fondo del jardín
que la busca Cataplero
y la encuentra Cataplín
Que los niños, por las tardes
siempre se quieren casar
con quien sepa abrir la puerta
para salir a jugar"
         Gonzalo, sonrió. Ese poema había logrado el milagro de hacerlo feliz, simplemente porque había retornado a las rondas de su niñez. Había sonado en sus oídos maravillosamente. Era lo que necesitaba, para  transportarse a otras épocas y lugares.
          Y Natalia vino a su mente como por arte de magia. ¿Qué sería de ella? ¿La habrían operado? Hubiera corrido a verla pero no quería seguir obsesionado con ella.
         Había sido su paciente y eso estaba muy mal, debía desechar esos pensamientos de inmediato ya que tampoco podía hacer nada por ella.
         No obstante, fue a ver su historia clínica y no vio ninguna novedad. Natalia seguía esperando la cirugía.
          Sin embargo, lo que él ignoraba era que ella ya no tenía fuerzas para luchar y casi estaba resignada a su suerte. Estaba segura que le mentían pero se sentía débil y estaba muy cansada de resistir.
          El único momento en que realmente se reconfortaba era cuando salía al patio.
        Allí podía ver al filósofo y conversar con él, a su modo. Como esa tarde, cuando él le dijo:
---- El hombre es temor
y coraje al mismo tiempo
se enferma de codicia
de celos y de guerras.
Se encandila de triunfos,
su ansiedad corroe al cuerpo
y es un muerto... que sueña.
Y cuando el miedo es total
estalla de pasiones
 y su libertad se siente acorralada.
Se rebasan los límites impuestos
y la obstinación se vuelve
¡Locura!....
La mirada se vuelve hacia sí mismo
el alma se llena de burbujas
que estallan por el aire
la contaminación es total
y la muerte es alivio cuando llega
¡Qué sería de nosotros, sin los sueños!
pero la vida, se termina en igualdades
y tal vez, la perfección
no tenga mente
¡Qué sé yo!
Si la verdad es mentira
y viceversa.
         Cuando la enfermera la llevó a su celda ella no ofreció resistencia. El filósofo, parecía mirarla y eso bastó para no sentirse tan sola.
        Natalia estaba muy delgada, había bajado 7 kilos, desde que entrara a la clínica y casi deseaba esa  operación que la llevaría al infierno, al cielo o a cualquier parte.                  
        Cualquier cosa era preferible a continuar así.
          Y hasta pensó que era una lástima que la locura no fuera contagiosa, porque la razón sólo la hacía sufrir ya que se había dado cuenta de que Fernando la había estafado y ahora estaría gozando de su dinero O tal vez, viajando por el mundo, disfrutando con cuanta mujer se le cruzara. No había otra explicación sobre su abandono.
Pero a su amiga no la entendía. ¿Por qué la había dejado librada a su suerte?
          Pensó también en que no iba a salir con vida de la operación, pero no le importaba porque de nada le servía vivir de esa manera. Además, sería una forma digna de morir, ya que no se daría cuenta de nada y no sentiría dolor.
             Pensó en Gonzalo ¿Qué sería de él? Seguramente se había ido de la Clínica, ya que nunca más lo había vuelto a ver. ¿Se acordaría de ella? ¿Y la investigación que le prometió? ¿Lo habrían descubierto y despedido de su cargo? Pero para qué pensar.
           Esa misma noche Cornejo le comunicó que la operaría en tres días y ella ni siquiera le respondió. Pero después que él se marchara, no pudo contener su furia y como recobrando fuerzas para dar una última batalla estalló en llantos. Luego se quedó inmóvil, tirada sobre la cama y mirando el techo.
         Pero cuando la enfermera ingresó al cuarto para inyectarla, se transformó en una leona enfurecida y la golpeó certeramente en el mentón y con ese sólo golpe la dejó tendida sobre el piso. Había caído sin poder reaccionar, ni gritar. Fue entonces cuando Natalia le quitó el manojo de llaves y huyó.
         Sin saber qué hacer se escondió en el baño del personal, mientras su mente  coordinaba ideas y más ideas. Luego, tomó una jarra de plástico la llenó de agua y la volcó sobre un toma- corriente en donde estaba enchufado un aparato, no sin antes sacar las patitas del enchufe un poco hacia afuera para provocar un cortocircuito.
           Y éste ocurrió cuando nadie había advertido la desaparición de Natalia. La oscuridad era total y ella avanzaba contra las paredes, para no caer, ni atropellar a nadie.
          Cruzó el patio hasta el pabellón A y fue entonces cuando la alarma comenzó a sonar porque la luz no se había cortado en ese sector.
         Desorientada, entró por una puerta que conducía a la biblioteca y que estaba a oscuras. Se escondió debajo de una mesa.
          Toda la gente corría de un lugar a otro buscando encontrar algún intruso. Y su corazón casi se detiene cuando alguien encendió la luz de la biblioteca.
          Ella se disponía a salir corriendo, cuando advirtió que quien acababa de entrar era Gonzalo. No supo qué hacer. Pero al verse perdida, se dejó ver. Su intento de fuga había terminado.
---- ¿Qué hace aquí, Natalia?-le preguntó asombrado
--- ¿Qué espera doctor? Entrégueme ¡Hágalo!
          El tono en que ella le hablaba, denotaba rencor y resentimiento. Y él sabía por qué. Y sin darse tiempo para una respuesta, él apagó la luz al oír que alguien llegaba y cerrando la puerta con llave, salió dejando a Natalia adentro.
----Aquí, no hay nadie, acabo de revisar - lo escuchó decir
---Una enferma ha escapado, doctor. Puede ser peligrosa- le comentó el guardia.
----Ya lo sé. Por eso he revisado y cerrado con llave para que no entre nadie- dijo, guardando la llave en su bolsillo.
         Gonzalo la había encerrado y ella no sabía para qué. ¿La entregaría? ¿La protegería? No sabía qué pensar pero nada podía hacer, salvo esperar.
