QUE ASI SEA (NOVELA) 2da parte
Publicado en Apr 13, 2012
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                             LA MISA
El padre Román se levantó temprano y tomó su bicicleta para recorrer las hermosas calles de  Carúpano, con esas casas de estilo colonial y  edificios bajos.
Los comercios exhibían sus frutas y verduras frescas, mangos del tipo manzana o coco, piñas, guayabas, mamón y lechosas, de todos los tamaños. Y las personas se arremolinaban para comprar garepa recién cocida.
La vida burbujeaba en las calles como en los hogares, donde a esa hora,  humeaba el pabellón en los cacharros, mientras el Chile circulaba por todas las mesas.
Al padre Román no le gustaba ese acicateo del mundo exterior, pero a veces lo buscaba, inconscientemente, como si fuera un escape.
Y antes de emprender el regreso, se detuvo a comprar unas empanadas de casón para llevárselas a Reynaldo, quien lo estaba esperando, con el bolso listo para ir a casa de Melisa.
Román puso en sus manos  el paquete con las empanadas mientras le decía:
----Son para  Melisa. Dáselas no bien llegues.
--- ¿No viene usted?- le preguntó el niño
---- Deberás ir solo Yo te buscaré el domingo -  dijo
Cuando vio alejarse a Reynaldo en el carro de alquiler, se sentía desolado. Había esperado tanto a que llegara el viernes, pero ahora no estaba preparado para enfrentar a Melisa. Tenía miedo de que ella pudiera darse cuenta de sus  sentimientos.
También  Melisa, se sintió decepcionada al ver que Rey llegaba  sin él.
--- ¿Y el padre?- le preguntó enseguida
---- No sé, no pudo venir pero manda esto- le dijo, mientras extendía el paquete de empanadas.
---- Gracias ¿Son para mí?
---- Sí, él las compró - le aclaró.
Reynaldo saludó a Maruca y fue a ver a los animales y después de comer, se quedó dormido en el paraqué, cansado de jugar con el barizo.
--- ¿No es hermoso? -le preguntó  a Maruca, refiriéndose al niño.
--- Me parece que  usted lo quiere demasiado- le dijo Maruca.
---No existe  un "demasiado" para el amor.
----No debe encariñarse con lo que no es suyo- le recomendó la mulata.
---- Me siento muy acompañada por él.
----No diga eso, porque  tiene muchos amigos.-le corrigió Maruca.
---- No todos me acompañan 
--- ¿No?
----Tú me acompañas- le dijo ella.
---Yo soy una sirvienta- se quejó ella.
---Tú no eres  lo que haces. Recuérdalo. Tú eres una persona muy importante para mí.
----No, señorita Mel, soy una bamburrete, una baquira, nada más
--- ¿Estás celosa de Rey?
----No, yo le quiero mucho. Él es muy bueno. Pero usted está triste y es por causa de ese mandinga del señor cura ¿No?
---- No digas eso. No soporto los alipegos, Maruca. -le dijo enojada
---Está bien, me voy pero si me necesita, llámeme. -dijo la negra.
Melisa se sentía perdida en un laberinto del que no podía salir. Estaba furiosa porque no  había podido ver a Román y pensaba que él no tenía interés en verla. Sentía que cada día lo extrañaba más y  también que ese  amor era imposible.
Pero ¿Por qué tenía que ser amor lo que sentía? Tal vez, era lo prohibido lo que la impulsaba a él. Debía ser fuerte, como siempre lo había sido e irse a Europa.
Cuando Rey se despertó, los dos fueron al altillo para ver los óleos que había pintado Melisa durante su ausencia.
----- ¿Este es el que llevarás  a la capilla?- preguntó él, asombrado
---Sí. ¿Te gusta?
--- Sí, pero están desnudos. Y creo que el padre no lo va a colgar en la capilla.
---Mostrar el cuerpo, no es pecado- le explicó
--- ¡Dígale al padre, que no!-exclamó él
-----No, Rey. Si vas  a ser un artista,  debes saber que la desnudez es lo más bello y puro que puedas imaginar y que la maldad está en la mente, no en un cuerpo desnudo. No hay nada malo en él.-le explicó ella.
-----Mira Mel, los sacerdotes dicen que no debemos mostrarnos desnudos. Y te digo que se  va a enojar si se lo muestras.-le dijo afligido.
----Mira Rey, los curas están llenos de tonterías. La ropa fue inventada como abrigo y resulta que ahora, forma  parte del rosario y de los altares de la iglesia. La sociedad es la que dice lo que está bien o mal. Pero no debe ser así.
---Yo no entiendo por qué los sacerdotes usan esa ropa larga- le comentó Rey
--- En realidad, yo no entiendo nada sobre ellos, Rey.
--- ¿Cuándo comenzarás el ángel que yo te pedí? ¿Fuiste a verlos a la iglesia?
-----No, porque me inspiraré en ti. Tú eres el único ángel que yo conozco- le dijo ella
---Si te oyera el padre Román, pensaría que estás loca, Mel. Yo me porto mal y nunca  podría ser un ángel -le aseguró seriamente
---- Yo creo que eres un ángel. Y si una  artista lo cree, es así-le dijo.
-----Eres tan buena, Mel.
---Ven, te enseñaré a pintar un bacaco- le propuso ella.
Reynaldo y Melisa disfrutaron de la tarde. Y Maruca, se sentía dichosa con la alegría de Mel, a quien amaba como a una hija. Ella era lo único que tenía en la vida y nunca la había visto tan contenta en compañía de alguien.  Ella sabía que el niño era como un bálsamo para ella, pero también quien la ligaba a ese cura que la hacía sufrir. Pero nada podía hacer, ya que el destino no estaba en sus manos.
Maruca les sirvió un negrito, como los venezolanos llaman al café y luego se dispuso  a pintar el ángel que le había prometido al niño.
---- ¿Estás cansado Rey?
--- No Mel, los ángeles no se cansan- le respondió con orgullo.
---Bueno, empecemos. Desvístete.- le dijo, naturalmente.
--- ¿Me quito la ropa?- le preguntó titubeando.
---Sí,  desvístete- repitió ella.
---- Es que...
---Ya sé, tienes vergüenza- agregó Mel
----Un poco.
----- Mira, los ángeles no tienen ni vergüenza, ni miedo, ni ropa. Ya te expliqué que el cuerpo no es malo y que los ángeles no necesitan taparse nada. Si quieres puedes cruzar las piernas y nada se verá.
---Pero el padre Román se enojará, ya te lo dije- dijo, quitándose la camiseta.
----- Te equivocas. Él ha visto el óleo del paraíso y no se ha enojado porque Adán y Eva estén desnudos.
----Bueno, si tú lo dices... -dijo, quitándose los pantalones. - Pero tú no mires- agregó él, con vergüenza.
---Bueno, avísame cuando estés listo, porque si no miro no podré hacerlo-le dijo ella.
--Ya está -dijo él, sentado en una silla con las piernas cruzadas.
Al principio, el niño se ruborizó y luego se mostró muy natural en esa posición. Se quedó quieto durante casi una hora y luego ella lo invitó a nadar un rato para que descansara.
Melisa y Reynaldo estuvieron en la pileta  y corrieron por el parque como dos niños, mientras Maruca los observaba desde la ventana.
El sábado por la tarde, Melisa ya había terminado la obra de Rey  y el niño estaba maravillado de verse convertido en un ángel.
--- ¿Podré llevarla mañana?-le preguntó con ansiedad
---No Rey, debo enmarcarla, pero en  unos días las enviaré a las dos.
---Debes darte prisa, la capilla ya está casi lista- le dijo Rey.
----Antes de la primera misa, estarán allí. Pero ve a vestirte y ponte cachaco que iremos a recorrer la ciudad ¿Quieres?
---Claro que sí, Mel- dijo mientras corría a su cuarto.
Melisa hizo lo mismo y enseguida los dos se despedían de Maruca, rumbo a la zona céntrica de Carúpano, donde pensaban comprar algunas cosas y distraerse.
No bien llegaron y mientras caminaban, Reynaldo se percataba de las miradas masculinas  que asediaban a Melisa y por eso, le preguntó:
--- ¿Tienes novio Mel?
---No ¿Y tú?
---Soy un niño.
---Es cierto.
--- ¿Y Red?- insistió él
---Era mi novio,  pero ya no lo es-le dijo ella
---- ¿Fue por mi culpa, que lo dejaste?
--- ¿Qué dices? Claro que no, Rey
---Yo sé que él no me quiere.
---No digas eso, Red es bueno  y nada tienes que ver tú en esto- le aseguró ella
--- Yo prefiero que tengas otro novio
--- ¿Y quién te gustaría?
---Alguien como el padre Román.-dijo entusiasmado.
---  Él es un sacerdote.
-----Ya lo sé. Pero un compañero me contó que en algunos países los sacerdotes  pueden casarse.
---Es verdad. Pertenecían a la iglesia católica y se hicieron protestantes.
---Y el padre Román ¿No podría hacerse protestante para casarse contigo?- le preguntó
  La inocencia de Rey la hizo reír a carcajadas.
---No te rías Mel, porque lo que digo es serio.
----- El amor Rey, no responde a nuestra voluntad.
--- ¿Te has enamorado alguna vez?
---Nunca
---- ¿Y cómo lo sabes?
---Porque ahora estoy enamorada
---- No te creo.
---- Me creas o no,  nos vamos de aquí porque ya dimos muchas  vueltas.-le propuso ella
--- Vamos porque quiero ver un programa que me gusta sobre los animales y en el internado no  tenemos televisor.- dijo el niño.
--- ¿No tienen?- preguntó extrañada.
---No, Mel. Teníamos uno pero se rompió y dice el padre que cuesta  mucho dinero arreglarlo.
---El lunes, voy a comprar un aparato  y lo mandaré allí, te lo prometo- le aseguró ella-
----- ¿Lo harás?- preguntó con alegría
---- A primera hora, lo tendrás allí.
Reynaldo se colgó de su cuello y le dio un enorme beso. Su  espontaneidad  la sorprendió y  hasta la emocionó..
Cuando llegaron, ambos se acomodaron para ver televisión, pero Rey se quedó dormido en un sillón. En ese instante,  Red estacionaba su carro frente a la casa y Melisa salió a recibirlo con una sonrisa.
---Quiero disculparme, por lo que dije el otro día- dijo él
---No es necesario, Red. Lo entiendo
-----Pero no lo aceptas ¿Verdad?
--- No.
--- ¿Sigues enojada?
---No, nada de lo que me ocurre  tiene que ver contigo.
--- ¿Sigues pensando en irte?
---- Está decidido.
----No te marches, Mel.
---Lo nuestro no tiene sentido ni futuro. Cuando estoy contigo pienso en él. ¿O no lo entiendes?
--- ¿Quién es? ¡Dímelo Mel! ¡Tú no  sabes cuánto lo odio!- dijo enfurecido.
---- Cuando regrese de Europa lo habré borrado de mí, te lo aseguro. Y entonces, estaré contigo, pero ahora no quiero verte. Perdóname, pero no quiero usarte. Vete, por favor.
Y él se marchó, mientras ella se quedó muy triste. Esa noche debió recurrir a un sedante para poder dormir.
A la mañana, el bolso de Rey estaba listo y  cuando él se levantó, los dos se dispusieron a desayunar.
Luego, Mel acomodó los trastos  en el baúl de su carro y salieron rumbo a la iglesia, para no esperar a Román.
Cuando llegaron, la misa había comenzado y los acordes del órgano se oían desde la calle.
--- ¿Quieres oír la misa del padre Román?-le propuso Rey
---No, pero tú entra ahora, para que él  te vea.
---Hasta pronto, Mel- dijo y la besó en la mejilla.
Melisa inventaba mil formas de huir de Román, pero  otras mil la impulsaban a él. Y una de ellas era Reynaldo, a quien no podía abandonar .Y por primera vez en su vida, se sintió vencida.
El recuerdo de Román, la perseguía como una maldición, mientras conducía su carro, sin  ningún rumbo. Sabía que ella no podía competir con su fe, ni con su Dios. Y a pesar de que no creía en su existencia, se le había convertido en un rival invencible y  tan poderoso, como si existiera.
Maruca la vio llegar malhumorada, pero no quiso preguntarle nada. Sabía muy bien  lo que le ocurría. Pero no podía entender por qué el cura no había ido a  buscar a Rey. Salvo que estuviera escapándole a Melisa, porque el demonio lo estaba tentando.
 Entonces, como pensando en voz alta, dijo:
----Dios mío, ayuda a mi niña, aunque no crea en ti. No la castigues con un amor imposible, te lo ruego.
Por su parte, Melisa ya  no entendía ni al amor ni a ella misma y mucho menos a Román. ¿Qué es lo que él temía?
De pronto, tuvo la certeza de que el alejamiento de Román, no significaba indiferencia, sino temor o debilidad. Y no le daría ventajas. Ella no iba a sacrificarse en el altar de  su Dios. En todo caso, quería ser el demonio de la tentación.
Un torbellino de nuevas sensaciones la aturdió sin saber que Román ya no pensaba en otra cosa que no fuera en ella. Ni sabía cuántos remordimientos le azotaban la cara, ni cuántos temblores sacudían su conciencia, como si quisieran despertarlo de una pesadilla.
                       ERROR HUMANO
El lunes a primera hora, Melisa compró el televisor y lo envió al orfanato junto con  los óleos enmarcados y envueltos. Luego esperó hasta el mediodía, esperando a que Román la llamara para agradecerle, pero él no lo hizo.
De modo que salió para ver a Demaris quien la había invitado a jugar un partido de tenis en el club.
Regresó temprano y Maruca la recibió con un emparedado de jamón y un jugo que acababa de preparar
--- ¿Llamó alguien por teléfono?-le  preguntó a Maruca
---Nadie ¿Esperaba algún  un llamado?
---No- dijo secamente.
Melisa se puso su bikini blanca y se fue  a la pileta, ya que el calor era agobiante.
Y no bien el sol se ocultó en el horizonte, Maruca le ofreció la cena. Pero ella no tenía apetito, de modo que Maruca se retiró temprano a sus habitaciones que quedaban al fondo de la casa.
Melisa salió del natatorio y se cubrió con  su pareo de seda estampada,  que ató por encima del busto. No tenía sueño, pero se iría a descansar de todos modos, así que caminó hasta la casa y comenzó a cerrar las ventanas.
Pero una silueta se dibujó  entre las sombras, ascendiendo por la colina y cuando estuvo un poco más cerca, ella vio la bicicleta y supo que era Román el que venía.
Su corazón  estalló en silenciosos burbujeos sin ritmo ni pausas, que navegaron por sus venas, se distendieron en sus arterias y escaparon  por los capilares, sonrojándole la cara.
De inmediato salió y  lo hizo pasar, mientras sus ojos  destellaban su asombro en las pupilas.
--- Sé que no es hora para venir- le dijo al entrar.
--- ¿Qué sucede? - dijo ella
----Lo pensé mucho antes de venir y se me hizo tarde. Espero no molestar.
--- De ninguna manera, sólo estaba aburrida e iba a acostarme, pero no tenía sueño.- dijo ella
---- ¿Es por aburrimiento que hizo desnudar a Reynaldo?-le preguntó él
---No entiendo lo que quiere decir-respondió ella
---- No se conformó con desnudarme en el paraíso, sino que hizo desnudar al niño para herirme ¿Verdad?
Melisa no podía creer lo que escuchaba y no pudo tolerarlo. Sintió una mezcla de rabia, humillación y dolor como si el mundo quisiera desterrarla. Y apretó los puños para clavarse las uñas por la impotencia y para  no estallar en llanto. Y entonces se olvidó de sus buenos modales y lo increpó:
--- ¿Qué es lo que dice, maldito monstruo sagrado? ¿Cómo podría herirlo si  usted  es una piedra? ¡No use  a  Reynaldo de alilaya para su sadismo! -le dijo con rencor.
 ---Esta será la última vez que vengo por aquí y no intente buscar a Rey porque  no le permitiré venir.- le advirtió -¡Y que Dios se apiade de su alma, Melisa!
--- ¡Deje tranquilo a Dios! ¡Nada es más abominable y promiscuo que su mente y su maldita imaginación! Lo obsceno no está  en los desnudos sino en su cerebro y en su sucio cuerpo, que  necesita cubrir con esas ropillas tan asquerosas, como sus pensamientos- le dijo con furia.
Román la observaba. Mel parecía un vendaval de ira y temblaba como si estuviera  poseída por el diablo.
