NO ME GUASTA SER NIÑO (1RA PARTE) ensayo
Publicado en Apr 12, 2012
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           NOTA DE LA AUTORA
Me he preguntado sobre las razones que me llevaron a escribir este libro. Y no encontré un único motivo, sino un cúmulo de vivencias y experiencias surgidas de la convivencia con los demás, que quise analizar y observar desde una distancia suficiente, como para intentar ser objetiva.
Si bien soy madre, no pretendo presentarme como
un modelo libre de defectos. Por el contrario, deseo que juntos aprendamos a elaborar soluciones a los conflictos y problemas cotidianos.
Como docente, he trabajado con niños de entre  a 5 años dirigiendo pre -jardines escolares privados y allí pude analizar de cerca, los vínculos entre padres e hijos. Pero lo que más me decidió a incursionar en el tema, fue un artículo que me impactó por su realismo y que fuera escrito por un grupo de psicólogos, en un Magazine local, que se publicó el 1 de Octubre del 2008, donde un niño imaginario les hablaba a otros chicos y les decía textualmente:
  
--- "Pasen quiero mostrarles mi aula. Acá es donde vengo todos los días de la semana a aprender. Es un aula chiquita pero cuando estamos los cuarenta y dos alumnos parece más
grande, no sé por qué. La maestra es buenísima, no grita mucho, pero a veces parece muy cansada. Nunca puede terminar de hablar porque nosotros hacemos mucho lío.
Cuando llego al aula ella no me saluda, solamente me mira y mueve la cabeza de un lado al otro; debe ser porque me extraña. Me siento aquí, en este banco de la última fila. Es por eso que me tengo que parar tantas veces para ver lo que escribe en el pizarrón. O me paro a preguntarle a un compañero qué explica la maestra. O a tirarle el pelo a esa compañera que siempre se burla de mí; la que me saca la lengua o con las manos hace" orejas de burro".
Me gusta caminar por el aula, así estoy en varios
lugares y no en uno solo.
Miren mi cuaderno: ¿Les gusta el dibujo? No se
entiende mucho, pero lo hice yo.
Mi letra es chiquita y un poco rara, como retorcida. Es que nunca alcanzo a copiar del pizarrón-ya les conté- y tengo que apurarme. Algunos días me sale más grande; debe ser que tomo mejor la pastilla para aprender.
En los recreos corro mucho y me gusta empujar a los chicos. Es que si no lo hago, no se dan cuenta de que estoy ahí. Ellos juegan sin mí, a cosas que no entiendo. Hablan entre ellos y se callan cuando llego; y eso no es justo. Tienen que entender que yo también tengo ocho años y soy igual que ellos. Algunas veces, cuando estoy muy cansado, o mal dormido, les pego para que me miren.
Ahora quiero que vean mi casa y que conozcan a mi familia, vengan.
--Hola, má.
--Hola Jó. ¿Por qué llegaste tan temprano, hoy? ¿Te mandaron otra nota del colegio?
Esta es mi mamá, la que está hablando por teléfono, contenta de verme. Me dice Jó, con acento en la ó, aunque mi nombre es José, con cuatro letras y acento en la é. Pero Jó es más fácil, y según mi papá es más corto y se gana tiempo.
No sé exactamente tiempo para qué, pero eso dice mi papá.
--¿Comiste?
--Sí mamá...comí.
Mi mamá se ocupa de todo: de la comida, de mi maestra particular, de la psico-pedagoga, de llevarme al médico.
Ahora está viendo la novela, le gusta mucho ver la tele .Papá le puso un televisor en la cocina, así nos queda libre el del comedor.
Me gusta mucho cuando vienen las amigas de mi mamá a charlar, hablan todas al mismo tiempo y a los gritos, entonces yo corro alrededor de los sillones hasta que mamá me grita más fuerte que la termine, que ya basta y me manda a mi habitación . Y las amigas miran hacia abajo y no dicen nada. Cuando me voy a mi cuarto, vuelven a hablar todas juntas.
--Hola hincha-pelotas.
Esta es mi hermana Julia. Tiene once, pero se cree de dieciocho. Es muy agrandada, y me dice hincha- pelotas cariñosamente.
Compartimos el cuarto hasta el año pasado.
A ella no le gustaba cómo yo dejaba las cosas tiradas, porque es muy ordenada. No me deja jugar con sus amigos. Dice que hago mucho ruido, pero para mí, son celos.
A mi papá no lo van a conocer. Hoy llega tarde, como a las diez de la noche. Trabaja en dos lugares distintos, porque dice que tiene que juntar mucha plata para pagar todo lo que yo gasto. Yo no tengo la culpa que me lleven a la psico-pedagoga y al médico tan seguido, es cosa de ellos. Las pastillas no sé cuánto cuestan, las compran con receta y les hacen descuento.
Algunos días mi papá llega temprano, pero tan cansado que no tiene tiempo para jugar conmigo. Se tira en el comedor y pone el partido. Siempre hay un partido. Una final de La Libertadores, o la Euro copa, o la Re-copa, o la
repetición de todas las copas. Le encanta el fútbol, pero el que se mira, no el que se juega. A mí me gustaría patear penales con él, pero está muy cansado.
Los domingos vamos a casa de los abuelos, los padres de mi mamá. Los de mi papá se murieron hace mucho y no los recuerdo.
Siempre comemos asado. Y cuando mi papá se va a dormir la siesta, mi mamá mira un programa de televisión que le gusta mucho.
Entonces llega el mejor momento de la semana: me siento en la sala de la casa de mi abuela, Y ella me lee cuentos de libros antiguos que guarda en la biblioteca.
Son estantes mágicos, porque cada domingo hay un cuento nuevo.
Yo me quedo muy quietito, escuchando cada palabra.
Casi siempre apoyo la cabeza en las rodillas de mi abuela y le acaricio la mano blandita y suave. Ella me mira sobre los lentes y sonríe...."
A propósito de este artículo, quiero agregar que aunque no nos identifiquemos con los personajes del mismo, no podemos negar que, muchas veces,
hemos observado a nuestro alrededor, algunas situaciones similares. Incluso podemos sentirnos identificados con muchos de los errores que aquí se señalan, pero de los que no debemos sentirnos culpables, porque no hubo el propósito de dañar a los hijos, sino que ocurrieron en el afán de encontrar las soluciones en los conflictos que se presentaban.
De modo que los invito a que transitemos por el
camino de nuestros propios errores y aprendamos a ser felices junto a nuestros hijos.
En cuanto al título que he elegido para este libro, quiero contarles que me inspiraron, esas caritas tristes y sufridas de los niños, que se sienten aburridos teniendo una gran cantidad de juguetes. .
Como les dije, trabajé muchos años con ellos en pre-jardines, tanto en barrios de clase baja como alta. En el primero de los casos, he visto niños más
sonrientes que en el segundo, a pesar de que carecían de muchas cosas materiales. ¿Y por qué ocurría esto? Simplemente, porque la mamá o el papá tenían más tiempo de jugar con ellos.
¿Qué cómo lo supe? Pues era la primero sobre lo que hablábamos el lunes, ya que las conversaciones giraban en torno a preguntas, como: ¿Qué hicieron este fin de semana? ¿Con quienes jugaron? ¿A qué? ¿Qué les contaron ustedes a papá y mamá sobre lo que hacemos aquí? ¿Qué dijeron ellos?, etc.
Y de allí surgía nuestro conocimiento acerca de la
relaciones que tenían con sus padres y también con
los abuelos, porque a veces, el sólo nombrarlos los hacía sonreír. Y no quieran saber lo que decían cuando les preguntábamos: ¿Te gusta ir a visitar a los abuelos?
Esto no era inmiscuirse en la  intimidad familiar, porque siempre el niño hablaba con su maestra, espontáneamente, sobre lo que hizo, lo que le gusta y lo que no.
Muchas veces, como consecuencia de nuestra tarea
docente, hemos hablado con los padres para recomendarles la visita a algún profesional que les ayude a superar sus conflictos en la relación con
sus hijos.
He notado, a través de muchos años de experiencia, que en las clases de mayor nivel económico, los niños están más al cuidado de niñeras y que concurren habitualmente a academias extra escolares, lo cual sería beneficioso para su formación intelectual o física , si no resultare un exceso en las actividades y no le restare comunicación con sus padres.
A veces, ocurre que, por el deseo de intelectualizar a los pequeños, no se lo acompaña en los juegos, en salidas y amenas conversaciones con los progenitores y esto puede entorpecer la parte emotiva o afectiva.
Muchas veces, los "mimos" se dan después de los
retos y las charlas solamente cuando queremos
reprenderlos y yo no me refiero a eso, sino a esas
charlas relajadas, a los juegos compartidos, a paseos que ellos mismos elijan o propongan.
Porque no quiero seguir viendo niños tristes, ocupados en exceso, mirando televisión, esclavos de la computadora, o aburridos en su propia casa. El niño necesita ser creativo y para ello, debe sentirse feliz., pero no puede serlo si no se siente satisfecho en sus necesidades interiores y en sus afectos.
¿Para qué lo trajimos al mundo si no es para disfrutarlo? ¿O acaso trabajamos afuera todo el día sólo para privarlo de la alegría?
Seguramente que no. Porque hacerlos felices no requiere de tanto tiempo ni esfuerzo. Porque hay que cubrir las necesidades económicas, pero teniendo en cuenta las prioridades afectivas.
                                   Los padres aprenden a serlo,
                                   mientras crían a sus hijos.
                                   Los abuelos, ya hemos aprendido
                                   y lo  ponemos en práctica con
                                   nuestros nietos.
¿POR QUÉ LOS ADULTOS NO JUGAMOS
CON LOS NIÑOS?
Me refiero al juego que se comparte en forma habitual, no al que podamos tener esporádicamente con ellos.