         Y esperó mucho tiempo, hasta que nuevamente escuchó que la llave giraba en la cerradura. Alguien entró y volvió a cerrar.
---- ¿Está ahí, Natalia? Preguntó casi en un susurro.
----Sí, aquí estoy- dijo, saliendo de su escondite.
--- ¿Qué ha pasado? ¿Por qué escapó?
---Quieren matarme, lo sé. Mi marido quiere quedarse con mi fortuna y el Dr. Cornejo es su cómplice- dijo, en tono muy bajo.
--- ¿De qué fortuna me habla?- preguntó, sorprendido.
----La que estoy dispuesta a darle., si me libera de todo esto, si me saca de aquí- le propuso.
--- ¿Se ha vuelto loca? Usted me ofende.
---- No estoy volviéndome loca, ya lo estoy. Pero verifique mi cuenta en el banco Nación, conozco el número de memoria.
----Natalia, yo verificaré lo que quiera. Pero debe quedarse porque tiene un tumor y debe operarse cuanto antes.
----No, doctor Alasino. Yo estoy sana. No tengo ningún tumor. ¡Entiéndalo!
----Yo he visto las placas. No tenga miedo porque todo va a salir bien.
----No quiero quedarme. ¡Usted no entiende!
---- Baje la voz, que está en juego mi puesto -le advirtió
---- Lo que está en juego es mi vida y ahora usted la tiene en sus manos.
---Es tan grave lo que dice que no puedo creerlo, Natalia.
----No es grave lo que yo digo sino lo que van a hacerme.
--- ¿Usted  cree en mí?
--- -No sé, una vez creí y me defraudó.
----Debo entregarla. Pero le juro que me ocuparé de usted.- dijo, al tiempo que apretaba el timbre.
Al ver lo que hacía, Natalia se rebeló.
--- ¡Usted es parte del plan! ¿Cuánto le paga mi esposo? Yo le daré más dinero. Lo prometo -dijo llorando
--- Voy a ayudarla pero la necesito aquí.
----No es cierto, no le creo, doctor.
          En ese instante vino el guardia y Alasino la entregó.
--- ¡Traidor! ¡Maldito! -le dijo, como si masticara las palabras.
         El Dr. Cornejo felicitó a Alasino por la actitud que había tenido y en ese momento se le disiparon todas las dudas que una vez tuviera con respecto a él.
        Tal vez por eso y a partir entonces, Gonzalo pasó a ser un hombre de su confianza.
         Pero las palabras de Natalia, aún retumbaban en los oídos de Gonzalo. El corazón se le estrujaba de sólo pensar que ella lo odiaba. Pero sabía que ya no podía dejar de ayudarla. Lo que había escuchado sobre su fortuna volvió a hacerlo dudar.
          Pero Cornejo aceleraba su plan porque el intento de fuga de Natalia, había puesto en peligro su dinero, su reputación y hasta su vida. De manera que había decidido operarla de inmediato. Ese día cuando se retiró a su domicilio Cornejo se comunicó con Fernando Monteros y le habló de lo ocurrido, mientras Gonzalo se quedaba en su cuarto de guardia tratando de poner en orden sus ideas. ¿Por qué le creía a esa mujer? ¿Por qué si había visto la historia clínica y allí no había nada raro? ¿Qué poderes ejercía ella sobre su mente? Pero no era el momento de analizar eso. Necesitaba ese tiempo para averiguar todo antes de que fuera demasiado tarde.
           Y cuando tuvo la certeza de que Cornejo no volvería, mandó a buscar a Natalia que había recibido un tranquilizante y estaba tan dopada que no se daba cuenta de nada.
          Había dicho que tenía que hacerle unas radiografías ordenadas por Cornejo y nadie puso en duda el argumento de Alasino. Pero a esa hora, el radiólogo no estaba y él mismo tuvo que tomarle las placas. Y una vez que hubo terminado, rápidamente indicó a los enfermeros que la regresaran a su celda.
         Cuando quedó solo y pudo ver lo que había resultado de esas placas, supo que ella tenía razón. No tenía ningún tumor.
         Su impotencia y su furia lo sacaban de quicio, pero se calmó. Pensó en ir a la policía pero Cornejo diría que se trató de un error, negaría sus planes de operarla, él sería despedido de la Clínica y Natalia seguiría en tratamiento hasta que inventaran otro argumento para destruirla en forma legal.
          Tenía que hallar una forma de sacarla de allí. Pero eso, quizás lo llevaría a la cárcel ya que estaría secuestrando a una enferma mental y su esposo lo acusaría. Pero algo tenía que hacer porque Natalia estaba en peligro.
          Y esa misma mañana se le ocurrió una idea. De modo que concretó con la inmobiliaria la compra de la quinta en Moreno, que había visto por esos días y dispuso el inmediato traslado de sus muebles por medio de  una empresa, mientras preparaba su casa en la ciudad para entregarla como parte de pago.
         Tenía que sacarla de allí y esconderla, sin despertar sospechas. ¿Pero cómo lo haría?
          Tenía que actuar rápido. Por eso, cuando llegó a la Clínica esa mañana, dejó el auto estacionado en el garaje con las puertas sin llave y desconectó la alarma.
         Esperó en su cuarto de guardia que ella saliera al patio y luego accionó la alarma general de la Clínica, colocando una llave cualquiera en una de las puertas.
           La confusión fue general. Entonces él ingresó al patio y la tomó de un brazo para llevarla adentro  haciéndose el que colaboraba con los guardias. Pero luego
de pasar por el corredor se dirigió al garaje y la hizo entrar al auto. Ella lo seguía sin comprender y sin emitir palabras. ¿Qué estaba sucediendo? No lo sabía.
---Trata de permanecer quieta y oculta. Te sacaré de aquí- le dijo, mientras fingía revisar a los demás autos.
----No hay nadie aquí- dijo él, cuando alguien entró a verificar el lugar. Trate de revisar aquellos, yo terminaré con estos- le dijo al guardia.