Como  en un rapto de locura Mel se quitó su pareo  y él desvió la mirada, porque pensó que  estaba desnuda. Entonces, la oyó decir:
--- ¡Míreme Román, yo también soy parte de la creación! ¡Abra sus ojos al mundo de Dios!
Entonces él la miró. Su cuerpo perfecto estaba  frente a sus ojos, con sólo una bikini, mientras las lágrimas comenzaban a rodarle por sus mejillas.
La vio tan descontrolada que se acercó a ella para tratar de calmarla, pero su cercanía lo turbó y  entonces pensó en la tentación de Adán frente a Eva.
---Cálmese, Mel. Y perdóneme por lo que dije. Tiene razón al decir que  la maldad está en mí. Soy un hombre indigno y me avergüenzo. Necesito liberarme de todos los pecados.
--- ¿De qué pecados habla?
--- ¡Qué Dios la bendiga, Mel!- dijo antes de retirarse
Mel lo vio alejarse, mientras la luna llena se perfilaba en el horizonte y el mar se oía en sus oídos como un rumor lejano.
La noche había sido cruel para los dos y ahora Melisa estaba más desconcertada que nunca. No pudo dormirse hasta casi el alba.
Tarde en la   mañana,  Maruca la despertó con un vaso jugo.
---Anoche escuché voces, casi no pude dormir - le dijo la mulata
---- ¿Qué oíste?-le preguntó Mel
---Discusiones. ¿Quién vino?
---- ¿Qué oíste, Maruca? Eres una chamarrera.
----Los oí echar roncas todo el tiempo - aclaró sonriente.
---Mira, te colgaré de ese Camaguey, cuando te encuentre jugando al cucambé.
---- Me asusté con los gritos pero no estuve fisgoneando-le aclaró ella
----Pero sabes quien vino.
---Lo vi al señor cura cuando salía huyendo. ¡Yo en su lugar, hubiera tirado la sotana al mismo infierno!-exclamó Maruca
--- ¿Ves que has estado husmeando?
--- ¡Qué fortaleza de hombre, señorita Melisa! ¡Pero mire que no rendirse ante  usted!
---Cállate y vete, Maruca. Ya comprendo por qué no dormiste anoche.
Cuando ella salió,  Melisa se vistió dispuesta a dar una vuelta por la avenida perimetral. Necesitaba buscar a Demaris y platicar con ella sobre lo que había ocurrido. Por suerte la encontró en su casa y juntas almorzaron en un elegante restaurante.
Demaris quería a Mel como a una hermana y no quería verla sufrir, de modo que trataba de disuadirla de su empecinamiento con Román.
A esa hora, la costa estaba  atestada de turistas y el paisaje marino de las Antillas era algo que nadie podía dejar de admirar.
---- No puedes amarlo, debes estar encachada y no puedes irte a la cobija, Mel.- le dijo Demaris
--- Lo amo.- le aseguró
----Debes liberarte de ese amor porque no podrás ser feliz. ¿No entiendes que luego sobrevendrán las culpas? Debes poner distancia entre ambos ¿Por qué no viajas a Europa, Melisa?
 --- ¿Me acompañarías?-le preguntó Mel
---Sí, claro que sí.- dijo ella, con entusiasmo.
--- Sacaré los pasajes, saldremos en unos días. Pondré esa distancia de la que hablas y tal vez, así pueda arrancarlo de mí.
----Es lo mejor, créeme.-concluyó Demaris.
Durante los días que siguieron se dedicaron a preparar el tan ansiado viaje. Y cuando todo estuvo listo habló con Román y Reynaldo por teléfono y les dijo que saldría de vacaciones sin mencionar adónde iría.
Nadie sospechaba que ella y Demaris tenían pensado pasar unos meses en Europa.
Pero antes de partir, una idea comenzó a dar vueltas en la cabeza de Melisa, que estaba harta de ser fuerte, de parecer equilibrada en la vida y frente al espejo.                                   
Tenía que hacer algo que dejara en él sus huellas, marcas indelebles, cicatrices de amor  como las que ella tenía  en ese instante. Sólo así podría medir la intensidad de esa fe que Román tenía por su Dios.
                INDIGNA OBSESIÓN
 Román  se sentía aliviado con las vacaciones de Melisa, porque ella se estaba convirtiendo en una peligrosa obsesión. Pensaba en que ese breve alejamiento le serviría para tratar de dominar esos impulsos, que él tampoco  podía evitar.
Aún no podía borrar de su memoria su  rostro lloroso, la furia de aquella noche, su  propio atrevimiento de aventurarse hasta su casa, su deseo de besarla, su perfume.
  Por eso, a pesar de la tristeza de no poder verla, se sentía más tranquilo con su alejamiento. Por suerte, Reynaldo había tomado la noticia con naturalidad y se entretenía con el televisor que ella les había donado.
Para  Antonio no había pasado desapercibida la inquietud de Román por esa mujer y una noche, mientras descansaban de sus tareas, ambos  se dispusieron a hablar sobre el tema.
--- ¿Qué te parecen los óleos de Melisa?- le preguntó Román.
---Me parecen dos bellas obras de arte.- contestó Antonio
--- ¿Y el parecido de Adán, conmigo?
---- En la pintura  está Adán El parecido está en tu mente-respondió  él.
--- ¿Y el de Reynaldo? ¿Qué te parece?
---- No pudo haber concebido un ángel más perfecto- le dijo Antonio.
---- ¿Entonces, no te importa  ponerlos en la capilla?
----Por supuesto que no Román. Pero me dijo Reynaldo que Melisa se va de vacaciones.
---Así es mejor. El niño se está acostumbrando mucho a ella.
--- ¿El niño o tú Román?
---- No quiero responder a eso, Antonio
---Debes enfrentar el problema, no huir de él, recuérdalo.- le aconsejó
---Estoy tratando, Antonio.
--- ¿No me ocultas nada?- le preguntó él
---Eres mi amigo y nunca  voy a ocultarte nada.-respondió Román
Los días pasaron y el día de la partida llegó. Melisa y Demaris saldrían para Europa esa noche, a las veinte, aún sabiendo lo inútil que era escapar. Pero ya no podían retroceder.
Demaris se mostraba entusiasmada, pero Mel caminaba de un lugar a otro como si se le hubiera extraviado algo. Y una idea, le seguía dando vueltas en la cabeza desde hacía varias horas. Le pidió entonces al chofer que la llevara  hacia la casa de Demaris, pero  en el camino lo hizo que desviara hacia  la capilla.
Román acababa de entrar donde dos feligreses  aguardaban  turno para su confesión. Pero ella se les adelantó  y se arrodilló en su confesionario.
Román guardaba silencio en el interior. Al ver que nadie hablaba, se acercó y pudo verla a través del enrejado. Y se  sintió desconcertado.
----Soy Melisa- dijo ella, en un murmullo.
---No es necesario que diga su nombre- le aclaró él, mientras un temblor en todo su cuerpo, le atropellaba el alma.
----Hoy me voy para salvarlo de mi-le dijo con calma
---No sé de qué habla.- respondió, fingiendo una paz que olía más bien a muerte.
---- Quiero confesarme - dijo ella
--La escucho-dijo él, con voz de mármol.
---Te amo, Román.- dijo ella, dulcemente.
Román enmudeció, como si las palabras se le  hubieran esfumado por los poros. Y se preguntó a si mismo ¿Adónde estaba Dios? ¿Adónde su piedad, su comprensión? Y pensó que Dios no estaba junto a él, como tampoco estuvo en la crucifixión de su hijo.
Y a pesar de su miedo, de sus dudas y su dolor, sacó fuerzas de entre  sus cenizas y dijo:
---- Jesús nos enseña a amarnos los unos a lo otros. ¡Qué Dios sea contigo y con vuestro espíritu!
--Te amo y te deseo como tú me amas y me deseas, Román. No como Jesús manda a amar al prójimo.
---Que Dios te acompañe y que encuentres la paz Melisa. Y ten piedad por los que sufren.- le imploró él
--- ¿Y tú tienes piedad, Román? ¿Tiene tu Dios piedad de ti o de mí?
---Él es misericordioso y lo será contigo, aún cuando no creas que exista-le aseguró Román
--- Yo no necesito a tu Dios.
--- Él te acompaña y te protegerá del mal. Melisa
--- ¿También va a protegerme de ti?
----Adiós, Melisa. Que la paz sea contigo.-le dijo, haciendo la señal de la cruz
Melisa salió de allí, como si el diablo la llevara. Román se retiró, sin  confesar a los dos feligreses que aguardaban. Se sentía muy mal, sus piernas se le aflojaban, su cabeza parecía estallarle  y su corazón era un caballo desbocado.
Y como un autómata, llegó a su cuarto. En la pared, estaba Cristo en la cruz, exhausto y dolorido, sin quejas ni suspiros, sin gritos ni palabras, como  aguardando a su padre que lo había abandonado y dejado indefenso como a él, cuando más lo necesitaba. Pero se arrodilló enfrente de él para decir:
--- ¿Qué es lo que quieres de mí, Señor? Dímelo. ¿Acaso tu crueldad no tiene límites? ¿Cómo hiciste para no enamorarte? ¿Será porque no conociste a una mujer como Melisa? ¡Mira mi cuerpo, tiene tantas espinas y no puede desangrarse como el tuyo! ¡Concédeme la gracia de morir, Señor! ¡No quiero seguir  viviendo!
Román se sentía enfermo. Y lloró desconsoladamente,  como cuando era un niño, como no había llorado antes, ni después, ni nunca.
Y cuando las lágrimas se cansaron de sus ojos y su desahogo lo dejó sin fuerzas, se arrodilló para decirle:
----Perdóname señor. He pecado, lo sé. Me arrepiento por haberte ofendido. ¡Quítala de mí, señor, te lo suplico!
Y rezó con devoción, hasta que Antonio, golpeó a su puerta.
----Román, ábreme-le pidió.
Y él le abrió, para mostrarle sus heridas a flor de piel,  como un cadáver insepulto.
---- ¿Qué ocurre?-le dijo Antonio, impresionado al verlo
---No soy digno de ti, ni de esta casa
----- ¿Quieres confesarte?
---No, ahora no.Déjame solo Antonio.
---Que Dios sea contigo- le dijo él  y se retiró.
Era muy tarde cuando Román  logró dormirse abatido por sus dudas.
Mientras tanto, Melisa cruzaba el Océano, volando rumbo a Madrid, mientras le contaba a su amiga lo ocurrido esa tarde en la iglesia.
----No entiendo qué pretendías lograr con esa declaración de amor- le dijo su amiga
---- Decirle  la verdad.
----Pudiste callar.
---Estoy dispuesta a aceptar lo que él decida, pero él debía saber que lo amaba.
---- ¿Y por amarlo le clavaste un puñal y huiste? -le señaló Demaris
---Estoy tratando de liberarlo.
--- ¡Que Dios me libere de ambos!- exclamó su amiga.
Cuando llegaron a Madrid, las dos se instalaron en un importante hotel y se dispusieron a disfrutar de esa ciudad tan peculiar como su pueblo.
Con el correr de los días, Melisa se veía más relajada y su sonrisa era frecuente, como en los viejos tiempos.
             
Por su parte, Román se había enterado por Reynaldo, en una de sus visitas a Maruca, que ella estaba en el exterior y no tenía una fecha para regresar.
Y así fue que habían pasado cuatro  meses y no había noticias de Mel Y aunque trataba de disimularlo, para no preocupar a Antonio ni a Rey, él estaba muy triste.  Por eso, un día le habló a Maruca por teléfono
------ Padre ¿Cómo está usted? -le preguntó ella
----- ¿Sabe usted cuándo regresa la Señorita  Melisa?
------- No lo sé, padre.-le aseguró ella               
----- ¿Ella  le ha hablado de que adoptaría a Reynaldo, Maruca? Porque de no ser así,  el niño será destinado a una familia.- le dijo
------- No me ha hablado de eso, señor cura.
-------Bueno, Maruca. Hasta pronto- la saludó Román.
A partir de entonces,  él no volvió a hablarla. Tampoco el niño. Pero Maruca estaba segura, que lo que había querido Román era saber cuándo regresaba ella y para eso, se había valido de un pretexto. De modo que no se preocupó por el tema y ni siquiera se lo comentó a Melisa cuando le habló por teléfono. No le parecía adecuado mencionarle a Román, cuando lo que ella pretendía era olvidarlo.
                     EN LAS TINIEBLAS
Después de 10 meses de ausencia, Melisa y Damaris estaban de regreso en su país, en el aeropuerto internacional de Caracas.
Querían sorprender a Maruca, de modo que no le avisaron de su llegada. Y ella se sorprendió al verlas entrar tan de improviso, pero no bien las vio la alegría se le  dibujó en el  rostro.
---Hola, negrita pelo malo- le dijo Mel, abrazándola
--- Con  ese color que traen,  casi no las reconozco- exclamó ella.
---Nos costó abandonar las playas, Maruca.
---Guardaré  su equipaje. ¿Pero qué trae aquí, un elefante?- dijo al tomarle el peso.
---Ten cuidado o te quedarás sin regalos- le recomendó Mel
Mientras Maruca acomodaba todo. Ellas se prepararon un Whisky con jugo de coco y se recostaron  sobre los butaques.
----Cuéntame, negra buquenque. ¿Nos has extrañado?
--- Al principio, porque luego una se acostumbra. -dijo riendo
---- ¿Y Reynaldo? ¿Lo has visto?
---- Hace mucho que no lo veo. Usted  sabe como son estos niños de desagradecidos.
--- ¿Y Red?
---Lo único que hace es echar palitos con sus amigos y ni recuerda que existo- protestó ella
Demaris se fue a su  apartamento y ella se dispuso a retomar su vida, aunque eso le resultara difícil porque su amor por Román seguía intacto, aunque a nadie se lo hubiera confesado. Pero fue Maruca quien lo  mencionó,  esa mañana:
---El señor cura preguntaba siempre por usted, pero hace un mes que no lo hace.
Ella se sorprendió pero trató de cambiar de tema.
--- ¿Y los animales que faltan?
---El bacaco dejó de venir y el barizo, se puso roñero y se murió.
--- ¡Qué pena! ¡Pero el caparro sí que está roblizo!- exclamó al verlo.
Melisa recorrió toda la casa  y también el parque y luego se encerró en su cuarto. Se sentía sola. Y cada vez que tomaba cuenta de su realidad  no estaba conforme con los resultados.
No quería saber de Román pero, a veces, quería salir corriendo para verlo. Sin dudas, que su cercanía la trastornaba. Cuando estaba en Europa, se había resignado. Pero ahora, que él estaba a sólo unas cuadras, no estaba segura de ello. No obstante, trató de no pensar.
Maruca salió por la tarde para ver a una amiga que estaba grave e internada  y a quien prometió cuidar durante la noche.
Esa tarde, Mel  tomó varias veces la libreta de teléfonos y cuando iba a discar el número de Román, se detenía. Pero finalmente, tomó coraje y lo llamó. La atendió otro sacerdote y cuando preguntó por él, le dijo que aguardara. Cuando lo oyó   pareció desfallecer por la emoción
--- ¿Quién habla?- preguntó él
---Habla Melisa. Acabo de llegar.- le dijo, simplemente.
---- ¡Melisa! No esperaba esta sorpresa.
---Los espero enseguida. Quiero que venga con Reynaldo, le traje muchos regalos  - dijo ella.
---Es tarde. No creo que pueda hacerlo hoy.-dijo él
--- Son apenas las veinte y no se admiten pretextos. Los espero.- dijo y colgó el auricular, sin darle tiempo a elaborar una disculpa.
Román estaba paralizado por la sorpresa. Pero debía acudir a esa cita porque tenía que explicarle lo de Reynaldo y no tenía otra alternativa. Nuevamente,  Dios le pedía una prueba de entereza y él se la daría.
Todo su ser se había sacudido interiormente al oírla. Tenía miedo, pero no quería huir.
Cuando ella lo vio llegar en su bicicleta, salió a recibirlo extrañada de no ver con él a Reynaldo.
--- ¿Cómo está  Román? ¿Y Reynaldo?
Él no contestó y en cambio, ingresó al living y  le pidió un negrito. Ella se lo sirvió  y esperó una respuesta que parecía no querer llegar nunca.
Su rostro parecía ensombrecido por algo y era evidente que no quería referirse al niño. Ella tuvo el presentimiento de que algo malo le  había sucedido y volvió a insistir.
--- ¿Qué ha pasado con él?- dijo titubeante
---Fue dado en adopción a una familia de Caracas- le dijo de una sola vez.
Ella sintió alivio al ver que no se trataba de algo peor, pero una rabia sorda y ciega se acumuló en su interior hasta hacerla estallar en lágrimas. Su llanto era conmovedor mientras se  acurrucaba en el sillón, desesperadamente.