En el maravilloso libro "Ojos de Cielo", escrito por Valentina Nuñez Escurra y Piccinini, se dice: "... La criatura no puede ser un adulto, pero el adulto sí puede ser como un niño, porque fue un niño y lo lleva adentro. Tal vez, este niño interior no jugó lo suficiente, o sus padres no jugaron con él, o no le permitían jugar y le cuesta mucho disfrutar del juego .."
Y yo creo que, en la integración del niño al mundo o sea, en la formación del "nosotros", ellos necesitan de un Tú, que esté dispuesto al diálogo, a la interacción o al juego.  Y ese tú, debe ser papá o mamá, porque si el yo no encuentra el Tú, para formar el nosotros, lo buscará en otra parte, en la televisión o en el computador, es decir, afuera del hogar, es decir, estará desamparado. Y eso es lo que no queremos ¿Verdad?
Si leemos a Alice Miller, en su obra "El Saber Proscrito", entenderemos que: "...El mundo adulto está envuelto en la escasez del tiempo, porque hay que acumular riqueza y cuidar de no perder el lugar competitivo. Entonces, las horas siempre son escasas  o se vive como si lo fueran, porque tiempo para las criaturas, nunca hay.
Nuestra cultura patriarcal adulto-céntrica es incapaz de disfrutar a la criatura, es por ello que no se le dedica tiempo, los adultos están bloqueados afectivamente..."
Por mi parte, yo he escuchado a niños, decir que su madre no les cuenta cuentos, porque según ella, no sabe. Pero cuando el niño pide un cuento, lo que en realidad quiere, es comunicarse con ella. Pero es posible que su mamá prefiera leer un libro, o escuchar música o que papá quiera escuchar las noticias o leer el diario, todo lo cual está muy bien, siempre que se destine unas horas a conversar o a jugar con sus hijos.
Pienso que los padres tendríamos que hacer cursillos que nos instruya como tales y que sean obligatorios, desde el primer embarazado. Porque creo que hay que prepararse, para que la crianza de los hijos nos convierta en adultos felices y seguros, deseosos de compartir con ellos sus juegos, porque cuando los niños dicen que están aburridos, lo que realmente están queriendo es compartir con nosotros un juego, una salida, una película, una charla.
¿QUÉ ES LO QUE NOS IMPULSA A TENER
HIJOS?
Como sucede con el reino animal, el tener hijos obedece al instinto de conservación de las especies.
Y muchas veces, éste supera a la razón y vemos a familias con más de 10 hijos, que no están en condiciones económicas para criarlos, a pesar de que tienen acceso al control de natalidad a través de los organismos.
En cambio, algunas especies animales logran vencer el instinto reproductivo, como ocurre con algunos mamíferos en cautiverio que no se reproducen en condiciones desfavorables para la cría.
También algunos pájaros con demasiada prole, imposible de alimentar, suelen elegir a quienes alimentan, para favorecer el desarrollo de los más fuertes y evitar que todos perezcan en el intento de
sobrevivir. De ese modo, controlan la natalidad en
relación al ambiente en que deban desarrollarse.
Claro que nadie pretende que el ser humano deje morir a sus hijos, si es que no puede alimentarlos.
Pero traerlos al mundo en esas condiciones deplorables para que sufran, se enfermen y se mueran por causas evitables, tampoco habla de sentimientos, ni resulta razonable. Y suele ocurrir, que cuanto más desfavorable es el medio para criarlos, el ser humano se empeña en tener más hijos.
Así, en los países africanos muy pobres, el número
de hijos supera al de los países ricos. Tal vez, demostrar su potencia progenitora sea la única riqueza que lo haga sentir con cierto poder biológico sobre los demás, que exhiben su potencial económico y cultural.
En la antigüedad, el esclavo lucía sus músculos, su fuerza física y su potencia sexual, como compensación a la falta de dinero, educación, libertad, etc.
Y llegamos hasta la actualidad arrastrando esos conceptos de que tener hijos, es un modo de realización o un modo de completar los atributos de la especie humana que, según Darwin, ocupa el
máximo escalón en la evolución de las especies y que, según mi opinión, es algo que puede ponerse seriamente, en duda. Y me fundamento, precisamente, en ese descontrol de la natalidad que tenemos los humanos y en nuestra debilidad física (oídos, vista, etc.) comparándonos con muchos animales y en nuestra comunicación que es muy limitada, si nos comparamos con aquellos animales que se comunican telepáticamente o por ondas de calor.
Esto se ve claramente, cuando una multitud de personas pretende escapar de un peligro y todos se
atropellan o se pisotean provocando muertos y heridos. Algo que en otras especies, hasta en las más primitivas, no va a ocurrir. Nunca sabremos cómo las sardinas, pueden trasladarse en un conglomerado bien apretado y doblar hacia un lado y hacia otro, sin que siquiera se rocen.
¿Qué tipo de sensores o de comunicación tienen para girar todas a la vez y en la misma dirección?
O cuando en un incendio forestal, los animales escapan hacia el lugar correcto, sin ser alcanzados por el fuego, ni asfixiados por el humo y sin atropellarse unos con otros, como lo harían los humanos, cuando entran en pánico.
¿Será verdad que las mentes de los animales, son inferiores a las nuestras? ¿Habrá visto Darwin escenas como éstas?
Recuerdo que observé en un documental, algo que me dejó perpleja: Había una colonia de murciélagos, que estaba a punto de morir por hambre, en una zona desértica, pero ellos administraban la sangre que bebían de una burra que había en el lugar. Parece que tenían establecidas ciertas reglas, pues no salían todos a beber del hilo de sangre que caía por su pierna trasera, cuando uno de ellos le producía un corte pequeño para que sangrara. Sólo salía un grupo y al día siguiente otro grupo, para que el animal que los abastecía no muriera y pudiera seguir alimentándose con el pasto seco, para así alimentarlos a ellos. Sin duda, que sabían que si la burra se moría, ellos también  perecerían.
Y me pregunto: ¿Qué hubieran hecho un grupo de
hombres desesperados y hambrientos, si se hubieran encontrado en esa situación ? ¿Se hubieran alimentado de su leche, para que siguiera con vida y así ella pudiera seguir alimentándolos? No, seguramente, se hubieran comido a la burra Su inteligencia no les hubiera permitido otro razonamiento.
Por lo visto, no es nuestra inteligencia lo que nos distingue de los animales, como tampoco lo son los sentimientos. Porque quienes digan que no los tienen, no han visto nunca el duelo que hacen los elefantes cuando muere uno de su clan. O a las hormigas frente a la muerte de un grupo de ellas.
El hecho de que no entendamos la forma de comunicación que ellos tienen, no nos habilita a pensar que no se comunican, o que no tienen su propio lenguaje y que no expresen sentimientos, tan sólo porque no podemos entender a una hormiga, ni oír todos los sonidos en que hablan los elefantes, sólo porque nuestros oídos son rudimentarios.
Porque los animales no emiten sólo sonidos inconexos, que por lo general, no puede oír la especie humana. El canto de un pájaro es comprendido por los todos los de su especie. Y eso es hablar, o sea, emitir un sonido con un significado para el otro. Estoy plenamente segura de que los animales también creen que nosotros sólo emitimos sonidos, porque ellos no entienden lo que decimos.
De modo que el hecho de desconocer cómo funciona la psiquis de otras especies o el modo de
comunicarse entre sí, no nos da derechos para afirmar que sólo los humanos hablamos y que por ello, somos superiores. Eso, sin contar con que nuestra vista, olfato y oídos, son menos evolucionados que  los de muchos animales.
Pero volvamos a nuestra pregunta: ¿PARA QUÉ
TENEMOS HIJOS?
Podemos decir sin temor a equivocarnos, que los seres humanos concebimos hijos para no sentirnos incompletos, ya que nuestro instinto nos obliga a mantener la especie. Pero lo hacemos sin control de la natalidad en condiciones adversas.
Si seguimos con las comparaciones, veremos que los pájaros tienen hijos, los alimentan y los cuidan un breve tiempo, para dejarlos ser pájaros, no bien
comienzan a volar. Para que sean libres y que se  arriesguen a todos lo peligros de la vida, se procuren el alimento y formen su familia como cualquiera de su especie.
Los tigres, dejan que sus hijos sean tigres y hasta las víboras tienen hijos para que sean víboras y corran los riesgos de ser lo que son, en total libertad y en cuanto puedan valerse por ellos mismos.
¿Pero los humanos, dejamos a nuestros hijos ser ellos mismos? De ninguna manera, porque salvo algunas excepciones, criamos a nuestra prole, tratando de allanarles el camino del sufrimiento, tratando de que no tropiecen con nada, ni corran riesgos. Y pretendemos hacerlo, hasta que la muerte nos separe. Les decimos cómo vestirse, le elegimos sus amigos, les obligamos a bañarse, a compartir sus juguetes, cuando en realidad, nosotros no compartimos nada, ni prestamos el auto, ni las cacerolas, ni la tabla de planchar, ni nada, con nadie. Les ayudamos con sus tareas escolares sin que nos lo pidan o lo necesiten. Los obligamos (o lo convencemos por medio de manipulaciones) para que estudien inglés, piano, canto, o cualquier otra cosa. Les administramos su tiempo, sus ganas, sus sueños, todo.
La cuestión es que no sean lo que quieren ser, ni hagan lo que quieren hacer, sino que sean lo que nosotros queremos que sean y hagan todo lo que esperamos que hagan: que digan gracias, permiso y perdón, por esto o por aquello, que se rodeen de personas que nos agraden y se casen con quien goce de nuestra aprobación.
Y lo peor de todo, es que para educarlos, usamos amenazas, gritos, penitencias, prohibiciones, castigos psicológicos y hasta físicos. Y yo les pregunto: ¿Uds. vieron a un cachorrito de perro en penitencia? ¿O a una mamá pájaro dándole picotazos a su pichón para enseñarle a volar, o chillarle, para que entienda algo? Yo, no. ¿Es que nuestra inteligencia o creatividad, no nos alcanza para educar como lo hacen ellos?
¡Hay Darwin, cómo me gustaría haber hablado de estas cosas contigo!