---Tampoco hay nadie aquí- dijo el muchacho.
---Es mejor cerrar el garaje para no tener que revisarlo nuevamente. -le propuso Alasino.
----Tiene razón, eso haré- dijo el encargado.
          Cornejo salía en ese momento de su consultorio y estaba asustado.
--- ¡Busquen por todos lados!- gritaba
--- ¿Qué debemos buscar?- dijo Gonzalo, fingiendo ignorar todo.
-----  Alguien escapó.-le dijo
--- ¿Quién?-le preguntó él
----- No lo sé, Alasino. ¡Busque!- dijo exaltado
-----Hace rato que estamos buscando- dijo Alasino.
----- ¡Una enferma escapó! ¡Es la misma que escapó antes!- gritó un enfermero que se percató de la ausencia de Natalia
----  Ya no hay sitio por buscar y acá adentro no está Dr. Cornejo- dijo otro, que venía agitado.
---- Demos parte a la policía.- dijo Alasino
---No, de ninguna manera. La Clínica se desprestigiaría con una fuga. Salgamos a buscarla a la calle, no debe haber ido muy lejos.
----Quédese, Cornejo. Yo saldré con el auto. Mande algunos enfermeros a buscarla por las inmediaciones, no debe haber ido muy lejos.
---Gracias, Alasino. Encuéntrela, esa mujer está muy enferma.
---Ya lo sé, doctor. Confíe en mí.
         Alasino se dirigió al garaje y enseguida estuvo en la calle.
---No se haga ver ni hable, Natalia.- le advirtió, mientras manejaba a toda velocidad.
         Gonzalo suponía que ella estaba allí. Esperaba que no hubiera intentado huir por su cuenta, pero no estaba seguro. De modo que al doblar por una esquina, frenó y dijo:
---Natalia, ¿Está allí?
---Sí, estoy aquí-dijo en un susurro
--- ¿Porqué no contestó?
---- Usted me pidió que no hablara. ¿No lo recuerda?
--- Sí, lo recuerdo.
        Gonzalo, se quedó tranquilo y continuó el viaje hacia su quinta. Pero para justificar su demora, habló de un teléfono público a la clínica, advirtiendo a Cornejo que no  había rastros de Natalia. Y le prometió que la seguiría buscando.
          Mientras tanto, Cornejo se dirigió al pabellón A, dispuesto a interrogar al "filosofo."
---- ¿No la has visto?- le dijo
         Él parecía sonreír, pues tenía una extraña mueca en su rostro.
    Luego, como si hubiera entendido, dijo señalando, con el índice,  su cabeza
----Está aquí ¿Es que no la ven?
          Y tenía razón, ella siempre estaría allí porque nunca se iría de su mente.
-----Es inútil querer hablar con un... demente.-dijo Cornejo, alejándose
         Cuando Alasino entró a su quinta de Moreno le dijo a Natalia que ya no había peligro. Pero ella siguió oculta porque tenía miedo. Fue entonces cuando Gonzalo le tendió la mano para darle confianza y ella al salir lo abrazó, como agradeciéndole, mientras estallaba en llantos
----- No llore Natalia. Ya está a salvo, nadie podrá hacerle daño aquí.
---- ¿Pero dónde estamos?-dijo mirando a su alrededor
---Estamos en una quinta que acabo de comprar. Ayer me mudé. Nadie conoce ese lugar ni nos buscarán aquí.
          Cuando entraron a la casa, ella miraba para todas partes como si no lo pudiera creer.
--- ¿Dónde estamos? -le preguntó
----En Moreno.
--- ¿Y su familia?
--- Aquí no hay nadie, después le explico, ahora debo volver a la Clínica para que Cornejo no sospeche.
----- ¿Va a dejarme sola?
----No puedo hacer otra cosa. Acuéstese y tome esta píldora. Enseguida volveré y me quedaré. Hoy, por suerte, es viernes.
---Está bien. Vaya tranquilo. Y gracias.
-----Ya hablaremos, ahora debo irme. Cerraré con llave y no se asome por las ventanas. Manténgalas cerradas- le pidió, antes de salir.
          Gonzalo llegó a la Clínica y notó el ambiente enrarecido por la desesperación de Cornejo, quien al ver a Gonzalo comprendió que no había encontrado a Natalia.
-----Es como si la hubiera tragado la tierra. ¿Está seguro de que no está adentro?- le preguntó él a Cornejo.
---No, no está - le aseguro.
---Si no la encontramos puede pasarle algo grave.-dijo Gonzalo, fingiendo preocupación.
--- Eso es lo más preocupante- mintió Cornejo
--- ¿Avisaste a la familia? -preguntó Alasino.
----Sí, ya hablé con su esposo. No la ha visto y salió a buscarla por lugares que ella conoce, pero fue en vano.
---- ¿Qué haremos Cornejo?
----No sé... ¿Qué opina usted?
..... Creo que la búsqueda ya no tiene sentido. Tal vez, deberíamos avisar a la policía-insistió
---No, no quiero saber nada de policías, esperaremos-dijo Cornejo
---Bueno, me voy a casa. Lo llamaré luego, por si tiene alguna novedad.
---Vaya tranquilo y descanse. Y gracias por colaborar.
---Hasta el lunes. Avíseme cualquier cosa, que necesite- dijo y se retiró.
         Si Cornejo llamaba a su casa, no encontraría a nadie pues la inmobiliaria la estaba refaccionando y el teléfono estaba desconectado.
      Cuando llegó a Moreno, Natalia estaba en cama, pero no dormía- Se veía asustada y estaba tan delgada que no parecía la misma mujer que conociera.
---Pensé que era otra persona la que llegaba y me asusté- dijo ella, al verlo entrar.
-----Traje algo para comer. Venga y mientras comemos, le cuento.