--- ¿Lo hizo para vengarse de mí, verdad?
---Juro por Dios que no- le dijo, mientras se acercaba tratando de consolarla.
----Deje tranquilo a Dios. No lo ponga en su maldita boca- exclamó
                  Él no respondió, pero apoyó su mano sobre la cabeza de Mel, en actitud consoladora.
---- ¡Maldito seas!- le gritó, sacándosela.
Se veía furiosa y   estaba descontrolada.
Fue entonces cuando él no pudo soportar más y la levantó del sillón tomándola de los brazos. Y la dejó llorar al abrigo  de su abrazo, que ella sintió tibio, fuerte y sin sosiego. Lo sintió rendido, urgido de caricias y de sueños postergados y se  aferró a su cuerpo mientras sus ojos temblaban sin mirarse, hasta que ninguno de los dos pudo evitar que  se bebieran de pronto, por sus bocas.      
Y a partir de ese instante, ambos fueron  un  bálsamo entre las llamas del infierno, donde  se consumían de pasión.
Y lentamente,  entre palabras y largos silencios, entre el miedo y el coraje, entre gemidos y lágrimas, Melisa fue suya, hasta que el sol de la mañana comenzó a filtrarse por la ventana.
Eran las siete cuando Maruca apareció en la casa y se  asombró de ver a Román, desayunando con Melisa.
---- Maruca, Reynaldo ha sido adoptado por una familia en Caracas, el padre vino temprano para decírmelo- le dijo ella.
--- ¿Cómo sabía usted que Melisa había llegado?- le preguntó la negra.
-----Le hablé anoche- dijo Mel. ¿Pero cómo está tu amiga, Maruca?
--- Mucho mejor.
Román se despidió de ellas y regresó al orfanato, sin que ninguno hiciera promesas ni hablara del futuro. Simplemente, habían vivido un amor que jamás olvidarían.
Antonio, lo vio diferente esa mañana. Había algo en su amigo que era muy extraño y por eso,  le dijo:
---Anoche te busqué en tu cuarto y no me atendiste
-----No me sentía bien, Antonio- le mintió
---Razón de más, para necesitar de mi compañía-le reprochó
---Estoy bien, Antonio. No debes preocuparte.
--- ¿Volvió Melisa?
---No. Creo que todavía  está en Europa.- le volvió a mentir.
----Deberías decirle  a Maruca sobre la adopción de Rey
 ---A propósito de él, iré a Caracas para verlo
---Me parece bien.  ¿Cuándo irás?-le preguntó Antonio
---- En unos días.
Pero no era Reynaldo el que lo hacía programar ese viaje. Era lo que sentía por Melisa, lo que lo  impulsaba a seguir mintiendo. Ya no soportaba la vida sin ella y  ése era un justificativo para  alejarse de allí, por unos días.
  Pero la tortura recién comenzaba, porque sus remordimientos comenzaron a acosarlo. Le había mentido a Antonio, había usado a Reynaldo y estaba perdiendo a Dios, al enamorase de Melisa. Pero no era sólo eso, sino que estaba renunciando a sus principios..                 
¿Cómo viviría Melisa a su lado? ¿Renunciaría a los placeres del lujo y se resignaría a vivir humildemente de un magro sueldo de profesor de latín? ¿En qué podría trabajar? ¿Tendría él que adaptarse a su vida dispendiosa y vivir de su riqueza?
Ninguna de sus preguntas encontraba una respuesta. Por eso, como para disipar las dudas, comenzó a orar. Y siguió orando como si con ello, quisiera practicarse un exorcismo. Sentía que Satanás lo había vencido y  sabía que Melisa, nunca aceptaría su forma austera de vida.
Mientras tanto, en la soledad de su cuarto, ella  rememoraba cada uno de los instantes que habían vivido esa noche. Si bien, ya había imaginado que Román era un hombre  viril y apasionado, la realidad había superado ampliamente  su imaginación.
Y  por primera vez, sentía que era capaz de renunciar a él, si es que lo veía sufrir por sus remordimientos, pues no lo quería con culpas sino libre. Y eso era  lo más difícil de lograr.
Sabía que Román tenía una fe inquebrantable, pero podía ceder a una pasión y al amor e incluso, podía abandonar la curia. Pero ¿Sería feliz? ¿O siempre se lo reprocharía interiormente? ¿Podía Román arrancarse esos principios por los que había dado su juventud?
Un presentimiento de fracaso y dolor le inundó el alma. Pero a la vez, un sentimiento  profundo de resignación la tranquilizaba.
Comprendió que amaba tanto a ese hombre que no sería capaz de forzarlo a nada ni de influir en él para que decidiera vivir con ella.
Esta vez, Dios se le presentaba como un  rival contra el que no quería luchar y a quien no podría vencer, por más que no tuviera existencia real y fuera  una idea inventada por los hombres.
Ella debía admitir que las ideas tenían existencia y que la idea de Dios, era más fuerte para Román que todo lo que acababan de vivir.
Por eso, como pensando en voz alta, Mel dijo como si hablara con Dios:
---- ¡Maldito seas, Satanás de los Cielos! ¡Sé que vencerás pero no me doblegarás! ¡No voy a disputártelo! ¡Hazlo tu esclavo! ¡Yo lo quiero libre de culpas, maldito seas!
              
            
                       LA MANZANA
Venezuela era un lugar maravilloso por sus paisajes y por la sencillez de su  gente, sólo comparable a otros pueblos latinoamericanos, de sonrisa presta, de mano tendida, de noble corazón y cabeza en alto.
Un pueblo que sabía dar  con una mano y también con la otra, que bautizaba estrellas en el cielo y que cuidaba  a la naturaleza como a si mismo.
Los latinos eran personas sensibles, amistosas, como sus antepasados indígenas, que habían sido tan vilmente exterminados y torturados  para imponerles un Dios que no era el propio.
Pero, en fin, más hombres eran los indios y no esa raza que se valió de Dios para expandir las miserias de sus almas y extendió la plaga de la discriminación y de la guerra.
Venezuela era un mundo de colores y un montón de  paz en los corazones de su gente, a pesar de la opresión de los gringos, que pretendían llevarse en andas, su montón de riquezas.
Mel estaba eufórica y feliz por su  regreso, pero conocía muy bien todas las penurias que por esa causa, debía pasar su pueblo.
La historia de Venezuela está llena de guerras libertadoras y de intrigas tendientes a revertir sus triunfos, mediante manejos políticos de los gringos explotadores y esclavistas.
Melisa conocía la verdad, porque había sido educada en Francia, donde nada de eso podía ocultarse. Allí, había conocido cual era el papel de la curia en su país y en  todos los territorios de Latinoamérica, como conspiradores, criminales y esclavistas. Por eso, los sacerdotes no sólo no le inspiraban respeto sino que le parecían cínicos y abominables cuando hablaban de la paz y la cristiandad. Sin embargo, Román era una excepción, tenía una bondad que amanecía en sus ojos y su fe se veía tan auténtica, como la de los Incas adorando al Sol. Y nunca lo vería como a uno de ellos.
Ya había pasado  una semana y no había vuelto a ver a Román ni se habían llamado por teléfono y ese era suficiente tiempo como para que ella pudiera pensar que había decidido olvidarla.
Sin embargo, se sentía en paz y no quería forzarlo a tomar alguna determinación. Lo amaba y quería que fuera feliz con lo que él decidiera, aún cuando hubiere renunciado a su amor.
Pero estaba equivocada, porque él no sólo no la había olvidado sino que esa noche la habló por teléfono para invitarla a Caracas para ver a Reynaldo.  De modo que loca de alegría y siguiendo los planes de Román, preparó su bolso y salió hacia donde habían quedado en encontrarse.
El corazón de Melisa, era un pájaro aleteando en su garganta cuando lo vio sonreír y dispuesto a subir a su  carro.
----- ¿Quieres conducir?- le preguntó ella
----Después. Ahora vamos donde pueda cambiarme de ropa.-le dijo él
Melisa buscó un sitio para cargar nafta y Román desapareció para regresar vestido con un pantalón y una remera. Ella sonreía al verlo vestido como el común de la gente y con esa sonrisa pícara dibujada en el rostro.
Con él al volante volvieron a tomar la ruta y  al rato,  él se detuvo en un costado.
--- ¿Qué ocurre?-le preguntó Mel
----Quería besarte- le dijo, mientras lo hacía
Ella no podía creer que ese hombre fuera Román. Se veía tan perfecto en ropa de calle y con esos ojos que brillaban de felicidad.
---Dime que no estamos  soñando, Román - le dijo
---Claro que estamos soñando, Mel.
Cuando retomaron el viaje, se sintieron dichosos. Parecían una pareja de recién casados que se maravillaban por todo.
Pero cuando la tarde y el calor los agobió, buscaron un hotel para quedarse hasta el día siguiente. Era pequeño pero muy confortable y por la ventana de su cuarto, podían divisar las construcciones típicas del lugar, con hermosas casitas blancas y techos de tejas
Al fondo del paisaje, se veía el campanario de una pequeña iglesia.
 Román se quedó mirándolo y sus pensamientos se alejaron  lo suficiente como para que Melisa lo advirtiera. Sin dudas, la  vista de la iglesia lo estaba atormentando.                           
Ella trató de acomodar su ropa y se acostó, pero cuando él regreso a su conciencia, ya no era el mismo. Se veía serio, pensativo y se tiró pesadamente sobre el lecho, como si soportara el peso de todo el universo.
--- ¿Qué sucede mi amor?- le preguntó ella
---No lo sé, no es nada- le dijo
---Es como si Dios  te hablara desde la torre ¿Verdad?
--- Sí, Mel. No puedo mentirte.
--- ¿Deseas volver?
---No mi amor, quiero quedarme contigo- le dijo, mientras la besaba.
---No quiero que sientas culpas, no lo resistiré.
--Bésame, Mel-le pidió, como queriendo aturdirse.
 Esa noche se amaron, como si  quisieran dejar en ese acto la memoria latiendo para siempre en la piel, en los ojos, en los suspiros de un adiós que parecía agitar el pañuelo de la despedida, como si ambos presintiran que esa felicidad repentina, no podía ser duradera.
 Por la mañana, emprendieron el viaje hacia Caracas.                   Y no bien llegaron a la capital, Melisa eligió un penthouse en el principal hotel de la ciudad, porque estaba decidida a pasar unos días inolvidables.
Desde que ingresaron a la recepción, Román observaba el confort y no podía dejar de sentirse incómodo pensando en las necesidades que otros padecían. Le dolía tanta exaltación de la vanidad reflejada en lujos innecesarios porque  había hecho votos de humildad y no necesitaba esa vida dispendiosa de placeres mundanos, pero aceptó porque no quería empañar la felicidad de Melisa.
--- Te noto extraño- le dijo ella, al darse cuenta de su inquietud.
--- ¿Cómo quieres que esté si me he convertido en un pecador?
---Diría que te has convertido en el hombre que eres -le corrigió ella.
--- Tomaré una ducha- dijo él, tratando de cortar la conversación
---Yo también. ¿Quieres que suba el aire acondicionado? - le preguntó ella.
--- Por mí, está bien.-le respondió él
Román no pudo dejar de pensar en los viejos ventiladores del orfanato.  Y recordó cuando recomendaba a sus feligreses que debían practicar la austeridad y ser solidarios con los pobres. La caridad siempre había sido una virtud muy importante para él.
Melisa lo notaba pensativo como  si se apartara de ella y del mundo. Y ya no pudo seguir callándose.
---Tus culpas te alejan de mí ¿No es cierto?
---No puedo evitarlo, Mel. Pero debes tener paciencia,  ya lo superaré.
--Pero puedes compartir conmigo tus angustias.
---Si eso prefieres, te diré que me siento como un animal extraviado en medio de una oscura selva tratando de sobrevivir a cualquier precio -le dijo
--- ¿Por qué?
---Estoy desorientado, porque antes eras  tú la que me perseguía por las noches y ahora es Él, quien lo hace.
----No puedo ayudarte porque es imposible  luchar contra una idea, Román.
---Dios no es una idea, Mel ¿Porqué no  lo admites?
---Para mí, Dios sólo existe en tu mente, Román.
---  ¿Y con esa convicción educarías a nuestros hijos?
--- A ellos nadie les impondrá ninguna fe, porque  serán libres, Román.
.--- No. Mel. Yo quiero bautizarlos y enseñarles la doctrina de Jesús. ¿Tú vas a impedirme que lo haga?
--- ¿Temes a su libertad?-le preguntó ella
---- ¿Tampoco aceptarías casarte por la Iglesia, verdad?
---Si lo hiciera sólo para complacerte sería una farsante. ¿No lo crees? Me parece que a tu Iglesia se le olvidaron cosas importantes, como la verdad, la honestidad, la libertad, los sentimientos, el amor.
--- ¡Cállate, Mel! No quiero que sigas.- le dijo, levantando el tono
----Es mejor hablar ahora, antes de que puedas arrepentirte- insistió ella
---- Pienso que no te adaptarás a una vida de humildad, sin estos lujos. O a que vivamos de mi trabajo.
--- No te entiendo, yo soy rica y no le robé a nadie. ¿Qué puede haber de malo en el bienestar logrado con el propio trabajo?
---- Mi religión  predica la humildad, la austeridad.
---Especialmente el Papa, que vive rodeado del oro que le robaron a los nativos de América.- le señaló ella
--No mezcles la fe con otros asuntos. Si vas a ser mi esposa necesito  que me entiendas.
----No puedo entender eso, yo gané mi dinero. ¿Debo donarlo a alguna institución de pobres para que te sientas mejor? ¿Nuestros hijos deben padecer necesidades para que tu Dios los proteja?- le preguntó seriamente
---No hablemos más de esto, Mel. No puedes entenderlo.
---Está bien, pero veo que nunca  nos pondremos de acuerdo, Román.
Esa noche, ninguno de los dos pudo dormir. Ella sabía que la felicidad se alejaba, se le escapaba de las manos como un barrilete sin hilo y que ambos estaban más cerca de vivir en "El país del Nunca Jamás" que de habitar en "El país de las Maravillas".
Melisa presentía que su amor no tenía futuro y que debía disfrutar  de esos días como si fueran los últimos, porque mientras él se sintiera culpable, ella no podía albergar ninguna esperanza. Y se propuso no hablar sobre esos temas.
Los ángeles y demonios acechaban a Román para arrebatarlo de su lado.  Y ella estaba dispuesta a perder esa batalla, simplemente,  porque no quería verlo sufrir.
Por la mañana, ambos fueron a la casa de Rey. La señora Matilde parecía una persona muy cariñosa y le daba al niño todo lo necesario para que él se dedicara al arte.
Reynaldo los vio llegar y se abrazó a ellos. Melisa le prometió invitarlo con Matilde, a su casa de Carúpano, y prometió venir a verlo frecuentemente. El niño disfrutó mucho con su estadía en Caracas y  Melisa se quedó tranquila, al ver que esa  familia lo quería como a un hijo.
Luego, se despidieron de ellos con el pretexto que debían volver a Sucre, pero en realidad, ellos deseaban permanecer allí, por  unos días.
Ya de regreso en el Penthouse, Román se veía preocupado
---- ¿Qué te ocurre, mi amor?- le preguntó Mel, mientras le servía un guarapo.
---- A pesar de lo mucho que te amo no puedo ser plenamente feliz, Melisa.-le confesó
---- ¿Deseas que regresemos a Sucre?- le  preguntó
--- Si tú no fueras atea, todo sería más fácil, Mel.
---- No sabes cuánto te envidio por tu fe. Pero yo no puedo volver a mi ignorancia-le dijo ella
--- ¿A tu ignorancia?
---Sí, porque sólo así podría creer en Dios. ¿O quieres que finja?
---No te entiendo.
----Cuando entré en la Universidad de Francia e investigué los temas teológicos, descubrí que todas las religiones eran fábulas, con distintas moralejas inventadas por los hombres, con el propósito de darle un sentido a la vida. Pero las ciencias, me dieron la verdad y ya no puedo ignorar lo que aprendí y retornar a mi ignorancia.
---No comparto tu escepticismo. Quiero que mis hijos compartan mi  fe cristiana.
---- Y yo quiero algo mejor para ellos y es que  conozcan la verdad-le dijo ella
--- ¿La tuya o la mía?- insistió él
---La verdad es una, Román. Pero no te atormentes, porque no quiero que sigas sufriendo. Cada día te veo más atormentado y eso no es lo que quiero para nosotros. Si no puedes liberarte de las culpas, vuelve a tu vida y quédate con Dios. Yo puedo vivir sin Él y también, sin ti. - le dijo desafiante.