Recuerdo una vez, que escuché a una mamá joven y aparentemente culta, castigando a su hija de 6 años y éste era el diálogo:
--- ¿Mamá, me puedo quedar un rato más en casa de la tía?
---No, porque esta mañana te peleaste con tu hermana y te dije que estás castigada.
Entonces la niña estalló en llanto. Y por eso, la madre le aumentó el castigo:
--Ahora por llorar, no vas a venir a la casa de tu tía hasta que aprendas.
Y la niña, seguía llorando desconsoladamente y no se quería ir con su mamá.
Entonces, ella la tomó de un brazo y la llevó forzándola, en medio de su ataque de ira. La tía nada pudo hacer para evitarlo porque no podía salir a favor ni en contra, pero se quedó muy desconcertada, preguntándose sobre lo que ella había hecho para ser castigada también y ser privada de ver a su sobrina hasta que ella aprendiera a no pelearse con su  hermana.
 
Por supuesto, que de esos errores se nutren las neurosis, los miedos y los traumas infantiles que solemos provocarles, a nuestros hijos.
Pero veamos otro ejemplo muy común:
---Papá, mi hermana me pegó.-dijo llorosa, la niña menor.
--¿Por qué le pegas a tu hermana? ¿No ves que es más chiquita?
---Sí, pero ella...
---Cállate, no te quiero oír. Siempre haces lo mismo.
Mientras tanto, la hermana sigue llorando hasta que escucha, lo de siempre:
---Ahora te vas a dormir y se acabó. ¡Hasta que yo lo diga!
---Pero papá....- .protesta la niña, mientras estalla en llanto.
Por fin el padre logró el objetivo y su pequeña no llora, sino que llora la mayor. Pero en fin, el castigo se dio, aunque el problema vuelva a repetirse mañana.
 
Y me pregunto: ¿Acaso el ir a dormir debería ser un castigo? ¿O quedarse en su cuarto hasta que papá lo diga?
No, porque todo tiene un límite y hasta un delincuente que está preso, conoce el tiempo que va a durar su condena.
Por lo tanto, el castigo del niño debe estar de acuerdo con cierta lógica: 5, 10, 15 minutos, pero nunca "hasta que papá lo diga".
 El padre no debe comportarse como si fuera el amo, sino  debe mirarlo a la cara, colocarse en cuclillas para estar a su altura y hablarle de igual a igual, para hacerle comprender lo que acaba de hacer y las razones por las que no debe volver a hacerlo.
Por eso, siempre que reprendamos a un hijo, debemos estar calmados pero firmes, sin pretender ser jueces entre los niños que se pelean.
Debemos hablarles procurando que nos miren a los ojos y decirles que deben resolver sus problemas, sin gritos ni agresiones. Pero dejando establecido que lo que está mal, es la forma en que proceden y no el hecho de que tengan diferencias, es decir, que no piensen iguales, o que no prefieran la misma comida ni los mismos juegos, porque cada uno tiene derecho a tener sus propias ideas y distintas formas de ser y de pensar. Sólo que hay que llegar a un acuerdo, para que lo que hace uno, no le moleste al otro.
Puedes pedirles, que ambos vayan al cuarto, por 10 minutos o quince, no más de eso, para que tengan una conversación que los lleve a ponerse de acuerdo.
Pero cuidado, también los padres debemos resolver nuestros conflictos de manera racional, aunque eso suele ser lo más difícil, porque es más fácil dejarse llevar por nervios, gritar o quedarse mudos por horas y hasta dar un portazo para escapar de los problemas.
Por eso, considero que tener hijos no es lo mismo que ser padres.
A veces, el tenerlos equivale a  adquirir sobre ellos una propiedad de tipo sentimental.
Hace poco, escuché a un psicólogo en un programa de televisión, que decía que desde que nacen los hijos, los padres afirman: "Es mi hijo" como si fuera un objeto del que nos apoderamos por completo.
Jalil Gibran en su libro "El profeta, nos dice: "....Tus hijos no son tuyos...Son los hijos y las hijas de los anhelos que siente la vida por sí misma
Vienen a través de ti pero no desde ti y aunque estén contigo, no te pertenecen. Puedes darle vuestro amor, pero no tus pensamientos porque tienen sus propios pensamientos. Puedes hospedar sus cuerpos, pero no sus almas porque ellas habitan en la casa del mañana que no puedes visitar ni siquiera en sueños. Puedes esforzarte para ser como ellos pero no intentes hacerlos como tú, porque la vida no marcha para atrás, ni se detiene en el ayer...."
He observado muchas veces, que cuando crecen y
son adolescentes, se les dice constantemente: "Mientras vivas en mi casa, harás lo que yo digo" lo que equivale a decir: "en mi casa no podrás ser tú mismo" sino que serás como una silla, que podré llevar de aquí para allá, al cuarto o al comedor, según lo decida.
Aquí vemos claramente, cómo el razonamiento humano, por el que Darwin nos colocó en lo más alto de la escala zoológica, parece haber perdido altura. Y en la chatura de la educación que pretendemos darle a nuestros hijos, les privamos de la alegría de ser ellos, de ver con sus propios ojos, de caminar con sus pies, de pensar con su cerebro y  de ejercitar su voluntad.
En definitiva, tenemos hijos pero no para que sean hombres o mujeres libres, sino para que podamos sentirnos reflejados como en un espejo que nos devolviera nuestra propia imagen.
De esta forma, tanto sus fracasos como sus triunfos, serán los nuestros. Y nos sentiremos felices o tristes, según lo que veamos en ese espejo.
De ahí que debamos ejercer el control de todo cuanto hacen, dicen, piensan y sienten. Y controlaremos sus amigos, sus útiles, la ropa que deberían ponerse y hasta los juguetes con que deberían jugar.
De este modo, tendrán su primera bicicleta a los tres años y cuando la nena cumpla quince, le regalaremos una muñeca. Por eso, a menudo vemos a hombres grandes, jugando con autitos. O mirando el fútbol por televisión, para imaginar cómo hubieran podido jugar si sus padres hubieran pateado con ellos, una pelota.
Ya les dije que el razonamiento humano, a veces, gatea por el suelo. Pero bueno, sigamos con el tema del control y veamos cómo la madre suele supervisar las tareas escolares, para que la maestra, que es quien debe hacerlo, no encuentre errores y crea que nuestro hijo es un genio, o para demostrar que somos madres eficientes.
Pero también la maestra ayuda con sus excesos en reprimendas y castigos para ayudar a que nuestro hijo, se sienta como un verdadero inútil.
Principalmente, cuando él se porta mal o no lleva hecha la tarea y ella le envía una nota a su mamá. De esta forma, lo que está queriendo decir es que él no es el responsable del incumplimiento, sino su madre.
¡Vamos seño! Si todos vamos contra los chicos lograremos que ni siquiera sonrían. Basta de dar órdenes como: "No se muevan" "No hablen"" No se paren", porque los chicos ya tienen muchas de esas represiones en su casa, como "No verás televisión", "No saldrás a jugar", "Te irás a dormir si peleas con tu hermano", etc.
Alguien tiene que parar, si no todo se convertirá en un TIRE sin AFLOJE, que terminará en un ataque de impotencia y llanto.
Es la SIN RAZÓN de la RAZÓN HUMANA, la que produce estos lineamientos educativos o  mejor dicho, des-educativos. Porque  educar no es ejercer el poder sobre los pequeños, sino brindar y ejercer sabiduría que genere respeto.
Dice Rosa Barocio, quien es diplomada en educación Waldorf y Montessori y se especializa
en desarrollo humano:
".... si pienso que mi hijo me pertenece, puedo concluir que tengo derechos exclusivos sobre su vida y que puedo hacer con ella lo que me venga en gana. Puedo moldear a mi hijo de acuerdo a mis
preferencias, es decir, tratar de modificar su temperamento, si es tímido y soñador pero lo prefiero alegre y sociable, tiene que ser diferente para complacerme. Mi hijo entonces, está aquí para hacerme feliz. Para tenerme satisfecho. Para cumplir mis expectativas y realizar mis sueños ..."
Pero esto no debe ser así, porque no todo debe estar bajo nuestro control. Sólo deberíamos supervisar que no esté en peligro. Dejémoslo ejercer desde que es bebé su libre albedrío Y que sienta hambre, o sueño, que se despierte solo, que llore o no llore, siempre que esté sano.
Dejemos que a medida que crezca, pueda decidir de acuerdo con sus gustos, o al menos, entre dos posibilidades, ya sea entre dos comidas o dos atuendo de vestir, o dos maneras de hacer las cosas. Así les estaremos ayudando a ser flexibles, amplios y a comprender que los problemas, siempre tienen más de una solución.
Hagamos que entienda las razones por las que debe alimentarse bien, no lo subestimemos porque creamos que eso le pueda resultar difícil,  ayudémoslo a elegir entre las proteínas que más le agraden y a valorar la calidad de un alimento.
Busquemos la oportunidad de explicarle y de compartir charlas al respecto. El desentenderse no
resulta, ni incentiva al niño a alimentarse, ya que capta la indiferencia y se empeña en llamarnos la atención, haciendo lo contrario a lo que esperamos
que haga. Si no come, no podemos cometer la torpeza de "dejarlo sentado hasta que termine de comer" porque terminará odiando a la comida que
le impide ser libre.
Yo no niego que eso da resultados, pero no es el método adecuado. Si queremos que se alimente bien, respetemos los horarios de la comida, sus gustos, hagamos que aprenda a distinguir cuando siente hambre de cuando siente un simple deseo de
comer algo porque lo ve y le gusta.
Presentémosle, al menos dos opciones para elegir, entre alimentos reemplazables entre si, como dos frutas, como huevos o carne, etc. Hablándole siempre de lo que es un alimento y por qué debe alimentarse.
Una práctica excelente para cuando el niño sabe leer, es ir al supermercado a buscar alimentos saludables y elegir juntos, de acuerdo a lo que dicen las etiquetas. Esto  requiere de paciencia, pero una vez que elijan uno, ya no deberán volver a revisar las etiquetas, sino para los nuevos productos. Incluso cuando un niño pide algo, hay que aprovechar para ver qué clase de alimento es.