---- Está bien. Pero debo pedirle disculpas, porque pensé que me había traicionado, doctor Gonzalo
----La otra noche la llevé a rayos y usted no lo supo porque estaba totalmente dopada. Cuando vi las placas que le tomé, comprendí que no estaba enferma y que si seguía allí corría peligro de ser operada. Antes de ver las radiografías no podía creer en usted.
--- ¿Y cómo hizo para sacarme de allí?
----No lo sé. En verdad fue todo un riesgo, pero salió bien.
             Natalia devoraba la presa de pollo, recién horneada que él había comprado pero estaba tan pálida, que preocupaba.
--- ¿Qué haremos ahora, doctor?
---Lo primero, curarla.
---No estoy enferma.
----Ya lo sé, pero es adicta a las drogas que Cornejo le suministró y la abstinencia no será fácil.
---- ¿Qué va a pasarme?
----Sentirá temblores, convulsiones, frío, calor. La pasará muy mal pero yo estaré a su lado para ayudarla.
---- Después de todo lo que pasé ¿Hay algo que pueda ser peor?
--- Usted no pasó por esto y debe estar preparada. Los primeros días serán los más difíciles. Pero luego, se irá calmando, no se preocupe. Ya todo pasará.
         Cuando terminó de comer ella quiso bañarse pero no tenía ropas para cambiarse. Gonzalo le dio un pijama suyo y le pidió que se lo pusiera hasta que pudiera comprarle algo de ropa. Ella obedeció y cuando salió de la ducha se vistió.
          Pero cuando se agachó para calzarse sintió un mareo. Sin embargo, no se lo dijo a Gonzalo.
          Él observaba por la ventana el hermoso paisaje de la quinta. Había una pileta de natación y una arboleda que invitaba a una caminata. Los pájaros desparramaban su canto por el aire húmedo de Buenos Aires
--- ¡Qué hermosa es su quinta!- dijo ella
---- Siempre me gustó vivir en un lugar así.
---- Es muy bello.
---- ¿Qué le pasa Natalia?- le preguntó, al verla sostenerse contra la pared.
--- Siento frío, mucho frío- dijo, mientras sus dientes comenzaban a castañetear.
---Venga y acuéstese. -le dijo llevándola a la cama, mientras la sostenía por un brazo.
          Cuando se acostó parecía estar delirando. Los fantasmas aparecían una y otra vez, persiguiéndola.                       
         Temblaba y se destapaba, como si el aire le faltara. El síndrome de abstinencia había comenzado y él le preparó una inyección que le colocó de inmediato. Sabía perfectamente cual era la droga que Cornejo había usado y la forma de tratar su abstinencia. Estuvo al lado de ella todo el tiempo que duró su crisis y luego la dejó dormir porque estaba extenuada.
           Él también se sentía agotado por el esfuerzo de contenerla y se acostó en un sillón que colocó en el cuarto adonde Natalia permanecía, todavía un poco agitada.
         De pronto, cuando Alasino casi se dormía, ella empezó a gritar:
--- ¡No me toquen! ¡Váyanse!
             Seguramente eran los fantasmas que veía. Y Gonzalo la dejaba gritar, cuidando  de que no se golpeara.                
             Cuando reaccionó y despertó, no se acordaba de nada. Y él le preparó una taza de leche tibia con unas tostadas y se las llevó a la cama.
----No se moleste, yo puedo hacerlo -le dijo ella, al verlo tan atento.
---Tuvo una crisis y es mejor que siga en cama.
--- Hace mucho que no siento este olor a tostadas. No sé cómo agradecerle todo lo que ha hecho por mí. Pero pídame lo que quiera, no olvide que tengo mucho dinero y que le prometí dárselo si me sacaba de allí. No lo he olvidado- dijo ella.
           Gonzalo echó a reír con ganas
---- No creerá que lo hice por eso ¿Verdad?-le dijo él
---- Es que usted...
---- No me trates de usted, porque ya hice méritos suficientes para ser tu amigo ¿O no?-le dijo él, sonriendo.
----Hasta vivimos en la misma casa- dijo ella
---- Cuéntame sobre esa fortuna de la que una vez hablaste. ¿Es verdad? ¿O sólo pretendías sobornarme?
----Claro que es cierto. Recientemente, recibí una herencia en dólares de un tío que no conocía. Y antes de internarme, le otorgué un poder a mi esposo para que dispusiera de ella. Pero ahora quiere hacerme desaparecer y planeó todo esto con Cornejo.
----Si tu marido elaboró un complot en tu contra, el lunes sacará todo el dinero y se irá del país.
----Dios quiso que hoy fuera viernes. El lunes le enviaré una carta documento al banco y otra a él revocándole el poder...
---Pero no tienes tu documento. ¿Cómo harás?
--- Debo pensar en eso.
-- -¿Y si vas a la policía?
---Me llevarán a la Clínica y  tú irás preso ¿Eso quieres? No te olvides de que no tenemos pruebas.
          En ese momento, Natalia sintió que todo le daba vueltas. Y otra vez, los temblores sacudiéndola. Luego vendría el delirio, la transpiración fría, el castañeteo de dientes. Gonzalo, trataba de abrigarla, de contenerla, pero ella tenía demasiada fuerza y no podía evitar que al moverse se golpeara.
         Sus alucinaciones la hacían gritar y él no sabía cómo calmarla. Cuando la vio mojada de transpiración trató de llevarla a la ducha pero ella se resistía y gritaba, como si él fuera un monstruo que la perseguía. La sostuvo por la cintura y abrió el agua que cayó sobre ambos. Estaba tibia y parecía atenuar sus temblores. Pero continuaba tratando de escapar mientras lo golpeaba con los puños en un ataque de nervios del que no era consciente.
         De pronto, él resbaló y los dos cayeron al piso por efecto del forcejeo. Pero  la sujetó de los brazos y la retuvo para que no se golpeara. Entonces sintió algo muy intenso y difícil de explicar, en un momento tan dramático.