---Tienes que tener paciencia, yo iré superando todo esto, mi amor.-le dijo, mientras la abrazaba.
Para Melisa, la lucha interior de Román era una verdadera tortura, de modo que le dio una última oportunidad y durante los días  que estuvieron en Caracas, no volvieron a hablar del tema.
Pero Melisa sabía, que al regresar, ella tenía que liberarlo de ese amor que lo mortificaba. Y pensaba constantemente en la forma de lograrlo porque sabía que no soportaría verlo así mucho tiempo
Estaban dispuestos a vivir el amor y la  pasión, pero refugiados en sí mismos, para no volver a discutir.  Y entre ellos, el silencio hablaba más que las palabras.
Cuando regresaron a Sucre, cada uno tomó su  rumbo.
Maruca estaba en el jardín cuando la vio llegar  y  corrió a saludarla.
---Se ve cansada, Melisa. ¡Tiene una cara!- le dijo ella
---Voy a descansar. Y no me prepares nada porque no tengo apetito.
-----Sobre la mesa hay un jugo- le dijo, mientras le recibía los bolsos
---- ¿Cómo está Reynaldo?-preguntó la mulata.
---Como un verdadero Rey. Lo invité a venir con su familia.
--- ¡Qué gusto me dará verlo!-exclamó Maruca
Melisa se recostó en su cuarto, deseando morir, abofetearse,  gritar, pero trató de calmarse.
Sin embargo, al cabo de un rato, se encontró hablando  con Dios.
--- ¡Tú has ganado, Satanás de los cielos! ¡Te devolveré a Román, para que lo conviertas  en un  mártir! ¿Eso es lo que querías? ¿Tendrás piedad de él? ¡Porque yo no tendré piedad de ti, maldito seas!
Maruca la escuchó vociferar y subió para preguntarle:
--- ¿Qué está ocurriéndole, mi niña? ¡Seguro que ese mandinga  va a volverla loca!
--- ¿Qué dices, negra buquenque?
--- ¡Pero tendrá que vérselas conmigo!- le aseguró
--- ¿De quién hablas, Maruca?
---Del señor cura. Es él  quien la hace sufrir.- aseguró ella.
Melisa no pudo contener la risa, ni tampoco el llanto que siguió a la risa. Pero no se daría por vencida, ni esperaría a saber cómo seguiría su vida. Tenía que dar un giro de ciento ochenta grados y por eso,  luego de vestirse salió  para ver a Demaris.
Ella estaba en su apartamento y cuando la vio, supo que algo no andaba bien.
----Qué cara tienes,  Melisa- le dijo, al saludarla.
---Estoy desesperada, Demaris.
---Cuéntame.
Melisa le contó todo y Demaris la escuchaba preocupada.  
---- ¿Qué harás, Mel?
---Quiero desaparecer para siempre de su vida- aseguró ella-Ya no quiero que  sufra ni sufrir por él.
--- ¿Y cómo harás?-le preguntó su amiga
---Tienes que acompañarme. Quiero irme adonde nadie sepa de mí.
---Por un tiempo, funcionará ¿Pero después?
---Después, no importa. Ahora quiero salir de aquí.-insistió
--- ¿Adónde iremos?
---Nos quedaremos en Venezuela. Así podrás venir de tanto en tanto  a controlar tus negocios. Nos iremos con Maruca a un lugar alejado de la civilización. Quiero  pintar, pintar y pintar, cerca de un río o del mar.
--- ¿Cuándo quieres salir?
---Lo antes que pueda. Tengo que preparar mis cosas, pero creo que el viernes, podré estar lista.
---De acuerdo, ya me había acostumbrado a ti en Europa y te extrañaba.
---Es una suerte que tú seas mi amiga, Damaris.
--- Yo promocionaré tus obras y prepararé tus exposiciones. Buscaremos un lugar  verde, con la naturaleza virgen. Seremos muy felices, Melisa ¡Ya lo verás! -le dijo ella, para levantarle el ánimo. 
             
Y el mismo viernes partieron las tres hacia un lugar donde nadie sabría de ellas.
La tarde anterior a la partida,  Román la había hablado por teléfono y ella se había esmerado en  mostrarse  natural, para que no pudiera sospechar nada.
En la residencia de Mel, había quedado sólo  el jardinero y ella tenía intenciones de comprar una casita, donde decidieran instalarse.
Maruca, no tenía muchas ganas de mudarse, pero no quería verla  sufrir. Por otra parte, jamás la dejaría sola en un momento tan difícil.
                EL VALLE DE PASCUAS
El viaje había sido agotador pero valió la pena porque ése era un lugar ideal para lo que Melisa necesitaba, porque además de ser uno de los más hermosos lugares del planeta, le serviría de inspiración para sus obras de arte.
La tarea de encontrar casa no fue fácil, pero finalmente consiguieron una con mucha luz en las ventanas, ubicada  entre la selva y la civilización, sobre  la orilla del río Mana Pire, donde la casa más cercana estaba a quinientos metros.
El lugar no presentaba peligros, el camino era  transitable  y llegaba hasta la puerta de su casa, de modo que podía salir con su carro a los poblados cercanos. Además, existían lanchones que navegaban por el río trayendo  mercaderías frescas y podían trasladar pasajeros. Los lugareños admiraban a los artistas y eso la hacía sentir  muy cómoda. 
Todos los días, Mel se instalaba cerca de la costa con un bastidor listo  para pintar. Y desde el río, la gente en los lanchones comenzó a saludarla con las manos en alto, cuando la veían trabajando.
En esa época, la gente se preparaba para el carnaval y el bululú ganaba a las embarcaciones que transportaban turistas.
Maruca no lograba adaptarse al lugar y  protestaba por todo,  en cambio Demaris, se sentía muy bien allí.
Las dos amigas solían salir a navegar con algún remero y se adentraban en la selva, buscando un sitio adecuado para pintar.
No obstante las ventajas del lugar, Maruca se preocupaba por la palidez de Melisa. Cada día estaba más delgada y ella la perseguía para que comiera alguna fruta.
---Se ha puesto muy desmirriada- le había dicho esa tarde.
---No te preocupes Maruca, estoy bien.
---Está enguayabada, mi niña.
---Tráeme un guarapo y me sentiré mejor.-le dijo ella.
Maruca se preocupaba porque aquella  amiga que estaba internada y que  tenía leucemia, tenía su misma palidez. Sin embargo, Demaris no se preocupaba por eso, sino porque  la notaba  deprimida.
---- Tienes que poner voluntad para levantar ese ánimo- le decía
--- ¿Sabes Damaris qué decían los chinos?- le preguntó  Mel
---- ¿Qué decían?
---Que las penas de amor se curaban en tres meses. Pero que tenías que beber un  té especial, que ellos te daban.
---- ¿Qué té?
-----Bueno, el té podía  ser cualquiera, porque lo que curaba no era el té sino los  tres meses en que no podías ver a tu amado. O sea el tiempo.
---Esos chinos eran genios - exclamó Demaris.
-----No tengas dudas. Su filosofía, es el arte de saber vivir.
---Tendríamos que haber ido a China- dijo Demaris.
----Confucio, vivió allí hasta el 479 AC y creó una religión que tiene alto contenido moral y práctico. ¿Has oído hablar del Confucianismo?
---No, cuéntame.
----Se basa en deberes recíprocos entre los hombres. Entre el rey y los súbditos, entre padres e hijos, entre ciudadanos. Están recopilados en unos  libros que se llaman King.
--- ¿Y el taoísmo, también es chino?
--- Sí, pero es una mezcla de adoración de los muertos, a los astros y a los espíritus. Casi todos sus dioses fueron personas reales que habían prestado servicio a la comunidad. En cada casa los chinos rinden culto a sus antepasados, como lo hacían los egipcios
--- ¿Y el budismo, Melisa?
---- Apareció en la India y luego pasó a China. Buda se llamaba en realidadm Sidarta Gautama, era hijo del jefe de una tribu que se opuso a la rigidez de los Brahmanes que eran sacerdotes, allá por el siglo V, antes de Cristo. Buda significa "Sabio". Para él, vivir equivalía a sufrir. Y el sufrimiento provenía de las pasiones o del deseo de poseer cosas para lograr la felicidad o el  Nirvana. Y el "no desear poseer cosas" conducía a la felicidad.
---Los sacerdotes cristianos predican  algo parecido cuando dicen: "No desear la mujer de tu prójimo" pero no lo cumplen.-dijo Demaris, sonriente.
Estaban alegres y gozando de la las bondades del clima, cuando algo ensombreció el paisaje.
---- ¿Qué te ocurre, Mel? -le dijo ella, al verla tan pálida
---Me siento acalorada. Creo que voy a desmayarme.                              
Y apenas si alcanzó a sostenerla para que no se golpeara, cuando  ella se desplomó sobre el piso.
--Maruca, ayúdame- gritó Damaris
Cuando Maruca la vio, se asustó y buscó un guarapito para darle  a beber.  Y por suerte, ella  enseguida se recuperó.
---Usted tiene que ir al médico- le dijo Maruca.
---Ya estoy bien. Es el calor.
---Nada de calor. O usted va al médico o yo me vuelvo a Carúpano- le amenazó ella
---Mañana, negra buquenque, iremos mañana- le prometió ella.
Maruca no pudo dormir. Estaba preocupada por su delgadez y por esa palidez que se acentuaba cada día. Ella pensó que Melisa no podría salir de su guayabo y eso terminaría enfermándola.
Mientras tanto, Román estaba desesperado porque nadie sabía dónde estaba Melisa y a medida que pasaba el tiempo su angustia  aumentaba.
Cuando pasaron dos meses ya no sabía qué pensar. Tenía deseos de salir a buscarla, pero tampoco podía irse del lugar pensando en que ella pudiera  regresar. El jardinero le dijo que no sabía adónde estaban, ya que no recibía noticias de ellas, entonces tuvo que aceptar que él había sido sólo un capricho para ella.
Y con la tristeza  apretada entre sus brazos, regresó al orfanato cuando el cielo  se atragantaba  de estrellas.
No quería seguir peleando consigo mismo ni con los designios de Dios. Y arrojó la toalla inspirando  hondo por la boca, como si quisiera beberse al mundo de un solo sorbo.
A esa hora la brisa era fresca y con olor a mar.  Y con la negrura escalando por sus ojos entró al internado arrastrando los pies, como si el diablo se empeñara en que él  le llevara su  vejez a cuestas.
                  
               EL ROSTRO DE FANNY REY
Demaris había insistido en  acompañar a Melisa a la ciudad más próxima,  para ver a un médico. Salieron por la mañana y después de ver al profesional, se quedaron a esperar los resultados de los análisis, mientras almorzaban en un restaurante.
----- ¿Qué te pareció el doctor, Melisa?
---Es antipático.
---No debes apresurarte.
---Sí, tal vez exagere- dijo Mel
--- ¿Te sientes bien?
-----Un poco mareada, creo que de regreso conducirás tú, Demaris.
--- Claro, lo haré- le aseguró ella
Cuando regresaron al consultorio, sólo había dos personas aguardando ser atendidas. Pero el médico las hizo pasar no bien las vio.
Tenía un sobre en las manos que seguramente era del laboratorio
---- Siéntense- les dijo, mientras los leía.
Melisa se sentó y Demaris permaneció de pie, mientras él decía:
---Sra. Cerdeño.
---Señorita- le aclaró
----No debe preocuparse porque usted no está enferma, sino que está esperando un hijo- le dijo sonriente.
----- ¿Un...qué?- Preguntó Mel, confundida
--- ¡Un bebé!- exclamó Demaris con  alegría
Melisa se quedó muda, sus ojos brillaban y se movían de un lado al otro, como si buscara  una explicación en el aire, sin darse cuenta que tenía frente a sus narices un milagro, algo que la unía a Román para siempre Y sólo atinó a decir:
----- ¿Qué debo hacer, doctor?
----Esperar, más o menos 6 meses. Pero deberá volver a que la controle dentro de 30 días. Por ahora, todo está en orden.
---Gracias doctor.-le dijo, emocionada  y se despidió.
A Melisa ya no le pareció antipático, sino un hombre muy sensible y discreto, ya que no le había hecho demasiadas preguntas.
Ya de regreso, Melisa se veía increíble, con esos ojos taponados  de alegría y ese rostro especial que suelen tener las mujeres cuando están embarazadas, mezcla de ángeles con duendes que se escapan de los cuentos o  de hadas perfumadas con olor a  jazmines.
-----Maruca se pondrá feliz porque estaba muy preocupada por ti- le dijo  Demaris.
------ Sí, estoy segura.
------ ¿Le hablarás a Román?
------Nunca. Él no debe saberlo.
---No entiendo. ¿Acaso no le dirás a tu hijo quién es su padre?
-----Algún día, pero ahora no quiero presionarlo
---Piénsalo Mel, él tiene tantos derechos como tú
---No sería feliz con este hijo. Cada vez que lo mire, sentiría culpas o remordimientos
---No puedes negarle a su hijo.
---Sí que puedo. Y tú no te atrevas a contrariarme, Demaris.- le previno
---Tú sabes que haré tu voluntad, pero Dios no te lo perdonará.
--- ¿Dios?
---Sí, Dios te ha dado un hijo para hacerte conocer su bondad. Pero tú no lo entiendes.
---No, no puedo entender eso.
No bien estacionaron  frente a la casa, Maruca salió corriendo Ellas entraron  en silencio y la negra se puso blanca de tan pálida.
--- ¿Es que no van decirme nada?- les preguntó ansiosa
--- No sé cómo decírtelo-comenzó a decir,  Melisa.
Por la cara de las dos mujeres, ella presentía que algo malo ocurría y estaba aterrada. Pero luego ellas echaron a reír y Melisa la abrazó con alegría, mientras le decía:
---- ¡Voy a tener un hijo, Maruca! ¡Eso es lo que me pasa!
--- ¿Me está haciendo una broma?- le preguntó ella
---No es broma, negrita pelo malo. ¿Y qué esperas para alimentarme?- exclamó,  llena de gozo.
----- ¿Y el padre del niño es...el señor cura?
---- Sí, pero te cortaré la lengua si se lo dices a alguien.
----Por mí no lo va a saber nadie, mi niña. Quédese tranquila- le dijo llena de dulzura
A partir de entonces, los días se hicieron largos. Maruca tejía como una abuela embobada, Demaris compraba de todo para el bebé y Melisa trabajaba todo el día porque estaba organizando su primera exposición en Caracas, por lo que ya habían viajado allí dos veces.
También habían elegido el salón, hablado con periodistas de la prensa escrita y de TV. y  realizado las invitaciones de acuerdo con una larga lista de invitados para el evento, que incluía a grandes personalidades de la cultura, la política  y el comercio. También había elegido un pseudónimo, Fanny Rey, en honor a Reynaldo porque no quería usar su apellido.
--- ¿Por qué elegiste Fanny?- le preguntó su amiga, mientras caminaban  una tarde.
---Me gusta. Si tengo una hija se llamará así- le dijo ella
--- ¿Y si es varón?
---Será una niña- le  aseguró.
Maruca estaba muy entusiasmada con los preparativos del parto y aunque faltaban meses, ya tenía todo el ajuar listo. Por eso, cuando vio que Damaris y Mel salían hacia el pueblo a comprar mercadería, les pidió:
--Traigan un canasto grande, para  preparar el moisés.
---Es demasiado pronto, Maruca- le dijo Mel
--- Yo sé sobre estas cosas, mi niña.
---Ya veo que no vas a dejarme decidir nada sobre mi bebé.- protestó ella
Cuando subieron al carro, Demaris trató de tocar el tema prohibido.
---- ¿Has pensado qué haría Román si lo supiera?
--- No quiero hablar de eso.
---Pero tienes que decidir qué haremos cuando nazca la criatura.
--- ¿A qué te refieres?
---No puedes criarla aquí. Tenemos que ubicarnos en una ciudad importante. Tal vez, deberíamos quedarnos en Caracas para que  dieras  a luz.
---Ya veremos, ahora debemos preparar allí la exposición- dijo ella.
Cuando regresaron con algunas mercaderías y las pinturas que habían hecho enmarcar, Maruca rezongaba por los temas de sus obras.
---Esto parece un zoológico. Todos animales, mariposas, monos, pájaros. ¿Es que no sabe pintar otra cosa, mi niña?
--- Mira negra buquenque, que  voy a pintarte a ti y será un zoológico completo- le dijo riendo
Su humor había cambiado. Estaba feliz y hasta solía cantar, porque  los días transcurrían en calma a pesar del trabajo.