Descartar los que tienen muchas sustancias químicas y conservantes, porque son tóxicos y junto al niño, hay que tratar de elegir otro de las mismas características que sea más sano. Nunca poner a todos las golosinas en el mismo nivel de aceptación o de descarte. Nunca decir "no porque es un dulce y tienes que almorzar" sino debemos decirle "podemos llevarlo para que lo comas a la tarde".
Incentivar la vida sana, es un aprendizaje adecuado para la infancia. Se puede realizar con ellos alguna actividad física que deberán realizar a diario, porque es el momento de que entiendan, que es una necesidad. Por ejemplo, debemos proponerle caminar todos los días, aunque fuere una actividad
de corta duración. Eso mejora su salud y despierta apetito, además de crearle un hábito.
Presentémosle opciones de actividades que no dependan de un gimnasio y acompañémosle.
Porque si sacamos a caminar a nuestro perro, cómo no hacerlo con nuestros hijos.
 ¿O es que tampoco sacamos a pasear al perro?
Debemos hacer que elija su comida con algún criterio de "comida saludable" o "conveniente" y hablar constantemente sobre ello, intercambiando ideas .Dejemos que se diferencie de nosotros.
Si el niño viene de la escuela es normal que la comida esté lista y no podemos hacer que elija, pero en un fin de semana, podemos hacerlo y hasta lograr que ayuden en la cocina.
Debemos preocuparnos de ciertas cosas, para no tener que ocuparnos en el futuro, de problemas como la obesidad, el consumismo, el sedentarismo y otras cosas que nos darán dolores de cabeza.
Porque si no nos ocupamos de hablar con él a la
hora en que quiere saber, no queramos hablar de
estas cosas cuando ya no sea un niño y haya adquirido hábitos no convenientes para su salud física y psíquica.
A la hora de elegir la ropa, no hagamos diferencias entre ropa de salir o para estar en casa, sino que charlemos sobre qué ropa es adecuada o no, para tal o cual ocasión, por la temperatura o porque resulte más cómoda, etc.
Reemplacemos el "esto es para salir" por algo como: "Me parece que esto es más apropiado si vas a jugar con tierra". O "¿Qué te parecen éstas prendas que son más abrigadas?"
Pero si no resulta lo que le proponemos, dejemos que elija, para que su decisión siempre esté primero que cualquier opinión y no se haga dependiente de
la aprobación de los demás, para decidir alguna cosa. Es trabajosa la propuesta pero es la debida.
Si se equivoca con la ropa que eligió y tiene calor, aprenderá para la próxima vez.
Si le decimos "usa o no uses esto, porque es nuevo o porque que es viejo", el niño valorará las cosas nuevas y descartará las viejas, sin comprender que lo viejo también tiene utilidad. Aprendamos a que valore a la ropa por su utilidad de acuerdo con el momento, la ocasión o la temperatura. Tampoco digamos "ese mantel es para las visitas", porque es bueno que piense que él también merece lo mejor,
al igual que las visitas. Eso aumentará su auto estima.
Sólo con dedicación, perseverancia y tiempo, ellos
deducirán el camino correcto. Sin premios ni castigos físicos ni psíquicos, sino simplemente, porque sufrirán las consecuencias de sus propios errores. Si salen desabrigados, tendrán frío. Si no hacen la tarea, la maestra los reprenderá. Si se olvidan de llevar la plasticola, no podrán trabajar y aprenderán a no olvidarse. No debemos reemplazar su memoria por la nuestra. Tampoco ir a la escuela por ellos.
Dejémoslos ser. Tengamos confianza en ellos "porque deducirán el camino correcto" y no "le enseñes el camino", para que  sean ellos mismos y no una copia de ti. Porque  si hiciéramos nada más que copias de nosotros mismos, nunca  podríamos evolucionar, ni perfeccionarnos.
Pero siempre, cuando él nos pida ayuda, debemos ser solidarios.
Pero esto, no significa hacer lo que él tiene que hacer, sino ayudarlo en donde él se estanque..
Hagamos que ellos compartan las obligaciones y responsabilidades en la casa, sin imponerles nada, haciendo que elijan alguna tarea, como podría ser, regar las plantas, acomodar la ropa y "no sólo la suya", levantar los juguetes, "incluyendo los de sus hermanos", en fin, deberá elegir entre las tareas que él pueda hacer y comprometerse responsablemente. Nunca debemos decirle "guarda tus cosas" porque  lo que haga, debe ser una tarea general. No fomentemos el individualismo, sino siempre  la solidaridad.
Y algo muy importante, hagamos de nuestros niños personas que sepan relajarse los fines de semana, que aprendan a cortar la rutina y sólo así, serán  hombres o mujeres felices, sin mal humor, ni estrés.
Cuántas personas adultas están acostumbradas a quedarse en casa y les molesta salir, tomarse un descanso, ir de paseo, porque no saben disfrutar del ocio. Y eso, viene desde la cuna, cuando sus padres le metieron en la cabeza de que el ocio es malo y no está bien disfrutarlo, como tampoco está
bien divertirse, porque primero están las obligaciones. Pero resulta que las obligaciones nos ocupan todo el tiempo y no nos permiten hacer otra cosa. Por eso es tan importante que nos propongamos, con nuestros hijos, hacer un corte
para disfrutar los fines de semana o cualquier otro día.
A la hora de divertirse, que bien puede ser un día fijo a la semana, leamos con ellos la cartelera de espectáculos y adecuemos la salida a nuestro bolsillo. Los niños entienden perfectamente que, a veces, no podemos gastar y deben elegir opciones de menor costo, como ir a las hamacas del parque.
Acompañémoslos siempre. Pero también tenemos que disfrutar de la salida o del evento que eligieron.
No tomemos la salida infantil como una carga. Participemos con ellos, sin pensar en las otras tareas que dejamos de hacer. Cuando crezca, él también se tomará su tiempo para ser feliz. Y hará lo mismo con sus hijos.
A lo largo de mi vida, he visto a muchos chicos aburridos, cuyos padres sólo se limitan a compartir
la mesa, el televisor y el beso de buenas noches.
Son padres proveedores, ya sea de alimentos, de ropas, de calzados, de academias de danzas, de idiomas y de cuanta otra cosa que sirva para sacarlos un rato de casa, con cierto decoro y buena excusa.
Esos son los padres, que ante la menor disputa entre hermanos los mandan al cuarto, o sea, que los castigan psicológicamente, prohibiéndoles ir a la casa de algún pariente que ellos aman, o los mandan a dormir sin que sea la hora de hacerlo y lo hacen sólo para sacarlos de escena. O desligarse del asunto.
Ese tipo de padres, no permiten que sus hijos falten jamás a la escuela, sino que irán, sí o sí, con
fiebre o sin ella, porque tenerlos en casa resultará un fastidio.  Y hasta dirán que está mejor del resfriado, que no tienen que perder la clase, aunque vayan a jardín de infantes y sin que el médico les dé de alta.
Así es como, los pequeños aprenderán a odiar la escuela, el inglés, la música y todo aquello que un día los sacó de casa y les impidió disfrutar de su tiempo y de sus padres.
Desde ya, quiero hacer la salvedad de que existen personas que conocen la diferencia entre ser padre
y tener hijos. Debo decir que no son la mayoría, pero sin embargo, a ellos debemos agradecerles la felicidad que se refleja en esas caritas infantiles y que nos hacen sonreír, de vez en cuando, cuando las descubrimos.
En cambio, hay padres que abandonan a sus hijos aunque les provean de lo necesario para que estén saludables físicamente, ya que por lo general, tienen una buena situación  económica y por ello, son proclives a mandar a sus hijos desde muy pequeños a guarderías de moda, o contratan niñeras para que se ocupen de todo, mientras van a jugar al tenis, al spa,  al trabajo, o al gimnasio. Todas actividades perfectamente loables y necesarias, siempre que no sean realizadas a costa
del tiempo que debemos brindarles a nuestros niños.
Porque, aunque les parezca una exageración, hay quienes tratan a sus hijos como al perro, porque también le proveen de un alimento costoso y balanceado, lo llevan al veterinario, le colocan las vacunas, lo hacen adiestrar para que no ensucie ni moleste y hasta suelen contratar a alguien para que lo saque a pasear y luego, lo dejan en el patio trasero hasta el domingo, cuando le dedican 10 minutos para tirarle un hueso ( de juguete ) para     que se lo devuelva o algún otro juego, porque los perros, a diferencia de los niños, no pueden entretenerse con la televisión, ni con la Play Station
y reclaman cariño con estridente y molestos ladridos.
El niño, es más inocente y lleva las de perder, porque no ladra y suele querer llamar la atención de los padres llorando por cualquier cosa, o peleando con su hermano, por lo que termina encerrado en su cuarto, si es que antes no decide enchufarse al MP3, al televisor o a la computadora. Y a pesar de todos esos "chiches" sigue diciendo que está aburrido, cuando en realidad lo que quiere decir es "que necesita que papá o mamá jueguen con él." O que lo escuchen cuando papá mira el partido o su madre charla y charla con sus amigas, que invitó a comer".
Tengamos en cuenta que, por lo general, su papá llega a la casa de noche, conversan trivialidades con su mamá, enciende el televisor para ver el noticiero o el partido, para luego irse a la cama sin compartir más que un beso de buenas noches. Perdón, me olvidaba de que, a veces, va a jugar fútbol con sus amigos, aunque nunca lo haga con su hijo varón, que siempre se lo reclama, ni comparte ningún otro juego porque siempre está cansado.
Su mamá puede hablar durante horas, en reuniones
"de visitas" donde siempre hay comida y charlas hasta la madrugada, pero no puede dejar de arreglar el jardín, ni de planchar la ropa, para contarles alguna historia de cuando era niña o de cuando su maestra la reprendió por algo. Nunca tienen ganas de jugar con nosotros, se quejan muchos niños en el jardín de infantes.