         Natalia parecía un pájaro derribado en pleno vuelo, agitado y vencido. Respiraba agitadamente y permanecía quieta. Eso significaba que la crisis estaba cediendo. Pero para Gonzalo ella no era un pájaro sino una mujer, que ahora se le aferraba a su  cuello acorralada por el miedo.                             
         Cuando el ataque pasó, los dos seguían en el piso, totalmente mojados y exhaustos. Ya ninguno podía levantarse por sus propios medios.
             Gonzalo fue quien primero lo hizo y luego ayudó a Natalia a ponerse de pie. Ella, aún respiraba muy agitada.
----Trata de caminar- le pidió él, procurando ayudarla.
---No tengo fuerzas. No puedo, Gonzalo.
           Él la sostuvo contra su cuerpo mientras la envolvía con una toalla que encontró colgada. Y estuvo así, hasta que ella se recuperó lo suficiente como para colaborar en una lenta caminata hacia su cama. Estaba tan demacrada, que él se impresionaba al verla.
           Tenía ganas de abrazarla, de mimarla, de besarla. Había algo en ella que le despertaba una increíble ternura. Trató de encontrar más ropa suya para que ella se vistiera. Pero  al verla, no pudo contener su risa.
--- ¿De qué te ríes?- le preguntó seriamente
--- De ti, mira qué pareces con ese pijama.
---- Tengo frío, no te burles.- le pidió
---Tápate con esta manta- le dijo, mientras la cubría.
---No me dejes, no te vayas. Quédate conmigo, tengo tanto miedo- le dijo aterrorizada.
----Ya pasará, Natalia. No debes temer nada.
----Quédate conmigo, por favor.  Esos monstruos me persiguen.
---Me quedaré, no temas- le dijo, mientras le tomaba las manos para darle fuerzas.
           Ella cerró los ojos y parecía tranquila pero él no se movió de su lado. Le observaba su boca, sus ojos cerrados, sus largas pestañas de muñeca, su pelo enrulado y dócil. Sus pequeñas uñas sin pintar. Su pálida delgadez.
           Pasó un rato y cuando despertó, trató de caminar hacia la cocina, pero cuando pasó frente a un espejo, se detuvo, se vio tan ojerosa, delgada y pálida, que parecía un cadáver. Y dos lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas
--- ¡Qué horror!- dijo
---Estás delgada pero eres hermosa- le dijo él, para consolarla
---Soy un espanto, Gonzalo.
---Te recetaré un poco del sol, tres kilos de helado de chocolate y tres cucharadas de crema con el café- le dijo, tratando de divertirla
         Ella se rió, aunque eso le costaba un gran esfuerzo. Entonces Gonzalo para sacarla de su estupor, dijo:
---Yo voy a cocinar pues debemos comenzar con el tratamiento
---No, yo quiero hacerlo.- le pidió ella- ¿Qué te gustaría comer?
--- No soy exigente.
---Deberías serlo- le dijo ella.
---De qué me sirvió serlo- dijo él, como si pensara en voz alta.
---No entiendo. Explícame.
---No importa. Pero si sabes cocinar arroz, allí están los ingredientes.- le dijo.
--- ¿Tienes esposa? ¿Hijos?- -insistió ella
---  No quiero hablar de eso.
---  ¿No somos amigos?
---Sí, lo somos. Me divorcié el mes pasado y nunca tuvimos hijos- contestó él
---Yo tampoco los tuve.
--- ¿Alguna vez, traicionaste a tu marido?- le preguntó de improviso
--- Sí, hace poco, cuando viajé al Matto Grosso quise tener sexo con un hombre que me  agradaba y lo hice. Eso fue todo.
---- ¿Se lo dijiste a tu esposo?
---No lo hice porque no era importante. Si me hubiera enamorado se lo hubiera dicho.
          Gonzalo se quedó lívido. No podía creer que fuera tan sincera.
---Mi esposa me traicionó.- le dijo de repente.
--- ¿Te duele todavía?
---No, no me importó. Ya no la amaba. Me sentí liberado, aunque no lo creas.
---  ¿Porqué no habría de creerte?
---  ¿No sientes remordimientos por la infidelidad?
----- La infidelidad hacia el otro no existe, ni la traición. -dijo ella.
---- Explícame eso.
---- No traicionas cuando tienes sexo con alguien más. Sólo existe el engaño hacia  uno mismo, cuando tienes sexo con alguien sin querer tenerlo o cuando permaneces al lado de alguien sin tener ganas, mintiéndote y mintiéndole. La traición es esa.
----Es cierto, Natalia. Yo no quería estar con mi esposa y por eso me sentí liberado cuando ella me engañó.
---- Ella no te engañó sino que te desengañó y se desengañó, haciendo lo que realmente quería- lo corrigió
----- Es verdad, tienes razón- aseguró él
          Cuando el arroz estuvo listo, los dos se sentaron a la mesa y lo comieron con ganas.
----Estaba muy rico- le dijo él
----Gracias.
--- ¿Qué té pasa? ¿Te sientes mal?- le dijo al verla temblar.
---Sí, un poco. Mejor me voy a la cama
---Te ayudaré. Ven, apóyate en mí - le dijo, mientras la acompañaba.
           Natalia se acostó y trató de relajarse.
---- ¿Te sientes mejor?
--- Sí, pero no te vayas.
--- No me iré.
         Por suerte, pronto se durmió y él se estiró a su lado en un sillón. Luego, cuando ella despertó, salieron a caminar por la arboleda que rodeaba la casa. Y esa noche, sus pesadillas no duraron demasiado.
             Al día siguiente, Natalia tenía mejor color y su aspecto mejoraba, con el correr de las horas. También  se sentía más fuerte.
             Por la tarde, los dos hablaron sobre muchas cosas, de cómo fue su infancia, de su primer baile, de su primer beso y hasta se podía afirmar que ninguno se acordaba de los peligros que estaban corriendo.
         Y como si de pronto la realidad se hiciera presente,
Natalia dijo:
----Sabes Gonzalo, yo debería ir hasta mi casa a buscar mi documento.