Habían seleccionado más de 40 óleos y ahora los embalaban para que el transporte los trasladara a la Capital.
Cuando terminaron de organizar la publicidad,  Melisa estaba en la parte final de su embarazo. Su ánimo era perfecto y su estado general era muy bueno. Se mostraba muy activa y entusiasta por todo lo que hacían.
Faltaban 15 días para la exposición cuando decidieron trasladarse a Caracas. Demaris había logrado convencer a Melisa de rentar un apartamento cerca de la clínica para que estuvieran más tranquilas  y seguras a la hora del parto.
La muestra resultó un rotundo éxito. El nombre de Fanny Rey comenzó a difundirse por los periódicos y la televisión. La exposición permanecería durante un mes en la Capital y ya tenía reservada una sala en Maracaibo para dos semanas de exposición.
Una noche, antes de que la muestra finalizara, Melisa aceptó un reportaje televisivo, con la condición de que no se la mostrara de cuerpo entero, porque quería preservar la noticia de su embarazo. Y la nota  se realizó en directo,  por un canal de alcance nacional e internacional, lo cual demostraba la trascendencia de su obra,  que recibía todo tipo de halagos de la gente especializada.
Una vez finalizado el reportaje, Melisa se aprestaba a abandonar el canal, cuando un empleado le dijo:
-----Sra. Fanny Rey, hay un llamado para usted
Melisa no sospechaba que la voz que oiría en el receptor sería la de Román y cuando se percató de ello, su corazón casi se detuvo.
--- Melisa, habla Román, acabo de verte en televisión. -dijo él
---- No conozco a nadie con ese nombre- aseguró ella, antes de colgar.
Demaris la vio llegar con el rostro desencajado, su respiración entrecortada e inmediatamente pensó que estaba con trabajo de parto.
---- ¿Qué te sucede Mel?
---Román me ha localizado, debemos irnos de Caracas- le dijo seriamente.
---No podemos vivir huyendo. ¿Te habrá visto embarazada?
---Pide la grabación Demaris, por favor.
Las dos se sentaron a observar la grabación del programa que había salido al aire y se sintieron aliviadas, porque se había cumplido la exigencia de Melisa de que  no la mostraran embarazada.
Al día siguiente, prepararon la mudanza y partieron hacia Maracaibo, adonde continuaría la exposición.
La ciudad era un sitio de singular belleza y su gente era encantadora, de modo que se sintieron muy cómodas en la nueva residencia.
A Melisa le faltaban días para dar a luz y el aire del mar le hacía muy bien.  Desde la ventana de su nuevo apartamento se observaba la playa.
Y el mismo día de la inauguración de su muestra nació Fanny, que en opinión  de Melisa, era idéntica a su padre.
---Mira lo bella que es- le dijo a Demaris, mostrándosela.
---Se parece a ti- la corrigió ella
--- ¿Tú qué dices, Maruca?- le preguntó Mel
---- Que es igual a  la tía- exclamó mirando a Demaris.
Durante los días que duró la exposición, ellas se mantuvieron en el apartamento gozando de la presencia de esa niña, que a cada instante les robaba el corazón con esa inocencia traslúcida de los recién nacidos.
Melisa se veía dichosa y sus triunfos como artista se sumaban a la euforia de ser madre y de poder  disfrutar de su hija.
Pero tenían que salir de Maracaibo. Era peligroso quedarse en el lugar donde se había hecho la muestra, ya que Román  podía localizarlas.
----- ¿Otra  vez debemos marcharnos?- protestó Maruca.
--- Buscaremos un sitio adonde podamos quedarnos por un largo tiempo, te lo prometo.- la tranquilizó Mel.
 El amanecer gritaba en el cielo sus rojos y amarillos, mientras las flores de la plaza sangraban su perfume para atraer a las avispas y abejorros.
Las tres mujeres se disputaban a la niña para llevarla en brazos y ya  estaban listas para volver a mudarse, aunque lamentaban tener que salir de allí, una ciudad a la que todos quieren disfrutar, a pesar de  sus defectos, sus contradicciones y sus peligros, pero  también estaba repleta de virtudes, de gente buena, de colores y agitación.
Maracaibo es una ciudad que te lleva, te arrastra en su torbellino de luces, de canciones, de caderas moviéndose para alegrar la vista. Pero en fin, también había otros lugares bellísimos en  ese país tan codiciado por los piratas del nuevo siglo, debido a su incalculable riqueza petrolera.
Y partieron temprano, llevándose consigo un puñado de recuerdos, de sueños incumplidos, de temores infundados, de ternuras a flor de piel., mientras Fanny dormía en sus brazos.
         
  UNA ISLA LLAMADA MARGARITA
Era domingo y  Román no quería dar misa, por lo que Antonio tuvo que ocupar su lugar.
El hecho de  haber visto a Melisa por televisión lo había alterado, principalmente, porque ella se había negado a hablarle. Los recuerdos vividos con ella en Caracas, volvieron a su mente para torturarlo hasta hacerlo sentir una bazofia o un alaco, a los ojos del Señor.
Ya no tenía sentido esperar a que ella viniera por él porque, sin dudas, ella no quería verlo más.
Antonio se había percatado de su horrible estado de ánimo y no bien concluida su misa, él le pidió a Román una conversación  en privado.
-----Creo que tu conducta no es propia de un sacerote, Román.  Hoy te negaste a dar misa y quiero saber qué te ocurre- le dijo, seriamente.
----- ¿Qué vas a reprocharme, Antonio?
---- Nada que tú mismo no puedas reprocharte. Veo que declinas en tu fe y ya no eres sincero conmigo.
---- La vi. Antonio, Melisa Cerdeño es Fanny Rey y le hicieron un reportaje en  televisión.
---  ¿Era  ese el problema?
----No es el problema,  es el amor ¿Entiendes?
Antonio no le respondió.Pero su silencio era elocuente.
--¿No vas a decirme nada, Antonio?
----Tienes que seguir a tu conciencia- le dijo.
---Quiero irme a otro lugar. Aquí siempre voy a tener  la esperanza de que ella vuelva, Antonio.
---Hazlo Román, pide que te trasladen. Pero sabes que no puedes alejarte ni huir de lo que llevas en el corazón.- le dijo Antonio
----Voy a extrañarte-le dijo Román.
----Yo también, pero iré a visitarte.
En dos meses Román se trasladaba a una parroquia de Caracas, la más importante del centro de  la ciudad.
Por su parte, Melisa había comprado una casa en la isla Margarita, con la intención de quedarse  un largo tiempo, al menos, el que fuera necesario para desperezarse de tanta angustia contenida, de tanto sabor a hiel  en los panecillos de su vida.
Su amiga colaboró con la decoración y la elección de  los muebles, de la ropa de cama, de los manteles y en cada detalle, pensaban en la pequeña Fanny, que debía crecer disfrutando de toda esa belleza caribeña y de la compañía de esas tres mujeres que estaban dispuestas a hacerla feliz, sin que nadie pudiera empañarles la paz.
Demaris planeaba volver a Carúpano por unos días, para controlar sus negocios,  que habían quedado a cargo de su hermana, aunque  quería regresar pronto porque estaba muy contenta con la nueva residencia.                Melisa le ofreció su carro para que saliera esa misma noche.
Durante el trayecto podía apreciar a la gente de la Isla que circulaba por las Avenidas en todas direcciones. Las mujeres ataviadas con esos vestidos típicos y coloridos  y algunos hombres con esos tradicionales trajes blancos con guayaberas y  mancornas que le cerraban el  cuello. Ese atuendo era tan tradicional allí, como la yuca en los desayunos tropicales.
Demaris estuvo con su hermana un par de días, verificando que todo estuviera en perfecto orden. Luego fue a casa de Mel, donde el jardinero le dio la correspondencia  y le informó que todo seguía muy bien allí.  
La última tarde que estuvo en Sucre,  tuvo deseos de ir a la capilla  para saber de Román, aunque Melisa  se lo había prohibido Y lo hizo.
Entró como cualquiera de los feligreses y se acomodó en un banco. La misa no había comenzado  y aprovechó para preguntarle a una señora:
--- ¿Quién va a dar la misa hoy?
---El padre Antonio- respondió ella.
--- ¿Y el  otro padre, que se llama Román? - insistió ella.
--- Él ya no está más aquí, porque se ha ido a otra iglesia - dijo la señora.
--- ¿Pero va a volver?- preguntó Damaris.
---Me dijo el padre Antonio que no volverá- aseguró ella.
--- ¿No sabe usted adónde fue?
---No, pero puede preguntarle al padre Antonio- le explicó la mujer.
----No, gracias. No tiene importancia- le dijo ella.
         Demaris se retiró antes de que Antonio diera su tradicional misa de la tarde.
       Y cuando llegó a la isla, le contó a Melisa lo acontecido y ella se quedó conmovida  con la noticia.
---- Debiste preguntarle a Antonio- le dijo Mel, con disgusto.
---No te entiendo, primero me prohíbes que averigüe y luego me dices que...
-----Perdóname, Damaris, tienes razón.
Maruca llegaba en ese instante con Fanny en brazos y Demaris aprovechó para tomarla entre los suyos
----- ¡Venga con su tía! - exclamó.
---- Cada día se parece más al padre- dijo Mel.
---No es cierto, se parece a ti. ¿No es cierto Maruca?
---- ¡Es la cara del señor cura!- exclamó la mulata.
---No lo nombres, ya sabes  que nadie debe saberlo en este lugar. El padre de la niña murió ¿Entiendes?- dijo Mel.
----Tiene razón. No hicimos tantas mudanzas, para estropearlo todo- dijo ella, retirándose a la cocina.
Con el correr de los días  se fueron afincando en ese sitio tan acogedor y se hicieron amigas de un matrimonio que vivía a la par.
Alexis y Leyla, eran una pareja  que tenían alrededor de cuarenta años. Tenían un hijo varón de ocho años  que se llamaba Roque y que  lamentablemente, tenía un retardo mental, con muchas dificultades para expresarse y requería la constante atención de sus padres. También una nena de seis años que era muy pequeña para comprender los problemas de su hermano.                                                  
El más afectado por la situación parecía ser Alexis, quien evadía los compromisos sociales y  se sentía abandonado por su esposa  quien se dedicaba por entero a su hijo minusválido. Él solía salir a navegar y regresaba siempre con algún pescado pasa asar.
Una tarde, él volvía de navegar con dos dorados de mar  y los mostraba como trofeos a Melisa, quien en ese momento, salía al jardín.
---Vengan  esta noche a compartirlos con nosotros- le dijo él, sonriente.
---Bueno, llevaremos unas cervezas- exclamó ella, antes de que él entrara a la casa.
Esa noche, Melisa y Demaris se prepararon para visitar a sus vecinos, mientras Fanny quedaba al cuidado de Maruca, para no molestar a Alexis, quien se ponía muy nervioso cada vez que su hijo tocaba a la niña o la hacía llorar.
Y era evidente que el peso de sobrellevar la deficiencia de Roque, había resentido sus relaciones matrimoniales. No había diálogo entre ellos, si bien cada uno hablaba con las  invitadas
Por suerte, ellas le resultaban unas alegres trotamundos con muchas anécdotas que contar y sus charlas se hacían cada vez, más frecuentes.
Ambas familias se complementaban. Mel se sentía más protegida con Alexis. Y ellos se mostraban más  felices en su compañía y todas las noches, acostumbraban reunirse con cualquier pretexto.
La vida en la Isla, se hacía cada vez más tranquila. Melisa se dedicaba a pintar con  entusiasmo, mientras su hija no dejaba de crecer. Aunque a veces la angustia solía empañarle los cristales.
            UNA TARDE SINGULAR
Pero el tiempo trituraba los restos de tristeza y adormilaba sus pasiones.
Hacía un año que estaban en la Isla y se sentían muy  dichosas con Fanny, que estaba cada vez más vivaracha y  ya había dado  sus primeros pasos.
Y aunque Demaris no quería dar el brazo a torcer, la niña era idéntica a su padre. Y Melisa la había retratado en sus óleos tantas veces, como recordaba haberla visto dormir. Porque  aparte de ser su hija, cada vez que la miraba, veía al hombre que más había amado en su vida.
Y solía ir a la playa con su caballete  y sus pinceles,  para capturar a las embarcaciones de todo tipo y tamaño, que navegaban en las aguas antillanas que eran  un paraíso imposible de imitar.
Junto a Demaris, había acompañado muchas veces  a Alexis a navegar y hasta habían intentado pescar, aunque sin éxito. Él se había convertido casi en un padre para Fanny.
Una tarde, Melisa descansaba en un chinchorro, de esos  que no faltan en  cualquier casa de la costa, cuando Alexis llegó para platicar, aprovechando que estaba solo.
--- ¿Y tu hija?- le preguntó Alexis.
----Salió con Maruca y Demaris de paseo- dijo Mel.
----Leyla fue al médico.
__¿Qué pasó?-dijo Mel.
----Nada. Siempre se hace un control.
--- ¿Quieres cerveza? -le ofreció ella.
---- Bueno, pero ¿Puedo preguntarte algo?-le dijo él.
---- ¿Sobre el padre de Fanny?- se adelantó ella.
--- ¿Cómo supiste?
---Me extrañó que nunca antes lo hicieras.
--- ¿Eres viuda?-le preguntó.
---No, soy soltera.
--- ¿Y él?
---También. Pero es un sacerdote.
Alexis se quedó anonadado, mientras sus ojos  expresaban su desconcierto. Pero Melisa le ahorró el trabajo de seguir preguntando y le contó todo, evitando dar nombres y datos que pudieran identificarlo. También Alexis se distendió con los pormenores de su vida y le hizo saber que no amaba a Leyla y que su vida se había convertido en  un calvario, desde que naciera Roque con su minusvalía.
Le confesó que no le parecía justo divorciarse de ella, porque el niño era una carga que ambos debían soportar. También le dijo que hacía mucho tiempo que con su esposa las relaciones no eran más que una sacrificada convivencia.
Melisa se sentía muy bien hablando con Alexis, porque era un hombre inteligente y culto con el que se podían tocar todos lo temas.
Pero con el correr de los meses se fue dando cuenta de que las atenciones de Alexis no eran las de un simple vecino y que había algo más que un sentimiento de amistad.
Y esos pensamientos fueron corroborados una tarde cuando ella se encontraba en la playa pintando un bombote y Alexis iba a navegar y se acercó para saludarla.
---- ¡Eres una verdadera artista!- exclamó al ver su óleo en el caballete.
--- No está terminado. Pero por hoy, ya es suficiente- dijo guardando los pinceles.
---Entonces, te invito a navegar- le dijo él
---Es tarde y quiero ver a mi hija- le dijo ella.
---No uses alilayas para escabullirte, Mel.
---Prométeme que volveremos enseguida y que no irás a mucha velocidad- le dijo ella.
---- ¿Tienes miedo?
---- Sí. Y no te rías porque te daré un macuco-le dijo divertida.
Alexis no pudo dejar de reír por la reacción de Mel.
--- ¿De qué te ríes papirote?
---No sigas con tus saconerías, Mel.
El rosicler del cielo denotaba lo avanzado del crepúsculo, la brisa se olía dulce a pesar del salitre y hasta el aire parecía rubescente cuando ambos embarcaron.
Al cabo de unos minutos, la costa se veía alejada y él elevó la velocidad haciendo gritar a Melisa, que se aferraba al asiento con los ojos llenos de pánico.                       
Alexis se divertía haciendo girar la lancha para provocarle vértigo y las olas se convertían en una cortina de agua a su paso.
-- ¿Qué haces? ¡Vas  a botarme al agua!- gritaba ella
--No te pongas corisca y deja de echar roncas, Mel- le dijo deteniendo la marcha.
--Eres un verdadero elato, menos chébere que un sapo y no volverás a embojotarme- le dijo ella, enojada.
---- Me gustas Mel. Nadie me ha gustado tanto  como tú- le dijo, acercándose a ella.
---- No debes confundir la soledad con otra clase de sentimientos- le advirtió ella
--- Estoy loco por ti y lo sabes- dijo como en un susurro, antes de besarla.
----No nos confundamos, Alexis. No estamos solos en este mundo donde están Leyla, Ana y Roque, no lo olvides- le dijo ella
--- ¡Y ese cura desgraciado!- Exclamó él, con furia.
---Sí, también ese maldito cura- asintió Mel.
---Deja que te ame y lo olvidarás.
---Volvamos a casa, por favor, Alexis-le pidió.
----- ¿No tengo esperanzas?