Y la escuela tampoco es un ejemplo. Fíjense que una vez, leí una frase escrita en un pizarrón de la entrada de un prestigioso establecimiento escolar, que decía: "Aquí aprendemos jugando". Y me pareció maravillosa. ¡Qué bien!, me dije. Pero luego
supe que no era verdad, porque  allí, la educación se basaba en el rigor, en la amenaza de ponerles una mala nota o en un paseo por la dirección.
No obstante, cuando llegué al jardín que yo dirigía, escribí en el pizarrón del ingreso: "Aquí enseñamos jugando, crecemos soñando y nos entendemos, hablando" ¡Y lo cumplimos!
Porque tuvimos como meta principal, el diálogo con los niños, las charlas, los paseos, los juegos, las artesanías, el baile, donde los docentes y los niños compartían todo.
Recuerdo que lo primero que hacíamos, todos los días, era dar una breve caminata "la típica vuelta al
manzano", saludábamos a los vecinos y les preguntábamos cómo estaban, cuando barrían la vereda. Lo curioso de esta actividad  física, fue que cada día, más vecinas salían a la vereda a esa hora, esperando a que pasaran los niños.
Y lo mejor de todo, fue que otros jardines cercanos comenzaron con la práctica. ¡Linda experiencia!
El resultado de compartir a diario, esas breves caminatas y algunos  juegos, fue increíble.
Los niños no se querían ir, a la hora del regreso a casa, porque les gustaba jugar con sus maestras.
Y a propósito de la desvalorización del juego por parte de los adultos, veamos lo que dicen, los autores del libro OJOS DEL CIELO, que han escrito lo siguiente: "¿Cómo va a ser importante para la criatura el juego, si no lo es para el adulto que está con ella? ¿Si el adulto no participa del juego demostrando la importancia y el valor que tiene?
Una de las maneras de aprender es por imitación. ¿Qué imitan de nosotros entonces las criaturas? Si el valor del juego es nulo para el adulto, entonces lo será pronto para la criatura también. ¿Hacia dónde la estamos dirigiendo? Les trasmitimos que el juego es una etapa de "tontuelo" por la que tiene que pasar la humanidad. Y que cada vez que quiera jugar se quedará solo, porque podemos estar juntos (físicamente), pero estarán "solos en el espacio emocional" porque no se interactúa, no hay entrega de sí, por parte del adulto. No hay mirada, no hay atención, no hay contacto físico, risas, caricias, entrega de nuestra creatividad, ni el disfrutarse con placer, ni el quererse...."
 Por eso, pienso que es muy común ver a las jóvenes familias en los comienzos del siglo XXI, entusiasmadas en proyectos con amigos, para ir a comer, para irse de vacaciones juntos, para salir a ver a tal o cual espectáculo, para ir al shopping, etc. Y son tan socializados, pero con personas de su edad. Sin embargo, cuando no están con esos grupos, se ven apagadas, recluidas dentro de sus pensamientos o en sus tareas, como verdaderas familias internamente autistas.
Pero ¿Qué falta en ese tipo de familias?
Yo he conocido a unas cuantas de ellas, que se mueven en el interior del hogar, de manera que cada uno marcha por su lado.
Y vemos como los adultos trabajan, contratan niñeras para sus hijos, que además de asistir a la escuela, realizan dos o tres actividades extras que no eligieron sino que fueron inducidas por los padres.
Pero resulta que cuando terminan con todas esas obligaciones individuales y se reúnen físicamente con el resto de la familia, continúan aislados emocionalmente, porque cada uno se enchufa a algún aparato, ya sea televisión o computador o play station, hasta que se sientan a la mesa para cenar. Y allí, aunque hayan apagado el televisor, para poder conversar en familia, sólo se escucha: ¿Quieres un poco de ensalada? "Deja que te corto la carne" O "¿Te lavaste las manos?" O "debes comer, aunque no te guste, porque es lo que hay". O "come tres bocados más" o "hijo, has dejado toda la comida" o "tienes que comer todo".
Cualquiera de ustedes puede tomarse el trabajo de
verificar lo que digo, ya sea, en la casa de algún amigo o en la propia casa, grabando lo que se habla durante la cena.
Luego, viene la sobremesa y el interrogatorio siguiente: ¿Qué te dieron de tareas?", o la "preparación de útiles", el "baño obligado", el "planchado de una camisa" y por supuesto, "el irse
a la cama lo antes posible" y el beso de buenas noches.
Y yo les pregunto: ¿Eso es compartir en familia? ¿Es conversar?
Y claro, ahora sabemos por qué los niños están permanentemente "ABURRIDOS", es decir disconformes consigo mismo y sin creatividad para entretenerse, para inventar un juego, o sea, que necesitan o dependen siempre de otro, hasta para jugar. No saben pensar solos. Necesitan de alguien, es decir necesitan AFECTO Y APEGO. 
¿Serán los padres capaces de tener dedicación, tiempo y sensibilidad emocional, como para disfrutar en compañía de sus hijos?
LA FAMILIA CLAN
Como dije, hay familias internamente autistas y muchas más de lo que debería haber en un mundo civilizado.
Como también están las familias tipo "Clan", que son aquellas donde todos sus miembros siguen el mismo patrón familiar, aunque no vivan en una misma casa o aunque cada uno haya formado su propia familia.
En el clan, sus integrantes hacen las mismas cosas y se comportan según lo establecido por el jefe, que por lo general, es un familiar que prevalece y tiene influencia sobre todo el grupo. Por ejemplo: todos van a ver los mismos programas de TV, leen los mismos libros, ven las mismas películas, los mismos espectáculos, van de vacaciones a los mismos lugares, aunque no vayan juntos, se van pasando la ropa, los libros, los juguetes y hasta siguen las mismas carreras universitarias.
Así veremos familias del tipo clan, donde todos eran médicos u odontólogos, pero no quiero decir que esto no pueda suceder también, con familias que no se comportan como clan, ya que muchas veces, la admiración por un determinado familiar destacado en alguna profesión, provoca estímulos para que sus descendientes o familiares directos, también deseen dedicarse a esa profesión.
En el clan, esto sucede de otra forma, es decir, mediante la manipulación, para que cada individuo adopte las tradiciones familiares. Son como células de un mismo organismo. Viven siempre comunicados o en contacto, ya sea telefónicamente o por e-mail, aunque vivan en lugares lejanos y donde todos saben lo que les sucede a cada uno y opinan sobre ello, porque viven en constante interacción, ya sea entre primos, hermanos, tíos, abuelos, pero excluyendo a cualquier otro que no pertenezca al clan, inclusive, no toman en consideración las opiniones del cónyuge, que no pertenece al clan principal. Tienen una vida paralela, con el cónyuge y con la familia de origen. Y ambas familias sólo se integran en apariencia, no en la realidad.
Recuerdo el caso de un niño de 10 años, que estaba gravemente enfermo, al que debían operar de urgencia. El clan decidió que lo mejor era que lo operara un determinado cirujano. Y así ocurrió, desoyendo la opinión del padre, aunque después de fracasar con la operación debieron recurrir al profesional que había propuesto el cónyuge.
Otro caso que recuerdo, es el de un señor que quería poner un negocio. Entonces, como había que ponerle un nombre, decidió que el clan propusiera algunos nombres y luego se votara. Así surgió el nombre del negocio. Y este mismo método se aplicó para elegir el nombre de cada bebé que nacía en la familia. Por lo general el cónyuge perteneciente al clan, manipula al otro para que acepte las decisiones del clan, que por supuesto, le presenta como propias.
Este tipo anormal de encastre familiar, se ve más a
menudo, cuando ha habido algún jefe de la familia,
que por algún defecto físico ( Ej.; inválido, sordomudo, ciego, etc.) o psíquico (Ej.; violencia, abuso, etc.) o alteraciones psiquiátricas (Ej.: demencia no tratada, etc. ) o adicciones (al alcohol u otras sustancias.), ha hecho imposible o ha limitado a la familia, en su contacto con la sociedad, ya sea, por miedo o vergüenza.
Y entonces ¿Qué hace la familia? Encerrarse, protegerse y sociabilizarse sólo entre los miembros que la componen, tratando de ocultar a los demás, el problema que sufren.
Sin embargo, esta familia puede conectarse externamente, con grupos satélites que giran en torno al clan, como por ejemplo, amigos, que luego lo serán de todo el clan, pero esta, es una relación social aparente y superficial. Este tipo de relación familiar es enfermiza y de algún modo autista, ya que vive aislada de grupos foráneos aunque, a veces, aparente ser muy sociable.  
Digamos que tienen relaciones con los demás pero no participan a nadie de los asuntos del grupo ni de sus conflictos, que suelen ser muchos y que ellos no pueden modificar sin ayuda profesional.
La mayoría de los autores, profesionales en la materia, clasifican a las familias, según si están compuestas por padre y madre, si conviven con otros familiares o no, o si son o no numerosas.
Olvidándose de cómo se relacionan psíquica y emocionalmente entre ellos y hacia afuera. Pero ese, será un  tema para otro libro.
Mejor volvamos al tema principal y veamos qué nos dicen los autores del libro OJOS DE CIELO, respecto del juego entre padres e hijos:
"....Las criaturas desean jugar todo el día y la mayoría de los padres no quieren entrar en el lenguaje del juego infantil, por un bloqueo psicológico. Al no entrar en el mundo de la criatura, no hay comunicación, hay bajada de línea, se impone unilateralmente una manera de ser, la del adulto. Y el mensaje es:
"yo no voy a jugar contigo, para relacionarte conmigo tienes que dejar de ser niño, hazlo sin querer que yo juegue."
Se obliga a la criatura a dejar de ser niño y esto es mutilar psicológicamente a una persona.
Por la carencia afectiva y la falta de comunicación,  el niño se sobre-esforzará con ansiedad por hablar, hablar y hablar, porque es la única vía posible que tiene de comunicación con el adulto.