---Es verdad pero sería peligroso porque podrían verte.
----Tengo una idea. Hablaré a Fernando por teléfono y lo citaré en un lugar. Fingiré que creo en él y que quiero que me busque. Estoy segura que irá porque necesita encontrarme para volver a internarme y cumplir lo que tenía planeado.
---No sé si eso sea lo mejor.- dijo él
----Lo citaré en el centro.
----Tengo mucho miedo de que tu plan falle.
----No temas. A esa hora yo iré al departamento y buscaré el documento. No tardaré.
--- ¿Pero cómo entrarás?
---El portero me abrirá.
---Y si le avisa.
----Que lo haga. Yo ya no estaré allí cuando él regrese.
---Sigo pensando que es peligroso.
----Debo intentarlo.
----Yo iré contigo.- le propuso
----Por supuesto.
--- Pero primero debo comprarte ropa. Luego iremos a un teléfono público que no sea de Moreno
---Está bien
           Cuando Gonzalo le trajo ropa nueva ella se emocionó. Hacía tiempo que no se sentía una persona. Y al terminar de vestirse fueron a hablarle  a Fernando.
             Salieron de Moreno hacia una zona más céntrica. Las calles estaban preciosas, con sus arboledas y veredas bien cuidadas. Hacía tanto tiempo que Natalia no veía un paisaje urbano que hubiera querido gritar de alegría pero se contuvo.
         Llegaron a una cabina telefónica y al discar su propio número telefónico, Natalia sintió un nudo en la garganta. Del otro lado del receptor Fernando escuchó su voz y se quedó mudo. Y cuando Natalia insistió rogándole que la esperara en la confitería donde ellos habían estado muchas veces, él pareció aflojarse y aceptó de inmediato.
           Lo que Fernando  ignoraba era que ella no acudiría a la cita. Estaba a cuatro veredas de su departamento, esperando para verlo salir.
          Desde el interior del auto se veía perfectamente la puerta del edificio y en unos minutos, Fernando salió en compañía de Ana. Y cuando subieron al auto vio cómo ellos se besaban en su interior.
--- ¿Es él? -preguntó Gonzalo, al ver la expresión de Natalia.
---Debería matarlos, pero no valen tanto.- dijo ella, mientras apretaba los dientes por la indignación que sentía.
--- ¿Quién es ella?- preguntó él
----Mi mejor amiga.
--- ¿Nos vamos o nos quedamos?
---Nos quedamos. Ya se están alejando.
         Natalia salió del auto y entró al edificio. Enseguida le pidió al portero que abriera la puerta de su departamento. El hombre obedeció mientras la observaba con detenimiento y sorprendido le preguntó:
----- ¿Es usted Sra. Natalia?
----- Sí, estoy muy delgada porque me operaron -le dijo ella
----No sabía Sra., pero recién sale su esposo.
---- Qué lástima, seguro que va a buscarme .a la Clínica, pero decidí venir  sola
         El portero no dijo más nada y le abrió el departamento.
---Cuando termine me avisa para cerrar- le dijo tratando de retirarse.
---No se vaya, tengo un regalo para usted.- le dijo ella, para que no tratara de avisarle a nadie.
          El portero estaba muy desconcertado, pero esperó.
---No tardaré, espéreme- le insistió.
---Aquí está- dijo, cuando encontró el documento. Ahora, tengo que encontrar dinero, en algún sitio.- dijo, mientras revisaba una cartera.
-----Aquí tiene- le dijo, extendiéndole cien dólares, que acababa de encontrar en un bolso.
          El hombre no podía creerlo. Jamás había recibido una propina como ésa. Cerró el departamento y la acompañó hasta abajo. Volvió a agradecerle el regalo y ella salió de  inmediato.
         Gonzalo estaba esperándola con el auto en marcha. Al verla, se sintió aliviado y se  alejaron enseguida. Y  cuando tomaron el camino a Moreno, Natalia se sintió más tranquila al saber que no había peligro.
       Seguramente, el portero le diría a Fernando que ella fue al departamento pero cuando eso ocurriera ya estaría muy lejos de allí.
---Se les terminó el juego- dijo él, refiriéndose a Fernando y Ana.
----Y también el dinero. Mañana, cuando el gerente reciba la carta documento, Fernando ya no podrá disponer de él.
--- ¿Y qué domicilio pondrás?
--- El que figura en mi documento.
-- Eres muy inteligente. Y cuando estés totalmente bien podrás denunciarlos.
---También a Cornejo. ¿Atestiguarás?
----Sí, claro que lo haré.- le aseguró él
---Te agradezco tanto.
--- No me agradezcas, porque es mi deber.
          Cuando llegaron a Moreno, ella sintió otro malestar pero menos intenso y más breve. Gonzalo le dio la medicación y ella se acostó. Se veía triste.
--- ¿Estás deprimida por lo que pasó?
--- No es por él sino por Ana, nunca pensé en que podía hacerme esto.
---No pienses en ellos, piensa en ti.
---Es verdad. He vuelto a ser libre. ¿Qué importancia pueden  tener ellos?
              Natalia se durmió por efecto del cansancio y de las tensiones vividas.  Y él se quedó mirándola. Era una mujer inteligente, bella y dulce. Y se sentía cada vez más atraído por ella, pero enseguida se fue al otro cuarto para tratar de dormir porque al día siguiente, debía ir a la Clínica para que nadie sospechara nada.
          Pero poco duró la paz, ella comenzó a gritar, a retorcerse y a temblar. Otra vez, él la contuvo tratando de ayudarla y cuando por fin, se calmó se quedó profundamente dormida.
         Eran las seis cuando Gonzalo se preparó para ir a la Clínica, y al ver que ella seguía durmiendo, le dejó una nota que decía: "Toma la medicación cuando despiertes.
Volveré a las doce para almorzar. Cuídate."