----Siempre las hay. Uno nunca sabe adónde nos conduce el dolor- dijo ella, tristemente.
---Quedémonos un rato más.
---Otro día, ahora debemos volver.
Ya en la costa, bajaron  el atril con la pintura y regresaron en silencio. Cada uno, encerrado en la intimidad de cada cual, tratando de no caer en los enredos de las pasiones efímeras, con que la vida suele tejer sueños imposibles.
Al llegar frente a sus casas, se despidieron en la puerta, como si nada hubiera sucedido.  Y ella se apresuró para ver a su hija, que dormía con una manito aferrada a los barrotes de su cuna.
Maruca y Demaris le sirvieron una piña colada, que ella bebió sentada en  los chinchorros de la galería.
  Era una noche calurosa, de esas que te cansan cuando ya estás cansada. Hasta los árboles parecían agobiados a esa hora, cuando sólo las mariposas duermen bajo el diáfano cielo que las protege.            
Entonces, imaginó a los gatos, amándose en los oscuros rincones de los techos o bajo la luz de los faroles callejeros. Y escuchó a los grillos prodigarse gritos de amor en todas partes. Y se sintió muy triste al pensar que otro amanecer  le iba a nacer torcido, como siempre.
Y llevada en vilo por recuerdos que quería olvidar, empezó a pensar en reencausar su vida, antes de que las horas encerraran su juventud como en  una lata de conserva, con fecha vencida. Tenía que darle un fin a ese  litigio constante que no le daba tregua y que le impedía sentir amor por nadie más.
Y pensó en Alexis. Él era perfecto, tolerante, comprensivo, protector y además, amaba a Fanny.  Todavía sentía la pasión  de ese único beso que le había dado y que había logrado despertarle los sentidos.
No sería fácil, pero él era su tabla de salvación.
Esa noche, Melisa se fue a dormir tarareando esa canción de amor que solía cantar en su adolescencia. Y con la mente puesta en esa ilusión imaginó piedritas de colores alrededor de su cuello.
               
               ENTRE EL MURO Y LA ROCA  
Sabiendo por Demaris que Román no estaba en Carúpano, Melisa decidió acompañarla en uno de los viajes que ella hacía por razones comerciales.
Salieron al amanecer, dejando a  Maruca al cuidado de la niña, que crecía sana y llena de dicha en ese mundo fantástico, que las tres mujeres habían creado para protegerla.
No bien llegaron, fueron a casa de Melisa y visitaron a Araima, con quien pasaron dos días, relatándose los pormenores de todo lo acontecido durante el tiempo en que no se vieron. Recién entonces, Araima se enteró de la existencia de Fanny.
--- Debiste avisarme, yo hubiera viajado para  conocerla.- protestó Araima
---- Teníamos miedo de que él se enterara. Perdóname, estaba muy perturbada.-le aclaró Melisa.
---- Yo creí que la fama te había obnubilado y te habías olvidado de mí- le dijo ella-
---- Sabes que no. Y me pone muy contenta el que tú estés por casarte con Walter.
---- Recién el año próximo- le recordó.
---- Quiero que vayan a visitarme- dijo Mel.
-----Lo haremos No sabes cómo deseo conocer a tu hija.
Melisa parecía haber vuelto a su pasado, aunque  no quiso saber de Red.
Y cuando emprendieron el regreso, Demaris y Melisa  hablaron de Alexis.
----- No sabes todo lo que me dijo, Demaris, sobre su vida y su matrimonio-le comentó ella.
---- Me doy cuenta de  que no son felices, pero por Roque, él no puede tomar una decisión - dijo Damaris.
---- Es cierto, es todo tan difícil.
---- ¿Qué piensas hacer, Mel?
---- No puedo aceptar esa relación.
---Te has vuelto puritana. ¿O no te agrada?
---- Me gusta, pero hasta los más desprejuiciados tenemos nuestros límites- agregó ella.
---- ¿Y cuál es el tuyo?
---- Su hijo. Si fuera normal no sentiría culpas. Tal parece que mi destino es toparme con imposibles. También está Leyla-dijo Mel.
---- No me digas que por ella también temes sentir remordimientos.
---- No es eso. Ella me da mucha pena y  él no podría vivir con la pesadilla de haberla dejado en esas circunstancias.- le explicó Mel
----- No habría diferencia con Román. Ambos estarían llenos de culpa. ¿Verdad?
----- Es cierto.  Voy a terminar convirtiéndome en un vegetal, Demaris.
----Eso no debes permitirlo. Además, no es necesario que deje a Leyla ni a su hijo. Pueden vivir un romance secreto- le dijo Demaris.
----- Hay una película que se llama "Vecinos y Amantes".¿No la has visto?
----- Y qué esperas para comenzar el rodaje-dijo Demaris, riendo a carcajadas.
--- Alexis es un buen personaje, es abogado, culto, sensible, tierno y está muy chébere, pero voy a resistir, Demaris.
-----Serías una tonta.
.---- ¿Y tú qué tan lista eres? ¿Acaso sales con alguien?- le preguntó Mel.
---- Hablemos en plural.
----- Ah, bueno. ¿Hablas en serio?-le preguntó Mel.
----- Sí, estoy viendo a varios. Me gusta un médico  pero es casado. ¿Sabes?
------ ¿Y me propones  que yo sea desprejuiciada?
------ Es una broma, él es soltero- dijo ella.
Cuando llegaron al embarcadero, lo hicieron justo a tiempo para alcanzar el último cruce. Y cuando llegaron a la isla. Alexis se acercó a  saludarlas, al verlas por la ventana de su casa.
  --- Las he extrañado- les dijo, mientras las ayudaba a bajar los bolsos
  ----- Gracias Alexis - le dijo Mel.
---Maruca salió a dar un paseo con Fanny- les comunicó, mientras miraba embelesado a Melisa.
---- ¿Cómo están Leyla y los niños?- le dijo Demaris.
----Todo en orden- respondió él.
----- ¿Están en la casa?
---- Sí, pero Leyla está con jaquecas- aclaró.
---- Les traje unos lentes de sol y algunos obsequios para  los chicos- le dijo Mel.
----- No te hubieras molestado. Yo tengo preparada la cena y quiero invitarlas. Las espero  en media  hora- les propuso él.
---- No, no queremos molestar a Leyla.- le dijo Mel.
---No te preocupes, todo estará bien.-dijo antes de salir para  su casa.
Maruca no tardó en regresar con la niña acurrucada en su regazo y al verlas allí, se la entregó a Damaris, que la reclamaba con sus brazos abiertos.
---- Mira qué grande está-- comentó ella.
----- ¡Venga con su mamá!- Exclamó Mel 
Fanny sonreía. Estaba cada vez más vivaracha y cada día, hacía un gesto nuevo. Pero cansada por el paseo, enseguida se durmió.
Melisa y Demaris se ducharon y enseguida estaban listas para ir a la casa de sus vecinos.
Allí las aguardaba una mesa arrebolada con un mantel de colores y algunas flores sobre las servilletas. Todo parecía una fiesta.
---- A quién van a agasajar- preguntó Demaris.
--- ¡A las mujeres más bellas de Venezuela! - respondió eufórico Alexis, que ya había bebido algunas cervezas.
Su mujer lo miró con extrañeza y a partir de ese instante, se mostró muy seria. Las invitadas se percataron de su disgusto y se sintieron incómodas.
Leyla no era una mujer hermosa y por esa causa, parecía sentirse inferior. Y aunque de tanto en tanto, fingía sonreír, no estaba atenta a la conversación como otras veces.
A Melisa no le gustaba el comportamiento de ella y supo, en ese momento, que ella era una mujer falsa que pretendía ocultar sus celos. Por eso, prefirió  regresar temprano a su casa.
Al llegar, ambas se recostaron en los chinchorros a platicar sobre lo ocurrido.
---No puedo tolerar la falsedad en las personas- protestó Mel.
---Alexis no merece una mariparda como ella. -dijo su amiga.
---Creí que era diferente. Pero no puede disimular la envidia que nos tiene. Nos miraba con recelo. Realmente no la entiendo- dijo Mel.
----Y lo peor es que quiere mostrarse simpática y nos sonríe a flor de labios. Recién hoy la he visto tal cual es- agregó Damaris,
--- ¿Has notado que cuando él nos habla ella siempre interrumpe con algo de Roque? Es como si quisiera recordarle su responsabilidad-comentó Melisa.
---Usa a su hijo para retenerlo- dijo su amiga.
---Lo cual no significa que no lo ame, claro. Pero lo usa. Yo no volveré a ir a su casa. - le aseguró Mel
---Tienes razón, pero ahora vamos a dormir -le propuso Damaris.
Las palmeras sonaban como un arpa, movidas por el viento en la oscuridad del jardín. El aire estaba fresco y por ello, las habitaciones parecían más cálidas, a tal punto, que pusieron los acondicionadores a toda máquina.
Melisa se quedó pensando en Alexis y antes de dormirse, recordó su beso y algo parecido a la ternura le diluyó la piel.
A la mañana siguiente, al levantarse, encontró una nota de Maruca  donde le decía que habían salido de compras con Fanny.
Estaba desayunando cuando el teléfono sonó pero al atender, la comunicación ya se había cortado. En ese instante sonó el timbre y corrió a la puerta. Era Alexis preguntando por Fanny.
---  Ella ha salido, pero pasa,  por favor.
--- ¿Estás sola? -dijo tomándola entre sus  brazos.
---Déjame, que no estoy de humor- le dijo ella, apartándolo.
--- ¿Qué te sucede?
----Siéntate, quiero que hablemos sobre lo de anoche.
---Ya sé lo que vas a decirme sobre las actitudes de Leyla.
--- No quisiera tener roces con ella.
--- Ella nunca ha demostrado celos y ahora no me interesa que  los tenga- protestó él.
---Prefiero mantenerme alejada de tu casa. Y tú no vengas aquí, pues no quiero conflictos-le pidió.
---No estoy dispuesto a tolerarle eso ¿No será que estás tratando de alejarte de mí?
---No, no es eso. Pero es mejor que cortemos  nuestra relación.
--- Nunca. Eres la única persona que me hace bien en este mundo.
Entonces  la estrechó en sus brazos y sus caricias despertaron la pasión de Mel, que respondía a sus ardientes besos.
Por suerte, sonó el timbre y ella salió a atender.Era el  cartero, que  le entregó un sobre.
-----Es mejor que te marches, me siento muy incómoda contigo -le dijo ella.
--- Te espero en el muelle, Mel.
---No iré, Alexis.
--- ¿Qué es lo que pasa? Tenemos que hablar sobre nosotros.
--- "Nosotros"  es demasiado plural para los dos.
--- ¿Me pides que renuncie al amor?-dijo él.
--- A las complicaciones del amor. Tú nunca serás libre, Alex
--- ¿Estás pidiéndome que elija?
---Nunca lo haría. Quise decir que no serás libre de ti mismo.
---Eres cruel ¿Lo sabías?
--- Mejor libérate de mí, Alexis.
----Estás pidiéndome que me vaya para leer la carta de ese maldito cura- le dijo él.
--- ¡Vete! Y ya no insistas- le pidió.
       Cuando abrió la puerta para salir se encontró con su mujer que venía hacia su puerta, visiblemente furiosa.
-----Si vienes por mí, ya me iba- dijo él, para tranquilizarla.
--- ¡Ustedes están abusando de mi paciencia! -dijo  enfrente de Mel.
---Pasa Leyla, no está bien que te quedes  afuera, si es que vienes a aclarar alguna cosa.-le dijo ella.
     Leyla dudó un instante y luego entró, pero no aceptó sentarse
--- ¿Qué te trae por aquí? -le preguntó Melisa, serenamente.
--- ¿Y todavía lo preguntas? -le dijo.
---- Preguntártelo es una simple formalidad- le aclaró ella.
---Veo que Alexis tiene más interés en estar en tu casa que en la nuestra. ¿No adivinas por qué?
---Mejor sería que pensaras por qué no prefiere  la tuya.  ¿No crees?
Alexis estaba nervioso y las miraba alternativamente, pero sin inmiscuirse en la conversación.
----Creo hacer lo suficiente como esposa, pero con él  no logro nada.
----- No Leyla, tú haces más de lo que hace  cualquier esposa- le dijo Mel.
---No entiendo lo que quieres decir-dijo confundida.
----Te esfuerzas demasiado en hacerlo sentir culpable por un hijo anormal. Y con eso, pretendes retenerlo toda la vida. ¿No?
---Basta, por favor - les pidió él.
---No Alexis, esta señora ha venido en busca de respuestas y sería una descortesía de mi parte, el que no se las diera- le dijo Melisa.
---- Tú eres parte interesada en este asunto ¿ O no Mel?-le dijo Leyla,  con ironía.
---Hasta hace un instante, no lo era. Pero ahora, voy a tomar parte en este asunto, créeme - la desafió.
--- Tienes una hija sin padre y eso habla a las claras de lo que  eres capaz- le dijo ella.
Entonces, fue  Alexis quien  la tomó de un brazo y Mel pensó que iba a abofetearla.
--- Déjala Alexis. Ella no me ha ofendido- le dijo, tratando de calmarlo.
Leyla dio media vuelta y salió hacia su casa en silencio, mientras él estaba tan confundido, que daba pena verlo. Mel lo sacó del apuro y le ofreció un Whisky mientras lo consolaba.
----Ella no te merece, Alexis.
---- Disculpa estos agravios Mel, hubiera querido evitarlos. ¿Pero qué puedo hacer con ella?
--- Divórciate.
--- ¿Y qué pasará con mi hijo?- le preguntó.
----Llévatelo contigo. Rehabilítalo en una  buena institución  y deja de compadecerlo. Pero no permitas que ella lo use en tu contra.
---- ¿Cómo lo atenderé? No podré trabajar.
---- Toma una persona para que lo cuide. Hay especialistas que lo ayudarán.
----No sé si pueda hacerlo, Mel.
---Claro que podrás, yo voy a  apoyarte.
----- Gracias, Mel -dijo, intentando abrazarla.
---Así no es, como  voy a ayudarte.-le dijo.
--- Te amo.
---Dame tiempo y no me acorrales con tu pasión. Ahora vete, Maruca y Demaris deben estar por llegar y no quiero que te encuentren aquí.
----Hasta luego, Mel - le dijo, dándole un beso suave sobre los labios.
Melisa cerró la puerta y se sirvió otro Whisky. Y luego otro. Y la figura de Román apareció ante ella, por efecto de mezclar el alcohol con sus emociones.
 Y recordando las palabras de Leyla sobre el padre de su hija, arrojó  el vaso contra el piso con toda su furia.
--- ¡Maldito seas, Román!- gritó.
Melisa tenía la sensación de estar vacía y Dios se le presentaba  como un gladiador que ella no podía vencer o como una idea que no podía destruir. Y dejándose llevar por su desconcierto y por los recientes tragos, comenzó a hablar con Él
---- ¡Ríete monstruo sagrado! ¡Vamos, ríete de mí y del mundo que creaste de la nada! Eso es lo que eres. ¡Nada! Yo no te tengo miedo y no podrás conmigo. ¿Entiendes? ¡Satanás de los cielos!
Mel se echó a reír. Estaba como  loca. ¿Con quién hablaba? ¿Y por qué tenía lágrimas en los ojos mientras reía?
En ese momento llegaban Maruca, Demaris y Fanny.
                                                   
---- ¿Qué ha ocurrido?- Preguntó Maruca al ver los vidrios en el piso.
---- Es sólo un vaso que se cayó - dijo ella, tratando de mostrarse normal.
Cuando Maruca y la niña se fueron a la cocina para preparar la cena, Demaris indagó a su amiga.
--- ¿Qué ocurrió realmente? -le preguntó.
Melisa le contó  todos  los detalles y luego se lamentó de Leyla.
----Es una pobre mujer. Le tengo lástima.
----El pobre es Alexis, no quisiera estar en su piel-exclamó Damaris.
---Si al menos pudiera amarlo- dijo Mel.
---Sería  como un bálsamo para los dos.
---Nunca el amor es un bálsamo sino un torbellino, donde se mezclan el  placer y dolor.
 ---Te veo triste- le advirtió Damaris.
------Estoy cansada y un poco borracha. Dile a Maruca que no voy a cenar, es mejor que me vaya a la cama.
---- Está bien Mel, que descanses.
Ya en su cuarto, Mel se arrojó sobre su lecho para desparramar  su cansancio, que no se originaba en su cuerpo sino en su espíritu.