La lista de síntomas que manifiestan las criaturas, producidas por el rechazo de los adultos, es larga y variada. Siguiendo el ejemplo de que algunos niños, se sobre-esfuerzan para hablar como adultos, porque es la única manera de existir. Solamente existe si un "otro" reconoce su existencia.
Como el adulto no quiere compartir el mundo lúdico de la criatura, se sobre-esforzará por hablar reprimiendo sus deseos de jugar, destruyendo su niñez y su yo.
Abandona sus deseos, para ser aceptado en el mundo adulto, y ellos maravillados, dirán: "Que bien que se comporta, parece un adulto", "Que centrado es mi pequeño"...
"...Esta violencia que produce el hecho de ignorar
y no poder atender las demandas de las criaturas, las vuelve carentes de afecto. Y a esa violencia los niños la suelen descargar contra sus pares  (hermanos, amigos y/o desconocidos "
APRENDAMOS A SER PADRES
No hay estudio ni profesión que nos enseñe a ser padres, sólo el amor, el sentido común y el deseo de ser mejores, no llevará por el mejor camino, teniendo en cuenta que cada niño es un individuo y
nada tiene que ver con otro niño.
Por otra parte, Nietzche opina que "La universidad es la tumba del saber y la cuna del poder. Porque en ella se forman, mejor dicho, se deforman, los jueces que nos mandan a la cárcel, los médicos que, a menudo, nos mandan al cementerio, los presidentes que nos llenan de miseria y nos educan para que seamos ignorantes, los psiquiatras que nos vuelven locos y los psicólogos que creen saberlo todo y no saben cómo esconder sus propios conflictos. Siempre tuve una enemistad profunda con la universidad, porque todo lo que se hace universal se hace vulgar, común, general y repetido, sin garantizar la verdad. ¡Y así es como está el mundo!..."
Por mi parte, creo que algunos grandes hombres también fueron a la universidad, como también algunos inservibles, inútiles y criminales que en sus aulas se recibieron de algo.
El día en que mi hijo se recibió en la Universidad, yo me sentí feliz porque había alcanzado una meta que él mismo se había propuesto y porque ese título le daba posibilidades de aumentar su bienestar económico, pero debo confesar que no sentí que él era ni más ni menos sabio, por ese sólo hecho. La satisfacción que sentía era por otro motivo, o sea, porque el hombre que yo había formado, era racional, afectuoso, solidario, inteligente y honesto consigo mismo y con los demás y eso era lo que yo estaba festejando interiormente, cuando todos festejaban la obtención de su título.
Creo, sinceramente, que la sabiduría es siempre autodidacta y se basa en la observación directa y en la experiencia, lo cual nos permite diferenciar lo verdadero de lo falso que hay en la enseñanza universal y en los libros, con que pretenden formarnos.
A lo largo de mi experiencia, como educadora, he visto demasiados conflictos y problemas psíquicos y emocionales, tanto en niños como en adolescentes, aún en hijos de universitarios, como para creer que los padres que tienen esa formación, les puedan garantizar una vida más saludable y feliz, que cualquier otro padre con sentido común.
En mi experiencia universitaria me enfrenté, muchas veces, con la lógica de algunos profesores, que querían llevarme de las narices a que creyera ciertas verdades del sistema político social, que yo no aceptaba con mi sentido común.
En un primer momento, eso me trajo dificultades pero, luego, me gané el respeto de muchos profesores, por ser leal a mis convicciones y coherente con mis razonamientos.
Pero volvamos a los niños:
Dice Rosa Barocio, en su libro "Disciplina con amor": "....Nadie nos ha entrenado para ser educadores y educar es una tarea compleja. Por un lado, vemos que no funciona ser autoritarios, como fueron nuestros padres y maestros, pero por otro, vemos que la permisividad trae consecuencias muy graves. ¿Cómo lograr el equilibrio para que nuestros hijos y alumnos crezcan sanos, con autoestima y a la vez, sean respetuosos y responsables? ¿Es posible poner límites y ser firmes, pero al mismo tiempo ser amorosos?...."
Y yo les digo, que sí se puede. Sólo debemos prestarles atención y dedicarles un poquito de  nuestro tiempo.
¿SE LES PUEDEN DAR CHIRLOS ?
Y Rosa Barocio, responde: ".... ¿Qué le estoy transmitiendo a mi hijo cuando arreglo las cosas de esa manera? ¿Alguna vez, se ha puesto a reflexionar? Una madre de familia me comentaba que su hija de 4 años estaba enojada con ella y comenzó a darle patadas. Entonces la madre la detuvo y le dijo: Qué te pasa, mi hijita, no me puedes pegar, soy tu madre. Y la niña le contestó: ¿Porqué no, si tú cuando te enojas me das nalgadas?
Esa niña tenía razón. Estaba enojada y era válido hacer lo mismo que hacía su madre. En otras   épocas no nos hubiéramos atrevido a decirlo,  mucho menos a hacerlo, aunque lo hubiéramos       pensado....
...Pero cuando les pegamos, lo que les estamos enseñando es que cuando las cosas se ponen difíciles, así se solucionan, con violencia, y que sí    vale que el fuerte se aproveche del débil.
Luego este niño va al colegio y cuando tiene una dificultad con un compañero ¿Cómo va a resolverlo? Por supuesto, con un golpe.
Entonces, la maestra lo regaña y le dice que es malo golpear. Y el niño se confunde: Qué raro.....porque es así como arreglamos las cosas en casa.
Por otro lado. ¿Nos hemos puesto a pensar la impotencia que debe sentir un niño ante la        violencia? ¿Ante la ira descontrolada de un adulto, que en relación con su estatura, le debe parecer un gigante? Imaginemos, por un instante, si se nos aparece un hombre enojado de 3 metros de  estatura y nos golpea ¿Nos podemos dar una idea
del miedo que sentiríamos al saber que no tenemos posibilidades de escapar? ¿Que nuestra vida está en sus manos? Ellos sienten impotencia cuando los golpeamos,  miedo, frustración y resentimiento.
Pero esto no quiere decir que las nalgadas no sirvan, por el contrario, funcionan.
Yo le doy una nalgada a un niño y entiende, no lo vuelve a hacer.
Pero estamos pagando un precio muy alto por esa obediencia. El precio que pago al intimidarlo, es el  precio de nuestra relación. Porque es imposible querer a una persona que nos provoca miedo. EL MIEDO Y EL AMOR, SE EXCLUYEN uno al      otro".
Pero seguramente, ya se estén preguntando quién es Rosa Barocio, porque se nos ha acostumbrado a
ver la verdad detrás de los títulos académicos, no importando mucho si están o no en lo cierto. Pero
por suerte, Rosa Barocio, tiene una importante trayectoria, como mujer dedicada a la educación y desarrollo humano, a saber: Es licenciada en educación pre-escolar, diplomada por la Asoc. Montessori y diplomada por el Rudolf Steiner Collage de Sacramento en educación Waldorf.
Posee 30 años de experiencia trabajando con niños, capacitando a docentes, asesorando y dirigiendo escuelas, orientando a padres de familia, impartiendo conferencias y cursos en Institutos educativos y empresas tanto en México, EEUU, Europa, Asia, Sudamérica y Asia.
Ella también se ha referido al tema de la violencia que solemos ejercer los padres en nuestros hijos.
Y cabe aclarar, que cuando hablamos de violencia, no nos estamos refiriendo, únicamente, a lo que la autora llama "nalgadas" y que nosotros llamamos "chirlos", sino también a la violencia psicológica, a la presión, a la amenaza, al aislamiento del niño, cuando lo mandamos a encerrarse en su cuarto, con el pretexto de "pensar" en lo que hizo o dejó de hacer, como si su cuarto fuera un templo o una cárcel. O cuando le decimos: "desaparece de mi vista", lo que el niño traduce como "no quiero verte" y que significa un tremendo golpe a su auto-estima.
O cuando lo obligamos a ponerse o a quitarse una ropa, ir o no ir a algún lugar, o cuando lo tratamos con artilugios, es decir lo manipulamos para que el
Niño, finalmente, haga lo que nosotros queremos, abusándonos de su ingenuidad o cuando empleamos alguna falsedad para obligarlo a responder de tal o cual manera y nos aprovechamos de su buena fe.
Hay madres muy hábiles en presionar a los hijos mediante LA MANIPULACIÓN.
Lo practican con el cónyuge, cuando no le hablan por días o cuando discuten a los gritos o lo amenazan con el divorcio o con serle infiel, etc. Y todo eso, delante de los niños.
Y a esa práctica manipuladora, la aplican también a los niños, donde les resultará más fácil, porque los pequeños ya la han visto enojada y no les gusta verla así.
A veces, una orden en un tono más alto, les provoca el terror y el llanto. Hay quienes usan otra táctica de presión, como las promesas de comprarle algo o el prohibirles tal o cual cosa que les gusta, etc.
Y hasta se usan insultos degradantes y castigos sin razón, como irse a dormir sin comer, etc.
Por eso, es bueno leer lo que dice Alice Miller, en una nota periodística realizada por el "El nuevo diario.com.ni," el día 4 de Mayo de 2008, a través
de Brigitte Hauschild, a saber:
".....Alice Miller es una psicoanalista que desde hace muchos años ya no ejerce su profesión. Decidió escribir libros. Sus obras cuentan los resultados de sus experiencias sobre cómo fue la niñez de mucha gente que llegó a su consultorio, Alice Miller habla sobre las secuelas que dejan el maltrato físico, el psicológico y el abuso sexual en niñas y niños. En una mayoría de casos, los niños fueron golpeados, castigados y abusados "por su propio bien"...
De ella, aprendemos "que las experiencias emocionales desde el nacimiento, incluso desde antes de nacer, se graban en las células de nuestro cuerpo en un tipo especial de memoria. No se pierde nada. Estas experiencias se codifican como un tipo determinado de información y llegando a la edad adulta influyen --aunque inconscientemente--
en nuestro modo de pensar, sentir y en las formas en las que actuamos.