         Cuando Gonzalo llegó a la clínica, se entrevistó con Cornejo para saber si había habido noticias de Natalia. Allí le contaron que ella había estado en su departamento y nadie sabía qué había ido a hacer allí, ya que nada faltaba.
---Esto es muy extraño. ¿No?- comentó Gonzalo
---Por lo menos, está viva -dijo Cornejo-Su esposo cree que fue a matarlo y ahora su departamento está vigilado por personal privado.
--- ¿Por qué lo habría de matar?
--- Porque está loca. ¿Acaso lo ha olvidado?
---Es verdad. Ese, es un buen motivo.
          Cuando Gonzalo fue a su cuarto de guardia, la voz del poeta se hacía oír por todos los rincones, cuando recitaba:
-----"¿Adónde están?
¿Por qué se han ido?
Las palomas con sus nidos
Las mariposas vestidas de sol.
Mi lugar preferido.
¿Adónde está el calor
que entibiaba mis horas?
¿Adónde la emoción
que trepaba a mi cara?
¿Adónde está la gente
y mis amigos?
Necesito llegar a algún lugar
donde todo lo que ame
se quede conmigo"
          Gonzalo se quedó esperando a que continuara pero fue en vano, no tenía más palabras y sus ojos miraban el piso, como si soportara un gran peso sobre la cabeza.
         Pensó en Natalia. ¿Cómo estaría ella? ¿Qué sería de su vida? Porque en unas semanas ella tendría que retomar sus actividades. Ir a un Juzgado, hacer denuncias y retornar a su casa.
          Y la extrañaría porque ella ya se había convertido en el centro de su vida y no había duda que se estaba enamorando. En esos días,  habían estado juntos en cuerpo y en espíritu Y tenía ganas de dejar todo para cuidarla, pero no podía.
          De pronto recordó que ella tenía que enviar la carta documento y con un pretexto, se ausentó de la clínica para volver a Moreno. Tenía mucho miedo de que ella hubiera intentado hacerlo sola al ver que él no llegaba.                  
          Pero se sintió aliviado al verla con esos ojos de sorpresa.
----No sabía cómo hacer-. ¡Qué suerte que llegaste! Vamos al correo- le dijo ella
----Vamos ¿Te sientes bien?- le preguntó él
---Sí, ya tomé los remedios.
             Salieron rápidamente para enviar la carta documento. Pero Natalia ya había llamado al Banco y hablado con el gerente para que bloqueara los fondos por 24 horas, explicándole que a la brevedad le llegaría la carta documento.
          El gerente la conocía desde niña y Natalia no tenía duda de que demoraría la entrega de fondos argumentando cualquier pretexto interno.
          Pero Fernando no había intentado el retiro de fondos. Estaba con Ana cuando recibió la carta documento, indicando que su poder había sido revocado.
---Mira, esto acaba de llegar- le dijo a ella dándole el documento que le había hecho llegar el portero.
           La cara de Fernando al leer, lo decía todo.
---Te dije que deberías haber sacado el dinero a primera hora.- le reprochó ella, al enterarse de lo que decía el documento.
---Ya es tarde, prepara tus cosas debemos salir del país. Ella no descansará hasta vernos en la cárcel.
          Esa misma mañana partieron hacia Brasil. Tenían pensado no regresar por mucho tiempo hasta que el rencor de su mujer se fuera apaciguando y quizás, desistiera de mandarlo a la cárcel.
        Pero Natalia no pensaba en eso. Estaba aguardando a que Gonzalo volviera de la clínica, cuando un mareo y una baja de tensión la hicieron  desmayar
         En ese momento, llegaba él con una sonrisa que se le desdibujó cuando no la vio por ninguna parte y no respondía a su llamado. Luego vio un zapato, asomando por un costado de la cama y supo que era ella, que estaba caída como si estuviera muerta.
        Un dolor intenso le oprimió el pecho.
--- ¡Natalia! -gritó, mientras la sacudía.
        Le tomó el pulso y ella abrió los ojos. El susto se esfumó y ella estaba tan cerca, que casi no podía frenar el impulso de besarla. Se veía tan frágil, tan indefensa y sólo atinó a preguntar:
----- ¿Qué te ha sucedido?
----- No lo sé.
--- ¿Has comido algo?
---Estaba esperándote, cuando me desvanecí.
---No debiste esperar. Estás muy débil y debes comer a horario
---- Eres tan dulce... -le dijo ella, mirándolo a los ojos.
          Entonces él no pudo dejar de abrazarla y de besarla apasionadamente.
---Te amo- le dijo ella.
---- Natalia yo creo que podemos ser felices juntos. Quédate conmigo.
---Ni pienses que vas a deshacerte de mí - le dijo sonriendo.
         Durante dos semanas permanecieron juntos, controlando algunos síntomas de abstinencia que aún no querían desaparecer, pero luego ella comenzó a sentirse fuerte.
          Tal vez, era demasiado pronto para olvidar lo que habían pasado. Pero ya no podían separarse. Sus cuerpos temblaban al aproximarse y eso era algo que los dos querían disfrutar. Gonzalo renunció a la clínica y ambos decidieron apostar por su felicidad.
           Pero su amor no era egoísta porque también en sus planes estaban ellos, a quienes los demás llamaban "locos".
          Cómo iban a vivir sin "El Poeta" y sin "El filósofo"
--- ¿Sabes lo que estoy pensando?- le dijo Natalia, una tarde.
---No, en verdad no sabía que podías pensar - le dijo riendo.
---- ¿Te gustaría ser el Director de un Instituto modelo de salud mental?
--- No sé, no pienso en imposibles.
--- ¿Te olvidas de que tengo una fortuna?
----No me pertenece.
--- A mí tampoco. Es más, desprecio el dinero que no he ganado.
--- ¿Y qué harás?
---- Lo gastaré en ellos.
--- ¿En quienes?
--- No finjas no saber. Haremos un mundo real que sea tan bello como el de sus sueños. Y así, tal vez, un día quieran regresar a este mundo.