Se sentía presa del tedio, saturada de ayeres reprimidos y de presentes sin resolver. Se sentía pequeña, como una rata perseguida por la escoba y por las siete pestes de Egipto. Tenía una larga lista de sueños no cumplidos, de besos que olvidar  y de silencios que hablaban por ella. Ya no sabía distinguir el amor de la tristeza y no encontraba razones para llevar sus  penas a  otra  parte.
Pero su cuarto era  el mejor lugar donde permanecer sin estar presente, donde el aire no se turbaba ante la contemplación de sus amores imposibles, ni ante el escándalo de sobrevivir al deseo de querer morirse.
Y como los caminos del amor no tienen rumbo, se dejó llevar por la imaginación hasta su infancia, cuando no había reproches para hacerle al mundo, ni a la vida. Cuando era feliz, con los castillos de arena y aquellos príncipes que nunca llegaban hasta la  playa.
En esa época, todo era azul, de aguas trasparentes y profundas, donde la paz navegaba encerrando las horas  en botellas de vidrio, que luego encontraban los duendes del  amanecer.
La vida era, a veces, un montón de horas insoportables, pero había que continuarla hasta el final.
                   UN NIDO EN EL MAR
Cuando Román vio al padre Antonio entrando a su cuarto, se alegró. Seguramente había venido desde Carúpano tan sólo para verlo y eso  lo llenaba de regocijo.
Se abrazaron efusivamente y Antonio pudo apreciar que él tenía unos kilos más, que los que tenía cuando dejara la parroquia, lo que le hacía suponer que se había recuperado anímicamente.
---- ¡Qué alegría Antonio! Ven que quiero mostrarte todos los rincones de este verdadero monumento histórico que acabas de pisar- le dijo, conduciéndolo por el  edificio de su iglesia.
----Yo lo conocía desde afuera, pero jamás entré aquí-le comentó Antonio.
----- ¿Y cómo está todo por allá?
----Todo sigue igual, Román. ¿Y tú?
--- Me ha hecho bien venir a Caracas, porque aquí puedo ver a Reynaldo. Si lo vieras, es todo un artista, con ropa nueva, modales finos, te quedarías encantado.
--- ¿Qué sabes de Melisa, Román?-le preguntó, sin rodeos.
-----Nada.
 Trató de disimular el impacto de la pregunta y la emoción que le provocaba el oír ese nombre, pero Antonio se percató de todo.
---Veo que aún no lo has superado, amigo mío.
---No Antonio, es una cruz que llevo sobre mis espaldas. Tal vez, con el tiempo pueda lograrlo.
----El tiempo no sirve sin la voluntad, sin el espíritu fortalecido por la fe y el sacrificio.- le observó Antonio
---Estoy tratando de lograrlo.
---- ¿Qué pasaría si ella se presentara delante de ti?
---No lo sé, ni quiero saberlo.
----Entonces no lo resolverás jamás-le sentenció Antonio.
---A veces, tengo ganas de renunciar a todo esto y convertirme en un simple hombre ¿Sabes?
----Espera un poco más y si no lo logras tendrás que  hacerlo,  Román.
---Me siento un pecador y eso me atormenta- dijo.
----Trata de hallar la paz que  necesitas- le recomendó su amigo.
----Si no lo logro en un tiempo prudencial, abandonaré la vida eclesiástica, te lo prometo.
---- Ahora, vamos a ver a Reynaldo. ¿Quieres?
-----Se pondrá muy contento al verte ¡Ya lo verás!
Y así fue, porque Rey los recibió eufórico por la alegría y les mostró las pinturas y  todo su progreso. Antonio se sintió complacido de que estuviera tan bien cuidado, tanto en lo físico como en lo espiritual. Permanecieron con él toda la tarde y por la noche, Antonio prefirió regresar a Carúpano, alcanzando el último autobús. No podía quedarse por más tiempo a pesar de la insistencia de Román, quien se quedó triste ante su partida y prometió visitarlo a la brevedad.
Mientras tanto, Melisa preparaba una nueva exposición en Caracas, que tendría lugar en seis meses. Trabajaba intensamente en paisajes marinos que eran sus  preferidos. Pero en medio de su entusiasmo irrumpió Damaris, tan feliz como nunca la había visto.
--- ¿Qué sucede?-le preguntó al verla.
----Me he enamorado, Mel. ¡No bien lo vi, me enamoré de él!
---- ¿De quién? ¡Cuéntame Damaris!-le dijo, sentándose a su lado.
-----El comienzo no fue muy simpático. Él  enganchó mi paragolpe con el suyo mientras estacionaba su carro y me puse de mal humor. Luego lo desenganchó y vino a pedirme disculpas. Y lo vi, Melisa. ¡Era  un cuarto de bate! Tenía unos ojos, una voz, unas manos -dijo embelesada.
--- ¡Si te vieras la cara, Damaris!
----Me invitó un trago, platicamos  y me deslumbró- dijo, absorta.
----- ¿Así de simple?
-----Así no más. Pero eso no es todo, esta noche iremos a bailar, a echar unos palitos por algún lugar de la costa, de modo que no me esperes hasta el amanecer.
-----Dime qué hace, cómo se llama, si es que le preguntaste-le dijo Mel.
-----Su nombre es Lucas, es moreno, tiene ojos negros, vive del otro lado de la isla y es ingeniero-le comentó su amiga.
----- ¿Es soltero?
-----No lo sé. Pero dime Mel ¿Qué sabes de Alexis y  de Leyla?
-----A él no lo he visto y Leyla no deja que sus hijos vengan por aquí.
---Creo que es lo mejor. Ahora voy a ducharme y luego hablaremos-dijo Damaris.
---No,  me voy a la playa porque estoy pintando un bombote y no quiero perderlo de vista.
---Bueno, ve y diviértete- exclamó ella.
Al llegar a la costa, Melisa desistió de su idea de pintar y decidió entrar un rato al agua. Necesitaba cansarse y  nadar en el oleaje. A esa hora la  tarde se hacía crepúsculo y la gente aprovechaba para hacer sus caminatas en la arena. El deleite se les veía en sus caras y se reflejaba en la placidez de sus pasos.
La playa atrapaba a los enamorados con su tibieza. Y Melisa también caminó un rato y luego se sentó muy cerca de la orilla. Dibujó sobre la arena tratando de no pensar en otra cosa que no fueran sus garabatos. El colorido de las embarcaciones y sus velas tenían una magia que hipnotizaba a cualquiera.
Y así estuvo por más de una hora, cuando alguien la tomó por un brazo, desde atrás.
---- ¿Cómo estás, Mel?
---- ¡M e asustaste Alexis!- exclamó, al verlo.
--- ¿Quieres venir a navegar?-le propuso él.
----De acuerdo-dijo ella sin pensarlo.
Caminaron lentamente sin atreverse a platicar. Pero no bien estuvieron a bordo de la embarcación, él la estrechó en sus brazos y la besó sin darle tiempo a resistirse. Ella se sintió viva, mientras las manos de él trataban de desabrochar el corpiño de su bikini.  Ella se lo impidió, pero no bien ingresaron a la cabina se desbocaron en apasionados besos.
Sobre la cucheta doble y a través de un vidrio, se podía divisar el cielo, aún vacío de estrellas. El bamboleo que producía el oleaje le producía una sensación extraña. El pequeño velero parecía un nido en medio del mar.
Y allí vivieron horas tan  apasionadas que le quitaban las ganas de volver a tierra.
----Te amo Mel. Me divorciaré de Leyla-le aseguró él.
---No quiero que lo hagas por mí.
---Lo hago por mí. Ya le hable de lo nuestro. Y aceptó, siempre que me encargue de Roque.
---- No te confíes de ella.
---El lunes iniciamos los trámites del divorcio. Nuestro momento ha llegado, mi amor.
----No Alexis, tu divorcio no tiene nada que ver conmigo. Yo no te amo. Y si bien me siento muy bien contigo, no quiero formalizar.
---- ¿Esperar a que ese maldito venga por ti? -le dijo él.
Y el silencio se oyó desde el otro silencio, como una sombra capaz de borrar a las estrellas.
Otra vez, Román se había hecho presente haciendo irrespirable el aire y  como un fantasma, le decía al oído: No mientas Mel, nunca podrás sentir por él lo que sentiste cuando fuiste mía.
Melisa se puso de pie y comenzó a vestirse.
----Regresemos, Alexis-le pidió.
----- ¿Qué te sucede?
---No debiste haberlo mencionado.
---Perdóname, no sabía que aún lo amabas. No volverá a suceder.
----No te culpes. Pero si me amas, no vuelvas a rivalizar con él porque siempre vas perder.
---- ¿Cómo es él?- le preguntó.
----Tú eres mejor que él. Pero el amor es muy extraño, no podemos manejarlo, es como Dios- le explicó ella.
----Si tú no crees en Dios.
---No Alexis, pero si tuviera que definirlo como idea,  diría que es tan irracional  y poderoso como el amor.
Alexis se quedó en silencio, se vistió y salió de la cabina para poner en marcha el velero. La noche era preciosa y la brisa parecía querer embriagarlos con su aroma mundano. Navegaron lentamente hacia el embarcadero y cuando llegaron, casi no había gente en el lugar. Sólo el ruido sordo de las olas, que servía de fondo a su insalvable silencio.
Caminaron a la par hasta llegar a su casa, donde  se despidieron sin besos ni reproches. Alexis había aprendido la lección. No tenía que hablar de él si no quería perderla como esa noche.
Leyla dormía cuando llegó y se sintió aliviado. Entró de puntillas hasta el cuarto de huéspedes y se tiró en él sin quitarse la ropa. Estaba cansado, defraudado y no podía dormir.
Melisa, por su parte, trataba de no pensar. Pero de tanto en tanto, oía  una   voz  que le decía: "Nunca serás feliz, a pesar de tu dinero y de tu fama. Yo no te dejaré porque no soy una idea como tú piensas"
---- ¡Nunca Satanás! Quédate con él, porque yo no lo necesito. ¡Voy a enamorarme de Alexis, te lo juro!- dijo, como si hablara con un fantasma.
Afuera, la noche se engalanaba entre  estrellas y palmeras, mientras la gente paseaba hasta la madrugada por las avenidas  costeras, bajo una  luna que iluminaba las crestas de las olas con su magia de cristal.
Todos parecían tener adonde ir y con quien estar. Y el amanecer llegó tomando por sorpresa a quienes sin dormir, permanecían tirados  en los chinchorros.
Y otra vez, el sol borrando a las sombras de la noche. Y de nuevo, la sirena de los barcos partiendo en dos a los ecos del  silencio. Y como siempre, Melisa dispuesta a comenzar el día, sin más albergue que el cielo, para aliviar el pedazo de vida que aún le quedaba.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
                    EL PRIMER ACTO  
Demaris había salido varias veces con Lucas y se mostraba dichosa de esa relación,  que se hacía  cada vez más seria. Ambos solían cenar en casa de Melisa y platicaban hasta tarde sobre diversos temas.
Lucas tenía una simpatía que atraía a las dos mujeres. Y una  tarde,  llegó con un pargo y unos bocadillos, mientras Maruca  se aprestaba a  preparar  la cena.
--Fanny es una niña adorable y feliz -le comentó Lucas a Mel, mientras jugaba con ella.
--No puede ser de otro modo, ella lo tiene todo -le respondió ella. 
 Lucas se quedó callado, pero pensó que a la niña, le faltaba una parte muy importante, que era su padre, si bien tenía otra clase de afectos, como los que le brindaban Maruca y Demaris. Pero aún así, ellas no podían darle esa imagen varonil que  la niña estaba necesitando. Pero trató de desviar la conversación hacia otro punto.
--- ¿Crees que comeremos enseguida?-le preguntó a Damaris.
---Falta  más de una hora para que el pargo termine su cocción-contestó ella.
-Veo que tienes apetito-le comentó Mel.
-Un poco, tráeme algo para mitigar la espera--dijo él, dirigiéndose a Demaris.
-Hay alcaparras, caráotas negras, plátano frito y pasteles de queso- le dijo ella.
-Bueno, y no te olvides de traer  un pote de curry y chile para condimentar-le señaló Mel, antes de que su amiga saliera hacia la cocina.
Maruca  preparó todo y enseguida regresó con una cantidad de bocadillos que dispuso sobre la mesita de mármol verde, alrededor de la cual los tres se acomo­daron dispuestos a disfrutar de esas preparaciones tan exquisitas.
 - ¿Qué harías Mel  si Maruca no estuviera contigo?-le preguntó Demaris a su amiga.
--No lo sé. Nunca me pregunto sobre cosas que me puedan suceder. Pero creo que el ser humano logra acostumbrarse a todo. Si puedo vivir sin el hombre que amo, bien podría vivir sin Maruca. La quiero como a una madre pero también he sobrevivido sin mis padres cuando el mundo parecía derrumbarse a mis pies.
 -El instinto más fuerte de los hombres, es el de supervivencia, en eso estoy de acuerdo. Pero creo que no soportarías jamás perder a tu hija.
-Eso es cierto, porque ella es parte de mí  y por ella me proyectaré en la eternidad del cosmos.
 - ¿Esas ideas tuyas sobre el cosmos, fueron las que te separaron del cura?-le preguntó Lucas.
-Tenemos posturas intelectuales inconciliables, pero eso no fue lo que nos separó. Nuestros físicos se atraían pero nuestras mentes se alejaban cada vez más -le dijo con tristeza.
- ¿Tanto te cuesta creer en Dios, Melisa?-le   preguntó Lucas.
-Si te refieres a tu Dios, debo decirte que sí.
- ¿Es que tienes acaso otro?-le preguntó Lucas.
-Si tú crees en Él como un ser superior, o como algo  sepa­rado de lo que existe, debo decirte que sí.-le respondió Mel.
 - ¿Qué es Dios para ti?
----Todo lo que existe y cada una de sus partes. Eso es para mí, el significado de la perfección y la
eternidad Lucas, aunque no podamos admitirlo en esta dimensión tan imperfecta en que nos encontramos-dijo ella.
-Explícame, por favor.
-Mira Lucas, obsérvate dentro de este pequeño Universo, que ni siquiera puedes abarcar con tu pequeña mente. ¿Dime si sigues creyendo que somos los más perfectos de los seres vivos? ¿Sabes acaso adonde empieza y termina la inmensidad de astros y planetas que ni siguiera podremos ver jamás?
 -Yo creo que puede haber otras vidas y seres, en esa inmensidad de que hablas, pero no creo que eso alcance para  negar a Dios, sino por el contrario, con­firma su existencia-agregó Lucas-
--- Tu Dios es semejante al hombre  y superior a todo lo que existe, con atributos y voluntad de decidir sobre lo que existe y que hará renacer de entre los muertos  a los hombres buenos y justos. Esto significa que Él creó un mundo especialmente  para una especie superior que es el ser humano, quien puede acceder a la eternidad  y al mismo cielo, si él lo decide. De modo que no hay otro planeta igual a la tierra ¿O sí?
--- ¿Acaso tú puedes demostrarme que sí, Melisa?
----No, del mismo modo que tú no puedes probar lo contrario- le replicó.
-- ¿Entonces para ti es posible que Dios exista?-le preguntó Lucas.
---Todo es posible para la pequeña mente de los  hombres. Por eso estamos  condenados a  dudar -le dijo ella.
--¿Tú dudas,  Mel?
--Tengo conciencia de mi ignorancia y de  mi pequeñez. Pero no dudo de lo que veo.
----Esa es una teoría materialista y atea.
---No me interesan los calificativos, Lucas. Pero creo que con tu soberbia pretendes ser el más importante del Universo, con acceso al más allá y a la vida eterna. Sin embargo, yo soy aún más generosa que tú, creo que todo lo que tiene vida es eterno e indestructible durante toda la eternidad. La vida no muere jamás, es un flujo constante que nutre a la vida. Pero no es exclusiva del planeta tierra, sino que sus diversas formas, desconocidas  para el hombre, se dispersan en el Universo de acuerdo a sus leyes que se cumplen inexorablemente, en la totalidad del cosmos.
--Tienes un concepto físico-químico del Universo. ¿Acaso niegas que el hombre tenga espíritu y que  Dios pueda ser un ser sin materia? -Le preguntó Lucas .
 -¿Eso podría ser si yo creyera que el espíritu es inmaterial?
--- ¿Y no lo es?
---No, porque el hecho de que no podamos verlo ni tocarlo, no significa que no pueda ser un fluido eléctrico o energético de la materia. Lo que nosotros llamamos espíritu es aquello que nuestra materia produce con esa máquina que es la mente y que genera el movimiento psíquico. Pero no hay espíritus sin los cuerpos materiales. Tampoco conocemos si existen seres con psiquismos mejores a los nuestros en el micro o en el macro Cosmos.