Cuando nacemos dependemos de los adultos y nuestra dependencia nos lleva inconscientemente a desarrollar un comportamiento con el que agradar a las personas que nos rodean. Y lo hacemos así, a pesar de los maltratos que recibimos, porque para sobrevivir necesitamos alimento, cuidados y amor.
Los primeros años de la vida de una persona son los más importantes y una educación basada en el autoritarismo y la violencia causa graves daños.
Cualquier golpe que recibimos en nuestros primeros tres años de vida nos afecta.
En esos años termina de construirse la estructura del cerebro humano. Por eso, es tan importante que en esa etapa los niños reciban amor y protección, y ningún tipo de crueldad, de menosprecio o de burlas.
En la mayoría de los países del mundo, también en
Nicaragua, golpear a un niño suele ser un remedio habitual y permitido para educar. "Un golpe no hace daño", decimos, para justificar esos golpes.
Los adultos ejercen violencia contra los niños porque tienen el poder de ejercerla. Esa violencia queda grabada en la memoria de los niños y el aprendizaje que deja en ellos es que el único medio efectivo de comunicación disponible es la violencia.
El niño no hace caso a los golpes porque entiende lo que le piden sus padres que haga. Hace caso y obedece por miedo a recibir más golpes. ..........
Alice Miller hace énfasis en la importancia de analizar y de enfrentar nuestra propia infancia.
Propone reencontrarnos con la niña o niño que fuimos y que sufrió golpes, desatención, fajazos, gritos, insultos, abuso físico, psíquico o sexual...
Dice que.... "las humillaciones, golpes, bofetadas, traiciones, abusos sexuales, mofas, burlas, desatenciones, son formas de maltrato, porque dañan la integridad y dignidad de un niño, aunque sus consecuencias no sean visibles inmediatamente.
Como adultos, la mayoría de los niños maltratados sufrirán. Y peor: permitirán que otros sufran por
estos daños"....
"Otra enseñanza que encontramos en los libros de
Alice Miller (en particular en "La Madurez de Eva") es que la cultura cristiana nos "obliga" "a honrar a padre y madre", aun cuando hayamos recibido de ellos maltratos y abusos, incluso crueles.
Es un camino equivocado. La verdad, es la que nos
hace libres...."
La página Web de esta escritora inteligente y luchadora www.alice-miller.com, tiene ahora un enlace hacia una página en español, donde están algunos de sus textos, en los que encontrarán conocimiento y sabiduría. Algunos de sus libros son: El drama del niño dotado, El saber proscrito,
Por tu propio bien, La madurez de Eva, El cuerpo nunca miente."
Hasta aquí, la nota periodística, pero yo quiero agregar otro tipo de violencia, entendiendo por ella a toda acción que obligue al niño a hacer algo que no quiere hacer. Y esto se puede lograr de varias maneras, entre las que se encuentra la violencia física (Golpes, palizas, cintazos, etc.) o psíquica (presión, amenazas, penitencias exageradas o inoportunas, etc.) que ya mencioné o por la manipulación, que es una de las formas más usadas por las madres para "convencer" a sus hijos, es decir, para vencer su razonamiento con su inteligencia adulta, que por ser superior, constituye un abuso en relación a la del niño.
Si vamos al diccionario veremos que manipular es influir en alguien o algo, mediante la astucia o por medios ilícitos.Por ejemplo: Cuando le decimos a nuestro hijo, que si no convida a su hermano con el postre, se le puede meter un sapo en la barriga.
Si bien este es un ejemplo casi grosero, los hay mucho más serios, como por ejemplo, cuando el papá de un alumno de mi jardín, le hacía creer a su
hijo de cinco años, que sólo se mueren las personas cuando son viejas. A esa mentira, la oí de un padre universitario.
Pero resulta, que por esos días, en el jardín de infantes se murió el hermanito recién nacido, de un
compañerito y ese niño me preguntó porqué se había muerto si no era un viejito y tuvimos que explicarle que la muerte no era algo que le ocurría     únicamente a los ancianos. Por ese motivo, tuve problemas con su papá porque había tomado mi intervención como una intromisión en el modo de crianza de la criatura. Y al explicarle que en el pre-jardín de infantes que yo dirigía, se educaba sólo con la verdad, él decidió retirarlo y enviarlo a otro establecimiento.
Yo creo que los niños tienen derecho a la verdad, como cualquier otro ser humano. Sólo el modo de conocerla puede ser diferente y debe estar de acuerdo con la edad.
Otro caso que recuerdo fue en el primer grado de
la escuela primaria, en ocasión de un  terremoto ocurrido en México, en que los niños me preguntaron si aquí también podía ocurrir. Entonces, tuve que explicarles a todos, cómo se producían los terremotos y ellos pudieron deducir claramente, que en cualquier parte del planeta podían ocurrir, aunque era más probable que ocurrieran más en algunas regiones, debido a fallas de la corteza terrestre. Los niños se sintieron satisfechos y sin temores.
Pero cuando llegaron a su casa, algunos hablaron de ello con  sus padres  y al día siguiente, una madre me increpó, antes del inicio de clases, para exigirme que le aclarara a su hija que en Córdoba, no podrían producirse terremotos. A lo que me negué. Precisamente, a los pocos días se produjeron tres temblores en Córdoba, sin consecuencias, y la niñita les explicó a sus compañeros cómo los había sentido y adónde estaba en el momento de producirse y nos contó que ella no se había asustado porque, como dijo su maestra había que  mantenerse tranquilos. La mamá me pidió disculpas y todo terminó bien, como se esperaba.
Negar la existencia de algo, resulta cómodo para no tener que explicarlo. Pero eso es manipular a los niños mediante la negación. Como el hecho que se niega no existe, entonces no se tiene que hablar de  él.
Muchas veces, esto suele usarse con el cónyuge, cuando sabemos que va a enojarse por algo, se lo ocultamos y listo. Claro que también podemos mentir y decir que algo que compramos nos costó menos, para evitar discusiones. Eso es manipular.
Conocí a una mamá que recortaba las marcas de prendas de vestir en desuso, para coserlas en prendas nuevas y económicas. De este modo, le hacía creer a su hija que le había comprado algo de la marca que ella quería. Pero un día, alguien le dijo que esa prenda era falsa y la niña se enteró de que su madre le había mentido. ¿No hubiere sido mejor explicarle que su situación económica le impedía realizar ciertos gastos?
En la manipulación se emplean engaños, se utilizan los miedos del niño, se ocultan hechos o se deforman los mismos, para torcer su pensamiento y su razonamiento. Y esto es algo diferente a la presión psicológica, que pueden ejercer los premios o castigos prometidos.
Etimológicamente, manipular significa hacer con  las manos. En este caso, no es con las manos que manipulamos, pero es como si lo hiciéramos con ellas. Significa que estamos usando la inteligencia, como si fueran nuestras propias manos para hacer lo que se nos ocurra. Es como modelar una arcilla. Así de fácil.
También se manipula cuando se exaltan exageradamente las virtudes para obtener un resultado.
Ej.: Como eres la más buena, sé que irás a comprarme cigarrillos.
También se manipula mediante las lágrimas.
Ej.: El niño que llora para conseguir algo o la esposa que lagrimea para que su esposo haga o no
haga algo.
Otro ejemplo muy común es cuando la madre finge que llora y el niño pequeño se asusta y la abraza.
Se manipula colocándose en situación de víctima.
O usando el silencio para mortificar a alguien. Como cuando se dice: "A mi no me hables hasta que...."
En fin, hay muchísimas formas de hacer que alguien deje de lado lo que piensa para que piense como nosotros. Pero en todos los casos, no estamos permitiendo que ese ser sea libre y mucho menos, feliz.
El premio o la recompensa es otra forma de manipular al niño.
¿FUNCIONAN LAS RECOMPENSAS?
Rosa Barocio opina: "Me parece que tener que ofrecerle una recompensa a un niño, es tratarlo como una especie de animalito. Eso se hace para amaestrar perros o caballos con excelentes resultados. Pero hacer eso con un niño es faltarle el respeto. Porque le estoy diciendo que no creo que sea capaz de hacer algo que le pido, a menos que le de algo a cambio.
También le estoy dando el mensaje, que lo que le pido es tan absurdo y no tiene valor, por lo que debo ofrecerle una recompensa.
Pero me van a decir que las recompensas funcionan. ¡Y claro que funcionan!
Pero ¿Cómo afecta a nuestros hijos en el futuro?
Porque tenemos que recordar que muchas cosas funcionan a corto plazo y pagamos un precio en el largo plazo. Porque también amenazar y pegar funcionan, pero pagamos un precio muy alto, ya que lastimamos su autoestima.
Los premios tienen otro peligro, ya que iniciamos una carrera sin fin, hoy le damos un dulce, mañana una muñeca y es el cuento de nunca acabar. Y luego decimos que son insaciables y no se conforman con nada. Pero no, no son insaciables, los hicimos insaciable. Porque le metimos la idea de que lo que hace no vale la pena, porque para hacerlo, le tienen que ofrecer algo.
¿Por qué hay que premiar el que nuestro hijo lo haga bien, si está aprovechando una oportunidad que le damos? ¿Para quién estudian, para los padres o para ellos?
Distorsionamos la realidad. ¿Hay que darles algo para que aprovechen la oportunidad? (.....)."
Creo que a veces, vamos por lo fácil. Un premio es
más rápido de prometer y de dar, que una buena charla con nuestro hijo. Un halago, es también simple cuando le decimos a nuestro esposo: Tu hija se sacó 10 y le prometí tal cosa.
Vivimos tan acelerados y nos hicimos materialistas en un mundo donde predomina el mercado, y queremos ahorrar tiempo y buscando estímulos falsos.
¿Es que no podemos hablar con nuestro hijo o hija para saber cómo resolvió esto o aquello, o saber en qué consistió la evaluación o cómo se dio cuenta de que estaba en lo cierto? ¿Y si le preguntáramos sobre sus compañeros, acerca de cómo les fue a ellos? ¿Y si le pidiéramos que nos explicara cómo llegó al resultado y nos interesáramos en saber más acerca de los procesos de nuestro hijo?