--- No sueñes, mi amor.-le dijo él
--- -¿Qué sería de nosotros sin los sueños?
----De dónde sacaste ese pensamiento.
--- ¿De quién crees?
---Del filósofo.
---- No puedo olvidar a ese hombre. Ni al poeta.
--- ¿Qué harás con tu marido y con el sinvergüenza  de Cornejo?
----Nada. No perderé un minuto de mi vid, en ninguno de ellos. No valen la pena. Mejor, es ponernos manos a la obra y construir ese lugar para quienes se merecen nuestro esfuerzo. ¡Ya lo verás!
--- Tienes razón, Natalia ¿No guardas rencor por lo que te hicieron?
---- No es eso, es que de no ser por su codicia nunca te hubiera conocido, como tampoco a ese lugar, Gonzalo. Pienso que Dios me puso allí para que le diera un destino noble a esa fortuna ¡Y se la daré!
--- ¿Qué tienes en mente?
----Edificar casitas pequeñas donde cada uno viva en el mundo que quiera. Que hagan las cosas a su modo y sean tratados como seres humanos. ¿Te animas?
---Sí, claro que me animo, ¡Hagámoslo!
         En menos de un año, los sueños de Natalia y de Gonzalo se hicieron realidad.
          Habían construido un Instituto para enfermos mentales que era único en el país y que tenía todas las comodidades a las que los enfermos mentales tenían derecho.
          Había huertas, animales, sala de música con toda clase de instrumentos y nada de rejas. Los médicos vestidos de civil, controlaban su salud y la medicación.                     
         Gonzalo había estudiado mucho y estaba dichoso de concurrir a Congresos desde donde traía novedades e ideas para incorporar.
         Tenían muchos pacientes los cuales eran visitados por sus parientes. Pero la obra no estaría terminada hasta que lograra llevar allí al filósofo y al poeta.
        Natalia ni siquiera había querido hacer la denuncia penal a su esposo, ni a Cornejo, porque no quería perder un minuto más de su vida  cazando ratas, como solía decirles, aunque la noticia de lo ocurrido y el desprestigio de ambos habían recorrido los cuatro puntos cardinales.
         Pero una tarde, Natalia se presentó a la Clínica de Cornejo solicitando hablar con él y cuando lo vio, simplemente, le dijo:
---- Vengo a buscar a dos de sus pacientes para llevarlos a mi Clínica.
         Cornejo no sabía qué responder, estaba perplejo y con mucho nerviosismo comenzó a decir:
----Pero...
----- Sin ningún pero, Cornejo.-le dijo Natalia, amenazante.
----- Está bien. ¿Cuándo quiere trasladarlos?
-----Ahora mismo.
----- Tengo que preparar sus historias clínicas, sus cosas.
----- Los llevaré sin nada de eso, no necesitan esas historias- le dijo seriamente.
--- Está bien, daré las órdenes- dijo él transpirando desde su cabeza hasta los pies.
              Mientras aguardaba, Natalia llamó al Instituto para que uno de sus modernos móviles le hiciera el traslado. Y en unas horas, los dos pacientes estaban en el moderno Instituto de Salud Mental, dirigido por Alasino.
         Gonzalo no había sido informado hasta que los enfermos llegaron, y  ante la sorpresa, no podía dejar de asombrarse por lo que había hecho esa maravillosa mujer que lo acompañaba.
          Sin embargo, no dejó de reprocharle:
---- ¿Por qué no me avisaste? Me hubiera gustado verle la cara a Cornejo.
--- ¿Para qué? Quería darte la sorpresa.
--- Eres maravillosa
---- No creas.
--- Ni siquiera buscaste venganza.
--- No creas.
--- ¿Qué dices?
----El mayor castigo es que sigan viviendo, sabiendo que nunca tendrán dinero. El desprestigio, les quitará toda posibilidad.
---- Todos los médicos saben lo que hicieron. Yo me encargué de difundir la noticia.-dijo él
--- En la cárcel se sentirían víctimas. Yo quiero que sientan culpa
---- Nunca voy a terminar de conocerte, Natalia.
----- "EL azul es azul, según los ojos"
----- Me parece haber escuchado eso.
----- Y tal vez lo escuches a menudo.
----Ya sé. "El poeta"- dijo él, intentando adivinar.
---- Sí. Yo recuerdo todos sus versos.
---- Bueno amor, me voy a trabajar- dijo él saliendo para su consultorio, mientras Natalia lo despedía con un beso.
       Una tarde de primavera, mientras hacían su visita habitual por el internado, el poeta parecía homenajearlos, cuando recitaba:
-----Rojos, azules y violetas
son los colores de mis sueños
por las siestas.
De pasión, de humo,
que se mezclan
con rosas y cometas.
Rojos y azules
de fuego y de mareas.
Violeta de violetas
son los colores de mis sueños
por las siestas.
         Cuántos colores y canciones podían caber en una mente como ésa. Pero aún faltaba la mayor de las sorpresas.
          Dos meses después, mientras Natalia y Gonzalo paseaban por los amplios jardines, "el filósofo" se acercó y la miró, como reconociéndola.
         Entonces Gonzalo le preguntó:
---- ¿Dónde está ella?
--- Ella está aquí ¿No la oyes?- le respondió, mientras señalaba sus oídos
        Natalia sonrió. Sabía que se estaba refiriendo a ella. Pero también que no pertenecía a la realidad, sino que estaba guardada en su mente para siempre.
          Era muy difícil, entenderlos. Pero no por difíciles e incomprensibles, sus pensamientos eran menos bellos.
         En fin, la vida era, definitivamente, "una conjunción de llantos y alegrías", como alguna vez, la había definido" el filósofo". Pero con amor, siempre  valía la pena, de ser vivida.
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Foto del autor NORMA ESTELA FERREYRA
Textos Publicados: 38
Miembro desde: Jan 31, 2009
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Descripción

novela policial y de suspenso

Palabras Clave: locura-suspenso-amor

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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