--Eres una atomista sin remedios.  El átomo y los ácidos nucleicos son tu Dios.
--No Lucas, en realidad el átomo es apenas el principio de un micro-cosmos que no conocernos, no soy atomista como crees, sino que voy más allá del átomo, de los ácidos nucleicos y del hombre mismo.
--- ¿Cuántas dimensiones pudiste concebir  Mel?
---Existe un macrocosmos, tan infinito y lleno de seres diversos, como también hay en el microcosmos. Ambos desconocidos en la dimensión adonde nos encontramos. Tal vez, nuestra materia se diversifique y se integre algún día con  alguno de los seres más perceptivos y poco a poco vayamos conociendo lo que hoy no podemos ver, en esta eternidad en que permanecemos como  materia viva, mutante y dispersa. Es la ley del cosmos, Lucas.
 ---De nada vale que seamos buenos o malos. Todos tenemos el mismo fin, según  ese criterio  -le replicó Lucas.
----Para convivir con seres tan imperfectos como nosotros, la inteligencia genera reglas convenientes para nuestra conducta. Queremos ser felices y la dicha depende de eso. Si vivimos de acuerdo a la justicia de nuestra razón y somos buenos, tendremos amigos, gente que nos quiere y conoceremos el placer de ser humanos y el que  así no actuare, no conocerá sino los vicios de la humanidad y su castigo será su desgracia interior.
 - ¿Ésa es la ley moral que reconoces?
--Sí, cada uno establece las reglas para su propia dicha o desdicha y es responsable de su placer o de su dolor. Los seres más perfectos son los que llegan a ser felices, los imperfectos son lo que no se satisfacen con  nada en este mundo, pero tampoco quieren aceptar la muerte.
-Creí que no creías en la muerte-le replicó él.
---Cuando me refiero a ella, es porque considero  ese momento de transición en que un ser vivo se transforma en múltiples y diversos seres vivos, o en simples nutrientes de materia viva. Eso es  lo que nosotros llamamos "muerte". Pero en realidad, el proceso de putrefacción es un proceso de vida  aunque el ser humano se empeñe en llamarlo  de otro modo. Negar eso sería negar la eternidad de la vida y por eso, es que se necesita creer en la reencarnación o en la resurrección.
---No es nada agradable reconocerse sólo materia, que es nutriente de gusanos o de plantas, después de haber sido un hombre. ¿No lo crees Mel?
---No lo sé, nunca fui un gusano ni una  planta, al menos que recuerde. Y estoy segura que si vuelvo a ser un  humano alguna vez, tampoco lo voy a recordar.      
 -Entiendo tu postura, pero alguien debe regir el paso de una dimensión a otra,  si eso es para ti la muerte - expresó él.
----Existe un orden y un ámbito de poder en cada ser del Uni­verso.
--- ¿Hasta llegar a uno superior y perfecto?-preguntó Lucas.
--- No, Lucas. Si tuviera que darte una idea de Dios,  te diría que Él es el  todo y los individuos son sus partes orgánicas e inorgánicas.
--- Para ti Dios es un compuesto físico-químico-le dijo Damaris.
----  Es lo universal y desconocido. Es perfecto porque reúne todo el poder y a todos los seres. Las partes son apenas un minúsculo elemento que no tienen sentido sino en función del  Ser total.
--¿Adónde está Dios para ti? ¿En el cosmos, el macrocosmos o el microcosmos,  Melisa? -le preguntó Lucas.
--Hay un elemento común a todos los seres animados e inanimados, un principio rector que amalgama las sustancias  de lo que existe. Esa mínima expresión pertenece al microcosmos y por ende a los otros dos.
--Los católicos también sostenemos que Él está en todo lo que existe, de modo que acabas de probar que Dios existe.-agregó Demaris     
-Esa es una contradicción del Catolicismo. Por un lado lo ven como un ser semejante al hombre con voluntad y facultades de juez, luego lo conciben como integrando  todo lo que existe. Si así fuese, cada uno sería Dios en si mismo  y no sería juzgado por Él.  Tampoco pudo haberse creado a sí mismo por partes, sería divisible y tendría una parte perfecta y otra imperfecta, separadas del ser principal- dijo Mel.
---Si no es lo que nosotros creemos. ¿Cómo funciona Dios en el Universo? ¿Es una ley Fundamental? ¿Tal vez, apenas es un punto que es superior a lo que existe? ¿Cómo decide nuestro destino?-preguntó Lucas.
---No creo en la predestinación. Cada ser en el universo es Dios, en tanto y  en cuanto decide dentro de su propio ámbito de acción de acuerdo con el poder biológico que posea.
---Según tú, el hombre es Dios en  la tierra, ya que puede decidir que una hormiga muera o viva. ¿Verdad?- preguntó Lucas.
 -No, porque  a veces, una hormiga decide sobre la vida de un hombre, si es alérgico a su picadura. O una minúscula bacteria te envía a otra dimensión. Cada ser, hasta el más inanimado como sería una piedra, puede tener el peso, la velocidad y el poder de terminar con tu existencia humana.-dijo Mel.
----De modo que el hombre no es el más perfecto de los seres- dijo Damaris.
----No, él es  diferente, más complejo que otros, pero no   mejor  que  ninguno, porque no es el todo sino una parte y como tal, su función es específica -dijo Mel.
--- ¿Hay cosas que dependen de nuestra voluntad y otras que no?-preguntó Lucas.
---Por supuesto, podemos actuar sobre ciertos seres y decidir qué va a pasar con ellos, pero dentro de nuestros límites naturales. Si te encuentras con  un carro sin frenos no podrás detenerlo con tu fuerza y te pasará por encima gracias al poder de su  peso y a su velocidad, porque en el universo se cumplen determinadas leyes físicas y químicas. No porque esté escrito en ninguna parte ni porque nadie lo haya decidido de antemano.
--No se puede contigo, Mel- le dijo Lucas, para terminar con el tema.
En ese instante, apareció  Maruca para avisarles que la cena estaba  lista y  los tres se incorporaron para entrar a la sala
- ¿Y la niña?- preguntó Damaris,  a Maruca.
---Hace un rato que está dormida.
-Este pargo parece una delicia--exclamó Lucas.                                                       
-No lo dudes, Maruca es una especialista preparando pescados-dijo Mel.
-Usted es un ángel,  mi niña -le agradeció la negra.
-No le digas eso porque creerá que ha entrado a otra dimensión --le contestó Lucas.
---- ¿Qué vaina es esto que dice, señor Lucas?-preguntó Maruca.
--Están burlándose de mí, Maruca- respondió.
---No,  sólo estoy bromeando- aclaró él.
- ¿Quieres que te quite la sonrisa  de repente?-le dijo Mel,  siguiendo el chiste.
----Vale -dijo Lucas.
--- ¿Cuándo piensan casarse?- les preguntó.
Lucas y Demaris se miraron y se pusieron serios como si un cubo de agua le fuera  arrojado en la cara. Luego se rieron de su propio asombro.
Melisa rió otra vez y luego los tres comenzaron a comer.
Eran  las once cuando terminaron con la sobremesa y Lucas se marchó en compañía de Demaris para dar un paseo por la costa. Pero precisamente cuando Melisa se disponía a dormir, el teléfono sonó insistentemente y ella se apresuró a atender para que  no despertara la niña.
--- ¿Quién habla?-dijo.
---Alexis, quiero verte, Mel.
--- ¿Ha sucedido algo?
----- Es urgente.
--- ¿Adónde estás?   
-En el estudio, te daré la dirección-dijo Alexis.
-Dímela.
---Está en el edificio que está sobre la otra mano del Hospital Principal,  primer piso "A"--le explicó.
-Ya sé cual es, iré enseguida-le dijo Mel, antes de colgar.
Ella se dirigió al garaje para tomar su carro, no sin antes avisar a Maruca  para que no se preocupara. El tráfico era intenso y eso la demoró.
No obstante, estacionó  enfrente y subió a toda prisa por las escaleras del edificio. Presentía que algo malo ocurría pero no quería pensar, solo deseba llegar.
Alexis la estaba aguardando con la puerta abierta y al vería la estrechó entre sus brazos.
 - ¿Qué sucede Alex?
---Ven siéntate--le pidió indicándole unos hermosos sillones de la recepción.
Ella  lo siguió y  se sentó a su  lado.
-Todo ha cambiado para peor, Leyla me amenaza con matarse si es que insisto en  divorciarme- dijo con mucho pesar.
-Me lo imaginé. Su mente no le permite  hallar un  camino más digno.
---- ¿Crees que no lo hará?
-Sí, claro que lo hará, Alex. Pero cuidando de que no le pase nada, te lo aseguro-le advirtió Mel.
--- ¿Y si te equivocas y muere por mi culpa?
----Esa es la duda que quiere que tengas, es su arma. Y  te ganará si es que no estás convencido de que quiere presionarte. Y en ese caso, no puedo más que aplaudirla, créeme- le dijo.
 -Tengo miedo.
---El miedo anula la inteligencia y equivoca a la razón, pero no te culpo.
- ¿Qué puedo hacer?
---Yo no puedo tomar parte en esto. Es tu problema y tienes que decidir sin mí.
--- Me parece cruel someterla a esa prueba Mel.-dijo él.
---Ella es quien te pone a prueba. ¿O es que no lo entiendes?
---  No puedo tener tu frialdad.
Melisa se puso de pié y tomó su bolso para retirarse. Pero Alexis la detuvo.
---- ¿Adónde vas?-le dijo alterado.
---No debí venir.Tú nunca creerás en mi imparcialidad. Para ti,  soy  fría y estoy plenamente de acuerdo, los hombres son más sensibles a las lágrimas de una mujer y a las escenas  teatrales, por eso son tan manejables como una bicicleta-exclamó ella.
--No te enojes Mel y no te vayas por favor.-le pidió.
-Necesitas pensar y nada mejor que estar solo-le respondió sin titubeos.
-- No te marches mi amor, necesito que estés conmigo.Te veo y me enciendes como a una antorcha-le dijo, mientras desabrochaba su blusa.
----Melisa se sintió halagada por esas palabras. Sentirse deseada era casi tan importante como sentirse amada.
Y se dejó llevar mansamente hacia el amplio sillón, adonde hicieron el amor hasta quedar exhaustos. Alexis se quedó a su lado por un largo rato y luego se levantó a servir unos Whiskys, mientras Melisa se deleitaba con su desnudez.
-Soy feo ¿No?-le preguntó viendo cómo ella lo observaba.
---Eres muy chébere.
- ¿Entonces por qué te ríes?                                               
--- Cuando veo a un hombre desnudo me parece que se ha quitado una máscara.
---- ¿Has visto a muchos?
-A unos cuantos. ¿Porqué lo preguntas?-dijo ella.
-Por curiosidad - dijo.
Él observaba a Melisa y sentía que ella le resultaba imprescindible. Su sensualidad y su total falta de inhibiciones lo estimulaban permanentemente y la relación sexual era tan perfecta que no podía com­pararla con la de ninguna mujer que hubiera conocido. Era a la vez, tan sublime y perversa, que se sentía morir y nacer al mismo tiempo.
Eran las cuatro de la mañana cuando ambos  decidieron  regresar a su casa, sin volver a hablar  del tema. Pero él no tenía dudas al res­pecto y aunque no quería comentarlo con Mel, estaba dispuesto a ser feliz aunque tuviera que enfrentarse a Leyla.
Cuando Alexis  llegó a su casa, Leyla estaba sentada en el sillón de la sala, con aspecto de no haber dormido y una bolsa de hielo en su cabeza.
--- ¿Qué es lo que sucede? ¿No te sientes bien?-le preguntó  al verla. 
 -Tú sabes lo que me pasa, pues no eres ajeno a mi mal --le dijo, duramente.
-Eres mala actriz Leyla y no vas a conmoverme con esta actuación
Ella se quedó muda con la respuesta y al verlo entrar a su habitación se sintió defraudada porque su plan no daba resultados. Y presa de una rabia incontrolable, se dirigió a su cuarto para tomar unos somníferos que pensaba usar como último recurso para retenerlo.
Miró su reloj y constató que eran las cinco, sacó las veinte pastillas que contenía el frasco y las metió en su boca, masticándolas para poder tragarlas con un vaso de agua. Luego se recostó sobre el lecho para tratar de imaginar cuál sería la reacción de Alexis cuando la descubrieran por la mañana. Ella había hablado con una amiga que era médica y en complicidad con ella había planeado ese "primer acto" con todos los detalles.
Comenzó a pensar en la posibilidad de no ser descubierta a tiempo por la mucama y decidió llamarla por el timbre que había sobre su  cama. Y no lo soltó hasta que la muchacha apareció en camisón en la puerta del dormitorio.
- ¿Qué sucede señora?-le dijo ella al verla tan pálida.
-No me siento bien -prepárame un té-le pidió.
---- ¿Quiere que llame a un médico?
-No vale la pena, ya es tarde- le dijo ella, con voz muy apagada.
--¿Qué quiere decir señora?-le preguntó la muchacha
-Voy a morir- exclamó cerrando los ojos.
La muchacha salió en dirección al cuarto de Alexis y golpeó con fuerzas  la puerta.
--¿Qué ocurre Mari?-le  preguntó al abrir.
-La señora Leyla va a morir o ya está muerta-dijo, con el llanto a punto de brotar.
Alexis salió de inmediato para corroborar lo que ella decía y al entrar en el cuarto de su mujer supo lo que había ocurrido. El frasco estaba vacío, siendo que  él mismo, lo había traído lleno esa misma tarde.
 -Llamaremos por teléfono  a una ambulancia---dijo él.
El carro de emergencias  no tardó en llegar y llevó a su  mujer rumbo al hospital. Cuando salía, él le recomendó no decir nada a los niños y luego subió  a la ambulancia para acompañar  a Leyla.
No bien llegaron al nosocomio, ella fue llevada a la sala de emergencias  y al cabo de media hora salió el médico para decirle:
---Todo está bien.
 - ¿Qué le han hecho?
-Un lavaje de estómago, ahora con los sueros y algunos diuréticos se normalizará. Es una suerte el que la hayan descubierto enseguida. Pudimos extraer bastante con el sondeo y pronto estará bien- le dijo.
- ¿No tendrá ninguna consecuencia?
-Saldrá de su intoxicación, pero su psiquis requerirá de cuidados y tratamiento. Quizás lo vuelva a intentar -le previno.
---Yo me encargaré de que no vuelva a suceder-le prometió.
Al segundo día de internación Leyla fue dada de alta y llevada a su casa por el mismo Alexis, en medio de un silencio aterrador.
No bien llegaron, saludaron a sus hijos que los estaban aguardando y luego se sentaron a la mesa para almorzar. A pesar de que le resultaba difícil el diálogo sobre el tema del suicidio, Alexis no tuvo más que encararlo cuando quedaron solos en  la sobremesa.
- ¿Por qué lo hiciste Leyla?-le preguntó.
-No me interesa vivir y no lo hice para retenerte, de modo que puedes irte con ella -le contestó, sabiendo el efecto que produciría su estoicismo.
- ¿No pensaste en los niños? -insistió.
 -Ellos estarán mejores contigo y con Mel.
----Has ganado Leyla, no voy a volver ha hablar de divorcio, pero tienes que prometerme que no volverás a intentarlo-le pidió.
 -No será tan fácil, querido. No quiero un adorno como marido, te exijo que no vuelvas a saludar a Melisa y no pienses siquiera en dirigirle la palabra.
-De acuerdo  Leyla, pero júrame que no volverás a hacerlo.-le dijo él.
-Tú no crees en Dios, de qué puede servir mi juramento.
 -Pero tú sí crees y el juramento te obligará a cumplir con tu palabra.
 -Te  juro Alexis, que no lo intentaré de nuevo, pero que  no sepa que has hablado con ella.
----No te preocupes, Leyla. No lo haré, aunque esté muriéndome de deseos de hacerlo.
Esas palabras encendieron su cólera, pero no era el momento de seguir con el tema. Debía ser cautelosa para lograr lo que se había propuesto y que era conquistarlo aunque tuviera que usar cualquier arma, por más inmoral que pudiera resultarle.
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
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Foto del autor NORMA ESTELA FERREYRA
Textos Publicados: 38
Miembro desde: Jan 31, 2009
1 Comentarios 955 Lecturas Favorito 1 veces
Descripción

Historia de amor entre un cura catllico y una atea

Palabras Clave: amor- religin

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



Comentarios (1)add comment
menos espacio | mas espacio

jorge giordani

Me atrapa tu novela, ahora comienzo la tercera parte.
Responder
September 19, 2012
 

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