Porque a propósito de este querer llegar a practicar este tipo de estímulo, observen lo que le sucedió a María, una mamá que resolvió interesarse en las evaluaciones de su hijo Julián de 12 años:
--- Mamá, levanté la nota de matemáticas. Tengo un excelente y con eso no voy a rendir la materia-dijo él, con la hoja de la evaluación en la mano.
---Qué importante es eso, hijo. -le dijo interesada en ver la resolución de los problemas.
----Tienes que firmarla-le pidió
---- ¿Te pareció difícil o fácil?- le preguntó ella mientras observaba los ejercicios
----Más o menos, mamá.
--- ¿Estudiaste mucho?
---Más o menos.
----Hijo ¿Cómo supiste que 3 de 2/3 era 2? ¿Qué operación hiciste?
---No sé, a esa respuesta me la dictaron.
 
María supo que su hijo se estaba engañando a sí mismo. Y no quiso firmar la evaluación, hasta que él resolviera qué hacer con ese autoengaño.
Y yo me pregunto: ¿Y si le hubiéramos dado un premio? ¿Hubiéramos podido hacerle ver su error?
Por eso, es siempre más beneficioso para estimular
a nuestros hijos y guiarlos, el habituarnos a platicar con él, para que razone por él mismo, sin premios ni castigos..."
Coincido con la autora, pero hay que dejar en claro, que cuando tengamos necesidad de hacerles un regalo a nuestros hijos, no necesitamos un pretexto, ni debería usarse como demostración de afecto. El tema no debe establecerse como "te regalo porque te quiero" pues lo contrario sería, que si no te regalo es porque no te quiero.
El razonamiento lógico debería ser, te regalo algo porque tuve deseos de hacerlo o porque puede gustarte o quedarte bien. El obsequio es algo que debe nacer como una decisión libre, sin motivos que lo justifiquen. Interiormente hay una necesidad de hacer feliz al otro con algo que creemos que pueda necesitar o querer. Es algo que hacemos porque nos satisface a nosotros. Jamás debe ser un modo de manipular a los niños. Y ellos deben aprenderlo, por eso no está mal que a cierta edad, los niños tengan o manejen una pequeña cantidad de dinero que los padres le proporcionemos, para que también puedan llegar a ser libres y generosos,
al decidir comprar algo para alguien.
Por otra parte, el premio o el castigo, debería ser la consecuencia natural de la conducta del niño.
Ej.: Imaginaba que te ibas a sacar un excelente porque que te esforzaste. O viceversa, es normal que te hayan puesto un tres, porque no estudiaste suficientemente. Pero no me preocupa porque sé que cuando te lo propongas, levantarás esa nota.
De esta manera se les hace ver, que tanto el premio como el castigo se relacionan con su conducta y no con su capacidad.
Siempre hay que estimularlos, o sea, hacerles saber que no hay nada que otros niños logren o puedan lograr, que ellos no puedan. Y que si algo resulta difícil, con un mayor esfuerzo puede tornarse fácil.
  
Pelea entre hermanos
  
Cuántas veces vemos que los hermanos se agraden verbal o físicamente, el llanto estalla y las acusaciones se hacen presentes, en ambos  lados.
Y allí estamos los padres pretendiendo ser jueces.
La sentencia será fácil, porque tenemos la tendencia de condenar siempre al más grande a pesar de que no vimos qué sucedió y aún habiéndolo visto, reprendemos al mayor y por lo tanto, él debería evitar la pelea. Entonces, sabrá que en el futuro, tendrá que dejarse provocar y hasta pegar por su hermano menor, porque de no ser así lo vamos a castigar.
Y así vamos formando, entre ellos, sentimientos de culpa, por un lado y de rencor, por el otro. Los  que persistirán en la vida adulta.  El victimario seguirá comportándose como tal y la víctima es posible que se sienta víctima para toda la vida, por una cuestión de costumbre.
¿Quiere decir esto, que debemos dejar que nuestros niños se ataquen física o verbalmente?
De ninguna manera. Tendremos que hacerles ver que estamos muy enojados porque ambos emplearon la violencia. Y los invitaremos a buscar otra manera de solucionar sus conflictos. Pero sin darle la razón a uno u a otro. En el caso de que uno solo haya empleado la violencia, nos dirigiremos a él y sin importar el tema que ocasionó el altercado, le hablaremos de lo malo que es resolver las discusiones o conflictos de ese modo, pero sin proferirle gritos, ni amenazas, ni darles penitencias y sobretodo, sin obligarlos a pedir perdón. ¿Por qué? Porque si no está arrepentido y el pedido de perdón no surge naturalmente, es como obligarlos a humillarse y no hay peor cosa que obligar a cualquier persona a realizar algo que no quiere hacer. Es convertirlo en un cínico y fomentar la falsedad. Y los padres no debemos hacer eso.
Y no estoy diciendo que esté mal pedir perdón, pero debe surgir como un acto del niño, cuando sienta necesidad de hacerlo porque está arrepentido de lo que hizo y eso nunca ocurrirá en  el momento más álgido de la discusión o pelea.
Ese pedido de perdón debe surgir por imitación de la conducta de los mayores, que en algún momento
se pidieron disculpas por alguna mala acción, delante de los niños. Eso es bueno, porque el niño debe aprender a pedir perdón por lo que hizo en un arrebato y de lo cual se arrepintió. Debe provenir de un acto reflexivo de su propia conducta, pero nunca debe ser exigido por la madre o el padre. Pero, lamentablemente, es muy común escucharlos decir:
---Pídele ya mismo perdón a tu hermano.
Y acto seguido, el niño se lo pide en un tono que habla a las claras de que lo hace por conveniencia y
no por arrepentimiento.
Esto sería lo mismo que uno de los cónyuges le exigiera al otro:
--Dime ya mismo, que me amas.
Recuerdo un caso, en que Pedro le tiró de los cabellos a su hermana y esta lloró tanto, que su madre lo obligó a pedirle perdón. Entonces él le pidió perdón y le tiró de nuevo el cabello y volvió a pedirle perdón. El niño había empleado su inteligencia para volver a pegarle, porque con el pedido de perdón evitaba el castigo.
Aquí lo más importante, es lograr que ambos reconozcan que se equivocaron. Pero, tal vez, no en ese momento, porque están alterados con la pelea, sino cuando los llantos cesan y hayan podido reflexionar.
Hablemos con nuestros hijos y ellos entenderán lo que deben hacer. Olvidemos de manejarnos con lo negativo  y con "No quiero que vuelva a ocurrir" o
"No quiero volver a escuchar llantos", etc., porque esas frasecitas nunca evitaron la próxima pelea.
Hay que explicarles lo que queremos y no lo que  no queremos. Pidámosles, que resuelvan sus problemas de otra forma, que piensen en cómo hacerlo y en ponerse de acuerdo porque son inteligentes como para pensar en algo mejor que en la violencia.
Pidámosles que se calmen, que lo piensen y que luego nos digan lo que han resuelto. Y cuando lo hagan, nunca te olvides de abrazarlos y de darles un beso.
LA REPRESIÓN DE LOS DESEOS DEL
NIÑO
Siempre han existido métodos para someter al niño al mundo estipulado por el adulto. Es decir, donde no se tienen en cuenta los deseos del niño, sino que se los reprimen para someterlos a la voluntad de quién lo cría.
Nada mejor, que observar a un grupo de matrimonios reunidos, cuyos niños juegan juntos. Se los verá charlar a los adultos perdiendo la noción de lo que están haciendo los niños, si comen o no comen, si están o no haciendo algo peligroso. Tanto es así, que muchas muertes por inmersión se han producido en estas circunstancias de grupos de amigos que salen de vacaciones juntos y donde los adultos se concentran en charlas y juegos de mayores y los niños quedan librados a su suerte.
Esto proviene de nuestra cultura adulto-céntrica, que produce adultos concentrados en si mismos.
Lo que haga o desee hacer el niño no cuenta para el adulto, que debe que seguir al padre a la casa de tal o cual, quiera o no quiera. También deben ser cordiales y jugar con los hijos de sus amigos, les guste o no. Y esa es la salida que sus padres les brindan los fines de semana y con eso, deben estar conformes. No se le preguntan qué les gustaría hacer o adónde les gustaría ir. Simplemente los hijos son como perritos siguiendo al amo.
Aunque a los perritos, la madre no los lleva de visitas a otra "cucha", sino que se toma el tiempo para jugar con ellos. Y si los niños, sugieren ir a algún lugar, se les dice que no porque tenemos que ir a tal otro.
Thomas Khun, también se refirió al tema:
"...Desde el adulto-centrismo siempre hay que "corregir, enderezar, educar" a la criatura, que se presupone que viene mal de origen y si no se la "educa" será "salvaje", "indisciplinada" y hasta "delincuente"...
.... En los animales, el instinto coincide con el deseo, porque no pueden ir en contra. En los seres humanos, el instinto y el deseo se diferencian.
 Las personas encontraron la manera de manipular el deseo en la infancia, reprimirlo y cambiarlos por
otros. ..
...Solamente la criatura humana es la que viene "mal de origen" para el adulto-centrismo.
Un elefante y hasta una rata tienen su impulso vital, su deseo, mejor puesto que un niño...
....Para conocer, para amar, para entender y no dañar a la criatura, habría que dejar que fluya el ser deseante, demandante que es, no destruirlo. No tener miedo a sus deseos, confiar plenamente en su bondad, su belleza, su integridad. Confiar en que la criatura está bien constituida de origen, lo que ella pide es fundamental para su vida y que nos hace bien corresponder a sus demandas ..."
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Foto del autor NORMA ESTELA FERREYRA
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Descripción

Ensayo sobre la niñez y la educacion de los hijos

Palabras Clave: niñez-educacion

Categoría: Ensayos

Subcategoría: Pensamientos



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